La jienense acaba de publicar sus memorias autobiográficas en “La Casa”, editada por la granadina Tleo

Dolores Montijano, el rostro de las Artes

Cultura - P. Robles - Domingo, 5 de Febrero de 2017
Es tan impetuosa y vigorosa la fuerza de su espíritu, que una vida es insuficiente para su creación, para la creación. Dolores Montijano es una de esas artistas de casta que poco o nada se prodigan. Que el arte, las artes, le corren naturalmente por las venas, como ya lo hiciera con su padre, Alejandro Serrano. Dolores Montijano, una artista prolífica, inquieta, difícil de encasillar, con tanta entrega y devoción a la vida, como pasión siente por el arte, cualquiera que sea su manifestación. Que cuando Montijano divaga y fabula en su hora de las musas, se le va el Santo al cielo. Y lo mismo explora las infinitas posibilidades del grabado y la pintura que el noble arte de la palabra.
Dolores Montijano, con 'La casa', entre sus manos.
Raquel Marín
Dolores Montijano, con 'La casa', entre sus manos.

No sé si leyenda viva, mujer adelantada a su tiempo, o alma creadora. Si artista del grabado, de la pintura o de la palabra… Pero que la vida le ha brindado el don privilegiado para fabular, como afirma su amigo, el escritor y periodista Juan Vellido, es algo absolutamente incuestionable. A Dolores Montijano, le basta un recuerdo, por pequeño que sea, una emoción, una fragancia o experiencia sensorial –recuerda con facilidad olores que la transportan a otros tiempos vividos- para darse a la creación.

 A Dolores Montijano, le basta un recuerdo, por pequeño que sea, una emoción, una fragancia o experiencia sensorial –recuerda con facilidad olores que la transportan a otros tiempos vividos- para darse a la creación

Conocida y reconocida por su paso por el selecto grupo de Jaén, “la única mujer entre doce hombres” –apostilla-, el grupo Realejo o la Fundación Rodríguez Acosta, es una de esas mujeres que, aun con la fuerza de su impronta y de su creación, todavía prefiere caminar de puntillas y con modestia en el mundo de las Artes. Y es, como digo, una de las pocas artistas con una fuerza tan desgarradora en su creación y en la materia, que por difícil que resulte de encasillar ni adscribir a ningún movimiento o escuela… es tal su impronta, que una obra de Montijano tiene su firma indeleble, guste ella o no. Ella que, con modestia dice no saber del valor ni el reconocimiento y prestigio del que goza su creación… Sin que pierda de vista el lector, que Dolores Montijano lleva toda la vida dedicada a la investigación de nuevas y renovadas técnicas, tratando de trasladar la grandeza expresiva del grabado, técnica que conoce a la perfección, a la pintura. Y justo en eso anda, aunque sabedora de las limitaciones físicas que le impone la edad, en su particular lucha para seguir experimentando y creando, ahora, en pequeños formatos. Formatos muy distintos a aquella mítica serie “50 en tertulia”, pero que no por una menor dimensión pierden intensidad alguna.

El caballete de su padre, Alejandro Serrano preside su estudio. Raquel Marín

Un día –así, como el que no quiere la cosa- Dolores Montijano conoció a Picasso. “Fue en París, en un homenaje a Rusiñol, en el que se exponía una de mis obras…”, recuerda. Aunque Dolores Montijano afirma que “aquella era una pieza sin nombre”, su hija Alejandra la llama “Darro”. Otra genialidad de la artista, que incorpora la materia a sus creaciones. “Hierros, afirma. Un muelle que encontré en el río Darro…” Y una vez más, el Santo al cielo, pero esta vez a todos los que departimos en esta particular tertulia. María Dolores Montijano no solo nos ha abierto las puertas de su casa y de su estudio, casi que las de su corazón, de par en par, que, por momentos, dice olvidar que está ante quien tratará de dar forma a este reportaje, y se encuentra entre amigos.

Antonio Carvajal, Pío Baroja, Francisco Umbral y Antonio Gala, en la serie '50 en tertulia'. Archivo Dolores Montijano

Y volviendo al hilo de la conversación, que durante unos intensos minutos, andamos pensando en las musarañas, retomamos su encuentro con Picasso, en París, en el homenaje a Rusiñol, contemplando su obra, la que hemos venido a llamar “Darro”. Y que el malagueño universal no duda en admirar. “Si quieres pintar un melocotón con su pelusilla –le dijo Picasso-, hazlo. Si mañana, lo que quieres es pintar una línea… una línea figurativa… hazlo”. Y justo en eso anda entregada Dolores Montijano, la artista jienense de alma granadina, que sigue explorando e investigando las infinitas posibilidades del arte. Ella casi que no le da importancia, pero Juan Vellido dice –sentencia más bien- que “en el fondo, el talento de la artista está en su capacidad para acaparar el mundo, y en darle un sentido. En Dolores Montijano, hay un espíritu artístico irrefrenable”.

Dolores Montijano, junto a Juan Vellido, amigo y editor de 'La casa'. Raquel Marín

De vuelta a “La Casa”

Y, a propósito de lo que a estas alturas fue el pretexto para este encuentro que mantuvimos, la publicación de su última obra inédita “La Casa”, por editorial Tleo, Vellido afirma que lo que mueve a Dolores Montijano es su “intuición literaria”. Así, bote pronto, hay una fuerza poderosa, un primer impulso creador que es intuitivo e innato que la lleva a escribir. Para Dolores Montijano, no es más que el “impulso de un recuerdo”, a pesar de su insistencia para tratar de deconstruir los cimientos de una vida pasada, de la que trató de cerrar página. Y aun así, otra vez atrapada en la hora de las musarañas, esta vez, las musarañas del tiempo y el pasado, que Montijano, “sin saber cómo ni por qué, se encuentra recuperando del pasado, aquellas sensaciones, aquellas emociones… aquellos días en ‘La Casa’. Justicia poética, lo llaman. Una casa que, como todo lo que nace de ella, adquiere viva propia. Los personajes que por aquella casa pasan, viven, charlan, rezan, sienten y experimentan emociones –incluso miedo ante el inevitable azote de la Guerra- son solo un pretexto para hablar de la Casa, que se asienta sobre unos cimientos de “quietud y clemencia”.

En “La Casa”, Montijano rescata cuanto vivió y sintió en una estampa del pasado que le dio paso de la niñez a la mujer que vemos hoy

En “La Casa”, Montijano rescata cuanto vivió y sintió en una estampa del pasado que le dio paso de la niñez a la mujer que vemos hoy. Y que, de alguna manera, ha impregnado su carácter y su impronta. Porque, siendo como es, un relato autobiográfico, en “La Casa”, no sabemos quién es quién. El beneficio de la duda. Y la complicidad del lector que es libre para soñar. El grito que durante tanto tiempo ha contenido en sus entrañas Montijano, sobrecoge y traspasa ahora el silencio de los muros y las paredes de “La Casa”, la mansión solariega, en la que, por “Consejo de Familia”, pasó sus días. Estampas del Jardín, de la Capilla que ansiaba descubrir. Un retrato de época de la Granada de los años 30, del Corpus y sus días grandes. Un relato de testimonios y recuerdo… De reencuentros. Que si algo duele a Montijano fue la “separación de sus hermanos”, por la implacable decisión del “Consejo de Familia”. Que para las gentes de aquella época, casarse, como lo hizo Madre, en segundas nupcias (aunque hubiera  enviudado) no tenía perdón de Dios.

'Darro', de Dolores Montijano. Archivo de la artista

Resuena aún, al ritmo de estas letras, en  mi cabeza, el eco de aquella tertulia, de aquel  encuentro con Montijano, con Doña Dolores Montijano. Y el caballete de su padre. Un recuerdo, en su Casa. A Juan Vellido apostillando y divagando sobre el impulso creador de la artista alcalaína. A Alejandra, su hija, completando con complicidad las historias de su madre, rebautizando las obras que no podemos o no queremos recordar, o que quizá nunca tuvieron nombre. A Raquel Marín, nuestra reportera gráfica, que, por momentos, también sucumbe a la magia de las musarañas y olvida su cometido. A mí, que, rara avis, me faltan horas para anotar en mi libreta, siquiera un poco de cuanto aprendí aquella tarde.

Reportaje gráfico: Raquel Marín