La ciudad y el cambio
Miguel Rodriguez
Una pequeña, pero molesta, intervención quirúrgica, me impidió acudir al Pleno de Investidura de Paco Cuenca como alcalde socialista de Granada. Eso sí, un impedimento sólo físico, pues mi espíritu, como el de tanta buena gente granadina, mi corazón y mi cabeza, y también mis sentimientos estaban en la Plaza del Carmen, en el patio del Ayuntamiento, junto a tantos compañeros y compañeras, y en el Salón de Plenos, el mismo en el que estuve 12 años, representando con honor y orgullo, al PSOE.
Un Pleno con el que se cierra una etapa por lo general injusta para la población granadina, opaca respecto al funcionamiento municipal, perjudicial para los intereses de nuestra ciudad, y lo que es peor, salpicada por la lacra de la corrupción. Una corrupción y unas practicas urbanísticas, reiteradamente denunciadas y sacadas a la luz pública, gracias al trabajo constante, a veces callado, pero siempre responsable, de los y las concejales socialistas del Ayuntamiento, casi desde el inicio del mandato de Torres Hurtado y el PP granadino, allá por el año 2003. Un trabajo y una constancia, todo hay que decirlo, no siempre reconocidos ni comprendidos por algunos sectores de la sociedad, que, ahora, sin embargo y como suele ocurrir, se apuntan a la causa. Por lo que a mi respecta, bienvenidos.
Y un Pleno que marca el inicio de una etapa de regeneración y cambio en la ciudad y en su gobierno. El cambio ha de suponer transparencia en la gestión, y también transparencia en averiguar lo ocurrido en estos últimos 13 años de gobierno del PP, en el urbanismo, en las cuentas municipales, en la contratación de personal y en el funcionamiento mismo de la administración. El cambio ha de suponer diálogo y consenso, como acertadamente señaló en su primer discurso, el nuevo alcalde socialista de Granada. Y el cambio debe suponer responsabilidad de toda la corporación para afrontar los retos del futuro, como, con toda razón, afirmó el portavoz del PSOE en el ayuntamiento. Responsabilidad compartida para apartar la corrupción de la vida municipal, y también responsabilidad compartida para apoyar, pasados los primeros momentos de declaraciones retóricas y evidentemente electoralistas, las medidas que se necesitarán adoptar para ese cambio en la ciudad.
Eso, y no otra cosa, es lo que espera de sus 27 concejalas y concejales, la ciudadanía granadina.