En busca del cadáver de García Lorca III ¿La excavación definitiva?
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El equipo del profesor Francisco Carrión inicia los trámites para nuevas excavaciones de fosas en la zona más probable donde yace el poeta
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Las otras dos búsquedas (junto al monolito y campo de fútbol, de 2009 y 2016) certificaron que en estos puntos no había enterramientos
La nueva campaña de excavaciones está planteada de manera sistemática en los lugares que bordean la carretera entre Víznar y Alfacar (Fuente Grande). Se tratará de varios sondeos en los lugares susceptibles de existir tumbas. Son bastantes los indicios de fosas incontroladas abiertas por aquí en las primeras semanas de guerra civil, hasta que a finales de agosto de 1936 se concentraron los fusilamientos en el Barranco de Víznar. Siempre se ha barajado que podrían ser varios miles de cadáveres los que hay repartidos por toda esta zona, especialmente, en los Pozos de Víznar.
Lo que sigue es un recordatorio de los intentos fallidos anteriores en busca de la tumba del poeta. También de algunas curiosidades y meteduras de pata con obras en la zona o provocados por Manolillo el Comunista.
Se va a comenzar a excavar la zona lindera con el campo de fútbol, por su lado oeste, a partir del área removida en la infructuosa campaña de 2016. En la perpendicular al cortijo de Pepino, para proseguir hacia la zona del Caracolar. Es el lugar de la parte baja del antiguo olivar de los Marín, donde actualmente se encuentra el redil. El punto más señalado por los falangistas que vivieron aquellos sangrientos días de verano de 1936. También bajo los olivos del Caracolar (a un centenar de metros) fueron identificadas varias fosas individuales por el antropólogo Miguel Botella.
La zona baja del redil continúa siendo la que cuenta con mayores probabilidades de contener los enterramientos de Federico García Lorca, del maestro Dióscoro Galinido y los banderilleros Arcollas y Galadí
Una vez descartada la existencia de fosas en el entorno del olivo/monolito de Parque García Lorca (por las excavaciones de 2009) y también desechado el solar del campo de fútbol, la zona baja del redil continúa siendo la que cuenta con mayores probabilidades de contener los enterramientos de Federico García Lorca, del maestro Dióscoro Galinido y los banderilleros Arcollas y Galadí; quizá también los de otros dos jóvenes ejecutados aquel 18 de agosto bajo la acusación de delincuentes comunes. Este punto, en perpendicular al cortijo de Pepino, ha sido el marcado como más probable por la mayoría de personas encuestadas por Eduardo Molina Fajardo en las décadas de los sesenta y setenta para su libro (conocido en 1983); también por mí en mis artículos de prensa desde finales del siglo XX y en mi libro sobre Lorca (2009). En 2012 se sumó a esta tesis y ubicación el general Fernando Nestares García-Trevijano en su libro de memorias sobre su padre (que fue jefe militar de ese frente de guerra en 1936-39). El general Nestares siempre comentó oralmente esta ubicación, antes de plasmarla en el libro.
El equipo que se va a encargar de llevar a cabo este nuevo programa de excavaciones en zonas vírgenes todavía está encabezado por el profesor y arqueólogo Francisco Carrión Méndez. Es el mismo grupo que desde hace dos años está enfrascado en recuperar y documentar los asesinatos en las fosas de Víznar, donde ya han aparecido varias decenas de cuerpos. También el mismo que dirigió la primera búsqueda en 2009, junto al monolito. La financiación corre a cargo de fondos estatales, amparados en la Ley de Memoria Democrática. El plazo de presentación de proyectos en la Federación de Municipios y Provincias para excavaciones de la campaña 2023 ha estado abierto hasta finales de julio pasado; el equipo de arqueólogos de Francisco Carrión, ligados en su mayoría a la UGR, ha solicitado los correspondientes permisos al Ayuntamiento de Alfacar, a cada uno de los propietarios de los terrenos y a los herederos de los que se supone enterrados en las fosas.
El problema se presentará si se hace realidad el desenterramiento de Federico García Lorca: sus herederos han dicho por activa y por pasiva que se oponen a desenterrarlo, es mejor no remover nada y convertir la zona en una especie de cementerio civil o memorial al estilo norteamericano
El procedimiento de excavación futuro será el habitual de las últimas excavaciones en estos lugares: se instala una carpa sobre la cuadrícula elegida; se limpian con máquina los vertidos superficiales, para después profundizar a mano muy lentamente; no sólo se buscarán los huesos, también otros indicios de muertes violentas o torturas. En caso de que aparezcan huesos, se procede a intentar identificarlos y compararlos con fotos, defectos físicos, restos de ropa, dentaduras, etc. En último caso, se intenta confirmarlo con ADN comparado de familiares. A aquellos que se les identifique plenamente, los restos serán entregados a sus descendientes para que le den sepultura digna. Los cadáveres no identificados ni reclamados, automáticamente serán clasificados y depositados en el cementerio municipal de Alfacar.
En el supuesto de que aparezcan los cadáveres Federico y sus otros compañeros, el del maestro Dióscoro está reclamado por una rama de sus descendientes; el de uno de los banderilleros, por un sindicato al que estaba afiliado. El problema se presentará si se hace realidad el desenterramiento de Federico García Lorca: sus herederos han dicho por activa y por pasiva que se oponen a desenterrarlo, es mejor no remover nada y convertir la zona en una especie de cementerio civil o memorial al estilo norteamericano. De ocurrir esta eventualidad, la normativa apunta que los huesos de Lorca pueden acabar depositados en el cementerio de Alfacar. Bien, identificados, bien de manera anónima. Pero no nos adelantemos a los acontecimientos.
1955: Manolillo el comunista la lió parda
Parecía que la obra literaria de Federico era lo que menos importaba durante el franquismo. Lo principal era el morbo de conocer el lugar de su asesinato y enterramiento. Desde que se conoció su fusilamiento ya empezaron las especulaciones: que si su padre había comprado el cadáver para enterrarlo en su casa de Fuente Vaqueros, en la tumba de un primo suyo, en la Huerta de San Vicente, en su casa de Nerja (que ahora mismo está en venta), en su casa de Meco, en el cementerio de Víznar, que si lo cambiaron de lugar por orden del capitán Nestares, etc. etc.
Manuel me dijo personalmente que si su abuela Vicenta hubiese sabido el lugar exacto ¿cómo no habría ido a depositarle unas flores o a rezarle? Y nunca quiso visitar esta tierra tras su vuelta del exilio americano
Yo siempre creí la palabra de su hermana y sus sobrinos-nietos. Sus abuelos y sus hermanos nunca supieron con exactitud lugares y horas de lo ocurrido. Esos datos han ido apareciendo a lo largo de los años por las investigaciones literarias. Nunca por fuentes oficiales ni policiales. Creí a Isabel García Lorca y a su sobrino Manuel Fernández-Montesinos: ambos repitieron hasta la saciedad que Federico fue asesinado y enterrado en algún lugar cercano al antiguo camino del Obispo (actual carretera de Víznar a Fuente Grande). Manuel me dijo personalmente que si su abuela Vicenta hubiese sabido el lugar exacto ¿cómo no habría ido a depositarle unas flores o a rezarle? Y nunca quiso visitar esta tierra tras su vuelta del exilio americano. Es más, Isabel lo dejó bien claro en su carta al alcalde de Alfacar y al Presidente de la Junta en 1998: “Ahí está enterrado mi hermano”. Pero sin saber el punto concreto.
Todo este lío que se ha ido montando a lo largo de los años con la fosa donde yace Federico comenzó el 29 de octubre de 1955. Cuando el investigador hispanoestadounidense Agustín Penón se llevó a Manolico el Comunista para que le mostrase el lugar donde había enterrado a Lorca. “Allí” –le dijo desde la carretera por encima de la Fuente Aynadamar– señalando a un olivo en la vaguada, “en un área circular de cinco metros hacia arriba del olivo y a una profundidad de más de dos metros”.
Penón se llevó los apuntes de su famosa maleta a Estados Unidos. No se conoció parte de su contenido hasta que el irlandés Ian Gibson publicó su magnífica biografía y el libro sobre Penón (1990, Diario de una búsqueda lorquiana). Gibson había iniciado su investigación una década más tarde que Penón, en 1965. Tuvo la suerte de completarla cuando la maleta cayó en sus manos (Eso lo explica detalladamente Marta Osorio en su libro “Miedo, Olvido y Fantasía”, todo el material de Penón en un solo y completo tomo. Año 2001).
Manuel Castilla Blanco, el Comunista, había engañado a Penón en 1955. Ni estuvo ni enterró a Federico García Lorca el 18 de agosto de 1936. Había llegado a Víznar detenido unos cuantos días más tarde. Pero se vanagloriaba de un protagonismo que nunca tuvo
Pero Manuel Castilla Blanco, el Comunista, había engañado a Penón en 1955. Ni estuvo ni enterró a Federico García Lorca el 18 de agosto de 1936. Había llegado a Víznar detenido unos cuantos días más tarde. Pero se vanagloriaba de un protagonismo que nunca tuvo.
Una década más tarde, Gibson recorrió los mismos senderos y los personajes que ya había abierto Penón. Pero de manera más sistemática, ordenada y profesional. Y volvió a toparse con Manolillo el Comunista. Aquel vividor volvió a repetirle la misma historia: “yo enterré allí a García Lorca y otros tres más”.
La inmensa mayoría se decantó por el seguidismo de Gibson y señalaron el olivo como lugar de enterramiento de Federico García Lorca. Hubo pequeñas discrepancias, pero fueron desechadas
En 1980, cuando finalizaba la transición y España empezaba a respirar, surgió el lógico y súbito interés por Lorca. La Diputación Provincial de Granada, presidida por José Sánchez Faba, quiso recuperar y dignificar la figura del poeta; decidió dedicarle un parque en el lugar donde fue asesinado. Y aquí surgió el problema: ¿dónde hacemos el parque y le ponemos un monolito? Fue convocada una comisión de personas que habían publicado libros, artículos o era público que sabían algo sobre el tema. Allí estuvieron Ian Gibson, José Luis Vila-San Juan, Eduardo Castro, Antonio Ramos Espejo, la viuda y el hijo de Eduardo Molina Fajardo, el funcionario de Diputación José Roldán Cobos, María Luisa Illescas (vecina de Víznar) y el forestal José Contreras Hita. Era evidente que quien más conocimiento y autoridad tenía sobre el tema era Gibson, precisamente porque tenía en su poder las declaraciones de Manolillo el Comunista a Penón (1955) y a él mismo. La inmensa mayoría se decantó por el seguidismo de Gibson y señalaron el olivo como lugar de enterramiento de Federico García Lorca. Hubo pequeñas discrepancias, pero fueron desechadas.
El monolito lo colocaron allí donde había marcado Manolillo el Comunista. Ni siquiera se les ocurrió llamarlo para que certificara lo mantenido durante los anteriores veinticinco años. No sólo había llevado allí, engañados, a Penón y a Gibson; también se dedicó a llevar a bastantes personas más. Lo contaba a diario en el Bar Fernando, en la calle Molinos, mientras se tomaba sus vinillos y trapicheaba vendiendo tabaco de contrabando.
Pocos días después de que marcaran el olivo “oficial”, El País publicó otro esperpento: “Han removido la tierra bajo el olivo buscando a Lorca”. Lo califico de esperpento porque pocos días más tarde unas vecinas dijeron haber sido ellas, habían ido en busca de tierra para llenar sus macetas.
Manuel Castilla Blanco seguía creyéndose su propia invención cuando se le preguntaba por el día que “enterró” a Lorca. Pero cambió de actitud cuando se conoció la declaración jurada que le hizo firmar el coronel José María Nestares Cuéllar (15 de julio de 1975), en la que dejó claro que él llegó a Víznar el 21 de agosto, tres días más tarde del asesinato del poeta. A partir de entonces empezó a predicar que se había divertido sacándole los cuartos a los guiris que se interesaban por el lugar donde estaba enterrado Lorca. Se desdijo por completo de lo dicho a todos, especialmente a Penón y Gibson.
Uno de aquellos días, Manolillo regaló a Fernando García Noguerol (dueño del bar) la famosa fotografía de los supuestos enterradores delante de la Colonia. A cambio de vino. Y pidió hacerse una fotografía con él, para que quedara para la historia. La fotografía original acabó comprándola una editorial de Barcelona por 600 euros; Noguerol había hecho una copia para su bar. La foto con Manuel Castilla todavía la conserva García Noguerol junto a la barra.
Se fue de este mundo dejando un embrollo monumental con su invención de que él había enterrado a García Lorca bajo el famoso olivo
Manolillo el Comunista había nacido en Granada en 1918; se dedicó de joven a trapichear con tabaco, recadero, camarero, vendedor ambulante, etc. Fue detenido por ratero al inicio de la guerra civil y enviado a ser fusilado a Víznar. Tenía sólo 18 años. Allí se topó con el capitán Nestares, que conocía las penurias de su madre en el Realejo; le salvó la vida, lo puso de asistente suyo y lo afilió a Falange. Vivió entre la necesidad y la felicidad hasta su fallecimiento el 9 de septiembre de 1995. Se fue de este mundo dejando un embrollo monumental con su invención de que él había enterrado a García Lorca bajo el famoso olivo.
Molina Fajardo aporta luz en 1983
Eduardo Molina Fajardo era director del periódico falangista Patria. Hombre de gran cultura y formación. Se dedicó toda su vida a acopiar material para escribir una biografía de Federico García Lorca. Sus detractores dijeron que no buscaba una biografía, sino una historia para exculpar o justificar a sus camaradas falangistas de la muerte del poeta.
Sebastián actuaba de documentalista y, como mandamás provincial del partido único, quien le abría las puertas para entrevistar a falangistas y personalidades, tanto de Granada como de Madrid
El hecho es que poco después de que Gibson recalase en Granada para hacer sus investigaciones, Eduardo Molina Fajardo se decidió por escribir su libro. Inició sus investigaciones en el archivo de Falange en 1967, justo cuando Sebastián Pérez Linares se hizo cargo de la Subjefatura Provincial del Movimiento. Como buenos compañeros falangistas, aunque con más de veinte años de edad de diferencia, ambos colaboraron buscando datos, fotos, documentos, etc. entre los papeles de Falange. Sebastián actuaba de documentalista y, como mandamás provincial del partido único, quien le abría las puertas para entrevistar a falangistas y personalidades, tanto de Granada como de Madrid.
Cada noche, durante muchos años, Sebastián salía de su casa con su carpetilla, daba la vuelta a la esquina y entraba en la casa de Molina Fajardo, en la calle Goya. Vivían a escasos cincuenta metros uno del otro. Eduardo siempre barajó la idea de que el libro se publicaría firmado por los dos; no obstante, Sebastián Pérez era muy joven, tenía cuatro hijos pequeños y mucho miedo en la incierta transición que comenzaba. Falange había desaparecido; él mismo tuvo que encargarse de quemar tres camiones de papeles en un horno ladrillero de Churriana de la Vega. Se negó en rotundo a que su nombre apareciese en el libro. No obstante, queda bien patente que, sin su ayuda, Eduardo Molina jamás podría haber tenido acceso a los importantes documentos y fotos que desvela en su libro “Los últimos días de García Lorca” (Plaza y Janés, 1983). Eduardo había fallecido el 3 de noviembre de 1979, cuando al libro le quedaba mucho por hacer. Fueron su viuda y uno de sus hijos los que ultimaron la publicación cuatro años más tarde.
El texto de Molina Fajardo pasó de puntillas en el ámbito nacional. No se podía competir con el encumbramiento que ya tenía la biografía de Gibson. Pero en círculos más especializados se captó pronto que sus aportaciones eran importantes en lo referido a la muerte y lugar de enterramiento, no iban a caer en saco roto. No era una biografía, sino un estudio en torno a los momentos finales del poeta y, efectivamente, justificaba la actuación de muchas personas en aquellos días de guerra.
Si Molina Fajardo no consiguió mayores precisiones de sus entrevistados fue porque la mayoría preferían olvidar aquel negro borrón de su memoria de juventud
En este libro de Molina Fajardo ya prevalecen indicios de peso que apuntan que Federico fue ejecutado y enterrado frente al Cortijo de Pepino, en lo que fue lado oeste del campo de instrucción en el Llano de Corvera. Incluso dos de los falangistas que vivieron aquellos días y presenciaron los hechos se atrevieron a hacer esquemas del lugar concreto. Si Molina Fajardo no consiguió mayores precisiones de sus entrevistados fue porque la mayoría preferían olvidar aquel negro borrón de su memoria de juventud.
Ahora bien, el lugar marcado por varios de aquellos falangistas y militares sublevados continúa siendo el punto que conserva en estos momentos más probabilidades de contener la tumba de García Lorca y sus compañeros. Al menos, mientras las nuevas excavaciones no demuestren lo contrario. El Parque Lorca y el campo de fútbol están descartados.
1986: Huesos en el Parque, haberlos, los hubo
En los alrededores de Fuente Grande empezaron a aparecer cadáveres cuando se abrieron los cimientos de los chalés y casillas de alquiler que fueron construidos en los años sesenta y setenta. Incluso un labrador enganchó un cuerpo con un arado. No continuaron la construcción de más casillas de veraneo para no acercarse al arroyo que baja por el cerro de las Torices, lindante con el olivar, sabedores de que en la tierra blanda y en los pinares de repoblación había más cadáveres.
Lo más sorprendente, misterioso y lamentable sobre la aparición de cadáveres ocurrió cuando se preparaban los terrenos para construir el Parque García Lorca en homenaje al poeta
Lo más sorprendente, misterioso y lamentable sobre la aparición de cadáveres ocurrió cuando se preparaban los terrenos para construir el Parque García Lorca en homenaje al poeta. La idea surgió de la Diputación Provincial, cuando la presidía el magistrado José Sánchez Faba (1979-83) y era vicepresidente Gerardo Esteva. La institución provincial adquirió 9.000 metros cuadrados en la ladera de las Torices a la familia Marín Torres (año 1980); dos años más tarde, le volvieron a comprar otros 100 metros cuadrados en la parte alta para construir un aljibe donde almacenar el agua para los canales y el riego de plantas.
La siguiente corporación, la presidida por Juan Hurtado Gallardo (la de los Catetos tras el cisma en el PSOE), prosiguió con la idea y encargó el proyecto de parque al arquitecto Ángel Jaramillo, figurando como aparejador y director de obra Eduardo Entrala Fernández.
Las obras las ejecutó directamente la Diputación Provincial, bajo la coordinación de su diputado José Antonio Valdivia. Éste, al proceder de Güevéjar, se llevó a la mayoría de obreros desde su pueblo. Las obras se prolongaron entre los años 1984-86, ya que se interrumpieron en varias ocasiones. Finalmente, el 27 de abril de 1986 el Parque fue inaugurado por Juan Hurtado Gallardo.
Solamente supieron que los huesos los habían metido en un saco de abono, blanco y de plástico, y los habían vuelto a reentrar dentro de la obra
Pero durante aquellos tres años de obras aparecieron varios cadáveres al remover los terrenos. El asunto fue informado por el director de obra a sus superiores en la Diputación provincial. El tema sólo se conocía a nivel de rumor entre los más próximos y en el Patronato Lorca de Fuentevaqueros. No fue hasta el año 2008 cuando un empleado de este Patronato lo comunicó al periódico a Ideal; el asunto fue confirmado por el que fuese su vicepresidente (Ernesto Molina), aunque después no lo ha vuelto a asegurar. Entre los trabajadores de Güevéjar y el diputado Valdivia era de común conocimiento lo ocurrido. Pero todos se negaron a confirmarlo cuando se les preguntó. El general Fernando Nestares y el arqueólogo Federico Molina Fajardo no les consiguieron sacar ni una sola palabra sobre aquella aparición. Solamente supieron que los huesos los habían metido en un saco de abono, blanco y de plástico, y los habían vuelto a reenterrrar dentro de la obra. Aquí ya había contradicciones, pues unos dijeron que estaban envueltos en la zona de la fuente y el aparejador dijo que fue en una zanja. Pareció que todos los que tuvieron parte en el asunto se juramentaron en un pacto de silencio para que no se conociera que no habían obrado correctamente. Deberían haberlo comunicado a la Guardia Civil o al juez.
También había aparecido una muleta sencilla y un cinturón ancho. La muleta podría haber correspondido al maestro Dióscoro Galindo
Es más, especificaron que también había aparecido una muleta sencilla y un cinturón ancho. La muleta podría haber correspondido al maestro Dióscoro Galindo.
Tras conocerse el asunto en prensa, la investigación judicial no llegó a ninguna conclusión. También se pasó un geo-radar por la zona de la fuente y no dio resultado alguno.
1998: el fallido campo de fútbol
En abril de 1998, el alcalde de Alfacar (Juan Caballero) había pactado la compra de unos terrenos en los llanos de Corvera, por encima de la carretera de Fuente Grande a Víznar, justo frente al Cortijo de Pepino, en lo que fue el campo de instrucción durante la guerra y campo de fútbol en pendiente de los jóvenes de los dos pueblos linderos. El Ayuntamiento de Alfacar había obtenido todos los permisos de Medio Ambiente, a pesar de las muchas dudas que presentaba desde el punto de vista ambiental (por la vía pecuaria y la Acequia Aynadamar que lo bordea). Tampoco se tuvo en cuenta que aquello es un colador de sepulturas y fosas de los asesinatos cometidos durante la guerra civil de 1936.
En cuanto empezaron las obras, alguien comunicó el tema a Isabel García Lorca, la hermana pequeña del poeta. Ésta encolerizó y escribió una carta al alcalde de Alfacar denunciando el atentado. Isabel estaba segura de que su hermano, y varios miles más de represaliados, descansaban en esos terrenos. Lo más sustancioso de la carta decía: “Ha llegado a mis oídos el plan que tiene el Ayuntamiento de Alfacar, que usted preside, de hacer un campo de fútbol justo donde fueron a caer miles de hombres asesinados, muchos de ellos supongo correligionarios suyos, socialistas. También está ahí mi hermano, Federico García Lorca. Por supuesto que también por eso siento yo la afrenta que se les hace y quiero que sepa que en el mundo culto donde se enseña Literatura Española, se dice dónde está la tierra que le cubre. Ahora tendrán que añadir que sobre esa tierra se ha construido un campo de fútbol. Piensen hasta dónde arrastran el nombre ya famoso de aquel lugar, conocido porque allí reposan los restos de Federico”.
El presidente, ante la polvareda que se avecinaba en medios internacionales, actuó rápido para cortarla. Al día siguiente ya salió en prensa criticando que se hiciera el campo de fútbol sobre la tumba de Federico… y de miles de fusilados. Eso en público
Esta carta la remitió también por fax al Presidente de la Junta de Andalucía (Manuel Chaves). Y la filtró a El País, en su edición del 14 de octubre de 1998. El presidente, ante la polvareda que se avecinaba en medios internacionales, actuó rápido para cortarla. Al día siguiente ya salió en prensa criticando que se hiciera el campo de fútbol sobre la tumba de Federico… y de miles de fusilados. Eso en público.
En privado, llamó al delegado del Gobierno autonómico en Granada (Jesús Quero Molina) y le ordenó que montara en un coche al alcalde Juan Caballero y lo llevara a su presencia. El Presidente le ordenó que prescindiera del proyecto de campo de fútbol y que pidiera por su boca lo que deseaba a cambio. El astuto Caballero cumplió la orden de abandonar el campo de fútbol (que ya tenía hechos los movimientos de tierra más importantes y revueltos los huesos que hubiese por allí), pero a cambio se trajo de Sevilla un teatro y un centro de salud para su pueblo. Además, se dio orden al presidente de la Diputación (Antonio India Gótor) para que no faltara de nada al pueblo de Alfacar.
Los obreros comentaron que las tumbas que podría haber quedaron bajo las enormes piedras del muro de contención paralelo a la carretera. Otra sábana de silencio se corrió sobre este sitio
Los terrenos del campo de fútbol habían sido apalabrados a su propietario (Hita Marín), pero nunca el Ayuntamiento acabó de saldar toda la deuda. Quedó en tal estado desde entonces. Durante la remoción de terrenos aparecieron algunos huesos, en los que nadie reparó ni dijo saber nada. No fueron muchos, ya que los promotores de la obra suprimieron previamente los drenajes del proyecto de campo deportivo para evitar profundizar y encontrarse con algo que no deseaban. Volvía a repetirse la historia de pocos años antes con las obras del Parque cercano. Los obreros comentaron que las tumbas que podría haber quedaron bajo las enormes piedras del muro de contención paralelo a la carretera. Otra sábana de silencio se corrió sobre este sitio.
Fernando Nestares, único “superviviente” de los días de Lorca
José María Nestares Cuéllar fue el capitán designado jefe del sector norte de Granada y delegado de orden público el 20 de julio de 1936. El responsable de este frente de guerra. Tras las escaramuzas contra la columna Maroto en Huétor Santillán, estableció su cuartel general en Víznar, en el Palacio del Obispo. Y su vivienda familiar en la casa de un vecino.
Fernando Nestares estaba allí aquella noche-madrugada del 17 al 18 de agosto cuando llevaron a García Lorca para ser ejecutado
Para dar sensación de normalidad en las primeras semanas de lo que se creía una guerra corta, decidió llevarse con él a su hijo Fernando Nestares García Trevijano. El chico tenía sólo cinco años. Le confeccionaron un mono azul, le pusieron una gorra y el 13 de agosto de 1936 ya estaba haciendo instrucción y jugando entre los guardias de asalto, falangistas, matones de brigadas negras y voluntarios del frente de guerra. Más tarde llegaría Manolo el Comunista y sería el encargado de pasearlo en un pony y entretenerlo. Por tanto, Fernando Nestares estaba allí aquella noche-madrugada del 17 al 18 de agosto cuando llevaron a García Lorca para ser ejecutado. Obviamente, el niño no vio nada.
Tras una larga carrera militar, se jubiló como general de las Fuerzas Armadas Españolas. (Grado que curiosamente Franco negó a su padre, a pesar de los muchos méritos de guerra que acumuló hasta 1958). Aquel niño tiene hoy 91 años, con bastante buena memoria. Es el único superviviente de lo vivido en el entorno militar de Víznar aquel día 18 de agosto en que asesinaron a Federico García Lorca. Como niño que era nada puede recordar de aquello, pero como hijo del jefe militar de la zona sí ha acumulado a lo largo de su vida un completo archivo procedente de la vida militar de su padre. Colaboró activamente con Eduardo Molina Fajardo a la hora de encajar las piezas de su libro; también lo hizo su padre hasta que falleció.
Además de la enorme lista de personas que su padre consiguió “esconder” y salvar de una muerte segura, según se los iba enviado el sanguinario gobernador civil José Valdés
En 2012, con la ayuda de Federico Molina Fajardo (primo hermano de Eduardo), recopiló las memorias de su padre y publicó un libro titulado “García Lorca y Víznar. Memorias del general Nestares”. Es un texto que no recibió el eco mediático que merecía, pues también aporta datos que completan las circunstancias que rodearon la vida aquellos días de tantas ejecuciones. Obviamente, marca como primera opción de la fosa de Lorca el punto situado frente al Cortijo de Pepino. También pone nombres de las personas que formaban los pelotones de fusilamiento y enterradores. Además de la enorme lista de personas que su padre consiguió “esconder” y salvar de una muerte segura, según se los iba enviado el sanguinario gobernador civil José Valdés. Reitera las declaraciones de infinidad de subordinados de su padre apuntando el lugar de fusilamiento del poeta.
Su archivo y sus indicaciones personales sirvieron de orientación al equipo de arqueólogos que practicaron las excavaciones en la campaña de 2016. Tomaron como referencia un solitario árbol y empezaron a abrir catas hacia el este, en vez de hacerlo hacia el oeste, que es adonde indican los croquis y las declaraciones de los falangistas de 1936. Quizás la remoción de terrenos para hacer el campo de fútbol en 1998, el rellenado de escombros que se hizo en la vaguada en la década de los ochenta y la salud del árbol hicieron pensar que el pozo de tierra gris estaba allí. Pero no, resultó fallida la enorme excavación de todo el campo de fútbol. Sólo apareció una esquirla de bala rebotada. Deberían haber excavado unos metros más hacia el oeste.
2009: recordatorio en “El último paseo”
En el verano de 2003 yo tenía prácticamente acabado el libro “Lorca, el último paseo”. Aporto en él datos inéditos sobre el papel de Ramón Ruiz Alonso en la trama que desembocó en la detención de Federico García Lorca. Conté con la colaboración de su hija, Emma Ruiz Penella. El original estuvo dando vueltas en dos editoriales de Barcelona hasta 2009, sin que mostrasen demasiado interés. Hasta que la editorial granadina Almed se decidió por publicarlo. Estaba en las librerías en el mes de octubre de 2009. El corresponsal de El País, Fernando Valverde, envió una crónica al subdirector Juan Cruz. Debió ver aportaciones importantes en este libro y le dedicó toda una página en el interior y una llamada en portada. Era el día 9 de diciembre de 2009.
Yo defiendo en este libro la ubicación de la tumba, como más probable, frente al Cortijo de Pepino, un poco hacia el noroeste
Yo defiendo en este libro la ubicación de la tumba, como más probable, frente al Cortijo de Pepino, un poco hacia el noroeste. El País indicaba que “un libro arroja nueva luz sobre la muerte del poeta”. Aquel reclamo provocó reacciones en cascada en todos los informativos de televisión y radios nacionales, también en periódicos internacionales (guardo unos 1.700 recortes de prensa internacional). Me entrevistaron en infinidad de cadenas y se desplazaron a Granada varios corresponsales extranjeros para entrevistarme.
El informe definitivo de los arqueólogos confirmó las primeras impresiones. Y también la tesis tan arriesgada que yo sostengo en mi libro
¿A qué fue debida tanta repercusión? Por aquellos días estaban apareciendo los primeros resultados de la excavación en torno al monolito del Parque de Alfacar, dirigidas también por el profesor Francisco Carrión. Pronto se confirmó que allí no había resto alguno de fusilamientos durante la guerra civil. Mucho menos de enterramiento. Una foto elocuente de primera página de El País, con el monolito en primer plano, decía: “Lorca nunca estuvo enterrado aquí” (19 de diciembre de 2009). El informe definitivo de los arqueólogos confirmó las primeras impresiones. Y también la tesis tan arriesgada que yo sostengo en mi libro. Aquellos días los periódicos regaron de espacio el primer gran fracaso en busca de la tumba de García Lorca.
En lo referente al lugar de asesinato y enterramiento del poeta, además de otros aspectos sobre Ramón Ruiz Alonso, mis datos eran mucho más fiables
Reconozco que respiré tranquilo al ver confirmada mi apuesta. Determinados sectores y personas se estaban dedicando a despellejarme. ¿Quién era ese tipo que se atrevía a contradecir a Penón y Gibson? Nada menos. Siempre respondí que yo no contradecía las investigaciones de estos y otros autores. Muy al contrario, admiraba sus trabajos. Pero en lo referente al lugar de asesinato y enterramiento del poeta, además de otros aspectos sobre Ramón Ruiz Alonso, mis datos eran mucho más fiables. Sencillamente, Penón y a Gibson fueron engañados por Manolillo el Comunista. Quienes le conocimos, quienes hablamos con su círculo de amistades, conocíamos bien que llevaba años desdiciéndose.
Yo siempre aposté por creer las versiones de los falangistas que vivieron de cerca los acontecimientos. ¿Por qué no creerlos? Los que entrevistó Molina Fajardo para su libro de 1983, los que dibujaron croquis a su capitán. Además, desde que conocí los datos del archivo que conserva el general Fernando Nestares, ya no tuve la menor duda de que Federico no estaba en el lugar del monolito. Hasta ahora la apuesta continúa abierta, en espera de confirmación en el futuro. Quizás el próximo año.
Aquella apuesta mía en 2009 por negar que Lorca estuviese cerca del monolito, y otras afirmaciones más de mi libro, me regaló una lluvia de descalificaciones –que no debate dialéctico– por parte de Ian Gibson. Escribió una especie de diario titulado “La fosa de Lorca. Crónica de un despropósito” (2010) en el que arremete contra todo y contra todos. A mi libro le dedica unas cuantas páginas. Evidentemente, descalificatorias.
Me sorprendió gratamente, y le agradezco me dedicara una nota preliminar a explicar que lo había cambiado gracias a las aportaciones de mi libro. Gracias por el detalle
A pesar de la evidencia arqueológica de la ausencia de resultados, todavía Gibson (El País, 16 de diciembre) continuaba erre que erre: “Está ahí, hay que seguir buscando”. Asumí y respeté sus agrias críticas y me contuve. Pero unos años más tarde (2016) me topé con una sorpresa por su parte; imagino que ya más calmado y asumido el engaño de Manolillo, decidió rectificar su libro sobre Ramón Ruiz Alonso: la primera edición la tituló El hombre que detuvo a García Lorca; en la edición de 2016 le cambió el verbo por “que denunció”. Me sorprendió gratamente, y le agradezco me dedicara una nota preliminar a explicar que lo había cambiado gracias a las aportaciones de mi libro. Gracias por el detalle.
Aunque la mayor satisfacción me la llevé el día 18 de diciembre de 2009, cuando El País publicó un artículo en el que, con rotundidad, respaldaba la tesis de mi libro. Decía que mis investigaciones habían contribuido a reescribir la historia sobre el final de Lorca.
Alguna vez más, a petición de medios de comunicación (Granada Hoy, 15 agosto de 2010), he publicado artículos defendiendo las tesis de los falangistas, y del general Fernando Nestares, sobre el lugar más probable del enterramiento. Incluso dando las coordenadas de Google e infografía. En 2016, otro equipo de arqueólogos e investigadores lorquianos decidieron acometer otra búsqueda de la tumba. En este caso en prácticamente todo el espacio del campo de instrucción falangista. Pero, una vez más, apuntaron a la zona más alejada que marcaron los falangistas en sus croquis y descripciones. Ellos ubicaron la fosa más hacia la vaguada, al oeste, donde todavía quedaba algún tocón de los olivos marcados por Pedro Cuesta Hernández.
Removieron cientos o miles de toneladas de tierra con medios mecánicos. Pero el resultado fue el mismo: nada. También en este caso me atreví a criticar el error en algún artículo de prensa. El chorreo por parte de alguno de los implicados en el fracaso no se hizo esperar.
Me consta que están apuntando de manera más acertada que en las anteriores; uno de los lugares que han elegido es el borde del antiguo olivar, justo en la parte baja del redil habilitado hace seis años por el pastor
Qué le vamos a hacer. Deseo que en esta ocasión haya más suerte por parte del equipo de arqueólogos que plantean las nuevas prospecciones arqueológicas. Me consta que están apuntando de manera más acertada que en las anteriores; uno de los lugares que han elegido es el borde del antiguo olivar, justo en la parte baja del redil habilitado hace seis años por el pastor. Son las parcelas marcadas con los números 2, 3 y 4 del Catastro. Constan en el registro como propiedad de los descendientes de Hita Marín. También en las parcelas marcadas como 5 y 6 (denominadas Peñón del Colorao y Caracolar) hay identificados enterramientos por los labradores tradicionales.
Ahora sólo queda esperar resultados de las excavaciones previstas para 2023 y años siguientes. Y conocer la reacción de los herederos de Federico García Lorca… si es que ya no se han cansado de tantas tribulaciones. Esta enésima prospección creo que va mejor encaminada. A ver si se le pone punto final al embrollo que propició, fundamentalmente, Manuel Castilla Blanco con sus fantasías y mentiras.
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