'Democracia, ley y golpe'
Sin duda han sido las tres palabras mas recurrentes y usadas (y abusadas) en el último tramo del año político, y aún mantienen su apogeo en este inicio del nuevo (y electoral) curso de 2023. No parece muy sensato mezclar en un cóctel los conceptos de democracia y ley como antagónicos, como contrarios u opuestos, y, a la par, calificar como golpe, sin más, a una u a otra, la más mínima controversia que se pueda producir en la aplicación práctica de lo que cada cual pueda considerar que es "democrático" o "legal". Pero a ese ejercicio, ciertamente estrambótico y alambicado, llevan dedicándose nuestras derechas políticas y mediáticas, en el enésimo intento de ganar crédito político o electoral, siempre a costa del descrédito, no de la mayoría gubernamental, sino de todas las instituciones del país en su conjunto.
Puede resultar incomprensible una excesiva controversia al respecto. Afortunadamente, los mecanismos constitucionales funcionan. Tanto para dar como para quitar razones. Se respetan, aunque no se compartan, y obviamente, están sujetos a critica política y ciudadana
Es tan obvio que la ley, la ley democráticamente aprobada en los órganos constitucionales, debe cumplirse en toda su extensión para que el Estado de derecho despliegue su efectividad, como que la misma ley puede cambiarse siguiendo los pasos establecidos en la Constitución y en la propia ley, no siempre pacíficos y a menudo sometidos a debate político, incluso jurídico. Debates que finalizan con una decisión política o con una resolución jurídica. Es tan obvio como fácil de entender. Por tanto, puede resultar incomprensible una excesiva controversia al respecto. Afortunadamente, los mecanismos constitucionales funcionan. Tanto para dar como para quitar razones. Se respetan, aunque no se compartan, y obviamente, están sujetos a critica política y ciudadana.
Lo que les ocurre (y no es nuevo ni de ahora) a nuestras derechas políticas y mediáticas (somos libres de considerar cual de ellas impone el criterio a la otra) es que no terminan de asumir el principio legitimador democrático
Y así se funciona en democracia, aunque resulte evidente que a unos les cuesta más entenderlo que a otros, pero se entiende fácil, a poco que se ponga interés en ello. Por tanto, sólo cabe deducir de la exageración retórica y el grosor de las manifestaciones al respecto, que más que un problema de coexistencia de ley y democracia, lo que les ocurre (y no es nuevo ni de ahora) a nuestras derechas políticas y mediáticas (somos libres de considerar cual de ellas impone el criterio a la otra) es que no terminan de asumir el principio legitimador democrático. Y de esa no asunción (algo muy grave) se deriva el discurrir de su discurso político. Se niega, de partida. legitimidad democrática a quien acreditada, sobrada y legalmente, la tiene. Y a partir de ahí se construye (más bien se intenta armar) el relato de que cualquier acción política tendente a modificar una ley, es un "golpe" a ésta y a la democracia en general. Justamente porque se niega la legitimidad de partida. No por ninguna otra razón. Ni falta que hace, añado yo. Todo sea por la causa del descrédito generalizado.
No es una práctica exclusiva de nuestro país. La desacreditación de la democracia y de la regla de la mayoría política, cuando no nos conviene o no nos interesa el resultado
No es una práctica exclusiva de nuestro país. La desacreditación de la democracia y de la regla de la mayoría política, cuando no nos conviene o no nos interesa el resultado, es algo desgraciadamente extendido en nuestra sociedad. Desde luego, resulta más fácil que la contraposición de opciones políticas y mucho más ventajoso cuando se carece de éstas o se quieren ocultar. Pero es evidentemente perjudicial para la salud y el músculo democrático de la sociedad. De ahí la imperiosa necesidad de no cejar en esta batalla, que es crucial. De no dar ni un paso atrás en la contundencia argumental para defender la democracia y las reglas del juego.
Para que el ejercicio de la política sea una labor didáctica, comprensible y provechosa, y no una exacerbación de pasiones, medias verdades, mentiras y bulos
Para saber hacer política cuando se gana y se tiene mayoría, y también cuando no. Para asumir que unas veces se gana y otras se pierde, y de ambos resultados se deben extraer conclusiones y lecturas. Y para que el ejercicio de la política sea una labor didáctica, comprensible y provechosa, y no una exacerbación de pasiones, medias verdades, mentiras y bulos.
La regla de la mayoría política, y su correlato del disenso político, nunca excluyente del debate, en el marco de la ley, ha de ser principio indestructible de convivencia democrática. La aplicación de un programa político ha de ser su traslación práctica a la vida cotidiana. Calificar, o intentarlo, de "golpe" esa actuación es, desde luego, poco democrático o nada, y es el principio de que las cosas vayan mal. Esmerémonos en que vayan bien.