Qué tendría la seda de Granada que hasta en China la imitaban
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El cultivo y manufacturado de la seda fue la actividad más potente de Granada entre mediados del siglo XIV y el siglo XVII
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Los Reyes Católicos concedieron privilegios desorbitados a los ganaderos de la Mesta, que mermaron la capacidad de producción de hojas
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El Ayuntamiento de Granada condenó a muerte a miles de moreras aduciendo que daban peores capullos que los morales
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La seda granadina fue tan abundante y de tal calidad que se exportaba a la India; un emperador chino envió una embajada a investigarla
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La rigidez impuesta por la administración de las alcaicerías y la excesiva carga impositiva acabaron por erradicar esta actividad en el siglo XIX
Los chinos inventaron la confección con hilos de seda por lo menos veinticinco siglos antes de Cristo. Guardaron su secreto a base de cortar la cabeza a quienes osaran sacar huevecillos del gusano de sus fronteras. Buena parte de su comercio con Occidente lo organizaron a través de la Ruta de la Seda, desde China hasta el Mediterráneo oriental.
La historiografía menciona ya la existencia del cultivo de la seda en tierras de Granada durante la época califal, seguramente traída a la provincia de Elvira por sirios del gund de Damasco aquí asentados. No obstante, se documenta fehacientemente en la dinastía Zirí (siglo XI). Su actividad sería impulsada por las tribus almorávides en las zonas montañosas en que se establecieron a comienzos del XII
Jamás sabremos quién consiguió sacar huevos de China, pero hay leves referencias a que ya aparecieron capullos en la recta final del Imperio Romano de Occidente. Habrían sido traídos de contrabando por monjes bizantinos. Precisamente el imperio bizantino se habría encargado de extender el cultivo de la seda por las costas mediterráneas, ya que sus primeros capullos coinciden –en el caso de la Península Ibérica– con las zonas litorales donde estuvieron establecidos entre 552 y 624 (Levante y la Bética).
La historiografía menciona ya la existencia del cultivo de la seda en tierras de Granada durante la época califal, seguramente traída a la provincia de Elvira por sirios del gund de Damasco aquí asentados. No obstante, se documenta fehacientemente en la dinastía Zirí (siglo XI). Su actividad sería impulsada por las tribus almorávides en las zonas montañosas en que se establecieron a comienzos del XII. Probablemente, la tela de la casulla de San Juan de Ortega perteneció originalmente al emir almorávide granadino Alí Ben Yusuf. El almorávide gobernaba Granada durante la Cruzada de Alfonso el Batallador (1125-6).
Casulla de San Juan de Ortega (1080-1163). La capa tiene una inscripción referida al emir almorávide Alí ben Yusuf, gobernador de Granada entre 1126 y 1138, para quien debió ser tejida. Probablemente se trate de uno de los trabajos más antiguos confeccionado con seda granadina. Está expuesta en la iglesia de San Martín de Quintanaortuño (Burgos).
En las zonas altas alpujarreñas debió comenzar el secreto de la calidad o denominación de origen de la seda granadina: los gusanos eran alimentados exclusivamente con las hojas del moreras. Los morales son una especie autóctona del Mediterráneo, de frutos rojos, de gran porte y adaptados a zonas altas. En cambio, en otros lugares predominaba por entonces la morera, de frutos blancos o sin frutos, de menor porte, crecimiento más rápido y de origen asiático. Los antiguos sostenían que la seda de los gusanos criados con hojas de moral era de mejor calidad que los de morales (Esto nunca se llegó a demostrar, a pesar de las muchas polémicas). Poco a poco, la morera empezó a comer terreno al moral.
Moriscas en 1528. El dibujante Chistoph Weiditz estuvo en Granada en 1528 y dejó estas preciosas imágenes de una morisca hilando seda y mujeres vestidas con sedas de colores y embozadas con finos mantos crudos.
De una u otra manera, el Reino de Granada (Granada, Almería, Málaga) era a principios del siglo XV el principal productor de seda del Mediterráneo, tanto en calidad como en cantidad. Su rígido comercio estaba regulado por las alcaicerías de las tres capitales mencionadas; a partir de 1390, la apertura del comercio granadino facilitó la introducción de comerciantes y banqueros genoveses y catalanes en las redes de exportación de seda. Las finas telas granadinas empezaron a conquistas Italia, sur de Francia, incluso Castilla… hasta alcanzar Oriente Medio. Un elevadísimo porcentaje de habitantes del Reino Nazarí de Granada se dedicaba al cultivo del gusano y al complejo proceso de hilado y fabricación de varios tipos de telas, con la seda joyante como la de mayor calidad.
Se calcula que el Reino de Granada producía más de 250.000 arrobas de seda/año durante sus mejores tiempos, en la etapa final musulmana, siglo XV. Para ello se precisaban unos dos millones de morales y moreras produciendo hojas cada primavera-verano.
Hasta que llegaron las ovejas
Una de las principales actividades del reino de Castilla-León consistía en la exportación de lana y fabricación de paños a partir de las ovejas merinas. Los impuestos reales cobrados a la industria lanera fueron el principal sostén de la hacienda de los Reyes Católicos. Y lo venían siendo desde siglos atrás. La Mesta (o mestas) fue una potentísima organización de pastores y ganaderos que gozó de amplísimas prerrogativas y privilegios desde tiempos de Alfonso X el Sabio (1211-84). Las ovejas castellanas pastaron por los inmensos baldíos de la Península durante cientos de años, sin nadie que las molestara; incluso recorrían a placer el centenar de kilómetros de desierto de la franja de fronteriza entre cristianos y musulmanes. Trashumaban por dónde y cuándo querían. Fue tal la importancia de la Mesta que su presidente tenía asiento fijo en el Consejo Real. Los mayores propietarios de ganado solían coincidir también con las grandes casas nobiliarias y magnates de la guerra contra Granada.
Los ejércitos cristianos, en su progresivo acercamiento a las fronteras de Granada, eran seguidos por otros dos ejércitos: el de ovejas y el de churrianas. La dieta de los guerreros tenía un gran porcentaje de carne.
Pero un poco antes de llegar los ejércitos de ovejas, se les anticipó el ejército de taladores. Los Reyes Católicos decidieron rendir Granada por hambre y ruina de su exportación sedera. Para ello, iniciaron en 1483 una serie de talas de arbolado y sembrados. Unos 30.000 peones acompañaban al ejército, provistos de hachas y sierras. Su misión consistía en echar abajo y quemar el arbolado. Entre aquellos bosques se encontraban también los miles de morales y moreras que sostenían la importantísima actividad de los telares y alcaicería de Granada.
Batalla de la Higueruela (1431). En este fresco se ve la abundancia de morales que rodeaba Granada en el siglo XV, hasta las mismísimas murallas. Esta enorme escena se puede ver en El Escorial.
En 1484, 1486, 1490 y 1491 se sucedieron intensas campañas de tala en todos los pueblos de los alrededores de Granada. Incluso algún año hubo tala al comienzo del verano y también de los panizos de septiembre. En aquella intensa guerra de diez años, los cristianos dejaron prácticamente deforestada la Vega.
La actividad de la sericicultura mermó con relación a antes de la Toma de Granada, pero se mantuvo pujante debido a que habían sobrevivido la mayor parte de morales no plantados en la Vega.
Inmediatamente después de las milicias, se presentaron en tierras del Reino los ejércitos de ovejas que traían los nuevos propietarios detrás (casas nobiliarias y algunas órdenes religiosas, especialmente los Jerónimos). Tras estar acostumbrados a inmensos baldíos despoblados se encontraron con un Reino bastante más poblado y dedicado, en su mayor parte, a agricultura minifundista y al cultivo de la seda. Ahí empezaron los primeros choques entre los intereses de ganaderos y agricultores-sederos.
Los Reyes Católicos debían mucho a la potente Mesta. Aunque respetaron la actividad de sederos, apostaron claramente por los grandes propietarios de ganado
Los Reyes Católicos debían mucho a la potente Mesta. Aunque respetaron la actividad de sederos, apostaron claramente por los grandes propietarios de ganado. Ya el 12 de noviembre de 1496 dictaron una real provisión mediante la cual se declaraban comunales todos los pastos del Reino de Granada. Es decir, cualquier ganadero podía acceder a las rastrojeras con sus inmensos rebaños. Obviamente, ovejas y cabras se comían tanto los restos de mieses como las hojas bajas de los arbustos de seda y las plantaciones jóvenes.
Provisión de 1496 mediante la que los Reyes Católicos concedían amplios poderes a los ganaderos de la Comunidad de Pastos (Mesta) para que pudieran entrar a pacer a cualquier campo. Van las firmas reales inmediatamente después del texto. Este privilegio, fechado en Burgos el 12 de noviembre de 1496, se conserva en el Archivo Histórico Municipal de Granada.
Empero, los Reyes Católicos pronto se dieron cuenta de que el caso granadino era distinto: recortaron un poco los privilegios de las comunidades de pastos (2 de marzo de 1501), sobre todo referidos a la libertad con que campaban los ganados trashumantes por cualquier lugar. No obstante, la Mesta granadina contaba con poder legislativo, judicial y ejecutivo. Así permaneció hasta su abolición en 1836.
Cuando fue tomada Granada (1492) había en Castilla casi tantas ovejas como personas, tres millones de animales. La agricultura y el artesano importaban bien poco a la Corona. Por eso circulaba el dicho de que “entre tres santas y un honrado tienen el Reino agobiado”
Con la Toma comenzó una guerra de intereses entre ganaderos y cultivadores de seda que se iba a prolongar durante los tres siglos siguientes. Pero al principio, nada más conquistada Granada, el poder quedó en manos de la Mesta, que en Granada solía denominarse Comunidad de Pastos. Su influencia era más que notoria en el Cabildo de la ciudad; sólo hay que mencionar que el Conde de Tendilla –capitán general de Granada– era uno de los mayores propietarios de ganado del Reino.
Recordemos que cuando fue tomada Granada (1492) había en Castilla casi tantas ovejas como personas, tres millones de animales. La agricultura y el artesano importaban bien poco a la Corona. Por eso circulaba el dicho de que “entre tres santas y un honrado tienen el Reino agobiado” (Se referían a la Santa Inquisición, Santa Cruzada para conquistar Granada, Santa Hermandad y Honrado Consejo de la Mesta).
El primer gran triunfo de la Comunidad de Pastos de Granada tuvo lugar en 1520. El Ayuntamiento emitió una ordenanza municipal que permitía al ganado entrar a cualquier rastrojo, una vez sacadas las mieses. En la práctica, lo que se permitía era incluso comerse los plantíos de morales y moreras de la artesanía sedera.
Y si la anterior ordenanza fuese poco golpe a los cultivadores de seda, también en 1520 el Ayuntamiento prohibió la plantación de moreras y ordenó arrancar las miles que existían. El pretexto era evitar que bajase la calidad de la seda granadina, de tan afamada tradición
Y si la anterior ordenanza fuese poco golpe a los cultivadores de seda, también en 1520 el Ayuntamiento prohibió la plantación de moreras y ordenó arrancar las miles que existían. El pretexto era evitar que bajase la calidad de la seda granadina, de tan afamada tradición. Se amenazó con cuantiosas multas a quien no obedeciera. Menos mal que la exterminación de las moreras no se cumplió; debió darse algún tipo de relajación. De todas formas, por mucho empeño que había en Granada, jamás quedó demostrado que la seda de moral fuese mejor que la de morera. Parece ser que la bajada de calidad radicaba más en las mezclas de capullos de un solo gusano encapsulado con varios cruzados.
Pero aún así, el Ayuntamiento volvió a insistir en 1526 en que había que arrancar las moreras y sustituirlas por morales.
Vacas y cabras en el Campillo, al lado del teatro Cervantes (actual zona de calle Ganivet), hacia 1907. Los ganaderos se resistieron a ceder sus privilegios de pastar donde les apeteciera, hasta 1836. Calles del centro de ciudades mantienen todavía la condición de vía pecuaria (el Camino de Ronda de Granada, por ejemplo).
Los laboriosos moriscos se empeñaron en demostrar, con sus cientos de telares, que la seda era tanto o mejor negocio que la crianza de miles de ovejas merinas
Los laboriosos moriscos se empeñaron en demostrar, con sus cientos de telares, que la seda era tanto o mejor negocio que la crianza de miles de ovejas merinas. Hacia 1546 –a pesar de talas de moreras, prohibiciones y acoso de la Mesta– la industria sedera granadina consiguió recuperar el mayor nivel de producción y calidad que había tenido en los mejores momentos de la dinastía nazarita. Los monarcas se percataron de ello y vieron en esta artesanía uno de los sectores con los que llenar su deprimida Hacienda. Pedro Medina, en su Libro de grandezas y cosas memorables de España (1548), escribió lo siguiente: “Es tanto el trato que en esta ciudad hay, que casi toda la gente común della vive por la seda. Hay en esta ciudad ordinariamente mil telares y más, donde se tejen y labran todas las maneras y suertes de seda…”
Comerciantes genoveses, catalanes, toledanos establecieron sus sedes en Granada para la compra-venta de seda. Incluso crearon casas de préstamos y aseguramiento de exportaciones; la Lonja de Mercaderes tuvo su origen en la financiación de la seda, de la mano de los genoveses Esteban y Carlos Centurión
Comerciantes genoveses, catalanes, toledanos establecieron sus sedes en Granada para la compra-venta de seda. Incluso crearon casas de préstamos y aseguramiento de exportaciones; la Lonja de Mercaderes tuvo su origen en la financiación de la seda, de la mano de los genoveses Esteban y Carlos Centurión. Estos mismos tuvieron dentro de la Alcaicería un “almacén y casa de los Genoveses”. También traficaron con seda las familias italianas de los Alborgo y Levanto. En su mayoría estuvieron asociados a moriscos granadinos, tradicionales especialistas en la actividad.
La seda era utilizada como el mejor de los sistemas de inversión y ahorro por las familias pudientes; la mejor dote que se daba en las bodas o herencias era unos metros de seda granadina. Incluso a partir de 1553 se permitió por ley que se utilizaran hasta 300 libras de seda anuales, libres de impuestos, para pagar el rescate de cautivos en Berbería.
Fragmento de tela elaborada con seda en Granada, siglo XIV. Debió formar parte del ajuar de un poderoso pues pone “Gloria a nuestro señor sultán”. Esta seda estuvo expuesta en la Alhambra hace pocos años. MUSEO LÁZARO GALDIANO.
La Alcaicería de Granada era la que más seda movía de toda España, seguida de las de Murcia y Valencia (zonas en las que se introdujo el cultivo a partir de 1450). Entre las calles del Zacatín y la Mezquita había algo más de 200 tiendas dedicadas al trapicheo con la seda; tal cantidad de comerciantes no volvería a alcanzarse nunca más.
Fue Felipe II, en 1557, el primer monarca en darse cuenta de que la seda podía sacarle de la bancarrota a que había llegado España. Duplicó el precio de arrendamiento de la explotación de la Alcaicería y aumentó gravámenes sobre la producción sedera. Aquel aumento de presión fiscal sobre los moriscos –los cristianos viejos apenas se interesaron por la seda– contribuyó en parte a generar el malestar que, en 1568, abocó a la sublevación de las Alpujarras. Lo que se llamó “renta de la seda” (impuesto desde los Reyes Católicos) jamás hasta entonces había superado 10% aumentado por el monarca filipino.
Guerra, devastación y leve recuperación del negocio
En 1568 la comunidad dual granadina –cristianos y moriscos– estaba tan tensa que estalló la sublevación y consiguiente guerra. Al conflicto se le llamó indistintamente Guerra de Granada o Guerra de las Alpujarras. El enfrentamiento de tres años acabó con la destrucción de la mayor parte del sistema de producción de seda. Unas cien mil personas fueron expatriadas del Reino de Granada, aunque se cuidó mucho dejar en sus hogares a los maestros sederos. Lo peor de todo fue que hubo comarcas enteras devastadas, con sus moreras y morales quemados, tanto por uno como por otro bando. Por ejemplo, en La Calahorra existía una producción media de 300 onzas/año de seda antes de la guerra; a partir de 1570, su producción quedó reducida a 30 onzas.
El cultivo de la seda en el Reino de Granada quedó hundido tras la rebelión. Los nuevos vecinos no se amoldaron a una actividad ancestral de musulmanes, mudéjares y moriscos. Peor aún cuando la Monarquía no dio muchas facilidades al cargarlos de impuestos. La seda granadina había perdido la brillantez de tiempos pretéritos, excepto en la demarcación malagueña que padeció menos la lucha y las talas
El cultivo de la seda en el Reino de Granada quedó hundido tras la rebelión. La inmediata repoblación con gentes del Norte no llegó a cuajar. Los nuevos vecinos no se amoldaron a una actividad ancestral de musulmanes, mudéjares y moriscos. Peor aún cuando la Monarquía no dio muchas facilidades al cargarlos de impuestos. La seda granadina había perdido la brillantez de tiempos pretéritos, excepto en la demarcación malagueña que padeció menos la lucha y las talas.
El Consejo de Población se preocupó no sólo de atraer pobladores del Norte de las Españas, sino que también propició la recuperación de la crianza, tejido y labranza de la seda. Fue el momento en que se recurrió a la plantación masiva de morales; pero debido a su lentitud de crecimiento, también se procedió a su sustitución progresiva por moreras. Fue la forma de aceptar de facto que la calidad de la seda era muy similar, indiferente de la hoja que comiese el gusano; la verdadera calidad se hallaba en el proceso primoroso y profesional que utilizaban los moriscos.
Estado de la Alcaicería en 1611, según la Plataforma de Ambrosio de Vico. Todavía estaba en pie la vieja mezquita musulmana (C) y la Catedral a medio construir (A).
Estructura de la Alcaicería en 1831, según el plano de Dalmáu; poco había cambiado en dos siglos. Todavía no había sido realineada la Plaza Bibarrambla.
Felipe II ordenó importar semilla desde Calabria, Sicilia, Jaén, Levante… e incluso se pidió el retorno de sederos expatriados por ambas Castillas y Extremadura. Era urgente alcanzar el nivel de producción de seda granadina anterior a la guerra. Entre 1573 y 1635, aproximadamente, volvió a recuperarse notoriamente la facturación de seda en la Alcaicería de Granada. El rey adoptó una medida muy importante para apoyar la seda de Granada frente a otros lugares productores: le concedió licencia para exportar en exclusiva a la India. La demanda del país asiático creció enormemente a causa de las rutas comerciales abiertas por los portugueses en su tráfico hacia Macao. Aquel hecho propició que otras regiones españolas productoras de seda encaminaran sus telas hacia la aduana de Granada. Desde Murcia, Valencia y Berbería venía abundante seda en rama hacia los telares granadinos.
Otra medida adoptada por el Consejo de Población fue plantar 600.000 morales para suplir los destruidos durante la Guerra de las Alpujarras
Otra medida adoptada por el Consejo de Población fue plantar 600.000 morales para suplir los destruidos durante la Guerra de las Alpujarras. Con todas estas gestiones se consiguió levantar un tanto la actividad, aunque nunca se llegó a los niveles anteriores a 1568. Por ejemplo, en tiempos moriscos había no menos de 300 comerciantes de seda en torno a la Alcaicería granadina; para 1575 quedaron reducidos a 40 y una década después volvieron a subir a 160. En cuanto a telares (establecidas zonas del Albayzín y Realejo fundamentalmente) ya nunca se volvió a superar la cifra del millar mencionada en 1548.
Emperador chino Wanli (1563-1620), totalmente vestido de seda, que envió una embajada al Reino de Granada para conocer la causa de que en el extremo occidente se hiciera una seda igual o mejor que la suya.
El único dato curioso y alentador de la recuperación de la seda en periodo final del siglo XVI y primer tercio del XVII fue que los chinos quedaron asombrados de la calidad de seda que confeccionaban unos desconocidos al otro extremo del mundo. Los maharajás de la India se encapricharon con la seda de Granada. No sabemos si les llegaba directamente por los navegantes portugueses, por los persas e incluso a través de comerciantes genoveses. El hecho es que el emperador chino Wanli, el constructor de la mayor flota mercante del momento, había empezado a relacionarse con el resto del mundo. Quiso saber quién y cómo era capaz de fabricar una seda mejor que la suya, de hacerle sombra a su ruta de la seda. Wanli envió una delegación a Granada a conocer el secreto de la fabricación de la seda en el Reino. Los chinos se fueron convencidos de que la razón se escondía en la calidad de la hoja de moral y a su riego con agua de deshielo. No repararon en la destreza de las manos moriscas.
Wanli envió una delegación a Granada a conocer el secreto de la fabricación de la seda en el Reino. Los chinos se fueron convencidos de que la razón se escondía en la calidad de la hoja de moral y a su riego con agua de deshielo. No repararon en la destreza de las manos moriscas
Los espías amarillos también recorrieron Murcia y Valencia. Cuando se enteró el regidor de Murcia, Antonio Martínez Galtero, inició una ofensiva para impedir el envío masivo de seda china a España; viajó a Granada, Málaga, Córdoba, etc. y entre todos propusieron a Felipe III que se prohibiera la entrada de telas chinas en los puertos españoles. La medida fue aprobada por las Cortes en 1619; la ley no sólo afectó a las procedentes de China, también a las de la India y Persia.
En el año 1600, Granada rozó una producción de 100.000 libras de seda. Algo más de un tercio que en la recta final del reino nazarí. El 95% de aquella seda se vendía en la Alcaicería de Granada; el resto se lo repartían las alcaicerías de Málaga y Almería.
Altibajos del XVII hasta desaparecer en el XIX
En la segunda mitad del XVII comenzaba a internacionalizarse el comercio mundial. Las flotas inglesa y holandesa fueron las primeras en mover grandes cantidades de nuevas fibras de abrigo; comenzaron a utilizar el algodón, la lana, el lino, el cáñamo como fibras para la fabricación masiva de prendas. Aumentaba la competencia a las sedas granadinas. Las repúblicas italianas de Génova, Florencia y Venecia empezaron a superar a Granada en producción y comercio. Se auguraban malos tiempos para el Reino de Granada.
Aquel despropósito impositivo hizo que los agricultores se encaminaran a sustituir sus campos de morales por olivares y viñedos, que no pagaban impuestos. También el lino y el cáñamo empezaron a tener tirón por la demanda de la Armada española para velas y jarcias de sus barcos
A la llegada de la dinastía borbónica (1700) los gravámenes se estaban cebando sobre la industria sedera. Todo el mundo se llevaba su tajada en forma de diezmo y encabezamiento, hasta encarecer el producto en un 60%. Pagaba impuesto cada ayuntamiento por tener árboles en su término (encabezamiento), la Iglesia se llevaba el 10%, el cultivador de hoja pagaba su parte, el que la llevaba a la Alcaicería otro 10% y cada vez que cambiaba mano, la seda sufría un recargo. Era un sistema intervencionista y arancelario demasiado rígido. No se podía contratar libremente, con lo cual aparecieron el contrabando y las falsificaciones.
Aquel despropósito impositivo hizo que los agricultores se encaminaran a sustituir sus campos de morales por olivares y viñedos, que no pagaban impuestos. También el lino y el cáñamo empezaron a tener tirón por la demanda de la Armada española para velas y jarcias de sus barcos. En el caso de la Vega de Motril, el algodón se puso de moda debido a que los ingleses bloqueaban su llegada a las factorías catalanas desde puertos mediterráneos.
Acción de la Real Compañía para el impulso de la seda granadina, de 1747. Archivo Real Chancillería.
Se nombró una Comisión y un juez conservador de la Compañía, cuyo primer encargo fue reinstaurar la plantación de moreras. A lo largo del siglo XVIII se sucedieron diversas medidas legislativas (Decreto de 1776, Cédula de 1778, Decreto de 1790) con fines de levantar la producción sedera. Lo primero fue rebajar los elevados impuestos, seguido por la eliminación de burocracia en la Alcaicería
Por fin, en 1747, el gobierno se percató de que había que dictar medidas ante el progresivo hundimiento de la actividad sedera en el Reino de Granada. Fue creada la Real Compañía de Granada para el Comercio; su misión era promocionar el cultivo de la seda, lino y cáñamo. Se constató que progresivamente se habían ido abandonando los morales plantados entre 1573-75, de manera que ya no quedaba ni la centésima parte. Se nombró una Comisión y un juez conservador de la Compañía, cuyo primer encargo fue reinstaurar la plantación de moreras. A lo largo del siglo XVIII se sucedieron diversas medidas legislativas (Decreto de 1776, Cédula de 1778, Decreto de 1790) con fines de levantar la producción sedera. Lo primero fue rebajar los elevados impuestos, seguido por la eliminación de burocracia en la Alcaicería (se eliminaron intermediarios y el oficio de jeliz), se liberalizó la compraventa de seda, se vigiló el buen hilado para evitar adulteraciones y rebaja de la calidad, se eliminaron los encabezamientos de los pueblos y se perdonaron las deudas que arrastraban muchos de ellos, se creó la Junta para el Fomento de la Seda y se nombraron comisionados en las comarcas. En 1778 se dejó sin efecto la cédula de privilegios de los ganados de la Mesta (recordemos concedida por los RR CC en 1496), lo que supuso poner vallas al problema de siembra de moreras y morales; las ovejas no podrían acercarse a las moreras hasta que no tuvieran 8 años; los pastores no podrían cortar ramas para alimentar ganado. Se instó a los agricultores a volver a sembrar árboles de seda, aunque el olivo, la vid, el trigo y el maíz le habían restado sitio; muchos adujeron que la sombra de los árboles perjudicaba a sus mieses. De todas formas, se pidió repoblar con moreras los balates, acequias y lindes. Y, por supuesto, se eliminó la obligación de pedir permiso para talar un árbol sedero.
El intento de recuperación llevó a la Junta a habilitar una almáciga para proveer de plantones
El intento de recuperación llevó a la Junta a habilitar una almáciga para proveer de plantones. La intención era volver a superar el medio millón de morales y moreras. El comisionado real plantó él solo 20.000 árboles en sus tierras (se trataba de Juan Andrés Gómez Moreno, el dueño de la Real Fábrica de Lonas). Por fin, en 1802 las autoridades se percataron de que ya era tarde para recuperar el esplendor de la industria sedera granadina; habían sido tres siglos cargados de excesivos impuestos que la echaron a pique.
Museo de la Seda de Requena (Valencia), donde se puede ver lo artesanal del trabajo antes de la industrialización del siglo XIX.
Granada comenzó el siglo XIX con un censo de árboles de seda que apenas superaba los 250.000 troncos (190.480 morales antiguos, 35.837 moreras y 20.000 jóvenes con menos de dos años). La producción de una cosecha media de seda apenas rozaba las 38.000 arrobas (recordemos que a finales del siglo XV se llegó a las 250.000).
De todas formas, el Reino de Granada continuaba siendo de las regiones más potentes de España en lo económico: el censo de población nacional apenas sobrepasaba los 7,3 millones de habitantes; Granada acumulaba el 9,2% de la población total (662.000 almas, contando Málaga y Almería); la recaudación nacional en impuestos era de 148,5 millones de reales, de los que Granada aportaba 16,61 millones
De todas formas, el Reino de Granada continuaba siendo de las regiones más potentes de España en lo económico: el censo de población nacional apenas sobrepasaba los 7,3 millones de habitantes; Granada acumulaba el 9,2% de la población total (662.000 almas, contando Málaga y Almería); la recaudación nacional en impuestos era de 148,5 millones de reales, de los que Granada aportaba 16,61 millones. Es decir, sólo nos superaba en recaudación de impuestos Madrid y Sevilla. Pero era más por la actividad del cáñamo/lino que por la seda.
La ocupación francesa (1810-12) puso las banderillas a la industria sedera granadina; la estocada final se la dio la pebrina, una enfermedad que acabó matando a los gusanos. El negocio fue languideciendo de tal manera que para 1843, cuando ardió la Alcaicería, ya no quedaba ni la mitad de las tiendas que un siglo atrás.
La Alcaicería, mucho más que un mercado de sedas
Alcaicería significa mercado de sedas (del árabe al-Kaysaria, el lugar del César). Es un concepto que debemos entenderlo en un doble sentido: como un sistema de administración, vigilancia, aduana; y, en segundo lugar, como un recinto urbano donde se ejercían las actividades relacionadas con la compra-venta de sedas.
Existieron alcaicerías en la mayor parte de ciudades donde se cultivaba el gusano de seda. A comienzos del siglo XIX, con la crisis sedera española y las reformas urbanas modernas, sólo quedaba en pie la de Granada. El recinto de la actual Alcaicería granadina no tiene demasiado que ver con el complejo sedero que hubo en el mismo lugar desde quizás un milenio atrás.
Aproximación a cómo era la Alcaicería en época nazarita, según interpretación de Ventura Sabatel (1890).
Es de suponer durante la dinastía zirí, cuando ya había cierto trasiego con la seda, existiera una alcaicería por la zona próxima a la Mezquita principal (situada en el actual Sagrario). Pero no hay ninguna referencia escrita. La alcaicería que vivió los tiempos más gloriosos de la industria sedera granadina data, probablemente, del reinado de Yusuf I, hacia 1333-54. El documento más antiguo que menciona esta alcaicería es de 1460, un contrato privado de compraventa de dos tiendecillas en este recinto.
En 1478, el famoso día del Alarde y el diluvio que sucedió sobre Granada, las crónicas recuerdan que el desbordamiento del Darro inundó la alcaicería y causó cuantiosísimas pérdidas en las mercancías y edificios.
A partir de 1492, los Reyes Católicos declararon la Alcaicería de Granada como Real Sitio y Fuerte. Y lo ligaron al gobierno de la Alhambra. Esto significaba que era una propiedad de los reyes enclavada en el centro de Granada, pero sujeta a una administración superior. Colocaron cadenas colgando de sus puertas como señal de que este recinto estaba sujeto a jurisdicción real
A partir de 1492, los Reyes Católicos declararon la Alcaicería de Granada como Real Sitio y Fuerte. Y lo ligaron al gobierno de la Alhambra. Esto significaba que era una propiedad de los reyes enclavada en el centro de Granada, pero sujeta a una administración superior. Colocaron cadenas colgando de sus puertas como señal de que este recinto estaba sujeto a jurisdicción real (Las cadenas desaparecieron de las puertas en 1837, aunque todavía en 1843 colgaba una de la puerta principal, la que da al Sagrario).
Físicamente, la Alcaicería era un recinto cerrado, de callejas angostas e irregulares, con nueve puertas de madera que servían para cerrarla por la noche. Dentro del recinto sólo vivía su alcaide y una docena de perros alanos que eran soltados por la noche para vigilar que no hubiese intrusos. También había varias personas como guardas de puertas. Era importantísimo tener estrechamente vigilados unos géneros tan valiosísimos. Era como el banco de la ciudad.
Los cierres eran abatibles hacia arriba, de modo que lo mismo servían para guarecer de la lluvia que proteger del sol. La mayoría de callejas apenas sobrepasaban los seis pies de anchura
El sistema de construcción de época nazarita era muy pobre: casetas de una sola planta hechas con maderas; cítaras de ladrillo sosteniendo los tablones; recintos minúsculos, de manera que un sedero se sentaba en el centro y podía coger cualquier producto con las manos sin levantarse. Los cierres eran abatibles hacia arriba, de modo que lo mismo servían para guarecer de la lluvia que proteger del sol. La mayoría de callejas apenas sobrepasaban los seis pies de anchura (ahora tienen 8); había pequeñas placetas y una mezquita (posteriormente reconvertida en ermita del Cristo del Rescate y en vivienda a finales del XIX), con infinidad de pequeñas capillitas y azulejos votivos iluminados con velas y candiles. Todo estaba pintado de color almagra. Alternaban los empedrados con las tarimas de madera para salvar el barro invernal y el polvo veraniego.
En el origen, la Alcaicería de Granada era un recinto exclusivamente dedicado a la compraventa de sedas. En la parte más alta había edificios administrativos y el resto eran espacios para la seda. Posteriormente, se le fueron añadiendo otras tiendas de objetos valiosos (joyas) y alguna librería y escribanía, sobre todo en el borde de la calle Libreros. Las casas de esta calle tuvieron pequeños patios hasta el incendio de 1843.
Croquis de Tomás López (1787). El Sagrario es el espacio negro del ángulo inferior izquierdo. En verde se ven las 117 tiendas de seda; en rojo, escribanías y oficios relacionados con la seda; en azul, las cuatro librerías que daban a la calle Libreros; en verde claro, los almacenes; en rosa, casas particulares; en amarillo, la Ermita; en marrón claro, la administración de la Alcaicería. Se ven patios y huertos tras las librerías. El cuarto de los perros se ve en un cuadrito morado a la derecha de la ermita. Fuente: AHMG, a partir del original conservado en el Archivo de Simancas.
La fisonomía de la Alcaicería fue cambiando bastante entre los siglos XV y XIX, sobre todo en cuanto a alineaciones
En 1787, con motivo del último intento de recuperación del negocio de la seda, el rey ordenó que se levantara un croquis de cómo estaba la actividad en la Alcaicería granadina. Lo hizo el arquitecto de la Alhambra Tomás López. Para esa fecha todavía quedaban 117 tiendas de seda, además de algunos almacenes, el fiel, la aduana y edificios administrativos sederos. A finales del XVIII ya comenzaban a ganar terreno otro tipo de tiendas y despachos profesionales.
La fisonomía de la Alcaicería fue cambiando bastante entre los siglos XV y XIX, sobre todo en cuanto a alineaciones. La línea recta de fachadas no existía en época nazarita.
Dibujo del Semanario Pintoresco (julio de 1843). Se ve a soldados y vecindario apagar el fuego en mitad de la noche. El edificio de la izquierda es la Iglesia del Sagrario. La puerta principal es considerablemente mayor de los seis pies que medía. En la parte superior se aprecian las cadenas que todavía pendían de ella, símbolo de la jurisdicción real que gozaba la Alcaicería.
El devastador incendio de 1843
La puntilla final a la venta de seda en la Alcaicería de Granada lo puso el incendio del 20 de julio de 1843. A partir de entonces, los pocos sederos que quedaban se mudaron de lugar. Las rápidas obras de reconstrucción (duraron poco más de un año) dieron un cambio a la Alcaicería que nada tiene que ver con lo que hubo hasta entonces.
El origen del incendio fue la combustión espontánea en una fábrica de cerillas situada en la tienda de Bernardo Avilés (calle actual de la Ermita)
El origen del incendio fue la combustión espontánea en una fábrica de cerillas situada en la tienda de Bernardo Avilés (calle actual de la Ermita). Las llamas se extendieron rápidamente por el centro y parte baja de la Alcaicería, sin que llegasen a Bibarrambla ni al Zacatín. Los patios interiores que había en la calle Libreros hicieron de cortafuegos. Tanta tabla y seda amontonadas convirtieron el barrio en una tea; los medios para apagarlo eran escasos por entonces. Ardieron 39 casas, pero quedó afectado prácticamente todo el recinto. No hubo ningún muerto debido a que dentro no quedaba nadie, excepto los vigilantes nocturnos y sus perros. Se derritió hasta la campaña de la ermita.
El Ayuntamiento inició rápidamente el proceso de desescombro y reconstrucción del complejo (el cascajo fue llevado a un solar de la Cuesta del Chapiz). Cuatro arquitectos realinearon las fachadas y elaboraron un proyecto al estilo neomudéjar, tan de moda por entonces. El arquitecto-restaurador de la Alhambra, José Contreras, jugó un papel muy importante en el diseño de una especie de escenografía oriental, la que perdura en la actualidad, que nada tiene que ver con lo que había. Las obras de reconstrucción duraron poco más de un año. Se ensancharon las calles hasta 8 pies, se cuadraron las placetas, las casas se hicieron de una sola planta, más una especie de almacén encima (Con el tiempo se han levantado varias plantas más sobre ellas).
Realineación de 1843. Tras el incendio, cuatro arquitectos (José Contreras, Salvador Amador, Baltasar Romero y Juan Pugnaire) realinearon las calles para dejarlas como están actualmente. La trama irregular de época nazarita fue convertida en línea recta, tal como se ve en el sombreado rosáceo. Se eliminaron los recovecos y se dio dos pies más de anchura a las callejas. AHMG.
Alcaicería neomudéjar. Alzado con que se uniformó toda la línea de fachadas a partir de la reconstrucción de 1843. Las cítaras de ladrillo que separaban las tiendecillas fueron sustituidas por columnas del tipo Patio de los Leones. Los edificios de una planta fueron levantados con una especie de altillo-almacén o almecerías. Lar arcadas neomudéjares, los alféizares y aleros están inspirados en los patios alhambreños. La fisonomía resultante nada tiene que ver con lo que hubo desde 1333 hasta 1843. En la actualidad, la mayoría de aquellos edificios tienen montadas varias plantas encima. AHMG.
El incendio sólo consumió cuatro de las nueve puertas de madera que había por entonces
El incendio sólo consumió cuatro de las nueve puertas de madera que había por entonces. Se aprovechó para sustituirlas por rejas. La Alcaicería de Granada ya no existía para entonces como estructura administrativa ni los sederos volvieron a instalarse en ella. Externamente daba la impresión de ser siempre un mercado con las persianas echadas. Languideció casi un siglo, convertida en un recinto de sucias y estrechas callejas en el centro de Granada, incluso tomó fama como meadero de borrachos. Hasta que en la década de los años cuarenta del siglo pasado empezaron a instalarse artesanos de todo tipo. Fue la recuperación de un centro comercial abierto que últimamente se completa con souvenirs para turistas.
Finales del siglo XIX. La Alcaicería reconstruida tras el incendio de 1843 ya apenas tenía actividad. Todavía no habían comenzado a montar edificios de viviendas sobre las tiendas.
En 1905, se ve bullicio de gente en la calle principal. La puerta del Sagrario, la principal, se ve todavía con la verja de hierro colocada tras el incendio de 1843; hasta entonces se cerraba con portón de madera.
Visita del rey Abdalá I de Jordania (1949). La actividad comercial era nula.
Puerta principal de la Alcaicería de Granada en la actualidad.
-Memoria sobre las causas de la decadencia de la seda en el Reino de Granada, de Juan Sempere y Garinos (1805). Este autor fue fiscal de la Chancillería, miembro de la Junta de la Seda.
-Una dependencia de la Alhambra: la Alcaicería, de Manuel Garzón Pareja (1972).
-El Real Sitio y Fuerte de la Alcaicería, de José Luis Garzón Cardenete, Caja General de Ahorros (2003).
-Pastos comunales o cercados en el Reino de Granada, de Felipa Sánchez Salazar.
-Artículo “La seda del Reino de Granada durante el segundo proceso repoblador”, de Félix García Gámez, en Chronica Nova Nº 25.
-He extraído datos sueltos e ilustraciones de la Hemeroteca Nacional, AHMG y ARCh.