IV CENTENARIO DEL OLVIDADO PROCURADOR EN CORTES POR GRANADA

Mateo Lisón y Viedma, un 'republicano tocapelotas' en la corte de Felipe IV

Cultura - Gabriel Pozo Felguera - Domingo, 22 de Agosto de 2021
Gabriel Pozo Felguera nos descubre en este magistral reportaje la historia de un ilustre granadino que convenció al rey para eliminar los lujos en las vestimentas de los españoles, con el fin de que no se empobrecieran, y que cuestionó la política fiscal y económica del Conde-Duque de Olivares con métodos muy modernos. No te lo pierdas, disfrutarás.
Gaspar de Guzmán, Conde-Duque de Olivares, pintado por Velázquez.
Gaspar de Guzmán, Conde-Duque de Olivares, pintado por Velázquez.
  • Cuestionó y puso contra las cuerdas la política fiscal y económica del Conde-Duque de Olivares en las Cortes de Castilla de 1621 a 1627

  • El valido de la monarquía mantuvo una agria discusión con el granadino que acabó con su destierro para siempre a sus tierras de Algarinejo

  • Mateo Lisón propuso al Rey eliminar los lujos en la vestimenta que empobrecían e hipotecaban las haciendas de los presumidos españoles

Rico propietario, político, escritor, arbitrista, procurador en Cortes por Granada, con acceso directo al Rey… Mateo Lisón y Viedma fue un granadino cuanto menos curioso, capaz de auparse a lo más alto del poder, enriquecerse con los negocios y prebendas reales, pedir igualdad y abusar de privilegios al mismo tiempo. Un profundo reformador de las costumbres y de la nefasta economía y hacienda de los Austrias menores; participó y revolucionó las Cortes españolas de 1621 y 1623-29. Pretendió recuperar el poder de ciudades y vasallos frente al monarca absoluto. Hasta que sus continuos pulsos con el valido Conde-Duque de Olivares en política fiscal y monetaria le acarrearon el calificativo de “republicano”. Fue la mosca cojonera y el grano en el trasero que le salió al hombre más poderoso de Europa a comienzos del siglo XVII. Hasta que Olivares lo encerró en su despacho, le amenazó, le chantajeó, lo puso a bajar de un burro y lo desterró para siempre de Madrid. A Mateo Lisón se le achaca, en parte, el drástico cambio del lujo en el vestir de los españoles a partir de 1623.

Mateo Lisón y Viedma (1580-1641) fue un granadino poliédrico, inquieto y contradictorio que no dejó de asombrar durante toda su vida. Ha dejado infinidad de rastros en varias comarcas de Granada y en la historia político-económica de España. Tanto por lo que otros escribieron de él como por lo que él mismo escribió sobre la situación social, política y económica que atravesaba la España decadente de Felipe III y Felipe IV.

A los veinte años, es decir, en 1601, ya estaba casado y había heredado de su padre el cargo de Caballero XXIV del Concejo de Granada. Se había casado nada menos que con la hija de uno de los hombres más ricos de Motril, Mariana de Contreras

Nació en 1580 en Montefrío, adonde se había establecido su familia. Su padre Francisco, emigrado de Murcia para aprovechar oportunidades tras la expulsión de los moriscos en 1571, se dedicó a adquirir tierras y engrosar fortuna comprando fincas y cargos en tierras del Poniente (Algarinejo, Loja) y litoral (Motril, Salobreña). Mateo salió alumno aventajado de su progenitor y continuó su misma política. A los veinte años, es decir, en 1601, ya estaba casado y había heredado de su padre el cargo de Caballero XXIV del Concejo de Granada. Se había casado nada menos que con la hija de uno de los hombres más ricos de Motril, Mariana de Contreras; su suegro, Alonso de Contreras, era un importante mercader y alcaide de Motril, propietario de al menos dos ingenios azucareros (el Viejo y el Nuevo).

Traslado de la partida de nacimiento de Mateo Lisón y Viedma en Montefrío, 19 de octubre de 1580. AHN.

Entre 1605 y 1618, Mateo Lisón (ya convertido en II Señor de Algarinejo) compaginó infinidad de cargos en los concejos de Loja, Motril y Granada, además de ir engrosando el Señorío de Algarinejo que su padre compró al poco de llegar a Granada. A través de las actas del Concejo de Motril conocemos infinidad de actividades del joven Mateo relacionadas con la construcción de almacenes de trigo en el Varadero; el suministro de pólvora y armas para la defensa militar de la Costa; su actividad como prestamista a la ciudad de Motril; la explotación de artefactos de azúcar en comanda con sus suegros. Los Lisón llegaron a acumular casi 3.000 hectáreas de tierra en la Vega del Guadalfeo en la primera década del seiscientos. Hasta que finalmente, Mateo consiguió heredar el cargo de Alcaide mayor de Motril dejado por su suegro y, en 1612, auparse con el empleo real de contador de rentas de la capital costera. A juzgar por la infinidad de contratos de compra-venta y censos (hipotecas) que firmó, no nos equivocamos al calificarlo como uno de los mayores potentados de la comarca.

En Granada capital, el cargo de edil (Caballero XXIV) llevaba aparejadas diversas prebendas e influencias. Aparece en los archivos municipales (a pesar de que la mayoría de actas del Ayuntamiento de aquella época están desaparecidas) manteniendo responsabilidades relacionadas con aguas, caminos y, sobre todo, organizador-comisario de fiestas, corridas y fastos diversos

En Granada capital, el cargo de edil (Caballero XXIV) llevaba aparejadas diversas prebendas e influencias. Aparece en los archivos municipales (a pesar de que la mayoría de actas del Ayuntamiento de aquella época están desaparecidas) manteniendo responsabilidades relacionadas con aguas, caminos y, sobre todo, organizador-comisario de fiestas, corridas y fastos diversos. Los Anales de Henríquez de Jorquera están repletos de referencias a la frenética actividad de Mateo Lisón para el Concejo de Granada, sobre todo entre 1627 y 1634: la primera fecha, porque fue cuando cambió profundamente el rumbo de su vida (objeto principal de este artículo); la segunda, porque decidió retirarse de la vida pública y ceder el cargo de edil a uno de sus yernos (padre del I Marqués de Algarinejo).

Procurador del Reino de Granada en Madrid

Entre 1492 y 1664, Granada tenía dos procuradores en las Cortes de Castilla; igual representación que las otras 17 ciudades con derecho a estar presentes en aquel órgano legislativo. No obstante, las Cortes ya no tenían el mismo poder ni respeto que hasta 1521, cuando el Emperador Carlos V las devaluó. Pero las Cortes continuaron siendo una institución a la que las ciudades acudían mudas a aprobar lo que el rey o su valido les ponían sobre la mesa. Los cargos de procurador eran en realidad una dádiva anhelada por las ingentes ayudas de costa y mercedes reales que recibían sus titulares.

Nuestro personaje, Mateo Lisón, se había vuelto a casar en 1618 con la hija (Baltasara) de un poderoso fiscal de la Real Chancillería: Gregorio López Madera. Este jurista estaba muy bien relacionado con la monarquía; era nada menos que hijo del médico del mismo nombre, quien estuvo al servicio de Carlos V, Juan de Austria y Felipe II. Fue, además, consejero de la Casa Real y fiscal del Consejo de Hacienda. Con aquel suegro y la fortuna que acumulaba, es comprensible la facilidad que tuvo Mateo Lisón para marcharse a Madrid, a la Corte, en calidad de procurador mayor del Reino de Granada. Aquel cargo era algo así como un delegado o embajador de Granada ante las oficinas reales de Madrid, encargado de llevar quejas y pedir deseos de sus representados. A principios de 1619 ya vemos al joven Mateo viviendo en Madrid con Baltasara, con un hijo nacido y otra en camino. Justo en el momento en que su suegro fue elevado a letrado del Consejo de Castilla.

Mateo Lisón y Viedma acumuló a su empleo de procurador mayor el nombramiento de procurador en Cortes de 1621. Y en aquel foro de representación fue en el que se dispuso a representar, durante los seis años siguientes, los papeles más estelares de su vida política y profesional

En la primavera de 1621 se produjo la muerte de Felipe III y el relevo por su joven hijo Felipe IV. Inmediatamente desaparecieron de escena los validos Duque de Lerma y Conde de Uceda, para comenzar su ascensión el Conde-Duque de Olivares. Fueron convocadas las primeras Cortes del nuevo monarca, en 1621, con la intención clara de que los procuradores de las 18 ciudades le aprobasen grandes aportaciones de ducados de los que tan necesitaba estaba la Corona para continuar derrochándolos en sus guerras de Flandes y de Italia. España atravesaba por aquel principio de centuria una de las mayores crisis sociales, económicas y fiscales.

Mateo Lisón y Viedma acumuló a su empleo de procurador mayor el nombramiento de procurador en Cortes de 1621. Y en aquel foro de representación fue en el que se dispuso a representar, durante los seis años siguientes, los papeles más estelares de su vida política y profesional.

Sus biógrafos y los estudiosos de sus escritos no creen que Mateo Lisón tuviese una formación especializada en leyes y economía. También él, en uno de sus escritos, deja referencia que no era hombre letrado. Pero lo que es innegable es que su padre debió proporcionarle profundos conocimientos de números, leyes o administración. Al menos, su éxito con las finanzas y su olfato para los negocios y las relaciones hacen pensar que fue una persona muy inteligente.

La fama, consideración y respeto de Mateo Lisón subió como la espuma. Contrariamente, el Conde-Duque se veía obligado a puentear a las Cortes para poder conseguir financiación a sus políticas. Mateo elevó su pulso al comenzar a escribir memorándums, imprimirlos y repartirlos entre los políticos miembros de los consejos reales y de la administración madrileña

El Conde-Duque de Olivares debió darse cuenta muy pronto de que el joven granadino no daba puntada sin hilo. No había ido a las Cortes sólo a asentir y poner la mano, como era costumbre habitual. Empezó por cuestionar la mayoría de propuestas de la Corona en pro de conseguir más y más dinero para financiar la decadente monarquía y sus cuestionados proyectos. Y lo peor de todo fue que Mateo Lisón contagió a los representantes de otras ciudades, que también cuestionaban las propuestas formuladas por el Conde-Duque. Se alió con un primo hermano suyo (Juan de Verástegui y Lisón), quien casualmente era procurador por el Reino de Murcia. Unos cuantos procuradores cuestionaron la estructura fiscal, monetaria y hacendística que estaba llevando a la ruina al país. Fue el momento en que, en cierto modo, Mateo Lisón sostenía que las ciudades y los vasallos de la monarquía debían recuperar el poder, la representatividad y la democracia de que gozaron hasta un siglo atrás. No limitarse a asentir como se venía haciendo desde el fracaso de los Comuneros. Al diputado granadino empezaron a llamarlo “repúblico”, “republicano” o demócrata al estilo de la Grecia y Roma clásica.

La fama, consideración y respeto de Mateo Lisón subió como la espuma. Contrariamente, el Conde-Duque se veía obligado a puentear a las Cortes para poder conseguir financiación a sus políticas. Mateo elevó su pulso al comenzar a escribir memorándums, imprimirlos y repartirlos entre los políticos miembros de los consejos reales y de la administración madrileña. Lo hacía con el título de Discursos y Apuntamientos. Eran textos en los que exponía su punto de vista para acometer una profunda reforma de la administración española, pues las vetustas y corruptas formas heredadas de reyes y validos anteriores eran la causa de la decadencia de España. En los Discursos se hablaba de las causas de la despoblación de España, la excesiva carga tributaria de la plebe, desorbitadas regalías reales, exceso de importaciones, falta de motivación al trabajo, inflación y falsificación monetaria, exceso de instituciones religiosas, compra-venta de oficios y cargos públicos (que Mateo también solía practicar), etc. Incluso en uno de sus Discursos criticó el excesivo gasto de los españoles en lujos, vestimentas, oropeles y carrozas para pasear, de manera que había mucha gente endeudada hasta las cejas con tal de aparentar.

El Conde-Duque de Olivares llevaba todavía poco tiempo como valido de la Corona y no había llegado a lo más alto de su poder. No le gustaba el comportamiento del “tocapelotas” granadino, pero no le quedaba más remedio que contemporizar con él. E incluso asumir algunas de sus propuestas

El Conde-Duque de Olivares llevaba todavía poco tiempo como valido de la Corona y no había llegado a lo más alto de su poder. No le gustaba el comportamiento del “tocapelotas” granadino, pero no le quedaba más remedio que contemporizar con él. E incluso asumir algunas de sus propuestas. Que le llegaban a través del despacho con el mismísimo Felipe IV.

Eliminación de los lujos en el vestir

La primera propuesta concreta que entregó por escrito al rey consistió en eliminar los lujos superfluos y farfollas que se habían adueñado de España desde hacía casi un siglo, procedentes en su mayoría de cortes europeas. El reinado de Carlos III se caracterizó por el uso excesivo de lechuguillas o gorgueras en el cuello y todo tipo de encajes y telas pomposas. En su mayoría se trataba de mercaderías que eran importadas y la riqueza la creaban en otros países.

La primera propuesta concreta que entregó por escrito al rey consistió en eliminar los lujos superfluos y farfollas que se habían adueñado de España desde hacía casi un siglo, procedentes en su mayoría de cortes europeas

La excesiva introducción de productos de otras naciones estaba siendo criticada por muchos intelectuales del momento, especialmente la escuela de Toledo comandada por Sancho de Moncada. Se insistía en que adquirir productos foráneos para adornar los cuerpos y sacarlos a paseo era pernicioso para la economía española. El resultado era la emigración a las zonas productoras en busca de empleo y el endeudamiento de los presumidos españoles para ir a la moda.

Retrato de Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II, a comienzos del XVII. El vestuario de los pudientes españoles era recargadísimo; las clases populares se endeudaban intentando imitarlos. Lo importante era la apariencia.

Aunque varios pensadores mercantilistas y algún monje predicador (como el motrileño Martínez de Mata) lo venían criticando, el primero que se atrevió a concretarlo por escrito, entregarlo y comentarlo a Felipe IV fue precisamente Mateo Lisón. Debido a su condición de procurador en Cortes, solicitó dos audiencias con el monarca para explicarle cuáles debían ser las medidas para reformar España. La primera entrevista tuvo lugar en el Alcázar de Madrid el 27 de junio de 1622; Lisón volvió a insistirle a Felipe IV en su segunda audiencia del 21 de noviembre de 1622.

Capítulo de Discursos donde criticaba las demasías en los trajes, cuellos y coches, y la necesidad de reducir o eliminar su uso.

Le entregó su Discursos y apuntamientos con la propuesta de prohibir los lujos en la forma de vestir de los españoles. Aunque el debate del excesivo lujo estaba en la calle desde años atrás, la sorpresa fue que pocos meses después de la conversación de Mateo Lisón con Felipe IV éste promulgó el real decreto de 11 de febrero de 1623 mediante el cual se establecían disposiciones legales para eliminar los innecesarios gastos de la población a la hora de vestir. La moda experimentó un gran cambio a partir de entonces, especialmente la masculina: fuera bordados, alhajas en los vestidos, ni colgaduras con telas extranjeras… pero donde más se notó el cambio fue en la sustitución de las incómodas lechuguillas por cuellos planos almidonados o colgando sobre la espalda. También se simplificaron jubones, mangas y se adoptaron calzones inspirados en el vestuario militar. Volvió el ahorro y algo de sencillez al vestuario.

Incluso algunas ciudades, como fue el caso de Granada, prohibieron el paseo y exhibición en coches de caballos sin más motivo que el lucimiento personal. Sólo se veía bien que utilizaran coches por los traslados de autoridades y quienes los necesitasen para el desempeño de sus funciones

Incluso algunas ciudades, como fue el caso de Granada, prohibieron el paseo y exhibición en coches de caballos sin más motivo que el lucimiento personal. Sólo se veía bien que utilizaran coches para los traslados de autoridades y quienes los necesitasen para el desempeño de sus funciones. La redacción de la ordenanza salió el puño de Mateo Lisón.

La contrapartida de aquellas medidas fue la protesta del sector del comercio de telas y sastrería. Se quejaron de la importante merma de negocio que les estaba reportando aquel recorte de dinero que antes iba a consumo y no a producción. El gremio de 14 sastres de Granada tuvo ocasión de manifestarlo personalmente a la comitiva de Felipe IV en su visita a la Abadía del Sacromonte, en la primavera de 1624.

Retrato de Felipe III, con una enorme lechuguilla alrededor del cuello.
Retrato de Felipe IV, con una gorguera sencilla y almidonada tras su real decreto que prohibió el lujo excesivo a partir de 1623.

El estallido del Conde-Duque y el destierro

Como el tema de la recaudación de arbitrios no estaba resuelto, Felipe IV volvió a convocar nueva sesión de Cortes el 13 de febrero de 1623. Justo dos días después de promulgar la reforma de la vestimenta. Se iba a tratar de una de las sesiones de Cortes de Castilla más complejas y de más larga duración; se iban a prolongar nada menos que hasta el 6 de abril de 1629. Nuevamente, sobre la mesa las intenciones del Conde-Duque de eliminar el sistema de servicio de Millones y sustituirlo por otro de erarios o tesorerías en los reinos, además de un nuevo servicio de 30.000 soldados (se pedía a cada pueblo el mantenimiento de un determinado número de militares, en función de su población).

Una vez más, el procurador granadino Mateo Lisón volvió a la carga durante aquellos años de sesiones. Lo peor de todo es que contagió a los representantes de varias ciudades más y éstos a sus respectivos Concejos

Una vez más, el procurador granadino Mateo Lisón volvió a la carga durante aquellos años de sesiones. Lo peor de todo es que contagió a los representantes de varias ciudades más y éstos a sus respectivos Concejos. La Corona y su valido Conde-Duque comprobaron que las Cortes no suponían un mero trámite para aprobar lo que le pusieran en su mano. Mateo Lisón continuó escribiendo sobre política, arbitrios y reforma de la administración del reino. Recogía la crítica de muchos arbitristas (economistas de la época). Y volvió a publicar sus escritos en una imprenta, bajo el título Memorial.

Por tercera vez, solicitó entrevista privada con el rey Felipe IV para entregarle una copia e insistirle, cinco años más tarde, en las profundas reformas que debía acometer su valido. La nueva entrevista con el Rey tuvo lugar el 31 de mayo de 1627. En su escrito cuestionaba abiertamente las lagunas del gobierno del Conde-Duque de Olivares.

Le acusó de ser un ignorante, no saber de nada y opinar de todo, de ir contra las resoluciones del Rey, utilizaba el nombre de Granada para conseguir sus prebendas personales, etc. Mateo no se amilanó y rebatió todas las acusaciones con tanta o más contundencia que el jefe de gobierno

Aquélla fue la última vez que se vio a Mateo Lisón en Madrid (aunque parece que acudió alguna vez más de modo clandestino a ver a sus hijos). Nada más tener conocimiento el Conde-Duque de la entrevista con el Rey, lo citó a su despacho a primera hora de la mañana del 1 de junio. El jefe del gobierno llamó a un testigo y cerró la estancia por dentro. Olivares ya se había fortalecido al frente del Consejo, no era el recién llegado de 1622. Acusó a Mateo Lisón de todos los males de España y de las Cortes, le vejó, le amenazó y le chantajeó con investigarle toda su vida y sacarle sus trapos sucios, así como quitarle prebendas y hacienda. Le acusó de ser un ignorante, no saber de nada y opinar de todo, de ir contra las resoluciones del Rey, utilizaba el nombre de Granada para conseguir sus prebendas personales, etc. Mateo no se amilanó y rebatió todas las acusaciones con tanta o más contundencia que el jefe de gobierno. En suma, el valido había convencido al Rey del peligro que suponía el prócer granadino para su monarquía: había que expulsarlo de las Cortes y de Madrid para siempre.

Y así fue. Felipe IV dio su aprobación al destierro del procurador granadino a sus tierras de Algarinejo. A ver si de esa forma quedaban extirpados todos los males del Reino y las Cortes tomaban buena nota del aviso a navegantes. Mateo Lisón aceptó su destierro a Granada, pero su cuestionamiento de las medidas recaudatorias había calado en otros procuradores. Tras su expulsión de Madrid, todavía las Cortes continuaron poniendo innumerables trabas a las pretensiones del valido. Sus sesiones se tuvieron que prolongar casi otros dos años más.

La estrella política del Caballero XXIV de Granada comenzó a apagarse a partir de entonces. Continuó dedicándose a acumular oficios públicos, a adquirir tierras y a los negocios. Políticamente su papel quedó reducido a edil del Concejo de Granada, donde permaneció hasta 1634 en que cedió el testigo a su yerno Luis Fernández de Córdoba

La estrella política del Caballero XXIV de Granada comenzó a apagarse a partir de entonces. Continuó dedicándose a acumular oficios públicos, a adquirir tierras y a los negocios. Políticamente su papel quedó reducido a edil del Concejo de Granada, donde permaneció hasta 1634 en que cedió el testigo a su yerno Luis Fernández de Córdoba. En sus últimos siete años como concejal por Granada aparece en varias ocasiones como encargado de organizar los festejos y corridas de la ciudad; organizó los fastos con motivo del nacimiento del príncipe Baltasar Carlos (1630).

Felipe IV y Olivares se habían quitado el incordio de encima. Y unas décadas más tarde también eliminarían a todas las Cortes de las ciudades. Tenían vía libre para continuar empujando a España por la pendiente iniciada por Carlos III y Duque de Lerma un cuarto de siglo antes.

Lisón compró al Rey la escribanía Algarinejo por 200 ducados, en 1635. Practicó ampliamente la política de regalías y venta de oficios públicos que tanto criticaba en sus escritos. AHN.

Otros datos biográficos

  • Linaje. Los Lisón fueron un linaje de origen francés que acudieron a la conquista del Reino de Murcia. Durante varias generaciones acumularon oficios públicos y fortuna en esta zona. Tras la expulsión de los moriscos, Francisco Lisón Saorín decidió asentarse en tierras granadinas. Se ubicó en la comarca de Montefrío, donde adquirió a la Inquisición el Cortijo de Algarinejo.  También compró tierras de cultivo en la vega del Guadalfeo. Acabó casándose con la hija del administrador de la Alhambra (Ceprián de León), de nombre Luisa de Viedma y León. De aquel matrimonio nació Mateo Lisón y Viedma, el 19 de octubre de 1580, en Montefrío.
  • Matrimonios. Mateo Lisón se casó tres veces y tuvo descendencia con las tres mujeres. La primera fue Mariana de Contreras (1601), hija del comerciante y alcaide de Motril Alonso de Contreras. Su primogénita, Mariana Lisón y Contreras, se casó con Luis Fernández de Córdoba, padres del I Marqués de Algarinejo. El segundo matrimonio fue en 1618 con Baltasara Godínez Madera, con la que tuvo un niño y una niña. Su tercer matrimonio fue en 1630 con Catalina Carvajal y de la Cueva, de rica familia motrileña y viuda del regidor Rodrigo Hurtado de la Fuente.
Partida de bautismo de la primogénita Mariana de Lisón y Contreras, en la parroquia de la Magdalena de Granada, en 1603. AHN.
  • Caballero XXIV. Fue concejal (Caballero XXIV) del Concejo de Granada entre 1601 y 1634. Aparece en los archivos y las crónicas como encargado de obras, caminos y fiestas.
  • En Motril. Ya desde 1601 aparece haciendo negocios y cultivando caña de azúcar en Motril. En 1611 se hace con la alcaldía mayor de Motril, que desempeñó sólo un año. En 1612 obtuvo el título de contador perpetuo del Concejo de Motril. En 1613 empezó los trámites para hacerse con el oficio de alguacil perpetuo de Motril, que consiguió tiempo después y vendió en 1640.
  • Procurador de Granada. Desempeñó el cargo de procurador mayor de Granada en Madrid entre 1618 y 1627. Y procurador de Cortes en las convocatorias de 1621 y 1623. Estuvo como delegado en Madrid a las órdenes de tres corregidores de la ciudad: Luis de Guzmán y Vázquez, García Bravo de Acuña y Luis Lasso de la Vega.
  • 2 de junio de 1627. Felipe IV le destierra a Algarinejo siguiendo instrucciones del Conde-Duque de Olivares, jefe del gobierno.
  • Títulos nobiliarios. Sus descendientes obtuvieron títulos nobiliarios. Su nieto Juan de Lisón y Fernández de Córdoba fue el I Marqués de Algarinejo. La sangre de los marqueses de Algarinejo se cruzó con la de los Condes de Luque en 1731 por matrimonio entre Cristóbal Rafael Fernández de Córdoba y Ordóñez (IV marqués) y la V condesa de Luque, su prima María Vicenta Egas-Venegas. Los dos títulos de sus descendientes habían sido conseguidos durante el reinado de Felipe IV.
  • Muerte. Mateo Lisón y Viedma falleció en sus tierras de Algarinejo en 1641. Fue enterrado en la iglesia de la que fue su villa.
AGRADECIMIENTO Y BIBLIOGRAFÍA

Debo la mayor parte de esta historia a los escritos y orientaciones recibidos de Manuel Martín Rodríguez, Catedrático de Economía. Hace pocos años escribió un interesantísimo capítulo introductorio titulado “Mateo Lisón y Viedma ante las reformas de Olivares (1621-28)”. Abre el libro que recoge todos los escritos publicados por Mateo Lisón de carácter político-económico, bajo el título “Discursos y apuntamientos y otros escritos”, editado por la Real Academia de Ciencias Políticas y Morales (2016).

También he tomado datos de la tesis doctoral “El Concejo de Motril a través de sus actas capitulares (siglo XVII)”, de Jesús Rodríguez Gálvez.

Otros datos sobre Mateo Lisón se encuentran en abundancia en los archivos estatales, fondo Casa de Luque, así como en el Archivo Histórico Municipal de Granada y en los Anales de Granada, de Henríquez de Jorquera.