'slowdive se quedan a medio gas'
El shoegaze, en su primera versión, fue un género de vida corta y éxito más bien escaso. Más allá de My Bloody Valentine, venerados como vacas sagradas desde sus inicios, el resto de la escena, principalmente basada en Londres, recibió más desprecio que otra cosa por parte de la prensa musical británica. Tanto el epíteto “shoegaze”, que se refería a la tendencia de los músicos a mirar al suelo durante los conciertos, en parte por una cuestión estética y en parte por la cantidad de efectos que tenían que aplicar a través de sus pedales; como la descripción como “the scene that celebrates itself” (“la escena que se celebra a sí misma”), ya que en lugar de rivalizar entre sí eran colegas y asistían a los conciertos del resto de bandas, fueron propuestos con claras connotaciones negativas. La irrupción del grunge y el britpop como movimientos de masas acabó barriendo a estos grupos, que desaparecieron de forma bastante silenciosa, en línea con su carácter flemático.
Con el tiempo, sin embargo, la importancia de este sonido, con sus capas y capas de guitarras bañadas en efectos y sus voces disueltas en eco, se ha demostrado decisiva
Con el tiempo, sin embargo, la importancia de este sonido, con sus capas y capas de guitarras bañadas en efectos y sus voces disueltas en eco, se ha demostrado decisiva. No solo por la aparición de géneros que incorporan algunos de esos elementos y los fusionan con otros, como el blackgaze: a lo largo de la última década, se ha ido volviendo más y más común oír canciones con toques shoegaze en discos de todo tipo de artistas, desde beabadoobee hasta Big Thief. Todo ello ha culminado en una resurrección del género de la mano de artistas de lugares tan dispares como Corea del Sur (Parannoul, Asian Glow) o Brasil (sonhos tomam conta). Al mismo tiempo, los artistas de la escena original han vuelto a grabar música: My Bloody Valentine lanzaron m b v en 2013, mientras que slowdive volvieron con un disco homónimo muy celebrado en 2017. Ahora bien, nadie ha podido meterles prisa: My Bloody Valentine vuelven a encadenar una década sin nueva música, aunque en teoría estén trabajando en ella, y slowdive han tardado más de seis años en dar continuación a su disco de retorno.
Confieso que nunca he sido un gran fan del grupo: aunque Souvlaki (1993), su obra definitiva, me parezca admirable, me lo parece desde cierta distancia. Así pues, no es que me muriese por escuchar el nuevo álbum, y lo cierto es que no me parece un trabajo a la altura de su leyenda
Pero el caso es que el 1 de septiembre nos llegó everything is alive, el quinto LP de los de Reading. Confieso que nunca he sido un gran fan del grupo: aunque Souvlaki (1993), su obra definitiva, me parezca admirable, me lo parece desde cierta distancia. Así pues, no es que me muriese por escuchar el nuevo álbum, y lo cierto es que no me parece un trabajo a la altura de su leyenda. Desarrollado por la banda a partir de unas composiciones con sintetizadores de Neil Halstead, el disco presenta algunas ideas potentes y relativamente novedosas para el grupo, pero es bastante irregular. Por ejemplo, la apertura con “shanty” es estupenda: los arpegios de sintetizadores crean una atmósfera oscura y siniestra, y la entrada de una guitarra furiosa y de la sección rítmica le dan una gran potencia al tema. Las voces etéreas pero firmes de Halstead y Rachel Goswell están perfectamente equilibradas, y la canción evoluciona de forma impecable. Sin embargo, el segundo corte, “prayer remembered”, parece más bien un boceto que no llegaron a terminar: sí, su tierna combinación de guitarras, bajo, suave percusión y efectos es de lo más agradable, pero compositivamente no va a ningún lado, y la falta de letra crea un vacío que rompe por completo el flujo del tracklist nada más empezar.
Es todo un acierto que la voz de Halstead suene más clara y cercana que nunca, creando una intimidad real y conmovedora
Después viene una canción perfectamente aceptable, pero que no destaca demasiado, como es “alife”. Le sigue “andalucia plays”, una suave balada construida de manera muy inteligente. Es todo un acierto que la voz de Halstead suene más clara y cercana que nunca, creando una intimidad real y conmovedora, y la aparición progresiva de unos brillantes sintetizadores, una melancólica guitarra eléctrica y, por último, una guitarra acústica le da la vuelta a la estructura típica de este tipo de canciones. Los problemas graves aparecen después de este punto. “kisses” es un tema profundamente banal y carente de imaginación, impropio de un grupo pionero de este sonido: parece compuesto por unos imitadores de segunda categoría. Peor aún es “skin in the game”, un remiendo de dos canciones diferentes que suena fatal, particularmente en su “estribillo”, con una serie de efectos desconcertantes en la voz de Halstead que la dejan irreconocible. Es bastante sorprendente que un grupo que ha cuidado tanto el sonido de sus producciones haya editado una canción tan disonante y descoyuntada.
El cierre del disco nos deja con las que probablemente sean sus dos mejores temas. “chained to a cloud” es el corte más largo del álbum con sus casi siete minutos
Eso sí, el cierre del disco nos deja con las que probablemente sean sus dos mejores temas. “chained to a cloud” es el corte más largo del álbum con sus casi siete minutos. Se basa en la repetición de un sencillo arpegio de sintetizadores, pero la evolución sonora es impoluta, con la progresiva adición de elementos sencillos que se complementan a la perfección. Es una canción hipnótica y bella en la que Goswell y Halstead se turnan para cantar con mucho encanto. Después llega el cierre con “the slab”, el tema más contundente y de sonido más duro del trakclist y quizás de su carrera, donde por momentos el tono afilado y oscilante de algunos sintetizadores tiene ecos industriales. Y así concluye un disco imperfecto, que parece creado por un grupo que aún es capaz de dar grandes momentos, pero al que le falta la concentración o la constancia para rematar una obra redonda. O eso opino yo. La buena recepción del disco me lleva a pensar que quizás lo que ocurre es que no es para mí: el público del shoegaze está compuesto tanto por gente mayor como por gente más joven que yo, que parecen encantados con everything is alive. A quien le guste, pues, que le aproveche.