'Un gran Humanista'
Me entero por wsap de que te has ido. No me lo esperaba. La última vez que te llamé decías que habías estado pachucho. Nunca pensé que fuese para tanto. Hacía más de un año que no nos tomábamos una cocacola sin azúcar en la cafetería de El Corte Inglés, tu parada y fonda cuando “bajabas” de Cájar. Aunque ya no conducías.
Me dijiste que sólo leías, tu gran pasión. Porque lo tuyo han sido las letras. Las tuyas y las de los demás. Ya no sabías a quién dejar tantos libros, no cabían en casa de tu hija Julia. Tu biblioteca era de las más grandes de Granada. Unos libros regalados y otros pagados de tu bolsillo. Porque no he conocido a nadie que compre más libros en Granada. Y que pasara más tiempo hojeando en anaqueles y mostradores.
Me pregunto si ha habido algún tema por el que no hayas sentido curiosidad, del que no hayas leído. A pesar de tus infinitas jornadas en el IDEAL, has tenido tiempo en estos 77 años de ser el gran Humanista de Granada. Sabías de todo y de todos. Tu memoria, como tu curiosidad, era infinita
Me pregunto si ha habido algún tema por el que no hayas sentido curiosidad, del que no hayas leído. A pesar de tus infinitas jornadas en el IDEAL, has tenido tiempo en estos 77 años de ser el gran Humanista de Granada. Sabías de todo y de todos. Tu memoria, como tu curiosidad, era infinita.
Tan lejos como estoy de Granada, se me han saltado las lágrimas al conocer tu muerte. Ha muerto mi maestro. Porque tú, querido Melchor, has sido mi maestro. La mayor parte de lo poco que sé y otro tanto de lo que tengo te lo debo a ti. Fuiste quien me sentó en la vetusta redacción de Ideal, allá por los primeros años 80, en la primera planta de Compás de San Jerónimo. Tu primer encargo a aquel currinche de 22 años fue un reportaje de “Vegetación y fauna de Granada”. Casi me doblabas en edad, pero yo te veía como una mezcla de Lou Grant y Diego Carcedo, los periodistas de moda en la tele. Te admiraba, siempre enfundado en una camisa donde bailaba tu cuello delgado. Encorbatado y elegante. Tenías tipo de torero. Te fue útil para poder dar capotazos en aquellos tiempos de finales de la Transición. Qué arte tenías: convivir con aquella jauría humana. Ninguno de tus muchísimos discípulos hemos sido capaces de acercarnos a tu nivel.
En casi cuatro décadas que he estado a tu sombra me ha dado tiempo de imitarte; de pensar cómo lo haría Melchor ante una decisión importante; de acordarme de tus muchísimos consejos… pero no he tenido oportunidad de pedirte perdón por nuestras largas discusiones, por la tensión que te generé más de una vez. Y nunca me echaste de tu despacho ni me mandaste a freír monas. En ocasiones me lo merecía. Para eso había que tener categoría. Tú la tenías.
Tan lejos como estoy de Granada, se me han saltado las lágrimas al conocer tu muerte. Ha muerto mi maestro. Porque tú, querido Melchor, has sido mi maestro. La mayor parte de lo poco que sé y otro tanto de lo que tengo te lo debo a ti
Gracias por inculcarme el gusanillo por la Historia, por los Etruscos. Por eso empecé a estudiar Historia. A escribir libros de Historia. A interesarme por nuestro pasado. Ya no podré intercambiar libros contigo, ni hablar de romanos en el Abayzín, ni recomendarnos nuestras últimas lecturas. Te estoy eternamente agradecido por haberme presentado mis libros y haber mediado para su publicación en editoriales.
Todo eso eras tú. Y muchísimo más. De periódicos y periodistas no quiero hablar. Sólo que fuiste el primus inter pares en la época dorada del periodismo granadino. A ver quién es el guapo que consigue vender 42.000 ejemplares diarios en Granada con una sola cabecera; ahora no venden la mitad entre todas las del quiosco. Y sí, llevabas toda la razón cuando en 1998 predijiste que internet se iba a cargar el negocio del papel. Pues se lo ha cargado.
¡Qué alta dejaste la marca. No sé si alguien será capaz de batirla algún día!
Todavía conservo la copia de la tesis sobre ti y algunas cintas grabadas con tu voz para escribir las anécdotas de la Transición. No sé si algún día, cuando me jubile, me decidiré a escribirlas, como homenaje a ti. Pero también por su mucho interés. Lo que me dictaste es la verdadera Historia reciente de Granada, no eso que cuentan los periódicos de hoy.
Me despido, querido Melchor. Por fin volverás a estar con Mariem. Que Dios te acoja como te mereces por esas redacciones celestiales. Descansa en paz.
Gabriel Pozo Felguera