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LEYENDAS DE LOS NUESTROS

Capítulo XIX: 'En busca de Dulcinea: epopeya del yatero errante'

Ciudadanía - José María García Labrac - Domingo, 6 de Junio de 2021
Espectacular nueva entrega de 'Leyendas de los Nuestros', la serie de historias y anécdotas familiares de José María García Labrac, que nos habla de un pariente cuya vida es digna de la mejor novela o película. ¿e animas a seguir viajando por la memoria íntima y colectiva de varias generaciones de granadinos? Porque fueron, somos; porque somos, serán.
Primer plano de José de Toro Contreras, el yatero errante (Tetuán, 11 de noviembre de 1941).
Imágenes cedidas por el autor, editadas por (*) Sonia Montes
Primer plano de José de Toro Contreras, el yatero errante (Tetuán, 11 de noviembre de 1941).

Para empezar, el yatero errante ni siquiera era yatero de nacimiento. Lo trajeron al mundo, el 9 de noviembre de 1914, en la localidad minera de La Carolina (Jaén), de la que era originaria su madre, María del Carmen Contreras Martos, y en la que trabajaba su padre, Fernando de Toro Vela (1885-1954), que sí que había nacido en Yátor (Granada). Sin embargo, José de Toro Contreras siempre se sintió como un yatero más, embrujado por el influjo del solar paterno, una aldea alpujarreña en la que solo estuvo de paso, sin vocación de permanencia.

Su trayectoria fue tan compleja, tan cambiante y tan extraña, que hubiera merecido protagonizar un novelón decimonónico. Sin embargo, sus peripecias ocurrieron en la realidad. José de Toro no fue un personaje de Alejandro Dumas o Víctor Hugo, sino un españolito de carne y hueso, zarandeado sin compasión por el terrible siglo XX

Condensar la increíble vida de Pepe Seisdedos (tenía polidactilia en el pulgar derecho) en un único capítulo de Leyendas de los Nuestros es prácticamente misión imposible. Su trayectoria fue tan compleja, tan cambiante y tan extraña, que hubiera merecido protagonizar un novelón decimonónico. Sin embargo, sus peripecias ocurrieron en la realidad. José de Toro no fue un personaje de Alejandro Dumas o Víctor Hugo, sino un españolito de carne y hueso, zarandeado sin compasión por el terrible siglo XX. De hecho, nació en 1914, el año en el que algunos historiadores datan el comienzo político de la pasada centuria, coincidiendo con el magnicidio del archiduque Francisco Fernando de Austria y el consiguiente inicio de la I Guerra Mundial.

Su progenitor abandonó Yátor de joven, emigrando a tierras jiennenses, con objeto de encontrar empleo en los yacimientos de Sierra Morena. Allí se colocó como minero, entablando relaciones con una chica de La Carolina, con la que se casó. María del Carmen y Fernando tuvieron dos hijos, Pepe y Carmela, que eran unos niños cuando su madre enfermó y falleció. Al cabo de los años, Fernando volvió a contraer matrimonio con otra mujer. Pepe no encajaba en aquel nuevo hogar, por lo que su padre lo mandó a Granada capital, al cuidado de una de sus tías, mi bisabuela, Loreto de Toro Vela (1891-1975).

La época granadina le sirvió para encontrar a una segunda madre, su tía Loreto, de la que no se desprendería jamás, a pesar de los avatares de sus respectivas existencias. La distancia física no impidió que el afecto se mantuviese, prolongándose hasta el fin de los días de ambos. Sus primos mayores, mis tíos abuelos, José (1912-1970), Antonio (1915-1975) y Araceli Jiménez de Toro (1920-1974), lo acogieron como a un hermano. Los baños y juegos en la alberca del Carmen de Palmera (contiguo a la Puerta de Fajalauza), del que mis bisabuelos eran caseros, se grabarían a fuego en su retina, como brochazos de color en mitad de una infancia agridulce, teñida de blanco y negro.

Fernando de Toro Vela, padre del errante y tío bisabuelo del autor (24 de abril de 1946).
Pepe durante la guerra civil española, vistiendo el uniforme del Cuerpo de Sanidad Militar de los sublevados (1936-1939).

Tiempo después, el yatero regresó con su progenitor, instalándose la familia en Tetuán, la entonces capital del Protectorado de España en Marruecos. Fernando ejercía de contratista de obras, estando muy bien relacionado con las autoridades coloniales. La situación económica de los De Toro mejoró ostensiblemente, pudiendo Pepe dedicarse a estudiar Contabilidad.

El estallido de la guerra civil los cogió a contramano. Tanto Fernando como su hijo eran partidarios del Frente Popular, por lo que la sublevación les metió el miedo en el cuerpo. El Protectorado cayó en poder de los golpistas en pocas jornadas, tras el exterminio de la resistencia republicana.

Después de valorar que esa alternativa, además de complicada, podía comprometer su propia seguridad y la del resto del núcleo familiar (su esposa y sus tres hijas), el contratista movió hilos con los rebeldes y pudo evitar el alistamiento de Pepe en las tropas franquistas

Una vez que comprendió que los alzados no iban a tomar represalias contra ellos, ya que necesitaban su pericia profesional para que la maquinaria africanista continuara funcionando, Fernando intentó que Pepe huyera hacia la península, enrolándose en el Ejército leal. Después de valorar que esa alternativa, además de complicada, podía comprometer su propia seguridad y la del resto del núcleo familiar (su esposa y sus tres hijas), el contratista movió hilos con los rebeldes y pudo evitar el alistamiento de Pepe en las tropas franquistas, consiguiéndole un puesto como guardia en la prisión castrense del Monte Hacho (Ceuta).

El remedio resultó peor que la enfermedad. Pepe estaba espantado con los numerosos fusilamientos de sus correligionarios en la cárcel ceutí. Fernando se puso de nuevo en acción y pronto lo destinaron al Cuerpo de Sanidad Militar, en calidad de conductor de ambulancias. El yatero errante nunca llegó a combatir, pasando toda la contienda al volante de su vehículo sanitario, socorriendo a los heridos del bando faccioso y participando incluso en la crucial batalla del Ebro o en la posterior toma de Barcelona. No llegó a disparar contra sus compañeros de ideales, pero quedó traumatizado de por vida, acomplejado por no haber podido escapar de Marruecos y unirse a las fuerzas constitucionales.

En su seno encontró un buen sustento, aunque la amargura le comía por dentro. Su proyecto de país había sido derrotado y arrasado, y ahora él entraba a forma parte de uno de los tentáculos de la dictadura, sirviendo a los asesinos de sus sueños y esperanzas

A la conclusión del conflicto, las influencias de Fernando se volvieron a hacer notar y Pepe se unió a la Organización Sindical Española (OSE), el denominado Sindicato Vertical, fundado a principios de 1940. En su seno encontró un buen sustento, aunque la amargura le comía por dentro. Su proyecto de país había sido derrotado y arrasado, y ahora él entraba a forma parte de uno de los tentáculos de la dictadura, sirviendo a los asesinos de sus sueños y esperanzas.

Por esas mismas fechas, en una visita vacacional a Yátor, Pepe comenzó un noviazgo con su pariente Amalia Ortiz Ruiz (1917-1990), nieta de otra de sus tías paternas, Presentación de Toro Vela. Los jóvenes fueron padres por primera vez en 1944. La primogénita de la pareja, Concepción de Toro Ortiz, nació en Tetuán.

Cogido de la mano de Amalia Ortiz Ruiz, la mujer de su vida y madre de sus hijos (Yátor, década de los cuarenta).
Paseando con sus primas Pili, Maruja y Lelis por la Carrera de la Virgen de Granada, en los años 40 (con Colón e Isabel al fondo, cuando estaban en el Humilladero).
José de Toro y su mejor amigo (Tetuán, 21 de marzo de 1947).

A finales de los cuarenta, debido a los vaivenes laborales de Pepe en el Vertical, la saga se trasladó a las Islas Canarias, estableciéndose en La Laguna. En 1948, en esta localidad tinerfeña, Amalia dio a luz a su segundo retoño, Fernando José. Al término de ese mismo año, o a principios del siguiente, Pepe tomó la decisión de dejar su trabajo en el Sindicato, lanzándose a una aventura americana de incierto desenlace. Se cansó definitivamente de su papel en la tramoya franquista, marchando de avanzadilla a Venezuela para preparar el desembarco de Amalia y la prole.

En Sudamérica el yatero saltó de empleo en empleo y de lugar en lugar, desempeñando, entre otras, ocupaciones tan dispares como camarero y matarife de cerdos en un bar rural venezolano (en una zona infestada de serpientes venenosas), jefe de Contabilidad de la Pepsi-Cola en Caracas o agricultor en una finca rústica argentina

Lo curioso es que en La Laguna cobraba un magnífico sueldo de 5.000,00 pesetas mensuales, una auténtica barbaridad entonces. Con ese dineral mantenía en Yátor a la familia de su suegra (y prima carnal), Concepción Ruiz de Toro. Amalia siempre dijo que en Canarias transcurrió la única etapa feliz de su vida (la más estable, no sujeta a las ocurrencias y fantasías de su marido).

En Sudamérica el yatero saltó de empleo en empleo y de lugar en lugar, desempeñando, entre otras, ocupaciones tan dispares como camarero y matarife de cerdos en un bar rural venezolano (en una zona infestada de serpientes venenosas), jefe de Contabilidad de la Pepsi-Cola en Caracas o agricultor en una finca rústica argentina. Deambulando por el continente, sin encontrar acomodo en ningún sitio, en busca quizás de la España vencida, como un Quijote moderno en pos de su Dulcinea.

La familia pasó en Argentina su mayor período de estabilidad durante aquellos tiempos de continuos cambios. En General Alvear, al sur de la provincia de Mendoza (un territorio plagado de alpujarreños), nació en el 56 la benjamina del clan, María del Carmen. Pepe se integró en la colonia republicana de la ciudad y se implicó activamente en las discusiones políticas del Club Español, propugnando un frente amplio antifranquista para derrocar al tirano y devolver la democracia a la piel de toro. Se sentía exiliado porque había rechazado las mieles del régimen, emprendiendo un camino áspero y difícil, que le reconciliaba consigo mismo.

Trabajando de contable en la Pepsi (Caracas, 17 de agosto de 1950).
En la cubierta de un barco, viajando por algún rincón de América Latina (1956).
Posando con otro amigo delante de un aeropuerto (Venezuela, 1958). La aviación y el aeromodelismo le apasionaron siempre.
Con sus retoños Fernando y María del Carmen (General Alvear, 1961).
De pesca con Mari Carmen y Fernando (Argentina, invierno de 1964).

En Yátor se transformaba en una institución andante, el más ilustre de los paisanos, sentando cátedra en la plaza cuando contaba cualquiera de sus viajes y experiencias, rodeado de decenas de vecinos que le escuchaban expectantes

Corría 1965 cuando la morriña empujó a nuestro yatero a regresar a la patria, aprovechando que el país austral sufría una importante crisis económica. Su mujer y sus hijos retornaron primero, en vanguardia del patriarca, viajando a Barcelona, como otros tantos españoles de clase obrera que ansiaban un futuro mejor. El Dorado catalán se convirtió en el último puerto del errante, la época más tranquila de su biografía, en la que pudo crecer profesionalmente como contable antes de jubilarse.
 

Sin embargo, Pepe no consiguió olvidarse de Yátor, el pueblecito natal de su padre (Fernando había muerto también en la aldea, retirado a las Alpujarras desde África, suscribiéndose al Reader's Digest para no perderle el pulso al mundo), pasando algunas vacaciones allí, tras su vuelta a España. En la localidad se transformaba en una institución andante, el más ilustre de los paisanos, sentando cátedra en la plaza cuando contaba cualquiera de sus viajes y experiencias, rodeado de decenas de vecinos que le escuchaban expectantes. Su ascendencia entre la población yatera era tal que, una vez desaparecido el dictador y aprobada la carta magna del 78, logró convencer a la corporación municipal para que la calle José Antonio (Primo de Rivera) se llamara avenida de la Constitución.

José de Toro Contreras falleció en Barcelona el 14 de julio de 1988, de un infarto, sin haber llegado a alcanzar los 74 años (llevaba padeciendo alzhéimer casi una década). El muro de Berlín caería apenas 16 meses después, clausurando simbólicamente el siglo XX con el principio del desmoronamiento de la URSS y del campo socialista.

El yatero a finales de los setenta, por la época en la que enfermó del mal de Alzheimer.
Pepe y su cuñado Eduardo, miembro de la Quinta del Biberón del Ejército Popular de la República (Cataluña, 1988, el año de la muerte del errante).
Con Amalia, en 1988, pocos meses antes de su fallecimiento (ella desaparecería en 1990).
Coda: Pepe era primo hermano de mi abuela paterna, Teresa Jiménez de Toro (1927-2014), y de Fernando Padilla de Toro (1904-1936), el jesuita republicano asesinado en el Barranco de Víznar.

El pasado mes de febrero conocí de casualidad la historia de Fernando, al buscar información sobre Pepe a través de las redes sociales. Fue el yatero errante el que me condujo hacia Fernando, propiciando la investigación publicada por el Foro de la Memoria de El Independiente de Granada.

La sombra del primo Pepe es alargada.

Posdata: relatábamos antes que el yatero fue responsable de Contabilidad de la Pepsi en Caracas y que también se dedicó a la agricultura en la Argentina. Pues bien, resulta que el dinero que ganó en la multinacional estadounidense lo invirtió en la aventura agrícola de General Alvear, en la que también participaron sus cuñados, José Antonio y Eduardo Ortiz Ruiz, ambos agricultores de paratas miserables en Yátor. Aprovechando que el Gobierno argentino cedía tierras fiscales a cualquiera que demostrara que era agricultor, se pusieron a desmontar predios vírgenes, sin tener ni idea de lo que era la agricultura a gran escala. Él hacía de capitalista, mientras los hermanos de Amalia derrochaban sus energías en quimeras. Cuando Pepe fundió todos los ahorros familiares, se vio obligado a marcharse de nuevo a Venezuela, recuperándose enseguida de la debacle, gracias a sus innegables habilidades contables. Esta anécdota dice mucho del carácter de nuestro errante.

Aclaración final: no podemos confundir a José de Toro Contreras con el guerrillero libertario Juan Francisco Medina García, alias el Yatero, natural de la pedanía granadina de Tocón de Quéntar (su progenitor nació en Yátor y de ahí le venía el apodo al maquis antifascista).
(*) Imágenes editadas por Sonia Montes, a la que agradecemos su colaboración y compromiso con Leyendas de los Nuestros.
José María García Labrac, natural de Granada (1985), es el presidente de la asociación Granada Republicana UCAR, fundada en 2005 en la ciudad de los cármenes. Empeñado en hacer realidad una España distinta, se dedica profesionalmente a la asesoría laboral y es un apasionado de la historia de su tierra y de sus gentes.

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