Capítulo XX: 'Patria chica'
Según el Diccionario de la lengua española, la patria chica es el “lugar, pueblo, ciudad o región en que se ha nacido”. Por lo tanto, en base a esta definición, mi patria chica podría ser la ciudad de Granada, ya que aquí me trajeron al mundo. Sin embargo, en los últimos tiempos he descubierto una nueva patria chica, aún más pequeña, acotada por los escenarios granadinos en los que acontecieron las vidas de algunos de mis antepasados.
El solar sentimental de los míos se extiende desde las faldas del Monte Sedeño hasta las cuestas de la Quinta Alegre. En tan escaso territorio se amontonan los nacimientos, las muertes y las existencias de un buen número de parientes directos
El solar sentimental de los míos se extiende desde las faldas del Monte Sedeño hasta las cuestas de la Quinta Alegre. En tan escaso territorio se amontonan los nacimientos, las muertes y las existencias de un buen número de parientes directos. La historia siempre ha sido juguetona con nuestros genes, sembrando extrañas conexiones entre diversas ramas de mi familia. Quizás nuestras casualidades no tengan nada de especiales y sean el resultado lógico de la previsible endogamia de una despoblada capital de provincias. Lo cierto es que esa singular patria chica existe y que ha llegado la hora de desgranar, uno a uno, sus diferentes puntos cardinales (que no son los que utilizamos para ubicarnos en un mapa o en un plano cartesiano, sino los que han marcado las biografías de varios de mis ancestros):
La Parrilla
En el número 20 de la calle Parrilla, enfrente de las tapias del funesto cuartel de las Palmas, llegaron a residir hasta cinco generaciones de los Labrac, encabezados por la matriarca del clan, una de mis tatarabuelas, Encarnación Escudero Castro (1860-1943).
La señora, propietaria agrícola en su Colomera natal, se trasladó a la ciudad de la Alhambra en los años treinta del siglo XX, después de enviudar del tatarabuelo, Juan Pedro Labrac Ramos. Suponemos que doña Encarnación buscó refugio en el hogar de mi bisabuelo, Salvador Labrac Escudero (1892-1956), porque era el único de sus tres hijos que vivía en Granada. Guillermo se había afincado en Lucena (Córdoba) y Juan había hecho lo propio en Huércal-Overa (Almería).
El primer Salvador, nuestro indiano sin palmera, fue el alma máter de la tienda de comestibles localizada en los bajos del caserón de la Parrilla, un negocio modesto que legó a su hijo, Salvador Labrac López (1921-2003), el padre de mi madre
El primer Salvador, nuestro indiano sin palmera, fue el alma máter de la tienda de comestibles localizada en los bajos del caserón de la Parrilla, un negocio modesto que legó a su hijo, Salvador Labrac López (1921-2003), el padre de mi madre.
Igualmente, habitaron aquella vivienda las esposas de los Salvaores (así los conocían en el barrio), la bisabuela Encarna, Encarnación López Valverde (1892-1974), y la abuela Pepa, Josefa Archilla Martín (1922-2005).
El Camino Viejo de Cenes (hoy paseo de las Palmas)
Al final de esta calle, en las proximidades de los Cuatro Caminos (y no muy lejos de Parrilla, 20), se alzaba el Barco Velero, una casa de vecinos que fue el primer domicilio de los abuelos Pepa y Salvador, una vez casados en 1949. El Barco, denominado así por la peculiar forma de su edificación, tenía la entrada por el Camino Viejo de Cenes, pero las galerías en las que se encontraban las puertas de los pisos daban a la carretera de la Sierra.
En el derribado bloque, del que únicamente permanece el recuerdo, dieron sus primeros pasos mi tío y mi madre, Salvador (1950-2010) y Concepción Labrac Archilla (1952), que, al fallecer el indiano, se mudarían con sus padres a la Parrilla (la consorte y los hijos de mi tío Salva, mis primos hermanos, también vivirían una época en la corrala familiar).
El Monte Sedeño
En las cuevas del Monte Sedeño, situadas por encima del paseo de las Palmas, además de los protagonistas del capítulo V de Leyendas de los Nuestros, moraba una mujer de rompe y rasga, Gabriela Martín López (1867-1954), otra de mis tatarabuelas.
Sirvienta de profesión, natural de Mecina Bombarón, nunca contrajo matrimonio (el nombre del padre de sus retoños, mi tatarabuelo anónimo, sigue siendo una incógnita, de las que más me han obsesionado en el transcurso de las investigaciones genealógicas que he llevado a cabo)
Gabriela, madre soltera, tuvo al menos siete vástagos, de los que solo cuatro alcanzaron la edad adulta (el menor de los varones, Piojito, fue asesinado en una riña, tal y como conté en El crimen de una noche de verano). Sirvienta de profesión, natural de Mecina Bombarón, nunca contrajo matrimonio (el nombre del padre de sus retoños, mi tatarabuelo anónimo, sigue siendo una incógnita, de las que más me han obsesionado en el transcurso de las investigaciones genealógicas que he llevado a cabo).
La Quinta
A pesar de que ya solo los viejos del lugar llaman así a este pedazo de Granada, considero que la denominación continúa estando vigente para distinguir al caserío atrapado entre Cervantes y la Bola de Oro. Según relaté al inicio de esta aventura, mis dos abuelos paternos, Antonio García López (1925-1977) y Teresa Jiménez de Toro (1927-2014), nacieron en la misma vía de la barriada, la empinada calle Santo Sepulcro de la Quinta.
Este enclave, a diferencia de los anteriores puntos cardinales de mi patria chica, se encuentra ubicado en el margen izquierdo del río Genil (tras cruzar el Puente Verde). Los otros tres están en la ribera derecha del principal afluente del Guadalquivir, aunque a tiro de piedra de la antigua Quinta Alegre.
Fin de ciclo
Con este capítulo XX doy por concluida la etapa actual de Leyendas, no estando seguro de poder retomar el timón en un futuro. Otras tareas me reclaman, por lo que es el momento ideal para cambiar de aires y que descanséis de mí durante una larga temporada.
Hasta la próxima, gente. Nos leemos.
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- Capítulo I. 'En un bar, a orillas de la acequia Gorda'
- Capítulo II: 'Aquella niña de la Quinta'
- Capítulo III: Un indiano sin palmera
- Capítulo IV: Pavesas de la guerra civil en el Carmen de los Mínimos
- Capítulo V: Entre paratas y chumberas
- Capítulo VI: 'Estampas del abuelo perdido'
- Capítulo VII: 'El crimen de una noche de verano'
- Capítulo VIII: 'Bajo la sombra del patriarca alpujarreño'
- Capítulo IX: 'Un granadino en la Quinta del Biberón'
- Capítulo X: 'Días de cine y baile en la feria de Colomera'
- Capítulo XI: La frontera de la Parrilla
- Capítulo XII: 'Mamaíta'
- Capítulo XIII: 'Escenas zaidineras'
- Capítulo XIV: 'La máscara del verdugo del Albayzín'
- Capítulo XV: 'Los Archilla que cruzaron el charco'
- Capítulo XVI: 'Semilla francesa'
- Capítulo XVII: 'Érase una vez en el Parque Nueva Granada'
- Capítulo XVIII: 'Cosiendo la historia'
- Capítulo XIX: 'En busca de Dulcinea: epopeya del yatero errante'