'Patricia Guerrero, ha nacido una estrella (granadina)'
Granada suma a su extraordinaria nómina de artistas flamencos un nuevo nombre: Patricia Guerrero. Esta estrella no nació la noche del 8 de julio de 2022 en la presentación en Granada de DELIRANZA pero sí derramó su luz de manera sensacional sobre los jardines del Generalife. Ya lo era antes, con una trayectoria que ha venido creciendo en su corta pero intensa carrera, pero el 8 de julio supuso un hito, una consagración como una artista total, una creadora que entra por derecho en la galería de los grandes artistas granadinos como Mario Maya -su profesor en la escuela de estudios flamencos-, Enrique Morente o Juan y Pepe Habichuela.
Patricia no es ya la bailaora más flamenca de las contemporáneas, sino la artista más contemporánea de las flamencas
Patricia no es ya la bailaora más flamenca de las contemporáneas, sino la artista más contemporánea de las flamencas. Patricia fue Premio Nacional de Danza en la modalidad de Interpretación en 2022, pero el premio ya se queda corto para definir su dimensión artística. Como ella me comentó preparando el próximo número de EL CANON, Patricia es bailaora, coreógrafa y empresaria. Y estas tres cosas no son asuntos separados, y DELIRANZA viene a demostrarlo.
Un proyecto como DELIRANZA solo puede surgir de un proceso creativo que implica la articulación de recursos musicales, coreográficos y por supuesto una madurez y un conocimiento de la técnica del baile flamenco que permite trascenderlo y enriquecerlo. Es una empresa cultural en el sentido más omnicomprensivo y general del término, una empresa creativa que sólo puede abordarse desde la ambición, la inteligencia y la tenacidad. El éxito es reunir a un equipo conjuntado que arriesga y crea, y contar con un liderazgo que mira hacia adelante, el único camino posible para conquistar el futuro. Como ella misma ha dicho en la entrevista que dio al diario EL PAIS, “mi movimiento es libre y no tiene límite ni género, ningún arte lo tiene”.
Y eso fue lo que vimos en Granada: la libre utilización de los recursos coreográficos, la emancipación de los formatos, la investigación musical con la guitarra, la percusión, los teclados y el cante recordando los cantes antiguos, sugeridos y apuntados, y en el corazón de la obra el puro baile al servicio de sí mismo y de la propia capacidad expresiva
Y eso fue lo que vimos en Granada: la libre utilización de los recursos coreográficos, la emancipación de los formatos, la investigación musical con la guitarra, la percusión, los teclados y el cante recordando los cantes antiguos, sugeridos y apuntados, y en el corazón de la obra el puro baile al servicio de sí mismo y de la propia capacidad expresiva. La noche se presentaba con los augurios de un momento excepcional y así fue. Sobrevolaba la escena Pina Baüsch y su Tanztheater Wuppertal, Mauricio Sotelo -compositor invitado este año al festival- con el que han trabajado Agustín Diassera y Dani de Morón, autores junto con Óscar Alvarez, Sergio “el Colorao” y Amparo Lagares de la composición musical. La dirección escénica con inquietantes movimientos de grupo, entradas y salidas, gestos mecánicos y recurrentes, baile de conjunto y solos, a cargo de Juan Dolores Caballero, la iluminación sobria, tenebrista e inquietante de Manuel Madueño y el incansable movimiento de los bailarines Martí Corberó, Maise Márquez, Gloria del Rosario, Ana Pérez, Hugo Sánchez, Ángel Fariña y Fernando Jiménez.
El flamenco no puede vivir anclado en la tradición, es demasiado rico para encorsetarlo y los flamencos solo pueden hoy día ser también contemporáneos. Lo son en los bailes de Israel Galván, Rocío Molina o Fuensanta la Moneta, las músicas de Rocío Márquez y la portentosa obra de Patricia Guerrero. Granada debe saber que ya tiene otra estrella en su rico firmamento flamenco.