'La pintora granadina Aurelia Navarro: recuperación de la memoria de una artista contra corriente'
La pintora granadina Aurelia Navarro Moreno (Pulianas, Granada, 1882-Córdoba, 1968) supone un caso singular y de particular interés en la escena cultural española de comienzos del siglo XX. Por un lado, representa a otras muchas artistas coetáneas que, a pesar de los obstáculos derivados del hecho de ser mujeres en una sociedad marcadamente patriarcal, consiguieron desarrollar su talento creativo y, más aún, ocupar un lugar propio en el panorama artístico nacional. Por otro lado, en Aurelia Navarro se da un fenómeno igualmente sorprendente: la valoración de su talento creativo por parte de la sociedad y de la crítica de arte, superó el habitual sesgo sexista con el que solían juzgarse las obras realizadas por mujeres artistas.
Aurelia Navarro logró vencer, contra corriente, gran parte de los obstáculos y vetos impuestos desde las mentalidades conservadoras a las aspiraciones de las mujeres como artistas. Pero más allá de ello, se atrevió a cuestionar, con su actitud y con sus intereses creativos, las reglas que el sistema artístico había establecido para controlar qué era lo apropiado, y podía, por lo tanto, ser consentido a las artistas, y qué no era apropiado, y les debía ser censurado y suprimido.
Esas transgresiones de Aurelia Navarro obtuvieron, contra todo pronóstico, el beneplácito de la crítica y el aplauso del público. Y con 26 años, en el zénit de su carrera profesional como pintora, todos los indicios le auguraban un futuro prometedor y plagado de éxitos.
Tras alcanzar su plenitud en 1908, su producción creativa fue decayendo para ser prácticamente abandonada en 1923, cuando ingresó en una congregación
Sin embargo, la trayectoria artística de Aurelia Navarro habría de experimentar un giro y desenlace radical, desconcertante. Tras alcanzar su plenitud en 1908, su producción creativa fue decayendo para ser prácticamente abandonada en 1923, cuando ingresó en la Congregación de las Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad.
El caso de Aurelia Navarro es similar al de otras artistas que vieron asfixiadas sus aspiraciones y su talento creativo por una sociedad machista, cuando no misógina, que cercenó sus capacidades creativas e invisibilizó sus valiosas aportaciones a la historia de la cultura. Este trabajo, junto a iniciativas como la exposición Aurelia Navarro. La poética de la intimidad[2], reivindica la memoria creativa de Aurelia Navarro y la exhuma del olvido al que había sido, de manera incomprensible, relegada.
Los inicios de Aurelia Navarro: una artista en tierra hostil
Aurelia Navarro Moreno era la hija mayor del médico granadino José Navarro González y de su esposa, Resurrección Moreno Olmedo. Su infancia, como la de su único hermano, José -que llegó a ser un reputado otorrinolaringólogo-, transcurrió en el seno de una familia perteneciente a la burguesía intelectual e ilustrada, con inquietudes artísticas, musicales y literarias.
No resulta sorprendente, por lo tanto, que sus progenitores decidieran proporcionar a su hija una educación orientada al desarrollo de sus aptitudes creativas mediante el aprendizaje de pintura y de dibujo. Circunstancia que, por otro lado, había sido habitual entre las jóvenes de la burguesía granadina durante el siglo XIX. No obstante, es necesario señalar que, por supuesto, esa educación no tenía el objetivo de suscitar en las jóvenes una vocación artística o un interés profesional serio. Esa educación, convertida en uno de los símbolos del estatus social de las familias, estaba dirigida a favorecer en sus hijas ciertas cualidades estéticas, para que las aplicaran, exclusivamente, al espacio privado: al cuidado y a la atención del hogar.
Marcado por dichos preceptos, el aprendizaje artístico de Aurelia Navarro, como el de otras jóvenes de la burguesía acomodada granadina, se desarrolló en los estudios de dos pintores residentes en la ciudad del Darro: el granadino José Larrocha y el cordobés Tomás Muñoz Lucena.
Huelga decir que la formación artística de Aurelia Navarro se llevó a cabo en un entorno marcadamente hostil para aquellas mujeres que, tanto en el arte como en cualquier otro ámbito intelectual y profesional, albergaran aspiraciones de alcanzar reconocimientos y éxitos
Huelga decir que la formación artística de Aurelia Navarro se llevó a cabo en un entorno marcadamente hostil para aquellas mujeres que, tanto en el arte como en cualquier otro ámbito intelectual y profesional, albergaran aspiraciones de alcanzar reconocimientos y éxitos. De hecho, el mundo del arte condenaba, bajo argumentos tendenciosos y perversos, a las artistas ambiciosas, a aquellas que concurrían a los certámenes compitiendo con sus colegas varones para la obtención de los premios, mientras ensalzaba a las artistas con aspiraciones modestas, las que no competían con los hombres y realizaban obras consideradas supuestamente “femeninas”: pequeñas pinturas de temas “amables” como flores o bodegones. Así lo exponía el influyente escritor y crítico de arte granadino Francisco de Paula Valladar: “No me agrada la mujer «doctora», la que antes de saludar ha hecho entender a todo el mundo que solo por un descuido de la naturaleza no pertenece por el sexo a la categoría de los super-hombres; en cambio me agrada macho que la mujer sienta el arte y la poesía, que escriba y pinte o haga estatuas, pero que las obras revelen que una mujer las pensó y las ejecutó”[3].
No fueron esas manifestaciones artísticas, creadas para encorsetar y controlar la creatividad de las mujeres, las que estimularían el talento de Aurelia Navarro. De hecho, la artista combatiría los preceptos de ese supuesto “arte femenino”, infringiendo las normas establecidas por el sistema.
Un talento magistral: años de reconocimientos y premios
En 1904, con 22 años de edad, Aurelia Navarro inició su carrera profesional como pintora participando en la exposición artística más importante de España: la Exposición General de Bellas Artes de Madrid. En este sentido, es preciso poner en valor la firme determinación de la artista, recordando que, a comienzos del siglo XX, el hecho de que una joven pintora superara la frontera de los espacios domésticos o privados, para adentrarse en los espacios públicos y competitivos, no estaba, en modo alguno, normalizada. Es más, las artistas que participaban en exposiciones tan relevantes corrían el riesgo de ser acusadas de tener una actitud “excesivamente” ambiciosa, alejada, por tanto, de la modestia que se esperaba de una mujer, y susceptible de ser entendida como una amenaza al orden tradicional establecido. Bajo esas circunstancias, no sorprende que solo el 14% de los participantes en dicha muestra fueran mujeres artistas.
El debut de Aurelia Navarro en esa Exposición General de Bellas Artes fue un notorio éxito, y la pintura con la que concurrió, Sueño tranquilo (1904), consiguió, además del aplauso de la crítica, un premio en forma de Mención honorífica. Un galardón conseguido con una obra que, pese pertenecer a la etapa inicial de la artista, transmite algunos de los rasgos de su estilo de madurez, como su interés por experimentar con recursos plásticos innovadores y por otorgar a sus representaciones un profundo sentido de la intimidad.
Dos años más tarde, en 1906, animada por el éxito conseguido en el certamen anterior, Aurelia Navarro volvió a participar en una nueva edición de la Exposición General de Bellas Artes. En esta ocasión, la apuesta de la artista por tener un espacio propio en la escena cultural española fue más osada, ya que presentó cuatro pinturas, con las que, además, ponía de manifiesto su espíritu ambicioso y decidido. Una de esas pinturas, titulada Una artista (1906)[4], le sirvió para reivindicar, con un carácter serio y profesional, su actividad como pintora; con la obra La merienda, de gran tamaño (180 x 115 cm.), demostraba su capacidad para trabajar los formatos amplios; con la pintura Una bacante se adentraba en un asunto marcadamente masculinizado, como era la representación de la sensualidad; Retrato de la Srta. A. M. le valdría la concesión de una Tercera medalla, siendo la única pintora, junto a Pepita Teixidor, que obtuvo una medalla en el certamen. El éxito de Aurelia Navarro, en su segunda participación en la exposición, fue rotundo.
Consiguió Aurelia Navarro en estos años posicionarse, por derecho propio, en la escena cultural nacional y consolidar su figura en el espacio artístico granadino. Fue un período, además, en el que la artista desarrolló una intensa actividad creativa, a través de la cual, experimentó con la utilización de gamas cromáticas arriesgadas, con audaces efectos lumínicos y con una factura muy expresiva de pinceladas rápidas y empastadas, configurando un estilo plenamente personal y original. Es destacable, también, la poética de la intimidad que caracteriza a estas obras, en las que puede advertirse cierta conciencia de género en las recreaciones de las únicas protagonistas de su producción: mujeres y niñas en soledad, reflexivas y concentradas en sus pensamientos, ajenas a la realidad que las rodea e inmersas en su propio mundo interior. Son mujeres que manifiestan un carácter firme de independencia y de desinhibición, que se transforma, en otras ocasiones, en un sentido de sutil, aunque profunda, satisfacción personal.
Sin duda alguna, la apuesta más arriesgada de Aurelia Navarro tuvo lugar en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid de 1908, a la que presentó la controvertida y, sobre todo, aclamada pintura 'Desnudo de mujer'
Sin duda alguna, la apuesta más arriesgada de Aurelia Navarro tuvo lugar en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid de 1908, a la que presentó la controvertida y, sobre todo, aclamada pintura Desnudo de mujer. En esta obra, la artista se atrevió a abordar un asunto que la mentalidad del momento y, formando parte de ella, la de los críticos, continuaba considerando como eminentemente masculino, y cuyo tratamiento por parte de las artistas no dejaba de tener un carácter polémico y censurable. Por añadidura, Aurelia Navarro no se limitó, únicamente, a recrear en la pintura un desnudo inspirado en la Venus del espejo de Velázquez, sino que, dinamitando todas las convenciones establecidas, intensificó el erotismo de la representación, otorgando una mayor sensualidad a la figura femenina, lo que se advierte, sobre todo, en la complaciente expresión de su rostro al contemplar su propia desnudez. Con ello, Aurelia Navarro transgredía doblemente la frontera de lo permitido a las artistas. Y, sin embargo, su osadía no fue reprobada por el mundo del arte. Es más, la crítica aplaudió su “atrevimiento” y valoró su pintura como un “magnífico y valiente desnudo”[5], pasando por alto que la autora se había introducido en uno de los bastiones del pensamiento artístico sexista, como era el tratamiento del desnudo.
Con su magnífico Desnudo, Aurelia Navarro obtuvo, de nuevo, una Tercera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes, siendo, junto a María Blanchard, la única artista galardonada. Pero, más allá del premio -juzgado insuficiente por numerosos críticos, que reclamaron una recompensa mayor-, Desnudo de mujer tuvo una amplia resonancia en la prensa y en el público, siendo adquirida, en la elevada suma de 2.000 pesetas, por la Diputación de Granada[6].
Un futuro prometedor se abría para Aurelia Navarro a finales de la primera década del siglo XX: la crítica de arte alababa su talento “magistral”[7], obtenía galardones en los principales certámenes nacionales y el público aplaudía sus obras. El Autorretrato que ejecutó en torno a 1910 pone una imagen precisa a cómo podía ser su estado anímico y psicológico en estos momentos, en los que se estaban materializando las ambiciosas aspiraciones que hubo de perseguir como pintora. En él, la artista se autorrepresenta segura de sí misma, incluso con cierta arrogancia en su actitud y en su mirada, orgullosa de los logros que había alcanzado y que podía seguir cosechando en los años venideros. De hecho, en 1910, Aurelia Navarro fue una de las once artistas pioneras que, junto a sus 256 colegas varones, participaron en la configuración de la Asociación Española de Pintores y Escultores, cuyo objetivo era promover y defender los derechos de los artistas profesionales. Toda una declaración de intenciones que, sin embargo, no llegaron a hacerse realidad.
El precio de vivir contra corriente
Ser mujer y artista a comienzos del siglo XX en España no era fácil, y durante la segunda década del siglo, la fulgurante trayectoria artística de Aurelia Navarro fue languideciendo.
Algunas fuentes señalan que el éxito obtenido con el polémico Desnudo en 1908 no fue bien acogido por su familia, que coartó sus actividades y le prohibió que atendiera a la prensa[8]. En este sentido, es probable que, efectivamente, la pintura pudiera incomodar a su familia, en particular a su padre, por entrar en conflicto con sus valores morales. Y puede que, a partir de ese momento, la artista dejara de contar con el apoyo familiar para desarrollar sus inquietudes vocacionales. Lo cierto es que, a partir de entonces, Aurelia Navarro dejó de participar en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes y su actividad se circunscribió al espacio local granadino. Una circunstancia que no puede dejar de interpretarse como un desenlace insólito en la evolución de la vertiginosa y brillante trayectoria que había desarrollado hasta ese momento.
Restringida a la escena granadina, Aurelia Navarro continuó con su actividad pictórica y participó en las exposiciones artísticas organizadas por las instituciones culturales de la ciudad
Restringida a la escena granadina, Aurelia Navarro continuó con su actividad pictórica y participó en las exposiciones artísticas organizadas por las instituciones culturales de la ciudad. Fiel a su espíritu arriesgado y transgresor, emprendió la ejecución de un encargo de gran envergadura, como era la pintura Apoteosis de la Eucaristía (1913-1915) que, con unos 4 metros de alto y 8 metros de ancho, se dispuso encima del retablo mayor del Santuario de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
Sin embargo, su producción, que había sido tan prolífica en la década anterior, comenzó a estancarse. Por añadidura, el panorama cultural granadino, en el que la presencia de las artistas en el espacio público pasó a ser en estos años mucho más limitada que en el siglo XIX, tampoco hubo de estimular a la artista. Así, en la Exposición de Pintura y Escultura de Artistas Contemporáneos organizada por el Centro Artístico de Granada, Aurelia Navarro fue la única artista, entre los 34 participantes. En dicha muestra, a la que presentó la pintura La oración, la crítica no supo valorar la obra con justeza, señalando que la artista había “aparecido dormida sobre antiguos laureles”[9].
Éxtasis o el canto de cisne
Dos años después de la anterior exposición, se constata la última participación de Aurelia Navarro en un certamen artístico: la Exposición de Pinturas organizada por el Centro Artístico, Literario y Científico de Granada en 1916. En la muestra participaron 18 artistas, de los cuales, tan solo dos eran mujeres: Aurelia Navarro y Mary Degen.
Aurelia Navarro presentó en dicha exposición la pintura Éxtasis, en la que volvió a enfrentarse al pensamiento patriarcal dominante, acometiendo, nuevamente, el controvertido tema del desnudo femenino. Por añadidura, la artista acentuó, en esta pintura, la carga erótica y sensual de la representación, que, por otro lado, se vio notablemente intensificada por el propio título dado por su autora.
En la actualidad, la pintura solo nos permite intuir cómo hubo de ser ese desnudo, ya que únicamente se conserva un fragmento de la misma, el que representa la cabeza y parte del torso de la modelo. Testimonios familiares señalan que, cuando Aurelia Navarro ingresó en la Congregación de las Adoratrices, el desnudo tuvo que ser amputado, bajo el argumento de que resultaba inadmisible que una hermana de la congregación hubiera recreado en su pintura un tema como el desnudo, considerado indecoroso.
Con esa amputación, fue cercenada, efectivamente, la presencia visible de la desnudez femenina, sin embargo, no consiguió arrebatarle algo mucho más importante: el profundo sentido de intimidad femenina y de voluptuosidad que le otorgó la artista.
Una pintora en la Congregación de las Adoratrices
Siete años después de la ejecución de la pintura Éxtasis, el 26 de abril de 1923, Aurelia Navarro ingresó en la Congregación de las Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad, truncándose la que hubiera podido ser una prometedora trayectoria artística.
Aurelia Navarro adoptó una decisión desconcertante, ya que contrasta rotundamente con el recorrido vital que hasta entonces había llevado a cabo, entregada con dedicación plena al ejercicio profesional de la pintura y, mas aún, abordando temáticas -como el desnudo o la sensualidad- que se encontraban en las antípodas de los valores defendidos por el pensamiento católico coetáneo.
Al respecto, es muy probable que el marcado sesgo patriarcal imperante en la escena artística granadina, en la que la artista se encontraba prácticamente confinada, influyera en su determinación. En ese contexto, no resulta descabellado pensar que Aurelia Navarro, con 41 años - edad avanzada para una mujer soltera, según la mentalidad hegemónica de la época-, viviendo en un ambiente claustrofóbico para sus aspiraciones personales y para sus inquietudes profesionales, se replanteara sus prioridades existenciales. Finalmente, optó por ingresar en la Congregación de las Adoratrices, en la que dedicó los 44 años restantes de su vida, además de a sus votos religiosos, a atender y a formar a niñas y a mujeres en situación de exclusión social. Paradójicamente, es probable que, de esta forma, persiguiera, además, dar a su existencia una mayor autonomía y libertad individual.
En la Congregación de las Adoratrices, Aurelia Navarro continuó pintando, aunque, lógicamente, temas muy diferentes a los abordados con anterioridad y alejada de la escena cultural pública. Evidencia de ello es el Retrato de Santa Micaela del Santísimo Sacramento (1933) realizado por la artista con motivo de la canonización de la efigiada, acontecida en 1934, para cuya ejecución hubo de desplazarse a la sede de la Congregación en Roma.
Con 85 años de edad, Aurelia Navarro falleció en la casa de las Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad de Córdoba, el día 9 de febrero 1968.
Reivindicar la memoria creativa de las artistas
Conocer a Aurelia Navarro, conocer las circunstancias que marcaron su existencia y que condicionaron su trayectoria como artista, obliga a una reflexión acerca de los tendenciosos criterios, sexistas y machistas, que han marcado el desarrollo de la historia del arte y sobre los que se ha cimentado la historiografía artística. El resultado de ambos factores es evidente y debe ser corregido con urgencia: ausencias normalizadas de las artistas en la historia e infravaloración generalizada de sus aportaciones creativas.
Pero si Aurelia Navarro, y las artistas coetáneas, vivieron en un entorno hostil a comienzos del siglo XX, no podían imaginar que el futuro sería aún más hostil para las siguientes generaciones de creadoras. Y ello, no solo en el caso español, en el que la dictadura franquista cercenó las trayectorias de numerosas artistas, muchas de las cuales se vieron obligadas a continuar sus carreras en el exilio. También en el ámbito internacional se produjo una involución al respecto; como ya señaló la historiadora del arte Griselda Pollock: “A mediados del siglo XX las lecturas del arte contemporáneo se hicieron canónicas, mucho más rígidas, sexistas y masculinas que ninguna otra historiografía del arte anterior”[10].
Efectivamente, como ha sido demostrado, por desgracia, en demasiadas ocasiones, la evolución histórica no supone un progreso de las mentalidades hacia posiciones igualitarias. La historiografía tradicional contemporánea se encargó de borrar a Aurelia Navarro de la historia, al igual que invisibilizó e infravaloró, de manera generalizada, las contribuciones de las mujeres al desarrollo artístico y cultural. Es por ello que constituye una labor de obligada responsabilidad social reivindicar la memoria creativa de las artistas, exhumarlas del olvido y restituir sus valiosas aportaciones en la historia.
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Bibliografía
Illán Martín, Magdalena (2021). Aurelia Navarro. Semblanza de una artista contra corriente. Zaragoza. Prensas de la Universidad de Zaragoza.
Illán Martín, Magdalena y Lomba Serrano, Concha (2014). Catálogo de la exposición Pintoras en España (1859-1926). De María Luisa de la Riva a Maruja Mallo. Zaragoza. Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2014.
Lomba Serrano, Concha (2019). Bajo el eclipse. Pintoras en España (1880-1939). Madrid. CSIC.
Valverde, Mercedes y Zueras, Francisco (1984). Un siglo de pintura cordobesa, 1791-1891. Córdoba. Diputación Provincial de Córdoba, 21-26.
[1] La publicación es fruto de las investigaciones realizadas en los Proyectos I+D+i Las artistas en España. 1804-1939 (HAR2017-84399-P. Ministerio de Economía y Competitividad) y Agencia femenina en la escena artística andaluza (PY20_01208. Consejería de Economía, Conocimiento, Empresas y Universidad de la Junta de Andalucía).
[2] La exposición, comisariada por José María Domenech y Magdalena Illán y organizada por la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico de la Junta de Andalucía, ha podido visitarse en el Museo Casa de los Tiros de Granada, entre el 19 de septiembre y el 12 de diciembre de 2021. Desde el 4 de febrero al 17 de abril podrá visitarse en el Museo de Bellas Artes de Córdoba.
[3] Francisco de Paula Valladar, “Exposición del Centro artístico y literario”, La Alhambra, 15 de julio de 1908.
[4] La pintura se expone actualmente en el Museo del Prado, institución a la que fue donada, en enero de 2021, por D. José Navarro Giménez.
[5] Francisco de Paula Valladar, “Los pintores granadinos en la Exposición Nacional, El Defensor de Granada, 24 de mayo de 1908.
[6] La pintura pertenece a la Diputación Provincial de Granada, que la ha depositado para su exhibición en el Museo Casa de los Tiros de Granada.
[7] “Exposición del Centro Artístico y Literario. Exposición de caricaturas y tarjetas postales”, La Publicidad, 18 de junio de 1908, 4.
[8] Valverde, Mercedes y Zueras, Francisco (1984). Un siglo de pintura cordobesa, 1791-1891, Córdoba, Diputación de Córdoba, 24.
[9] J.M.C., Noticiero Granadino,17-06-1914, p. 1
[10] Pollock, Griselda (2012). “Los momentos de María Blanchard”, María Blanchard. Madrid y Santander, MNCARS y Fundación Botín, 81.