El retrato que mató al pintor Atanasio Bocanegra
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Bocanegra fue el pintor más prolífico y famoso de Granada en la segunda mitad del siglo XVII; la Catedral, varias iglesias y conventos muestran decenas de obras suyas
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Fue altivo, orgulloso, soberbio, vanidoso… lo que le llevó a mirar por encima del hombro a sus colegas en Granada y Madrid
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Falleció de un tremendo disgusto tras mantener un duelo de retratos con un joven que le retó y le destronó como mejor pintor
En lugar preeminente de la Catedral de Granada –el crucero- figuran grandes cuadros de Pedro Atanasio del Moral y Bocanegra (más conocido como Atanasio Bocanegra, 1638-1689). En el Museo del Prado hay no menos de cinco grandes óleos suyos. Buena parte de iglesias y conventos de Granada atesoran obras religiosas de este pintor; varios pueblos más de la provincia –Vélez Benaudalla, por ejemplo- acumulan importantes muestras de su extensa producción. También existen varios de su primera etapa juvenil que no fueron firmados.
No hubo prócer, párroco o arzobispo que no se pusiera en la cola para que le pintara un cuadro o retrato. Incluso llegó un momento en plena madurez del pintor Bocanegra en que se sintió agobiado por tanta carga de trabajo. Su obra gustaba a rabiar. No era para menos, el color de sus composiciones, la vida que daba a sus personajes triunfaban en su momento: su gran maestro fue Alonso Cano
La inmensa mayoría de la obra de Atanasio Bocanegra se circunscribe al ámbito religioso. No hubo prócer, párroco o arzobispo que no se pusiera en la cola para que le pintara un cuadro o retrato. Incluso llegó un momento en plena madurez del pintor Bocanegra en que se sintió agobiado por tanta carga de trabajo. Su obra gustaba a rabiar. No era para menos, el color de sus composiciones, la vida que daba a sus personajes triunfaban en su momento: su gran maestro fue Alonso Cano.
Aunque de origen humildísimo, Bocanegra fue subiendo poco a poco en el escalafón social y económico granadino. Su taller en el Albayzín se convirtió en lugar de tertulia al que acudían oidores de la Chancillería, aristócratas, deanes y arzobispos. Algunos de ellos para posar como figuras de sus cuadros evangélicos.
Estuvo tan encumbrado como maestro pintor que incluso los jueces de la Chancillería le consultaron qué decisión tomar en el supuesto milagro de la Virgen del Rosario de Santo Domingo (la de Lepanto). Resultó que varios vecinos afirmaron que la imagen lucía un brillo o reflejo de luz entre sus cejas; el hecho acaeció el 26 de junio de 1679 sin que el sol estuviera en posición de iluminar la imagen con sus rayos. El pintor Bocanegra estudió la imagen, sus luces y sus sombras y su informe sirvió a los jueces para pronunciarse en su sentencia.
Orígenes y encumbramiento de Bocanegra
La familia de Pedro Atanasio del Moral y Bocanegra procedía de Carcabuey (Córdoba) y se asentó en el barrio del Albayzín granadino. Su padre era trabajador humilde de la artesanía; Atanasio fue bautizado en la iglesia de San Juan de los Reyes el 12 de mayo de 1638. El pintor estaría durante toda su vida ligado a distintas parroquias albaicineras (sobre todo San Gregorio, San José y San Miguel), además de la de Santiago, en la calle Elvira. Desde muy pequeño comenzó de aprendiz en el taller de Miguel Jerónimo de Cieza.
El cambio radical le llegó a Bocanegra tras el traslado de Alonso Cano a Granada, en 1552, para trabajar en la Catedral, en efervescente actividad a mediados del XVII. Posteriormente, ya más maduro, volvió a tener a Cano como maestro en su etapa final de 1660-67
El cambio radical le llegó a Bocanegra tras el traslado de Alonso Cano a Granada, en 1552, para trabajar en la Catedral, en efervescente actividad a mediados del XVII. Posteriormente, ya más maduro, volvió a tener a Cano como maestro en su etapa final de 1660-67. En la Catedral conoció, se codeó y compitió con otro joven pintor albaicinero: Juan de Sevilla. Ambos heredaron estudio y contratos del cabildo catedralicio para continuar la decoración de la catedral tras el fallecimiento del maestro Cano.
En mitad de su aprendizaje, cuando todavía era casi un adolescente de 17 años, Bocanegra dio la primera muestra de su soberbia y atrevimiento. Pidió matrimonio a la joven María de la Chica; como el suegro se opuso, el pretencioso pintor solicitó permiso al Arzobispado para que la pretendida abandonara la casa paterna y fuese a vivir transitoriamente a casa de un familiar, en tanto se ultimaba el matrimonio.
Atanasio se dedicó a embarazar a su mujer casi al mismo ritmo que producía sus cuadros: tuvo con ella 14 hijos en veintiséis años. Sólo el primogénito, Antonio Atanasio, trabajó en el taller paterno. A partir del momento en que empezó a trabajar en la Catedral de Granada, Atanasio Bocanegra elevó considerablemente su prestigio, consideración social y su hacienda. Fiel reflejo de ello es que los padrinos de sus numerosos hijos eran cada vez más poderosos. Durante varios años participó en la decoración de la Plaza Bibarrambla para las fiestas del Corpus (era tradicional que los grandes talleres de pintura se encargaran de decorar grandes lienzos colgados de las fachadas). Incluso algún año se vio obligado a renunciar debido a la excesiva carga de trabajo que tenía en su taller.
Tres enormes cuadros de Bocanegra y Juan de Sevilla que adornan el crucero de la Catedral de Granada. De arriba a abajo, Lactación de la Virgen a San Bernardo, donde Bocanegra introdujo al obispo Francisco Rois y Mendoza; Martirio y triunfo de San Cecilio, también de Bocanegra. El tercero, de su oponente-compañero Juan de Sevilla, se titula La Flagelación; se da por bueno que los rasgos de la cara del Cristo son los de Bocanegra.
En 1670, la atmósfera asfixiante de Granada, los excesivos encargos y el creerse sin competencia local, le llevaron a trasladarse a Sevilla buscando codearse con pintores de mayor talla. Quizás perseguía a otros con quienes competir a mayor altura. Pero regresó a los pocos meses; debió comprender pronto que aquella plaza estaba copada por el consagradísimo Esteban Murillo y por el maestro Valdés Leal. Al final, las innovaciones en su pintura dan a entender que fue a Sevilla a aprender menos que a porfiar. La influencia de Valdés Leal es evidente en Bocanegra a parir de 1670.
En 1670, la atmósfera asfixiante de Granada, los excesivos encargos y el creerse sin competencia local, le llevaron a trasladarse a Sevilla buscando codearse con pintores de mayor talla. Quizás perseguía a otros con quienes competir a mayor altura. Pero regresó a los pocos meses; debió comprender pronto que aquella plaza estaba copada por el consagradísimo Esteban Murillo y por el maestro Valdés Leal
No obstante, Bocanegra continuó siendo -tras su regreso en 1671- el pintor más señero de Granada. La Colegiata de San Justo, la Cartuja, San Juan de Dios y el convento de Gracia se peleaban por él. Y Bocanegra, de buen porte y agraciado físicamente, comenzó a ser también famoso por sus aventuras extramatrimoniales. A algunas de sus amantes las inmortalizó en sus cuadros, aunque no para siempre: fue el caso de las dos modelos que utilizó para el cuadro Santas Justa y Rufina (hoy perdido, propiedad del erudito Aureliano Fernández-Guerra y Orbe a mediados del siglo XIX).
Desafíos con los pinceles
La rivalidad entre los pintores de los siglos XVI a XVIII era equiparable a la que hoy existe entre los clubes y jugadores de fútbol. ¿Quién es mejor Messi o Cristiano Ronaldo? Pues entonces ocurría algo similar. Los pintores, para dilucidar la cuestión, se retaban a duelos de retratos para establecer el escalafón de quién era mejor. El procedimiento consistía en que un pintor retaba a otro a retratarse mutuamente, en un mismo lugar, en el mismo momento o en días sucesivos, según el tiempo que precisaran. Se convocaba a padrinos y jurados expertos que, al finalizar los retratos mutuos, dictaminarían quién de los dos pintores había hecho la mejor pintura y en el menor tiempo posible.
Pues nuestro personaje Bocanegra era muy adicto a este tipo de desafíos. Ya lo hizo con Juan de Sevilla cuando ambos trabajaban en la Catedral de Granada, pero sin un ganador definitivo. En 1674, Bocanegra decidió emprender un viaje a Madrid a ver cómo iban las cosas por la capital. El pintor granadino respetaba a los consagrados Claudio Coello y Lucas Jordán, pero al resto de madrileños los menospreciaba y decía de ellos que no estaban a su altura.
La rivalidad entre los pintores de los siglos XVI a XVII era equiparable a la que hoy existe entre los clubes y jugadores de fútbol. ¿Quién es mejor Messi o Cristiano Ronaldo? Pues entonces ocurría algo similar. Los pintores, para dilucidar la cuestión, se retaban a duelos de retratos para establecer el escalafón de quién era mejor
La soberbia aún le aumentó cuando consiguió del rey el título de pictor regis (pintor del rey), en 1676. Lo obtuvo tras regalarle un cuadro titulado La alegoría de la justicia. Además de obtener la mediación a su favor del Marqués de Mancera y Montalbo, D. Pedro de Toledo (con casa y propiedades en Granada), ministro del Rey.
A Atanasio Bocanegra no se le ocurrió otra cosa que ir predicando por Madrid su disposición a retar a cualquier pintor que se atreviera a cuestionar que era el mejor; estaba dispuesto a cualquier tipo de lance con los pinceles. La respuesta le llegó por parte del pintor Matías de Torres (1635-1711); éste le envió a sus padrinos para que se retrataran mutuamente en un lugar amplio de Madrid y ante todo el que quisiera presenciar el duelo. Atanasio debió temblar ante aquel reto; le habían tomado la palabra. Recurrió a su amigo y protector el Marqués de Macera; éste medió para que retirase el duelo, incluso el asunto llegó a manos de la justicia. El resultado final fue que Bocanegra se refugió inmediatamente en su Granada natal.
Alegoría del Darro, una de las pocas pinturas no religiosas que pintó Bocanegra. MUSEO DE CÓRDOBA.
Madurez, duelo final y muerte
La estancia madrileña le sirvió de mucho. La pintura barroca de los talleres de la capital era excelente. Eso se notó en la pintura que practicó Bocanegra en su taller del Albayzín a partir de su regreso, ya no centrados en la Catedral. Entre 1676 y 1689 se puede considerar su etapa de plenitud. Sus colores se volvieron menos tenebristas, su paleta se aclaró, sus composiciones se hicieron más movidas… aunque en dibujo no mejoró demasiado. Porque Bocanegra no fue buen dibujante. Fue la etapa en que ya no se centró exclusivamente en la temática religiosa, acometió obras de otro tipo. Fueron momentos en que le llegaron encargos de catedrales y conventos de fuera del Reino de Granada (Málaga, Badajoz, Álava, Baeza, Antequera…)
Teodoro Ardemans (27 años) tuvo la ocurrencia de retar a un duelo de retratos al maestro consagrado Atanasio Bocanegra (50 años). Los padrinos de ambos contendientes acordaron que el desafío tendría lugar pasado el día de la Epifanía de 1689; sería en el palacete de Francisco de Toledo. Atanasio Bocanegra aceptó gustoso el desafío del jovencito presumido llegado desde Madrid.
Teodoro Ardemans (27 años) tuvo la ocurrencia de retar a un duelo de retratos al maestro consagrado Atanasio Bocanegra (50 años). Los padrinos de ambos contendientes acordaron que el desafío tendría lugar pasado el día de la Epifanía de 1689; sería en el palacete de Francisco de Toledo. Atanasio Bocanegra aceptó gustoso el desafío del jovencito presumido llegado desde Madrid
La sorpresa para Bocanegra debió ser mayúscula. En menos de una hora le dijo que ya podía relajarse, había acabado de hacerle el retrato. Ardemans no hizo dibujo previo, no utilizó su sistema de quadratura, y si lo hizo fue mentalmente. Empezó a dar color directamente desde su paleta. El resultado dejó boquiabierto al jurado en cuanto se pusieron detrás del retrato y lo compararon con el busto real de Bocanegra. Era calcado a él, parecía que Bocanegra se asomaba por el marco de Ardemans. Había hecho aquella obra magnífica ¡en menos de una hora!
Antanasio Bocanegra palideció. Quedó mudo. La cita para retratar a su contrincante Ardemans quedó fijada para el día siguiente, en el mismo lugar.
Pero Bocanegra no se presentó. Se encerró en su casa próxima a la Iglesia de San Miguel (cerca de la actual calle Bocanegra que lleva su nombre). Nadie fuera de su familia consiguió verle en los días siguientes. La inasistencia del retado al duelo no auguraba nada bueno; por Granada se decía que había caído enfermo al ver la perfección de su retrato. La calidad de la pintura lo sumió en una terrible depresión. La derrota se sumaba al dolor que arrastraba por la reciente muerte de su madre.
El retado empezaba a ser criticado por no presentarse en la fecha señalada. Ya se comenzaba a dar por ganador del duelo al aspirante Ardemans por incomparecencia de Bocanegra. No era una enfermedad sobrevenida que necesitaba reposo, era algo más profundo. El 17 de enero de 1689, los padrinos de duelo de Bocanegra informaron al jurado que ya no habría segunda parte en casa de Francisco de Toledo: Atanasio Bocanegra había muerto.
Bocanegra no pudo superar derrota tan estrepitosa. Había muerto socialmente entre la gente de Granada, entre el público que le adoraba. Se había ido, en plenas facultades, el hombre que tanto presumió de ser el primer y mejor pintor de Granada.
Dibujo de Bocanegra, efectuado por R. Ribera para la revista Semanario Pintoresco Español (1856), a partir del retrato de Ardemans.
El retrato de Bocanegra lleva una inscripción por detrás que dice: “D. Pedro Atanasio Bocanegra, pintor. Pintado por D. Teodoro Ardemans, en la ciudad de Granada, en desafío que le costó la vida”. El óleo pasó a ser propiedad del párroco de la Madgalena. El pintor Antonio Palomino (1655-1726), que fue seguidor de Bocanegra en su estancia en Madrid y después vio el retrato en Granada cuando pintaba la Cartuja (en 1712) dijo que aquel retrato era exacto a como él recordaba a Bocanegra. La composición del gesto, las facciones acusadas, la frente grande, la nariz ligeramente larga, labios muy dibujados y la intensidad de la mirada retrataban a la perfección la altivez y soberbia de Bocanegra.
El cuadro que causó la muerte a Bocanegra está un tanto deteriorado. Pertenece al patrimonio eclesiástico, guardado en el Palacio Arzobispal(en lista de espera para ser sometido a restauración, pues se ha deteriorado y oscurecido mucho).
Bocanegra fue enterrado en la iglesia de San Miguel Bajo. Su cadáver se perdió con los años. La leyenda de su mano incorrupta todavía pervive en Granada. Y la infinidad de sus magníficas obras repartidas por casi todos los espacios religiosos granadinos y en el Museo del Prado.
-El parnaso español pintoresco laureado, de Antonio Palomino y Velasco (1724), donde recoge interesantes notas biográficas de Bocanegra.
-Pedro Antonio Atanasio Bocanegra, de Emilio Orozco Díaz. 1937. Obra breve pero muy interesante.
-Nuevos datos para la vida y obra de Pedro Atanasio Bocanegra, de Lázaro Gila Medina. 1997