El granadino tan feo que lo incluyeron en el Diccionario de la Lengua
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El feo de Alhendín fue convertido en personaje de teatro cómico a principios del siglo XIX, llevado por España y elevado a categoría literaria, musical y cinematográfica
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El zapatero condenado a muerte e indultado sufrió una deformación de rostro y cráneo debido al padecimiento en prisión o tras salir de ella
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Dio origen al conocido refrán “Eres más feo que Picio” o para calificar a un hombre excesivamente feo (DRAE)
Isidoro Máiquez (1768-1820) fue el actor de moda durante los primeros años del siglo XIX. Llegó a formar parte, tanto en calidad de actor como propietario, de varias compañías teatrales: los Caños del Peral, Príncipe, etc. Estos grupos teatrales hacían rutas por provincias prácticamente todos los años; Granada y sus teatros fueron parada obligada por las principales compañías cómicas y líricas.
Por aquellos primeros años del siglo XX cobró fama en Granada la terrible historia de Francisco (a) Picio, el desdichado zapatero de Alhendín. Isidoro Máiquez no dudó en incorporar aquella fea y deformada cara como uno de los personajes cómicos de sus obras
Los directores de las obras solían meter referencias puntuales o morcillas de hechos o personajes del lugar donde se encontraban. En nuestro caso, granadinizaban cuestiones de moda. Por aquellos primeros años del siglo XX cobró fama en Granada la terrible historia de Francisco (a) Picio, el desdichado zapatero de Alhendín. Isidoro Máiquez no dudó en incorporar aquella fea y deformada cara como uno de los personajes cómicos de sus obras. De esta forma parece que empezó la lenta expansión del refrán “Eres más feo que Picio”, de ciudad en ciudad, de teatro en teatro.
Isidoro Máiquez, en la cumbre de su fama, retratado por Goya en 1807.
Isidoro Máiquez fue liberal y afrancesado. Tuvo bastantes problemas con Carlos IV y después con Fernando VII por representar obras y personajes que no gustaban a la monarquía, a la iglesia ni a la nobleza. Hacia 1818 se le quiso imponer la representación de una obra del dramaturgo Javier de Burgos (el motrileño de las divisiones provinciales); no quiso representarla por considerarla mediocre o arcaica. El poder de Javier de Burgos era grande en aquel momento en la administración absolutista, de modo que propició el destierro de Máiquez a Granada. Fue condenado a languidecer en esta ciudad, en cuyo cementerio fue enterrado y años después erigida la columna que se conserva en la Plaza del Padre Suárez. Máiquez murió de locura (1820) al no dejársele actuar. Parece ser que su última representación, hacia febrero de 1820, fue la de Picio, con la cara deformada y enmascarada para que no fuera reconocido por sus vigilantes.
Un desgraciado zapatero de Alhendín
El refrán “eres más feo que Picio” arraigó en toda España. Muy pronto saltó a la literatura y al periodismo, cuando todavía estaba vivo el personaje. Su fama de feo le precedió, pero realmente pocos sabían si se trataba de un personaje real o de ficción. Menos en Granada.
Francisco Picio fue un zapatero de Alhendín. Vivía cercano a una taberna, adonde solía acercarse a echar unas cartas o unos vinos. Un día surgió una discusión a la puerta de la tasca en la que se encontraba Picio como simple espectador. La discusión acabó en tragedia, pues uno de los contendientes tiró de navaja e hirió mortalmente a otro
Francisco Picio fue un zapatero de Alhendín. Vivía cercano a una taberna, adonde solía acercarse a echar unas cartas o unos vinos. Un día surgió una discusión a la puerta de la tasca en la que se encontraba Picio como simple espectador. La discusión acabó en tragedia, pues uno de los contendientes tiró de navaja e hirió mortalmente a otro. El matador salió huyendo del lugar y el buen zapatero se agachó para auxiliar al herido mortalmente. La navaja ensangrentada quedó tirada en el suelo. En ese momento, cuando expiraba el moribundo, se presentó la justicia sin tiempo ya para que quien iniciaba viaje al otro mundo pudiese declarar quién le mató. Picio, con la faca a su lado y las manos manchadas por los borbotones de sangre, se cargó el muerto.
El pobre zapatero fue encarcelado y condenado a muerte de inmediato. No tuvo posibilidad de defensa, pues nadie se atrevió a declarar a su favor. Si es que hubo alguien más que presenció en asesinato.
Por Alhendín se ha trasmitido de boca en boca otra versión: Picio habría sido condenado por dar muerte a su mujer en un ataque de celos
Por Alhendín se ha trasmitido de boca en boca otra versión: Picio habría sido condenado por dar muerte a su mujer en un ataque de celos. [También se alude en su cuna de origen que pudo haberse llamado Sulpicio en vez de Francisco, aunque lo abreviaron en Picio o Picho. Sulpicio es un nombre de origen romano, abundante en siglos pasados, pero hoy en desuso: el INE tiene contabilizados 53 españoles con ese nombre en la actualidad, dos de ellos en la provincia de Granada; lo llevan personas mayores pues la edad media de los Sulpicio repartidos por España es de 68 años].
Sea de una u otra forma, el hecho es que estuvo encarcelado un tiempo en espera de que le aplicaran el garrote. No trascendió el motivo por el cual, unos meses después, le fue levantada la pena de muerte y excarcelado. Tampoco se sabe con exactitud la causa por la cual salió de la cárcel sin pelo, con la cara y cráneo deformados y llenos de tumoraciones. La tradición lo acacha a que no contrajo ninguna enfermedad en la cárcel, sino que la deformación de sus facciones y la caída del cabello fue consecuencia del soponcio al recibir la noticia del perdón.
Sea de una u otra forma, el hecho es que estuvo encarcelado un tiempo en espera de que le aplicaran el garrote. No trascendió el motivo por el cual, unos meses después, le fue levantada la pena de muerte y excarcelado. Tampoco se sabe con exactitud la causa por la cual salió de la cárcel sin pelo, con la cara y cráneo deformados y llenos de tumoraciones
Aquel hombre de aspecto deforme comenzó a levantar repulsión de sus paisanos. Tomó entonces la decisión de trasladarse a vivir a Lanjarón, donde ocurrió algo parecido. Se cubría la cabeza con un pañuelo para tapar sus deformidades. Se negaba a quitárselo al entrar a la iglesia; el párroco y los vecinos acabaron por despreciarlo. Tuvo que abandonar la ciudad de los manantiales. Se trasladó a Granada capital a esconderse dónde pudo y a vivir de la limosna. En Granada era objeto de burla y escarnio por su fealdad.
No se conocen más datos sobre su penosa existencia. Es probable que su vida se alargara hasta mediado el siglo XIX, ya que en 1879 había granadinos que decían recordar su presencia por las calles.
Salto a la literatura
Antes he escrito que su fealdad fue recogida por el teatro cómico en los primeros años del siglo XIX, quizás nada más presentarse en Granada tras su excarcelación. Desde el teatro, el refrán “eres más feo que Picio” fue recogido por los escritores en la década de los veinte decimonónicos: en 1828 he hallado la primera referencia escrita a este dicho; lo recoge El Correo Literario y Mercantil (edición de 1 de agosto) en una colaboración literaria:
Otro más. En un ejemplar del periódico El Pensamiento (1841) fueron publicadas unas memorias del coronel Antonio Ríos de Olano. Recordaba una escena ocurrida en Navarra durante la guerra carlista de 1834. Al describir a uno de los soldados participantes lo comparó con la fealdad del granadino Picio. Aquellos textos fueron reproducidos en 1842 por la revista La España Militar:Era más que evidente que a Picio, aún anciano en Granada, le nombraban por todos los territorios españoles.
Pero sin duda la fama le llegó a partir del poema afolletinado que le dedicó el poeta y dramaturgo Manuel Bretón de los Herreros (académico de la RAE entre 1837 y 1873). El poema lo tituló “El Feo” y fue publicado por vez primera en el periódico El Constitucional, en 1843:
La última estrofa dice: “Soy más feo que Picio /y es mi mayor suplicio/gustar de la hermosura./Si al fin por desventura/acepta alguna bella/mi amor, tal será ella/capricornium me fecit: lo preveo/¡Ay desgraciado del que nace feo/.
Justo el momento en que el académico Bretón de los Herreros escribía el anterior poema dedicado a Picio, la Real Academia estaba presidida por el granadino Francisco Martínez de la Rosa (entre 1839 y 1862).
Ante el uso generalizado y popular del término en prensa y literatura madrileña, ambos escritores decidieron someter la inclusión de Picio en el Diccionario de la RAE con el siguiente significado: “nombre propio, más feo que Picio, expresión figurada y familiar. Dícese de la persona excesivamente fea”
Ante el uso generalizado y popular del término en prensa y literatura madrileña, ambos escritores decidieron someter la inclusión de Picio en el Diccionario de la RAE con el siguiente significado: “nombre propio, más feo que Picio, expresión figurada y familiar. Dícese de la persona excesivamente fea”. Y como tal figura el granadino más feo en el DRAE desde su edición de mediados del siglo XIX (1852).
El uso del término Picio para definir la fealdad excesiva de una persona se generalizó en la literatura, aunque a veces de una manera cruel y despiadada, que incluso incluían otros aspectos de físicos desgarbados o desproporcionados. Un ejemplo es el siguiente, recogido del Semanario Pintoresco Español (28.03.1852):
El mundillo del teatro, las variedades y la moda, por supuesto que utilizaban mucho el comparativo. Tales son los casos de Correo de la moda y de señoritas (1857) y el recogido dos veces por el director de Madrid Cómico (Sinesio Delgado) en el siguiente poema:
(…)
Y si periodistas y escritores del XIX no se cebaron lo suficiente al conocer la inserción de Picio en el DRAE, también el mundillo de la crítica taurina se recreó con el pobre feo de Alhendín. Utilizaban su fealdad para calificar morlacos contrahechos, bizcos, malcarados o deformes que los ganaderos metían en las plazas. El siguiente ejemplo es ilustrativo, extraído del periódico Boletín de Loterías y Toros (1879). Precisamente aquel feo toro Goloso objeto de crítica fue toreado por el granadino Frascuelo:
Todos le nombraban pero nadie sabía quién fue
Es bastante probable que el feo de Alhendín muriese sin saber que su fama se extendía por toda España e incluso su nombre había alcanzado la categoría de formar parte del Diccionario de la Real Academia Española.
En 1868 comenzó a publicarse en Madrid un periódico llamado El Averiguador. Se subtitulaba Medio de Comunicación entre los Curiosos y Aficionados. Su objetivo no era otro que intentar resolver preguntas que dirigían sus lectores a la redacción. En el número 21, correspondiente al, 24 de mayo de 1868, un lector quiso saber de dónde procedía lo de Picio:
Esta cuestión continuó repitiéndose de vez en cuando en este periódico sin que nadie la respondiera. En el año 1872, El Avariguador (dirigido ya por E. de Mariátegui) mantenía la pregunta sin responder. Pero en esta ocasión la había ampliado a la posibilidad de que también pudiese ser Ticio o Pifio (En Granada incluso se le llegó a llamar Picho). La confusión había aumentado, pues el diario barajaba la posibilidad de que se tratase de un personaje imaginario o de otro país y de otra época. Unos pocos años más tarde, en 1979, El Averiguador fue adquirido por el presbítero, erudito y filólogo sevillano José María Sbarbi y Osuna. Le añadió el apellido de Universal. Él se encargó de rebuscar en busca de los orígenes de Picio y parece que los encontró. ¡Nada menos que once años después de que un lector dirigiese la pregunta! Este periódico publicó la historia del feo de Alhendín, recogida –según dijo– entre gente que conoció al desgraciado Zapatero. Suponemos que eran granadinos sus informantes.La explicación que hizo en El Averiguador Universal (15 de noviembre de 1879) fue la que sigue en este recorte:
Salto a la novela y a la zarzuela
Otro académico granadino, Pedro Antonio de Alarcón, recurrió a Picio para dibujar el famoso personaje de su novela El Sombrero de tres picos (1874). Fue un texto muy leído en su época que contribuyó a extender la figura del desgraciado Quasimodo provincial. En el capítulo V del texto comienza diciendo: “El tío Lucas era más feo que Picio. Lo había sido toda su vida, y ya tenía cerca de cuarenta años. Sin embargo, pocos hombres tan simpáticos y agradables habrá echado Dios al mundo”.
Pedro Antonio de Alarcón añadió otras cualidades sobre nuestro personaje que no lo hacían tan rechazable y objeto de burla, como había ocurrido hasta entonces. Picio era feo, pero buena persona y necesitado de amor. La acción de 'El Sobrero de tres picos' se desarrolla en los alrededores de un pueblo de Granada (que no nombra), a comienzos del siglo XIX
No obstante, Alarcón añadió otras cualidades sobre nuestro personaje que no lo hacían tan rechazable y objeto de burla, como había ocurrido hasta entonces. Picio era feo, pero buena persona y necesitado de amor. La acción de El Sombrero de tres picos se desarrolla en los alrededores de un pueblo de Granada (que no nombra), a comienzos del siglo XIX (Es probable que Pedro Antonio de Alarcón fuese quien informara a Sbarbi, incluso que llegase a conocer a Picio). El Tío Lucas es la viva imagen de Picio.
La novela de Pedro Antonio de Alarcón fue la base de diversas composiciones musicales y de películas en el siglo XX. El segundo en hacerlo fue Manuel de Falla (1919). La pícara molinera y la Bella Campesina son versiones cinematográficas del Sombrero de tres picos.
Unamuno, los hermanos Álvarez Quintero, Pío Baroja y Pérez Galdós, entre otros, se han referido algunas veces al feo granadino. Galdós lo reconvirtió en Pedro Picio en su novela inconclusa Rosalía.
He dicho que Falla fue el segundo porque ya en 29 de julio de 1880 fue estrenada una obra cómico-musical en el Teatro Jardín del Buen Retiro basada en la figura de Picio. Se llamó Picio, Adán y Cía. De esta obrita, ambientada en las cercanías de Sevilla, se acabó haciendo también una Zarzuela. La letra fue obra de Rafael María Liern y la música de Carlos Mangiagalli.
Picio en este caso se ha convertido en un personaje cómicamente feo, pero gracioso y ciertamente simpático. Su papel era representado por el tenor cómico de la compañía.
En Granada, también la revista literaria La Alhambra se interesó por investigar en Alhendín y Lanjarón. Francisco de Paula Valladar escribió sobre ello en el número del 10 de octubre de 1884. Ratificó prácticamente la versión ofrecida por Sbarbi; no obstante, preguntó a la gente mayor de estos dos pueblos y todavía para 1884 se le recordaba en ambos lugares, aunque con el apodo de Picho.
Y esta es la historia del granadino más feo de la Historia. El único que por sus defectos ha pasado al principal libro de la lengua castellana. Un nombre muy utilizado que Francis Guerrero, alcalde del municipio, debería recordar en algún espacio público de Alhendín.