‘Ciudades verdes, sostenibles’
Llevamos algunos muchos años predicando que necesitamos ciudades verdes y sostenibles. Antes a quienes defendíamos estas ‘cosas’ nos llamaban, peyorativamente, ‘ecologistas’ y siempre había otras prioridades, otros grandes proyectos más importantes; incluso algún candidato, de cuyo nombre no quiero acordarme, quiso asaltar el ayuntamiento proponiendo la Gran Granada, con proyectos fastuosos como el teleférico a Sierra Nevada, el (mal) llamado Cierre del Anillo, o el túnel subterráneo por la Gran Vía. Esperemos que los que ahora representan las mismas siglas cambien de discurso y no vuelvan a las andadas con sus propuestas de grandes infraestructuras y de expansión urbanística cuando en todo el mundo se habla de la vuelta a la ciudad compacta, y diversa, y se apuesta más por la rehabilitación y la renovación urbana.
Todos (o casi) se apuntan a este carro ahora. Pero, ¿tienen el mismo significado para todos estas expresiones? Y lo que más me interesa aclarar en estos momentos ¿la apuesta por más espacios verdes tiene los mismos objetivos y fines que hace dos o tres décadas?
Ahora, de cara a la campaña electoral, escucharemos de forma generalizada las propuestas de una Granada ‘más verde y más sostenible’; veremos como estas reivindicaciones cobran protagonismo y en los programas y en las declaraciones de las diferentes candidaturas se usará (y se abusará incluso) de ellas. Todos (o casi) se apuntan a este carro ahora. Pero, ¿tienen el mismo significado para todos estas expresiones? Y lo que más me interesa aclarar en estos momentos ¿la apuesta por más espacios verdes tiene los mismos objetivos y fines que hace dos o tres décadas?
Empezaré aclarando que para mí resulta incorrecto referirse a la sostenibilidad con adverbios de cantidad, más o menos, mucha o poca. La sostenibilidad es o no es, igual que estar embarazada, o se está o no se está, pero no se está más o menos, salvo licencias literarias. La sostenibilidad debe cumplirse en sus tres dimensiones: económica, ambiental y social; si falta una de ellas no puede hablarse en puridad de sostenibilidad y esta no puede trocearse tampoco, aunque sí podemos entender que se hace un viaje hacia la sostenibilidad; el problema radica en que si nos demoramos en coger este tren cada vez costará más llegar al destino e incluso llegaremos a un punto en el que no será posible ya abordarla. Por ello debo advertir que, si en las próximas semanas, escuchan a alguien, o leen en algún programa, hablar de ‘más’ sostenibilidad, desconfíen, quizás tengan buenas intenciones, pero con certeza les aseguro que no dominan este asunto, que no saben de qué están hablando.
Como muletilla ha sido, y sigue siendo, un recurso verbal utilizado para enmascarar el carácter insostenible, una capa para tapar las carencias o insuficiencias de las propuestas avaladas por empresas (sinónimo de lucro) que sólo tienen en el punto de mira el aspecto económico
En mi larga carrera profesional en la gestión ambiental he visto colocar el apellido ‘sostenible’ a multitud de ideas absolutamente depredadoras del medio ambiente, inviables económicamente y socialmente rechazables. Como muletilla ha sido, y sigue siendo, un recurso verbal utilizado para enmascarar el carácter insostenible, una capa para tapar las carencias o insuficiencias de las propuestas avaladas por empresas (sinónimo de lucro) que sólo tienen en el punto de mira el aspecto económico. Por ello cuando alguien acompaña una idea, un proyecto, con la palabra sostenible o sostenibilidad me pongo ‘en prevengan’, expresión que arrastro de las historias de la ‘puta mili’. Y esto es aplicable y extensible a ‘ocurrencias’ vistas en el ámbito de Sierra Nevada, en la Costa o en el área metropolitana por no irnos muy lejos.
En cuanto al tema de la apuesta por una Granada ‘más’ verde, que todos y todas defenderán, hay que decir que siempre es interesante que se aumente el número de metros cuadrados de zonas verdes por habitante, que todos los partidos (espero) propondrán, pero la tarea que debemos afrontar va mucho más allá del siempre necesario aumento de parques y jardines desde un sentido ornamental, estético o recreativo.
Daré algunos apuntes para poder evaluar de manera adecuada, con mayor propiedad, los programas electorales en esta materia.
Infraestructura Verde
Desde el ámbito europeo y a nivel nacional se tiende a hablar de ‘infraestructura verde’ que es un concepto más amplio y profundo que el de zonas verdes que ha imperado en el urbanismo clásico. Con ella nos referimos a una Red, coherente y cohesionada, que debe extenderse a todo el término municipal e incluir, además de a los parques y jardines, los espacios naturales protegidos y suelos de especial protección, así como corredores ecológicos, naturales o creados. A los beneficios ‘tradicionales’ atribuidos a estos pulmones en la ciudad, ya que reducen la contaminación del aire, del agua y el ruido, hay que sumarle otros bienes y servicios ambientales que denominamos ecosistémicos y que pueden ser de regulación (térmica, protección contra inundaciones, control de la erosión, etc.) o de tipo cultural (ocio, salud, bienestar, aspectos sociales, etc.). Por tanto, hay que entender que la infraestructura verde, en sentido amplio, presenta un carácter multifuncional aportando bienestar y calidad de vida a través de los múltiples beneficios sociales, ambientales y económicos (vean que son los mismos tres atributos que asignaba a la sostenibilidad). En la actualidad cobra especial importancia la contribución de la infraestructura verde a la mitigación y adaptación del cambio climático. Las evidencias deben impedir que sucumbamos al negacionismo residual, más o menos explícito de algunos partidos políticos, porque la urgencia de la acción es ya inaplazable.
Renaturalización
Las ciudades verdes a las que debemos aspirar deben cumplir con la regla del 3-30-300, divulgada por la organización internacional conservacionista (sin ánimo de lucro) Greenpeace, una fórmula que indica que todos debemos vivir de forma que podamos ver, al menos, 3 árboles desde nuestros domicilios, tener 30% de cobertura vegetal en nuestro barrio y estar a 300 metros de un Parque.
Como muchas otras ciudades, Granada no sólo necesita ampliar sus zonas verdes y proteger sus espacios naturales, entre los que se incluye nuestro patrimonio de la Vega, sino que debe emprender un viaje hacia la renaturalización de la ciudad construida, replanteando el diseño de los espacios públicos...
Como muchas otras ciudades, Granada no sólo necesita ampliar sus zonas verdes y proteger sus espacios naturales, entre los que se incluye nuestro patrimonio de la Vega, sino que debe emprender un viaje hacia la renaturalización de la ciudad construida, replanteando el diseño de los espacios públicos, repensando las especies de árboles y arbustos a utilizar y enfocando, en definitiva, esta misión de reconexión con la naturaleza para hacer una ciudad más resiliente frente al cambio climático. Una dimensión que debemos considerar es lo que algunos autores han denominado “los parques que vuelan” y que se refieren a la necesidad de que esta renaturalización alcance a las paredes y a las azoteas. Estos jardines verticales y cubiertas verdes reportan beneficios ambientales y económicos tanto a los propietarios y usuarios de los edificios como a la comunidad, del mismo modo que contribuyen a mejorar la ‘esperanza de vida’ de los edificios y su balance energético.
Hoy más que nunca debemos valorar que las ciudades verdes, aparte de los beneficios ambientales, hoy mejor conocidos y reconocidos, favorecen la actividad física y deportiva, atraen más inversión y actividad económica (con lo que se incrementa el empleo y la riqueza), mejoran la cohesión social y, para colmo, se sienten y perciben como más seguras, lo que algunos estudios recientes han confirmado con datos sobre la reducción de la delincuencia.
Como colofón aportaré una visión adicional en la dimensión social de las ciudades verdes: son las herramientas más económicas para mejorar la vida de la gente y una manera de ‘justicia urbana’, ya que tienen más impacto en la población con rentas más bajas.