Alcaldías de la Colonia
En alguna ocasión anterior ya di mi opinión sobre la enorme contradicción que significa elegir en primarias a los candidatos a la alcaldía (o a otra institución) para luego cercenar toda la autonomía del elegido. Si la persona que se nos propone para regir los destinos de la ciudad, la que nos “vende” el programa político, la que incluso apela a su experiencia y/o capacidad como gestor, finalmente no pinta nada, a mí eso me parece simplemente un fraude. Supongo que todos recordaremos que una de las cuestiones que más criticaban de los “viejos” partidos los líderes de partidos emergentes era justamente la falta de democracia interna de los primeros, el gregarismo que todo lo infecta y la priorización absoluta de la conservación del poder propio.
Así, listas abiertas -o parcialmente abiertas- y primarias se presentaban como pasos necesarios para impedir el bloqueo de las instituciones por esas camarillas plagadas de bienmandados; evitar, entre otros efectos indeseados, la habitual cobertura del grupo de gregarios al corrupto; y en definitiva, para dar “pasaporte,” a una partitocracia que todo lo contamina y pervierte. Personalmente creo que uno de los males más enquistados de nuestra democracia es precisamente el enorme y descontrolado poder de los partidos políticos y la falta de democracia en su seno, lo que de facto se traduce en la imposibilidad de renovar sus cúpulas desde fuera. Y precisamente ahí, en estos dos hechos, quiero ver el epicentro de la corrupción que nos asola y la forma tan timorata y poco expeditiva de enfrentarla.
Después de invadir Granada con candidatos “paracaidistas” provenientes de Madrid y aledaños mesetarios, una muestra más del escaso respeto que tienen algunos a esta tierra, ahora el futuro de nuestra ciudad se decide de nuevo en la capital. La gran Granada, la Granada elegida o la Granada que ahora funciona, tendrá un alcalde puesto desde la distancia, teledesignado. Luego se quejarán (¡ya lo creo que lo harán!) de la pérdida de poder del otrora orgulloso Reino y volverán a invocar a la Virgen de las Angustias y eso tan socorrido de que Sevilla ens roba. Pero eso será otro día, ahora nadie levanta la voz, porque Madrid lo hace por nuestro bien, como es de público convencimiento. El caso es que no serán las necesidades de nuestra tierra, ni el conocimiento de su realidad, ni la capacidad para llevar a cabo los cambios necesarios, los que decidan quién debe ser nuestro próximo alcalde, será el interés político de esas formaciones lo que prime. Lo único que prime.
Recuerdo el enorme coste al que tuvo que hacer frente el ya desaparecido Partido Andalucista a cuenta de aquel canje de alcaldías del año 79. Pero claro, es comprensible el castigo: ni al que asó la manteca se le ocurre fundar un partido de exclusiva obediencia andaluza, que no se pueda sujetar a este sainete. Hay demasiado en juego como para admitir un jugador local, descontrolado e independiente. La colonia es la colonia.