HOY, 170 ANIVERSARIO DE LA PRIMERA PRUEBA EN GRANADA

Un doctor motrileño fue de los primeros del mundo en operar con anestesia general

Ciudadanía - Gabriel Pozo Felguera - Martes, 4 de Abril de 2017
El médico motrileño Francisco Saló fue de los primerísimos cirujanos en operar a pacientes durmiéndolos con anestesia general. Lo hizo hace 170 años. Tan sólo habían transcurrido cuatro meses desde la primera operación en el Hospital de Harvard (EEUU) a cargo del dentista William Morton y del cirujano Collins Warren. El motrileño se adelantó a muchísimos grandes hospitales y facultades de Medicina de España y Europa. Los motrileños fueron los primeros andaluces en ser anestesiados por completo y no sufrir el terrible dolor de las operaciones de entonces. Un mes después, la noticia de la operación sin dolor fue conocida en Granada capital y tal día como hoy comenzaron a experimentarla en la Facultad de Medicina.
Fotografía tomada de la primera operación con anestesia general en Harvard (16 de octubre de 1846), por el retratista Albert Southworth Hawes. En realidad, se trata de un posado del día después, ya que el fotógrafo se desmayó al ver la sangre y no disparó el obturador en el momento adecuado.
Imagen de archivo.
Fotografía tomada de la primera operación con anestesia general en Harvard (16 de octubre de 1846), por el retratista Albert Southworth Hawes. En realidad, se trata de un posado del día después, ya que el fotógrafo se desmayó al ver la sangre y no disparó el obturador en el momento adecuado.
  • Francisco Saló se atrevió a dormir totalmente a sus pacientes, sin causarles dolor, tan sólo cuatro meses después de haber sido utilizada la técnica en el hospital de Harvard

  • Un artesano amigo suyo fabricó un rudimentario inhalador de madera de ébano y tubos para aplicar a la boca de los pacientes y dormirlos con éter

La Humanidad ha venido padeciendo el dolor agudo, operatorio, postoperatorio y crónico desde la noche de los tiempos. Sólo en época relativamente reciente ha conseguido controlar los dolores operatorios con la anestesia, y los postoperatorios y crónicos con los analgésicos.

En la Historia se han sucedido infinidad de analgésicos a base de opiáceos, alcohol, frío, calor, plantas medicinales, tubérculos, quina, coca, etc. La cirugía ha sido un campo rodeado de infinidad de sufrimiento, a la que temían terriblemente tanto los cirujanos como los pacientes.



Réplica del inhalador de Morton, utilizado para anestesiar a su paciente. Es una esfera de unos dos litros de capacidad, donde depositó una esponja empapada de éter. El paciente aspiraba por el otro lado de la boquilla, mientras él soplaba a intervalos regulares.
No fue hasta el primer tercio del siglo XIX -y casi por casualidad de la mano del circo- cuando empezaron a experimentar el uso de gases como anestésico general de pacientes. El éter, óxido nitroso, cloroformo, etc. están en el origen de los anestésicos actuales.


Fachada actual del hospital de Massachusset en cuyo teatro quirúrgico (situado en la azotea para que no se oyeran los gritos de pacientes) tuvo lugar la operación de Morton.

La Medicina adjudica a William Morton el mérito de ser la primera persona que anestesió por completo a un paciente. Ocurrió en el Hospital de Harvard (EE UU), el 16 de octubre de 1846. El prestigioso cirujano Collins Warren fue el encargado de extraer un tumor en el cuello de un paciente previamente anestesiado. Al finalizar con éxito, pronunció la famosa frase: “Señores, esto no es una patraña”. Se había dado uno de los pasos más importantes para aliviar el dolor de las personas durante las operaciones. Los pacientes dejarían de sufrir, y morir de dolor, durante las intervenciones quirúrgicas; y los cirujanos también. Hasta entonces, los mejores cirujanos eran valorados por su rapidez y destreza en amputar, no por practicar una cirugía reparadora. La mortalidad quirúrgica era terriblemente alta.



Retrato del cirujano Collins Warren. Tenía 65 años y uno de los mayores prestigios como cirujano. Aceptó, un tanto escéptico, la propuesta de un joven dentista llamado William Morton: operaría a un paciente previamente anestesiado por él. El cirujano, al acabar la operación, respaldó plenamente la técnica. “Esto no es una patraña”, dijo: había nacido la anestesia general para eliminar el dolor quirúrgico.
William Morton era dentista. Había probado previamente con sus pacientes antes de implicar al prestigioso Warren. Trató de ocultar el tipo de gas usado, al que llamó Letheon, pero todo el mundo sospechaba que era éter, el gas de la risa de las juergas de ricos decimonónicos. La noticia de la exitosa operación con anestesia general y sin dolor se extendió rápidamente por EE UU y  Europa. Antes de que acabara 1846 ya fue aplicada en Londres por Robert Liston y en París por Jobert Lamballe. A Madrid llegó en 13 de enero de la mano de Diego de Argumosa… y a Motril dos semanas después.
 


Retrato de William Morton unos años después de su primera operación. No consiguió los 100.000 dólares de premio ofrecidos por el gobierno de EE UU y pleiteó hasta el final de su azarosa vida. De todas formas, ha pasado a la Historia como protagonista de uno de los mayores avances de la Medicina.

La anestesia entró a Andalucía por Motril

No sabemos cómo llegó tan pronto a Motril este avance importantísimo para la Medicina. Seguro que un periódico tuvo la culpa. El 2 de febrero de 1947, el doctor Francisco Saló llamó a otros dos colegas de Motril (Dr. Gerardo Moréu y Dr. Antonio Romeral) e iniciaron un proceso de autoexperimentación con éter. Los resultados de las distintas pruebas fueron muy heterogéneos, seguramente debidos a lo irregular de las dosis aspiradas, a la forma de aspirarlas, de la pureza del producto y de sus fisiologías personales. No obstante, notaron picores en las vías aéreas, adormecimiento general, zumbidos de oídos, ilusiones ópticas y un estado de bienestar inexplicable.



Réplica del inhalador inventada por Joseph Charriere a finales de 1846 y conocida en España en enero de 1847; sirvió de inspiración al artesano motrileño para fabricar la suya.

Las noticias recibidas en Europa sobre la forma del inhalador de Morton no llevaban imágenes; por ello, tuvieron que imaginárselo y fabricar inhaladores artesanales. En este caso, fue el artesano motrileño Andrés Pintor quien fabricó la bomba inhaladora, a partir de un inhalador modelo Charriere que vieron en una revista médica pocos días antes. Su osadía no parecía tener límites.

A nivel general, la conclusión de la experimentación del doctor motrileño fue conocida el 2 de mayo de 1847, cuando el periódico madrileño Anales de Cirugía los dio a conocer. La reseña periodística, efectuada a partir de una carta remitida por el autor, es la siguiente:

“Interesado en observar la propiedad estupefaciente del éter para la ejecución de las operaciones quirúrgicas, y hecho cargo del aparato de Charriere por la descripción que aparece en el número 50 de los Anales, me propuse obtener uno análogo confiando su construcción a la habilidad de mi amigo D. Andrés Pintor, cuyo genio artístico, no solo concibió la idea del autor, si no que sujetó el aparato a varias modificaciones tan útiles que no deben, a mi entender, quedar desapercibidas. Los resultados habidos con él en las siguientes observaciones confirman su perfección, si se compara con los hasta el presente puestos en uso; por lo que paso a hacer un ligero bosquejo de su forma antes de describir los efectos que, con sorpresa de varios profesores y mía, ha producido.

Descripción del aparato. El frasco que encierra el éter debe tener la suficiente capacidad para encerrar dos libras de líquido; de boca ancha y cubierto con un tapón de madera; éste tiene cerca de su circunferencia un cañoncito recto que le penetra, de dos pulgadas y media de longitud y cinco líneas de diámetro, destinado a dar libre entrada al aire atmosférico. En el extremo opuesto del tapón hay otro cañón del que se desprende una manga de cuero rizada que termina con otra pieza, en cuyo vértice se halla la válvula que da paso al aire saturado del éter; inmediata a ésta, hay otra pieza o pequeño cañón sobrepuesto donde está colocada la válvula que da salida al aire aspirado; concluyendo en un boquín ancho que se adapta con exactitud alrededor de los labios, y que permite que la boca se halle entreabierta para respirar libremente. La manga de cuero y cañones unidos a ellos, tiene siete pulgadas y media de longitud y siete líneas de diámetro, son conducto común. Excepto las válvulas que son de latón, todas las demás piezas están construidas de ébano, para evitar que la oxidación del metal pueda dar al aire propiedades nocivas”.

Primeras operaciones sin dolor en Motril

A partir de las autoexperimentaciones de los tres doctores motrileños, el Dr. Saló pasó directamente a aplicar su técnica en pacientes. El 27 de febrero, su primera operación, fue  complicada, pues se trató de la extirpación de un tumor en la mama izquierda a una paciente motrileña. Pero no se arredró.



Esquema del inhalador fabricado por el artesano Andrés Pintor en Motril, con el que el Dr. Saló durmió a los primeros pacientes andaluces con anestesia general. Estaba hecho con tubitos de cristal y madera de ébano. Fue el primer aparato anestésico de Granada.
El 3 de marzo de 1847 acometió una operación para corregir estrabismo extremo en la paciente Juana Menéndez, de 21 años. Tras la operación bajo los efectos del éter, anotó la siguiente valoración: “Abolición completa de la sensibilidad después de la inhalación del éter durante cuatro minutos. Ningún accidente”.

Muy poco después, operó a Manuel Gallardo, de nueve años, para extraerle un colmillo. El resultado fue: “Inhalación durante dos minutos con pérdida completa de sensibilidad. Ningún accidente, aunque el sueño se prolongó más de lo esperado, siendo preciso hacerle varias aspersiones de agua fría”.

El 16 de marzo, Francisco Saló se atrevió a extirpar un pólipo nasal siguiendo el mismo sistema anestésico. La paciente era Josefa Rodríguez, de 37 años; la tuvo dormida durante nada menos que una hora a base de dosis de éter suministradas cada doce minutos. No hubo ningún problema quirúrgico; la única incidencia reseñable fue que la paciente fue despertándose muy lentamente durante las 24 horas siguientes.

Problema: el descontrol del tiempo

William Morton ya se había cuidado mucho de dar explicaciones sobre el gas utilizado, su composición, los tiempos y frecuencia de su aplicación en el quirófano de Harvard. De ahí que cada doctor que pretendía secundar su técnica lo hacía a su manera. Intentó patentar un sistema y un gas que, en realidad, también se lo debía a otros socios y colegas.

Tal día como hoy (4 de abril) de hace 170 años, el catedrático de Leyes de la UGR  Pedro Arosamena decidió autoexperimentar la técnica de los motrileños en su propio cuerpo. El éter adolecía por entonces de problemas de fabricación, por lo que era muy inestable y difícil de controlar. Durante un intervalo de siete horas inspiró tres veces el gas. Sólo al tercer intento le hizo efecto anestésico. Él lo explicó del siguiente modo en la revista Anales de Cirugía: No consiguió quedarse soporado hasta el tercer intento “por servirme de un éter de pocos grados de concentración”.



Cuadro que representa al cirujano Diego de Argumosa y su equipo practicando la primera operación con anestesia general en España. Ocurrió en el Hospital de San Carlos de Madrid, el 13 de enero de 1847, donde era catedrático. No habían transcurrido ni tres meses desde que se utilizara la anestesia general por vez primera en el Hospital General de Harvard.

Vicente Guarneiro Gómez fue otro de los precursores en el uso de la anestesia general con gases. Sus experimentaciones no las inició en Granada, sino en la Universidad de Santiago de Compostela. Llegó a Granada un poco después, en 1850, y fue decano de esta Facultad de Medicina desde 1951 hasta 1880. Se formó en Francia y convalidó sus estudios en la Facultad de San Carlos de Madrid en 1846. En Francia había conocido, por una revista, la primera operación de W. Morton y su réplica en París por parte del cirujano Jobert de Lamballe. También tuvo referencias de la experimentación de Diego de Argumosa en el Hospital de San Carlos de Madrid (13 de enero de 1846). Pero en Santiago fue el primero de toda España en emplear la anestesia clorofórmica, tan sólo tres semanas después de haberlo hecho el Dr. Simpson en Edimburgo.

Se extendió como una mancha de aceite

El uso del éter como anestésico y el aparataje para suministrarlo al paciente fue rápidamente conocido a través de la prensa de la época. Hubo una carrera por parte de médicos y cirujanos por aplicar el nuevo remedio que eliminaba, o al menos aliviaba mucho, los dolores operatorios y parte de los postoperatorios.

Oficialmente, se da al cirujano Diego de Argumosa como el primero que utilizó la técnica de Morton en España (en Europa, sólo detrás de Londres y París). Fue en el Hospital de San Carlos de Madrid, el 13 de enero de 1946. Le siguió el cirujano Antonio Mendoza Rueda en Barcelona; nuestro paisano Saló en Motril; y el mencionado Guarneiro en Santiago de Compostela, pero  con cloroformo.

A finales de mayo, el 28, el médico del Hospital Militar de Málaga Rafael Gorría practicó una amputación a un hombre de 28 años, anestesiado previamente con éter mediante un inhalador del tipo Shorliph. En agosto lo hicieron en Cádiz… Y todos los andaluces intervenidos con esta nueva técnica dejaron de sentir dolor en sus operaciones.