CCOO, Queremos+
Artículo de Opinión por Álvaro Salvador

'No todos los socios opinamos lo mismo'

Ciudadanía - Álvaro Salvador - Sábado, 25 de Octubre de 2025
Álvaro Salvador responde al presidente del Centro Artístico Literario y Científico por un artículo sobre el genocidio en Gaza.
Detalle de una de las últimas movilizaciones por Gaza en Granada.
IndeGranada
Detalle de una de las últimas movilizaciones por Gaza en Granada.

Es cierto que quien expone una opinión en un medio de comunicación tiene todo el derecho a defender lo que honestamente piense de cualquier situación o problema nacional o internacional que le preocupe o interese. Pero, quien preside una institución cultural de la importancia y prestigio del Centro Artístico, Literario y Científico -una institución de 140 años de existencia y que sobrevivió incluso a la guerra incivil española, suerte que no tuvieron algunas otras instituciones hermanas como el Ateneo-, debía ser más prudente, más cuidadoso y respetuoso con los socios y la institución que dirige, antes de hacer afirmaciones precipitadas y poco fundamentadas sobre un problema que hoy en día angustia y duele a la opinión pública en todo el mundo. Me refiero a la columna publicada en diario Granada Hoy, el pasado 15 de octubre, por el señor Joaquín A. Abras Santiago, con el título de “Perseguir a los judíos”.

Como él mismo afirma en el comienzo de dicho artículo, “las causas son mucho más complejas y enrevesadas” de lo que puede parecer a simple vista y hay que centrarse en la actualidad del problema de la masacre ejecutada por Israel sobre el pueblo palestino de Gaza. Pero no es precisamente eso lo que hace el señor Abras porque inmediatamente justifica la respuesta “desproporcionada” de Israel a Hamás, de la que han sido víctima las mujeres, niños y ancianos palestinos y no tanto los integrantes de dicho grupo armado, en las persecuciones históricas que han sufrido los “judíos”. El intento por remontarnos a esos orígenes es, en realidad, muy complicado. Habría que hablar de los pueblos vecinos del antiguo reino de Israel, de Gedeón -por cierto, nombre con el que Netanyahu ha bautizado a su operación de exterminio-, habría que hablar de nuestros Isabel y Fernando, “el espíritu impera” y habría que hablar no sólo de Hitler, sino de nuestro estado franquista ayudando a Hitler en su persecución, alentada por las ideas fascistas y xenófobas de los vencedores en una guerra igualmente genocida. Sería un esfuerzo contradictorio y confuso, porque los que apoyaron y apoyarán siempre esa “cruzada” son los que defienden hoy al estado sionista de Israel.

Sólo las políticas estratégicas internacionales, basadas ideológicamente en los complejos de culpa de países como Alemania -y parece que algunos sectores de la derecha y ultraderecha española- y en los intereses económicos y militares de las grandes potencias, pueden justificar tamaños crímenes

Me parece más sensato centrarnos en un espacio de tiempo más próximo, menor de cien años, cuando en 1948 y como consecuencia de la barbarie nazi, el complejo de culpa de una parte de los aliados vencedores en la Segunda Guerra Mundial, y la necesidad de compensar a los capitales más importantes de Europa y de los Estados Unidos por parte de otros, deciden crear el Estado de Israel en una antigua colonia inglesa. Desde entonces, el pueblo palestino con distintas organizaciones políticas y militares intenta defenderse de los nuevos colonizadores, apoyados en todo momento por los Estados Unidos, mientras Israel a través de guerras y conflictos varios va apoderándose cada vez más de nuevos territorios. Precisamente este nuevo conflicto de hoy mismo hay que centrarlo en este aspecto del proceso colonial que viene ejecutando Israel. Porque los comandos de Hamás que penetraron el 7 de octubre del pasado año en territorios recién arrebatados a los gazatíes por los colonos que llegan a Israel y ocupan más y más tierras fronterizas palestinas, lo hicieron como venganza y advertencia a los ocupantes. Acto que no justifica en absoluto, el asesinato de mil doscientas y pico personas desarmadas y desprevenidas, pero que, por lo mismo, por las mismas razones de humanidad y racionalidad, tampoco justifica el asesinato de casi setenta mil personas palestinas, inocentes e indefensas, esta vez como “advertencia”, “grito de los siglos”, a futuras “persecuciones”. Y cito exactamente las expresiones del señor Abras en su artículo. Sobre todo, si lo ejecuta una nación que presume de democracia y modernidad y que pretende ser equiparada con las demás naciones europeas que respetan los derechos humanos y las convenciones internacionales respecto a conflictos más o menos graves. Sólo las políticas estratégicas internacionales, basadas ideológicamente en los complejos de culpa de países como Alemania -y parece que algunos sectores de la derecha y ultraderecha española- y en los intereses económicos y militares de las grandes potencias, pueden justificar tamaños crímenes. De parecido modo a como justificaron otros crímenes durante los prolegómenos y el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial.