Dejar de pensar la vida, para vivirla

Blog - La buena vida - Ana Vega - Sábado, 18 de Noviembre de 2017
A.V.

'Pensamos mucho la vida, pero la vivimos poco'. Pablo d´Ors

Lo que define a la experiencia óptima, aquella que mejora la calidad de nuestra experiencia de vida y que nos reporta una gran satisfación, es que constituye un fin en sí misma. La practicamos por lo que nos reporta ella misma y no por las consecuencias o los resultados que su práctica podría traernos. Incluso, aunque hayamos llegado a ella por otras razones, la actividad óptima se convierte rápidamente en algo intrínsecamente gratificantes para nosotros.

La mayoría de estas actividades requieren en sus primeros pasos un esfuerzo, redirigir nuestra atención. Pero, una vez que la práctica comienza a proporcionar una retroalimentación de nuestras habilidades, la gratificación es clara... 

Cuando empecé a practicar yoga, lo hice porque iba a beneficiar a mis articulaciones y columna por lo que mejoraría mi problema de salud, pero al llevar pocas semanas, con su práctica, los beneficios sobre mi estado de ánimo, el ejercicio de mi fuerza de voluntad, mi sueño y mis dolencias pasaron a un segundo lugar, con la satisfacción que, desde el minuto uno de la sesión, experimentaba.Para otros puede ser el baile, la pintura, la fotografía, escribir...

Pasó a ser una experiencia autotélica. Es decir, que es una actividad que contiene la finalidad en sí misma; que se realiza no por la esperanza de obtener ningún beneficio en el futuro, sino simple y llanamente porque la práctica de ella es en sí misma la recompensa.

Durante esta experiencia óptima, nuestra atención no se centra en las consecuencias, sino en la actividad, en el presente, en la acción. La mayoría de estas aciividades requieren en sus primeros pasos un esfuerzo, redirigir nuestra atención. Pero, una vez que la práctica comienza a proporcionar una retroalimentación de nuestras habilidades, la gratificación es clara. Y, entonces, la calidad de nuestra experiencia hace que la vida merezca la pena en el presente y no a la espera de un hipotético futuro.

Nuestro objetivo sería aprender a disfrutar de este tipo de experiencias óptimas de la vida cotidiana.

Otra forma de favorecer estas sensaciones sería poner en práctica lo que Fred B. Bryant y JOSEPH Veroff, del Departamento de Psicología Social de la Universidad Loyola de Chicago, nos recomiendan: aprender a disfrutar o saborear los placeres, desplegando nuestra atención consciente de forma deliberada sobre ellos.

Para ello, describen cinco tareas que favorecen el “saboreo” de los placeres:

  • Compartir la experiencia con otras personas; escuchar música con mis amigos, compartir grupos nuevos y asistir a conciertos hacen mi experiencia de la música más gratificante.
  • Guardarlo en la memoria; ya hace tiempo que en mis viajes decidí fotografiarlo todo mentalmente y dejar de hacer fotografías que nunca terminaban de reflejar lo que había experimentado con la observación de los paisajes retratados; y esforzarme en recordar las sensaciones, olores y sabores.
  • Autoelogio; ser más amable contigo mismo.
  • Agudizar la percepción; acostumbro a traer café de los lugares a los que viajo y cuando lo preparo en casa y lo tomo, cierro los ojos y me concentro el aroma y el sabor, capaces de transportarme a esos lugares.
  • Ensimismamiento; practicarlas absortos, sin pensar en nada más, solo sintiendo y poniendo la atención en lo que hacemos y las sensaciones que nos provocan.

Podemos encontrar la motivación para hacer algo intríseca o extrínsecamente; esto es, podemos realizar una actividad porque nos satisface en sí misma y disfrutamos con ella y otras las realizamos con el fin de alcanzar una recompensa ajena a la actividad en sí, como podría ser el reconocimiento social o dinero.

Las primeras, sin duda, nos proporcionarán más alegrías.

Y la recomendación musical de esta semana:

Mishima - Un tros de fang

Imagen de Ana Vega

Licenciada en Filosofía. Experta en Género e Igualdad de Oportunidades y especializada en temas de Inteligencia Emocional. Con su blog, La buena vida, no pretende revelarnos nada extraordinario. Tan solo, abrirnos los ojos un poquito más y mostrarnos que la vida puede ser más llevadera.