Con el estilo en forma

Blog - Espectantes - Lucía Torres - Miércoles, 17 de Junio de 2015
'Ejercicio de estilo (Desórdenes)', de Sara Molina.
Lucia Torres
'Ejercicio de estilo (Desórdenes)', de Sara Molina.

Ejercicio de estilo (Desórdenes), de Sara Molina

Ficha artística:

Martes 16 de junio. Fundación Rodríguez Acosta.

Intérpretes: Andrés Montero, Federico Hernández, Solomia Antoyak, Álvaro Holgado, Rosa María Espino, Salma El Amrani (Grupo de teatro de la UGR)

Dirección: Sara Molina

Técnico de sonido e iluminación: Enric Martín

Basada en textos de: Thomas Bernhard, Peter Handke, Botho Strauss y Heinrich Böll
 
Dicen los manuales de historia teatral que el teatro burgués está asociado a una etapa concreta, la posguerra española, y a un tipo de teatro de corte comercial y conservador, cuyo objetivo es la evasión de las clases medio-altas. Haciendo una extrapolación al presente, más que con el contenido, este tipo de teatro podría tener mucho que ver con el espacio. Algo puede ser absolutamente provocador por el hecho de desplazarlo a un contexto que no le corresponde. Cuando hablamos de teatro, si el espectador no está cómodamente sentado en su butaca, probablemente perderá el interés de forma gradual y creciente. Que no es por no intentar reflexionar, porque aquí ya hace “de pensar” hasta Mariló Montero -otra cosa es que lo consiga-, es porque, así, de pie, con los tobillos hinchados, el bolso haciéndome hematoma en el hombro, y saltándoseme las vértebras del cuello cada vez que trato de trascender al de delante, no puedo prestar atención, -que diría alguien en toda su libertad de expresión-. Por supuesto que es importante ver y oír, y las dos cosas a la vez, en especial en el teatro de Sara Molina, donde no existe lo uno sin lo otro, aunque no necesariamente el cuerpo acompañe lo que exprese la voz. Pero quien asistiera ayer a Ejercicio de estilo (Desórdenes) tiene que saber que, como su propio título indica, se trata de un ejercicio teatral que pretende, precisamente, indagar en las posibilidades del espacio, coaligar al actor con un escenario distinto al de la caja negra. Y, con ello, sacar al espectador de su refugio tradicional. Desvincularlo del cómodo patio de butacas, el teatro burgués de la actualidad, por muy noble porte que desprendiera el carmen de los Rodríguez Acosta.
 

Imagen de la Fundación Rodríguez-Acosta. Lucía Torres

La Molina sigue arriesgando. Y al que no le guste, que no mire. Aunque, en este caso, el riesgo no proviene de pasar del punk al lírico. Tras alrededor de tres décadas de experimentación teatral, la directora granadina se ha cuidado de no sucumbir ante los circuitos más comerciales de teatro, lo que, finalmente, le ha valido para convertirse en directora de culto por fidelidad a sí misma y a su estilo. Sus piezas son, al margen del uso de textos propios o ajenos, del estudio en la puesta en escena de otros dramaturgos y autores, partes separadas en el tiempo de una obra única que explora al actor como personaje y las posibilidades del teatro como instrumento vivo y directo de comunicación. 
 
Y sigue provocando, ya que no hay nada que genere una desazón más insoportable al público que no poder agarrarse a un sentido de continuidad en el espectáculo. O a un sentido, a secas. En Ejercicio de estilo (Desórdenes), las reflexiones sobre el arte o el artista no conducen a nada; no se desarrollan hasta llegar a una conclusión clarividente. Simplemente son, están. Son como fotografías en las que el fogonazo de luz se perpetúa un poco más que en la técnica de la cámara oscura. No obstante, por suerte o por desgracia, hace ya mucho tiempo que las palabras del teatro no vienen a arreglarnos la vida, y lo que digan éstas son lo que nos digamos nosotros acerca de ellas, por lo que el valor radica, entonces, en lo que nos provoque la imagen de conjunto. Es en el terreno de la puesta en escena donde Sara Molina se erige como maestra al otorgar un papel relevante a cada uno de los elementos escénicos. Así, música, vestuario, proyecciones,  baños de color lumínico y objetos totémicos envuelven, discreta pero de forma imprescindible, la escena moliniana, en la que, sin duda, los actores son figura central y esencial. De ahí que la autora escoja cuidadosamente a las personas-personajes para sus espectáculos, sacrificando en ocasiones las habilidades técnicas dramáticas a favor de peculiaridades o rasgos inusuales. Las más de las veces, sus actores y actrices conquistan los sentidos del espectador con una interpretación naturalizada. Convencen todas sus personalidades en escena cuando, lo que se cuenta, lo debe contar un actuante o narrador; pero, cuando la dramatización pide histrionismo, y que la narración no se limite a enunciar un texto, para algunos de ellos resulta tarde: el narrador ha acabado engulléndoles al personaje, que se diluye irremediablemente en un busto parlante que dice sin sentir ni comprender, y donde no queda ya actor-personaje. En descarga del elenco de Ejercicio de estilo (Desórdenes) hay que decir que, en lo que ayer respecta, hubo poco de aquello, y sí mucho de levantar intranquilas sonrisas, especialmente en la escena final, de la mano del humor irónico, crudo e impertinente, del “humor austríaco”, como convino Sara en llamarlo. 
 
 
Imagen de Lucía Torres
Lucía Torres es Licenciada en Periodismo y en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. Le gustan las Artes Escénicas y la Literatura desde que tiene conciencia (si es que eso existe, tal y como creemos conocerla), inquietudes que la han mantenido relacionada con estos ámbitos en su vida personal y profesional desde diversas facetas.
Ha trabajado como camarera, correctora editorial, cuidadora de discapacitados y periodista. Actualmente es profesora de Lengua Castellana y Literatura en ESO y Bachillerato.