'Un museo de réplicas en Granada'
Si les gusta a ustedes el arte deberían plantearse dejar de hacer turismo cultural y empezar a buscar una alternativa. Llegué a esa conclusión hace años, disfrutando de un viaje familiar a Florencia. Gozamos de sus calles y edificios, pero no tanto de sus obras de arte, que tan sólo pudimos contemplar entre los codazos y peste a sudor de otros tantos cientos de personas, víctimas y culpables, igual que nosotros, de la masificación turística.
Esta experiencia me hizo preguntarme qué es lo que vamos a experimentar en un museo ¿El placer sensorial y cognitivo de ver una obra de arte o la curiosidad mitómana de estar ante un objeto único y valiosísimo?
Esta experiencia me hizo preguntarme qué es lo que vamos a experimentar en un museo ¿El placer sensorial y cognitivo de ver una obra de arte o la curiosidad mitómana de estar ante un objeto único y valiosísimo? La pregunta tiene un valor práctico, pues debemos ser conscientes del privilegio creciente que supone hoy día viajar y visitar museos como el Louvre, la National Gallery y no digamos ya el Hermitage o el Metropolitan. Como tal privilegio, sólo está al alcance de una minoría, dejando a las grandes masas privadas de contemplar en directo estas obras. Y aún diría más, incluso quienes pueden permitirse tales viajes, también están privados de dicho disfrute, pues esa minoría la forman millones y la masificación turística está garantizada.
Si a la masificación añadimos que casi un tercio de andaluces está en riesgo de pobreza y la mitad de las familias confiesa que no puede permitirse unas vacaciones ¿Cuál es nuestro modelo real de acceso al arte universal?
Si a la masificación añadimos que casi un tercio de andaluces está en riesgo de pobreza y la mitad de las familias confiesa que no puede permitirse unas vacaciones ¿Cuál es nuestro modelo real de acceso al arte universal? ¿Que quizá cuarta parte de la población pueda viajar para ver una vez en la vida, entre masas, de lejos y por unos segundos escasos estas obras, cumbre de la civilización? Igual deberíamos darle una vuelta.
La alternativa existe. Son los museos de réplicas. Imaginen por un momento poder disfrutar de copias indistinguibles, salvo análisis microscópico, de la Gioconda, del David, de las Meninas, de la Victoria de Samotracia..
La alternativa existe. Son los museos de réplicas. Imaginen por un momento poder disfrutar de copias indistinguibles, salvo análisis microscópico, de la Gioconda, del David, de las Meninas, de la Victoria de Samotracia, etc. Imaginen además poder hacerlo en su propia ciudad, a un precio razonable, sin masificación alguna y las veces que quisieran a lo largo de los años. A diferencia de las obras arquitectónicas, se trata de piezas ya completamente extraídas de su contexto creativo. Poco importa el lugar de visionado. No serían las auténticas, claro... ¿Y? ¿Acaso cuando vemos Casablanca en el cine, y no digamos ya en la televisión es "la auténtica"? ¿Acaso la sinfonía de Mozart que escuchamos en un auditorio o CD y con instrumentos actuales es "la original"? ¿Y cuándo leemos El Quijote en una edición de bolsillo? No, pero damos por buena la experiencia cultural.
El valor didáctico de un museo de réplicas en Granada sería inmenso
El valor didáctico de un museo de réplicas en Granada sería inmenso. No sólo garantizaría el acceso a la historia del arte universal a toda la población, incluida la que jamás podrá permitirse visitar los museos del mundo. También podría convertirse en un atractivo turístico añadido de la ciudad, ya referente de turismo cultural. La idea no es novedosa, ya existen, por ejemplo, un museo de réplicas en Bilbao, un museo de réplicas de El Greco en Yecla y, por otra parte, no es raro encontrar en museos arqueológicos notas al pie de las vitrinas que nos advierten de que lo que contemplamos es una réplica. Lo que falta es el paso atrevido de crear un gran museo de réplicas con la ambición de convertirlo en un referente.
No es casual que el mercado global del arte se centre en pintura y escultura, cuyas obras son las únicas genuinamente susceptibles de posesión. De chico me enseñaron que es de necios confundir valor y precio. Insisto en que la hipótesis de partida es que se tratase de copias de calidad absoluta, totalmente indistinguibles del original. En ese caso, la experiencia sensorial (los fotones que entran por las niñas de los ojos) sería idéntica a la experimentada ante el original. El disfrute (el valor de uso) del arte sería idéntico. ¿Cuál es la diferencia? Que el objeto que contemplamos al no ser único posee un precio (valor de cambio) cien o mil veces menor que original. Pero esta es una cuestión que solo debe preocupar a marchantes y directores de museo... y a los narcisistas que diciendo que aman el arte, lo que de verdad desean es volar miles de kilómetros para poder hacerse un selfie delante de un objeto valioso sin importar si los detalles de su último look tapan la obra.