Capítulo VIII: 'Bajo la sombra del patriarca alpujarreño'
Desde la infancia, la figura del bisabuelo Plácido (1899-1956) ha estado muy presente en mi vida. Sus andanzas, narradas por mi padre, su nieto, como si de un cuento se tratara, fascinaban al crío que fui. Los relatos dejaron su impronta y nunca he parado de hacerme preguntas sobre las peripecias de aquel buscavidas, nacido en Órgiva, la capital de las Alpujarras, a caballo entre los siglos XIX y XX.
Al cabo de los años, tras bucear en distintos archivos, recopilar testimonios orales y localizar unas pocas fotografías inéditas, solo he encontrado algunas respuestas, sin haber abandonado jamás la búsqueda del resto.
Una vez en Granada, nuestro protagonista comenzó a trabajar, de cocinero o camarero, en diversos bares y casas de comidas (además, se dice que llegó a cocinar en los fogones de los hoteles Victoria y Alhambra Palace)
Plácido Eduardo García Coca vino al mundo el 3 de abril de 1899, en el domicilio familiar del callejón del Ángel de la localidad alpujarreña. Era el segundo hijo de la pareja formada por Plácido García Martín (1863-?) y Francisca Coca Álvarez (1868-?), casados en 1889. Su hermano mayor, Antonio García Coca, fue el padre de Antonio García Tello (1919-1997), coronel de la Guardia Civil, caballero mutilado permanente y primer jefe de la 251 Comandancia de la Benemérita (Málaga).
Plácido llevaba la hostelería en las venas porque su abuelo materno, Agustín Coca González (1845-?), había regentado una venta en la pedanía orgiveña de Las Barreras
Plácido llevaba la hostelería en las venas porque su abuelo materno, Agustín Coca González (1845-?), había regentado una venta en la pedanía orgiveña de Las Barreras. Una vez en Granada, nuestro protagonista comenzó a trabajar, de cocinero o camarero, en diversos bares y casas de comidas (además, se dice que llegó a cocinar en los fogones de los hoteles Victoria y Alhambra Palace). Tuvo que ser por entonces cuando lo reclutaron para combatir en la guerra del Rif, marchando al frente africano y dejando atrás a su esposa y a su hija de corta edad.
El ardor guerrero de la Monarquía alfonsina en Marruecos empujó al matadero a miles de españolitos pobres, que entregaron sus vidas para que el monarca, y la élite corrupta que lo rodeaba, se enriquecieran a través, fundamentalmente, de las explotaciones de hierro de la Compañía Española de Minas del Rif. Sin embargo, Plácido logró sobrevivir al conflicto colonial y pudo volver a Granada con Antonia y Angelitas (sus lances rifeños los contamos hace varias semanas en Estampas del abuelo perdido).
Después del regreso del bisabuelo, la familia se afincó en el extrarradio granadino, alquilando una vivienda en la calle Santo Sepulcro de la Quinta. El barrio de la Quinta constituía una isla proletaria en mitad de un océano burgués
Después del regreso del bisabuelo, la familia se afincó en el extrarradio granadino, alquilando una vivienda en la calle Santo Sepulcro de la Quinta. El barrio de la Quinta constituía una isla proletaria en mitad de un océano burgués, completamente aislado de la Granada popular y rodeado por las inmensas posesiones de potentados como los Rodríguez-Acosta o los Romero de la Cruz.
El 25 de febrero del 25, Antonia dio a luz a mi abuelo en Santo Sepulcro, 8. En otra Leyenda relaté que el bebé se alimentó de una ama de cría muy particular, su futura suegra, mi bisabuela Loreto de Toro Vela (1891-1975).
Coincidiendo con el nacimiento de Antonio, Plácido se introdujo de lleno en el ambiente artístico, organizando actuaciones flamencas en la vía pública y encargándose de cobrar al respetable que quería disfrutarlas
Coincidiendo con el nacimiento de Antonio, Plácido se introdujo de lleno en el ambiente artístico, organizando actuaciones flamencas callejeras y encargándose de cobrar al respetable que quería disfrutarlas. A partir del inicio de esa nueva faceta, a mediados de los felices años veinte, la realidad y el mito se confunden, corriendo paralelos hasta la desaparición del bisabuelo en 1956.
El patriarca era un hombre de carácter (propio del tiempo que le tocó vivir), un pícaro que se aclimató a la ley de la selva para conseguir que su mujer e hijos comieran cada día. La hostelería por cuenta ajena conllevaba inestabilidad, precariedad y desempleo, por lo que el bisabuelo no tuvo más remedio que buscarse las habichuelas de todas las maneras posibles.
El perfil de Plácido, padre de familia numerosa sin trabajo estable, era ideal para formar parte de las escuadras falangistas, los grupos de choque callejero del partido fascista, utilizados para enfrentar en la vía pública a los militantes y activistas de los sindicatos y partidos de izquierda
Al triunfar la sublevación en Granada ciudad, el patriarca se inscribió como guardia condicional en el Cuerpo de Seguridad y Asalto
Mientras duró la guerra civil, la familia residía en la placeta de la Puerta del Sol, después de haber vivido también en el Camino del Monte
Mientras duró la guerra civil, la familia residía en la placeta de la Puerta del Sol, después de haber vivido también en el Camino del Monte. De la Puerta del Sol dieron el salto al número 18 de la calle Nueva del Santísimo, en donde Plácido puso una fonda, un negocio rentable con el que pudo sostener dignamente a su aumentada prole (los pequeños, Kiki y Kika, llegaron en 1937 y 1940, respectivamente). Por cierto, la hospedería del Boquerón fue utilizada como escondite por las partidas guerrilleras antifranquistas, demostrando que el descreído de Plácido tenía amigos hasta en el infierno.
El patriarca alpujarreño falleció, con 57 años, el 30 de diciembre de 1956. La fonda aguantó poco más que su fundador, siendo cerrada hacia 1958, ya que ninguno de sus hijos continuó la senda hostelera del bisabuelo.
De una manera o de otra, todos sus descendientes seguimos bajo la sombra de Plácido, de su personalidad magnética y arrolladora y de los misterios que todavía rodean su existencia. La fuerza de la sangre me empuja a intentar desentrañar esos enigmas sin resolver, confiando en que el futuro me traerá las piezas que necesito para completar el puzzle.
- Capítulo I. 'En un bar, a orillas de la acequia Gorda'
- Capítulo II: 'Aquella niña de la Quinta'
- Capítulo III: Un indiano sin palmera
- Capítulo IV: Pavesas de la guerra civil en el Carmen de los Mínimos
- Capítulo V: Entre paratas y chumberas
- Capítulo VI: 'Estampas del abuelo perdido'
- Capítulo VII: 'El crimen de una noche de verano'