'La era de la desinformación'
Jamás hemos tenido en la historia de la humanidad acceso a tantos datos como en la época presente; tantísimos, que muchos de ellos se contradicen con la misma contundencia y parecida credibilidad. Hace unos días el escritor Juan del Val denunciaba en El Hormiguero una noticia falsa cuyo titular lo colocaba cerca del maltrato a su esposa, publicado por un medio de internet sin ninguna veracidad. No es el único caso de fake news, hace unos meses aparecía escrito que Bill Gates anunciaba que miles de personas morirían con la vacuna del coronavirus, algo que jamás hubiera afirmado el magnate, al ser uno de los grandes defensores de la misma. Son solo un par de ejemplos. Infinidad de personajes populares llevan años quejándose del volumen de información falsa que les perjudica sin que puedan hacer nada al respecto, porque las denuncias se quedan cortas y no acaban de alcanzar a los verdaderos culpables.
hora, cualquier persona con un teléfono móvil en la mano se transforma en periodista y cuenta el alunizaje de unos cacos del que ha sido testigo, las inundaciones de su barrio o muestra el último ligue de algún personaje famoso
Antes los periodistas disponíamos de unos medios de comunicación sólidos, cargados de fundamento y que ofrecían confianza y nos acreditaban como transmisores de lo que sucede en un país, una región o incluso un municipio. Ahora, cualquier persona con un teléfono móvil en la mano se transforma en periodista y cuenta el alunizaje de unos cacos del que ha sido testigo, las inundaciones de su barrio o muestra el último ligue de algún personaje famoso. Eso significa que la información se multiplica; hay una parte positiva con respecto al pasado, ya que hace veinte años era muy difícil mostrar imágenes de un terremoto porque no nos daba tiempo a grabarlo pero ahora, en cuanto se produce cualquier catástrofe natural, las televisiones cuentan con decenas de vídeos obtenidos por particulares dispuestos a hacerse virales. El problema es que igual que esas informaciones se convierten en documentos de información importante, se pueden crear otros con la misma facilidad y capacidad de trasmisión, pero completamente falsos.
El problema es que las consecuencias las sufren los ciudadanos particulares, los personajes populares, los medios de comunicación, que acaban perdiendo fiabilidad
Internet funciona igual que el dichoso coronavirus: se propaga con total impunidad por toda la red y convierte en cierto aquello que no es más que un cuento infantil. El problema es que las consecuencias las sufren los ciudadanos particulares, los personajes populares, los medios de comunicación, que acaban perdiendo fiabilidad y, por extensión, toda la población. Pinchas en un enlace con un titular llamativo y cargado de mentiras y te conduce a otra página en la que ni siquiera desarrollan esa falsedad o lo hacen sin contrastarlo.
La Oficina de Seguridad del Internauta, OSI, lo primero que destaca es que es necesario acceder a la fuente de la que procede, si es un medio conocido y solvente, como El Independiente de Granada, o una página desconocida
El problema es que llega un momento en el que es difícil distinguir la verdad de la mentira porque cada vez la copia es más parecida al original. ¿Y cómo saber en qué creer en internet? La Oficina de Seguridad del Internauta, OSI, lo primero que destaca es que es necesario acceder a la fuente de la que procede, si es un medio conocido y solvente, como El Independiente de Granada, o una página desconocida; después, tendremos que buscar la fiabilidad del autor, saber si ha escrito otros artículos, si es verdaderamente periodista. Otro dato que nos ayuda a una mayor credibilidad, según la OSI, es contrastar, acudir a las fuentes citadas en el artículo, cuyos links aparecerán durante el trascurso del mismo y no al final, un truco que utilizan este tipo de páginas engañosas para que si te contentas con leer un par de párrafos nunca llegues a descubrir la verdad. En este sentido, es importante acabar la noticia y no quedarse con las primeras líneas y cerciorarse de que no se trata de una información antigua que nos quieren colar como nueva.
Y antes de nada, de creer cualquier noticia, hemos de utilizar el sentido común, ese que cada vez es menos común
Además, tanto las imágenes utilizadas como el texto suelen estar manipulados, poco trabajados, hay fallos ortográficos o cambios en las fotografías realizados a través de la tecnología deepfakes, basada en utilizar dos rostros para superponer los gestos de una de ellas en la otra y de esta forma ilustrar mejor un titular cargado de falsedades. Y antes de nada, de creer cualquier noticia, hemos de utilizar el sentido común, ese que cada vez es menos común. Igual que el día de los Santos Inocentes, el 28 de diciembre, hace unas décadas, todos estábamos alerta porque sabíamos que nos querrían gastar la broma en cualquier medio de comunicación serio por medio de fake news, ahora debemos activar continuamente nuestro radar para sospechar de aquellas informaciones que nos parecen extrañas, difíciles de asimilar o son muy importantes y únicamente las vemos en una página web.
Estamos en la era de la tecnología, donde a un click de distancia podemos acceder a millones de datos de información y, sin embargo, jamás antes habíamos encontrado tantas dificultades a la hora de descubrir la verdad. Las autoridades tienen grandes problemas en atajar el funcionamiento de unas páginas web cuyo seguimiento en internet a través de su dirección ip es muy complejo o a veces imposible; más aún para localizar a los artífices de las mismas. Y cada vez será más frecuente, más complicado de detectar su falsedad y si no estamos pendientes y comenzamos a dudar de todo, al final seremos manipulados y estaremos en manos de unos desalmados que buscan engañarnos y cambiar nuestra opinión sobre lo que les venga en gana.