'billy woods explora las ruinas del colonialismo'
Cuando reseñé el último disco de Earl Sweatshirt en enero, comenté que el estilo de hip hop abstracto y oscuro del que él es el artista más visible está en un momento dulce. Gran parte de la culpa la tiene billy woods. Este rapero afincado en Nueva York, nacido en Washington, D.C. y crecido en Zimbabue lleva veinte años lanzando música desde su pequeño rincón de la industria, el sello Backwoodz Studioz. Pero en los últimos años, gracias a la mayor visibilidad que ha adquirido este sonido, está llegando a un público más amplio que nunca (aunque sigue siendo relativamente limitado). Sus trabajos con su compañero ELUCID como Armand Hammer, incluyendo el notable Haram (2021); sus otras colaboraciones, como el fantástico LP que firmó junto a Moor Mother, BRASS (2020); o sus discos en solitario, el último de los cuales era Terror Management (2019), no solo mantienen todos un nivel altísimo, sino que muestran una ética de trabajo envidiable: nunca pasan más de unos pocos meses sin que tengamos noticias de él.
Producido al completo por Preservation, otro veterano del underground, puede que sea su mejor trabajo hasta ahora. A lo largo de sus trece pistas y casi cuarenta minutos, el despliegue de talento lírico de woods no cesa ni por un segundo
Así, en abril, casi exactamente un año después de Haram, nos llegaba Aethiopes, su nuevo disco en solitario. Producido al completo por Preservation, otro veterano del underground, puede que sea su mejor trabajo hasta ahora. A lo largo de sus trece pistas y casi cuarenta minutos, el despliegue de talento lírico de woods no cesa ni por un segundo. Ayudado por nada menos que ¡once colaboradores!, entre los que se incluyen pesos pesados del underground como El-P, Quelle Chris o Boldy James, aborda temas como la desigualdad económica, la violencia del capitalismo, la pervivencia del colonialismo y el racismo o las paradojas del proceso de descolonización de África. Desde la primera frase del álbum hasta la última, woods nos tiene pendientes de cada palabra que sale de su boca, y aun así es difícil desentrañar el sentido de todo lo que dice, puesto que suele haber dobles y hasta triples sentidos ocultos. Todo un reto para los fans del rap más denso y cercano a la literatura.
Pero no hay que tener una enciclopedia a mano para disfrutar del disco: la fuerza de sus canciones es innegable, incluso si no llegamos a entender cada frase que se pronuncia. Ahí está “Asylum”, que abre el LP por todo lo alto, con un poderoso instrumental construido a partir de un sample de “Gubelyé”, del artista de jazz etíope Alemayehu Eshete. El flow calmado pero incesante de woods hipnotiza por completo al oyente hasta que un furioso saxofón irrumpe en el estribillo. Las palabras del rapero son entonces cristalinas: “Never told the truth in your life? Can't start now/Ever so slowly, slowly locked up in your own house”. La claustrofobia que genera la canción resulta ser una extensión de la temática de la letra: woods contrapone su propia sensación de estar atrapado en la casa de su infancia en Zimbabue, entre los campos minados del exterior y las constantes peleas de sus padres en el interior, con la situación de su vecino, el exdictador etíope Mengistu Haile Mariam, quien vivía en un exilio dorado que, sin embargo, podía confundirse fácilmente con una prisión.
El disco mantiene la intensidad asfixiante de este corte durante la mayor parte de su minutaje, pero no siempre usa los mismos trucos
El disco mantiene la intensidad asfixiante de este corte durante la mayor parte de su minutaje, pero no siempre usa los mismos trucos. En ese sentido, una de las mayores virtudes del álbum es lo compacto que es a nivel sonoro a pesar de la diversidad de registros que exploran sus canciones. Ahí está “Sauvage”, donde el aire siniestro que crean el piano, la única y aguda nota de guitarra y los cascabeles lo refuerza el rapero contando una serie de anécdotas de su adolescencia, marcadas por diversos tipos de violencia. “Versailles”, en cambio, usa un sample de una canción de reggae para sonar triunfal. Su letra explora la esclavitud a la que nos somete el dinero, con una sorprendente colaboración del legendario Despot, que llevaba más de un lustro sin lanzar música de ningún tipo. Aquí no solo complementa a la perfección a woods, sino que además se saca de la manga un estribillo impresionante: “If you want it on the arm I charge an arm and a leg/And every other body part until there's none of 'em left/They say they'll miss you when you're gone until they find out they next/'Cause every dollar that you drop is stacked on top of their heads”.
Igualmente potente es el último estribillo del disco, en “Smith + Cross”, con ese repaso a los productos de la economía esclavista: “sugar, molasses, rum”. Una guitarra plañidera flota sobre una densa capa de sintes y voces, mientras woods plantea una escena brutal: él en un museo de historia, colocado de analgésicos, contemplando las figuras totalmente descontextualizadas de dos africanos, incomprensibles lejos de la violencia colonial que dio forma a sus vidas. La fuerza poética de sus palabras llega aquí a su cénit. En “Wharves”, donde la letra muestra el canibalismo y el colonialismo como dos caras de la misma moneda, destaca una percusión metálica que le da un aire marcial, combinada con una especie de xilófono que lo hace todo aún más inquietante. “Protoevangelium”, en cambio, tiene una psicodélica y casi eufórica base de funk rock, si bien woods critica aquí el falso compromiso social de otros raperos que quieren hacer pasar sus ambiciones económicas por “empoderamiento negro”. Y qué decir de la locura que se desata en la segunda mitad de “Haarlem”, cuando un anárquico piano estilo free jazz devora la mezcla y la voz bañada en eco de Fatboi Sharif suena como una aparición. Aethiopes tiene multitud de recovecos, y en todos ellos encontramos algo interesante.
Su cohesión sonora y temática le da mucho empaque, y woods demuestra al mismo tiempo que tiene un gran don poético y que su voz tiene suficiente fuerza para engancharnos más allá del (a veces esquivo) significado de sus palabras.
Es verdad, sin embargo, que algunas canciones, concentradas en torno al punto medio del álbum, son menos redondas. Es el caso de “NYNEX”, donde la base se hace un poco repetitiva a lo largo de sus cuatro minutos y las apariciones de ELUCID, Quelle Chris y Denmark Vessey son menos memorables. La base de “Christine” es quizás demasiado minimalista, aunque la estrofa de Mike Ladd es excelente. “Heavy Water” puede hacerse un poco mareante con ese insistente sample en bucle de lo que parecen ser laúdes. Pero ninguna de ellas es realmente una mala canción, y en conjunto este es un disco excepcional. Su cohesión sonora y temática le da mucho empaque, y woods demuestra al mismo tiempo que tiene un gran don poético y que su voz tiene suficiente fuerza para engancharnos más allá del (a veces esquivo) significado de sus palabras.
Lo mejor es que hay momentos en los que todo se alinea, como en “Remorseless”. Uno se estremece con la convicción que desprende woods cuando explica que no quiere lujos porque sabe lo que es la pobreza (“My accountant is a head full of bad memories and sad endings”) y que no cree en la idea de dejar un legado para tus hijos (“I'm not concerned with generational wealth, that's its own curse/Anything you want on this cursed Earth/Probably better off gettin' it yourself, see what it's worth”). El rapero conecta violencias y miedos del pasado, del presente y del futuro en apenas seis versos, mientras un sinte ligero como una flauta dibuja figuras melancólicas. Por este tipo de cosas, estamos claramente ante uno de los discos de hip hop del año.
Puntuación: 8.4/10