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Granada es la capital española que posee mayor número de 'Lignum Crucis'

Las cuatro astillas de la Cruz de Cristo que guarda la ciudad 'mora' de Granada

Cultura - Gabriel Pozo Felguera - Domingo, 28 de Mayo de 2017
En este nuevo y fascinante reportaje sobre la historia menos conocida de Granada o que permanece oculta, el escritor y periodista Gabriel Pozo Felguera nos revela con todo detalle la historia de los cuatro trozos de madera de la Cruz de Cristo que existen en la capital, la que mayor número de 'Lignum Crucis' reúne en toda España. En su ameno relato, además, descubrirás, además, otras curiosidades sobre la ciudad de la Alhambra.
Relicario de la Capilla Real. Este relicario contiene el Lignum Crucis más antiguo de los que hay en Granada. Fue ordenado fabricar por Isabel la Católica. A su muerte, lo donó a la Capilla Real de Granada, como la mayoría de las reliquias santas que tenía en su colección. Este trozo de madera de la Cruz de Cristo se lo había dado Boabdil el 1 de enero de 1492; el último rey nazarita dijo que lo guardaban sus antepasados desde antes del 711, robado a cristianos de una ciudad del África cirenáica.
Relicario de la Capilla Real. Este relicario contiene el Lignum Crucis más antiguo de los que hay en Granada. Fue ordenado fabricar por Isabel la Católica. A su muerte, lo donó a la Capilla Real de Granada, como la mayoría de las reliquias santas que tenía en su colección. Este trozo de madera de la Cruz de Cristo se lo había dado Boabdil el 1 de enero de 1492; el último rey nazarita dijo que lo guardaban sus antepasados desde antes del 711, robado a cristianos de una ciudad del África cirenáica.
  • La más antigua se la dio Boabdil a Isabel la Católica en 1492; le dijo que sus antepasados la tenían guardada desde el siglo VII

  • La ciudad de La Alhambra es la capital española que posee mayor número de Lignum Crucis

Cuatro son los trozos de madera procedentes de la Cruz donde Jesucristo fue crucificado que se veneran en Granada. Y eso que esta ciudad fue la última del reino musulmán en incorporarse a la Corona de Castilla y asumir el catolicismo como la religión obligatoria. En España hay algo más de veinte Lignum Crucis, el mayor de ellos sin duda el de Santo Domingo de Liébana, que este 2017 celebra año jubilar. Las cuatro astillas de la Cruz del Monte Calvario que hay actualmente en Granada tienen origen muy diverso, aunque pretendan ser, o sean para algunos, astillas de la misma madera. Dos de ellas están depositadas en lugares inverosímiles.
Isabel la Católica, en la disposición número 35 de su testamento ordenó claramente que “…que todas las otras reliquias mías se den a la iglesia Cathedral de la çibdad de Granada”. Isabel era amante de la cultura y de las joyas, a pesar de su ascetismo franciscano. Poseía una colección de buenas joyas labradas por los mejores orfebres de sus ciudades. La mayor parte de estas joyas las destinaba a adornar los cultos religiosos. A su muerte, había varios baúles en su cámara repletos de estas joyas; habían servido en muchas ocasiones como garantía para los préstamos de guerra que había solicitado a banqueros españoles y de Europa.
 
En la relación que hizo el tesorero, Gonzalo de Baeza, figuraban cálices, custodias, portapaces, vinajeras y fastuosos relicarios. La mayoría iría destinado a acompañarla en su tumba de Granada. Entre ellos, un relicario que contenía un trozo de Lignum Crucis. El número de reliquias de santos era muy considerable; los había ido acumulando de regalos de papas y autoridades eclesiásticas. Pero el origen del Lignum Crucis (no el relicario donde se guarda) se lo había regalado el último rey nazarí de Granada, Boabdil; existe una referencia a que Boabdil dijo a sus conquistadores que esa astilla de la Cruz la habían traído a Al-Andalus sus antepasados en tiempos remotos, procedente de la conquista a los cristianos de una ciudad africana a finales del siglo VII. Fue entregada por Boabdil a los cristianos el 1 de enero de 1492 (Así lo recogen diversas fuentes, entre ellas los Anales de Henríquez de la Jorquera, pág. 511).
 
 

Reliquias de Isabel la Católica. La Gazetilla Curiosa del cura Echevarría, en su edición de 29 de octubre de 1764, informaba a sus lectores de la gran cantidad de reliquias que había depositadas en la Capilla Real, legadas casi todas por la reina Isabel I. Era tan grande la colección que su enumeración le llevó cuatro páginas. Había reliquias asombrosas e increíbles; merece la penar leerla. 
Los Reyes Católicos encomendaron, inicialmente, el cuidado de esta reliquia al convento de Santa Cruz la Real de Segovia. Allí permaneció hasta que estuvo concluida la construcción de la Capilla Real de Granada (Es probable que la astilla segoviana provenga de este trozo).

 
Entre la documentación para el proceso de beatificación de Isabel I, que se tramita desde hace años, leemos: “Prestó (la Reina) especial atención devota a una reliquia consistente en un fragmento del Lignum Crucis que se conserva aquí en un relicario de mazonería (…), reliquias que ella estimaba sobremanera porque la sumían en la meditación contemplativa de la vida de Cristo Salvado”.
 
Este Lignum Crucis ha estado siempre custodiado en la sacristía de la Capilla Real; es mostrado de vez en cuando, en ocasiones especiales. Incluso fue robado en una ocasión a comienzos del siglo XVII. Por eso, en 1630 el cabildo real ordenó la construcción de los altares relicarios que vemos en la actualidad, con el fin de encerrar allí las reliquias, que eran bastantes. En los orígenes, la astilla de madera estuvo acompañada de supuestos clavos de la crucifixión y espinas de la corona de Jesucristo. En el Libro de la Capilla Real comprobamos que también la reina Católica tuvo reliquias de “leche de los santos pechos de la Virgen Santísima; parte de sus cabellos; parte de sus vestiduras; parte de una piedra donde estuvo sentada en Egipto; tierra donde fue sepultada, etc.”.
Recordemos que estaban muy recientes los hallazgos del Pergamino de la Torre Turpiana (con un trozo de mando de la Virgen y un hueso de San Esteban), los Libros Plúmbeos del Sacromonte y los restos de San Cecilio y San Tesifón. Evidentemente, todo ello invenciones moriscas. 
 

En la columna del Triunfo

La estatua de la Virgen del Triunfo que preside los jardines del mismo nombre en Granada no es sólo una escultura. Todo el conjunto es, además, un relicario. El monumento es el resultado de las maquinaciones iniciadas por el pueblo morisco en 1588; su fin no era otro que sincretizar islamismo y cristianismo para ser plenamente aceptados como minoría étnica, cultural y religiosa. 
 
En el sínodo de 1600, la Iglesia granadina había respaldado como auténticos los Libros Plúmbeos y el contenido de la caja betunada de la Torre Turpiana. El protagonista y defensor  principal era el arzobispo Pedro de Castro. Hacia 1617 tocaba el turno a la defensa de la Inmaculada Virgen. “María no tocó el pecado primero” como rezaban los falsarios de plomo. El papa Paulo V respaldó las tesis granadinas y aquello fue tomado como un triunfo (de ahí el nombre que se pondría al monumento y, por extensión, a la zona).
 
El Concejo de la ciudad acordó en 1621 elevar un monumento al Triunfo de María. Primero se pensó colocarlo entre los cientos de cruces nacidas en el entorno de la Abadía del Sacromente. Pero luego cambiaron de opinión y lo colocaron frente a la Puerta de Elvira (justo en lo que hoy es Plaza de la Libertad, muy próximo a donde está la cruz a Mariana Pineda).
 


Anterior ubicación. El monumento al Triunfo de la Virgen no siempre estuvo en los jardines actuales. Hasta 1960 se ubicó en la zona de la actual Plaza de la Libertad. La construcción de la Escuela Normal a principios del siglo XX la dejó un tanto tapada. En esta foto de García Ayola (finales del siglo XIX) se ve el descampado que había entre la columna y la vieja plaza de toros. También aparecen los famosos 25 faroles de la cancioncilla. Por entonces, la zona era llamada Campo de la Merced. La imagen estuvo orientada hacia Este; ahora mira hacia el Sur.
El arquitecto fue el mismo de la Alhambra, Francisco de Potes; la parte escultórica le fue contratada al taller de Alonso de Mena. Este escultor avanzaba poco en su trabajo, de manera que no hacía nada más que ir posponiendo el acabado un día tras otro. Hasta que denunció el contrato aduciendo que era poco el dinero para tanta obra; su reacción fue encerrarse en una iglesia y acogerse a sagrado para evitar la cárcel. Mientras, negociaba con el Ayuntamiento. Hasta que a mediados de 1630 el Rey envió a un nuevo corregidor a Granada, llamado Juan Remírez de Freile, quien asumió la negociación con el escultor de manera distinta a su antecesor; se propuso desatascar el asunto de una vez.
 
Por fin, en 1631 entregó la obra. Era la columna actual, sobre un basamento muy parecido. Estaba rodeado de una verja, con veinticinco faroles que iluminaban el monumento. Por eso surgió la famosa coplilla de: “A la entrada de Granada/calle de los herradores/está la Virgen del Triunfo/con veinticinco faroles”.  El conjunto fue trasladado de lugar en 1960, tras las obras de remodelación por el derribo de la Plaza de Toros. Los 25 faroles barrocos fueron sustituidos por unos cuantos focos eléctricos.

Traída por los primeros jesuitas 

En el pecho de la imagen de la Virgen, entre sus manos, apenas se divisa un círculo oscuro desde la distancia. Se trata de la hornacina donde se guarda el segundo Lignum Crucis de Granada (por orden cronológico de llegada). Esta astilla de la supuesta Cruz de Cristo procede del Vaticano. Había llegado a Granada en 1556 en el equipaje de los primeros jesuitas enviados desde Roma a fundar conventos y colegios por el mundo. La ofrecieron a la ciudad para que fuese colocada en ese relicario de la columna triunfal. 
 


Hornacina en el pecho. En esta imagen ampliada de la estatua que corona la columna del Triunfo se aprecia la hornacina situada en el pecho de la Virgen. Dentro de ella está depositado el trozo de la Cruz de Cristo que fue traído por los primeros jesuitas que llegaron a Granada en 1556. La imagen fue colocada, finalmente, en 1631, tras seis años de obras, retrasos, pleitos y encierro en una iglesia por Alonso de Mena, su autor. 
A aquellos primeros jesuitas se la había entregado el cardenal Roberto Belarmino (después elevado a la santidad), que fue uno de los primeros jesuitas en Roma. Y a Roma, según todas las leyendas, se había llevado la mayor parte de la Cruz la madre del emperador Constantino, Elena, que la halló en una excavación hacia el año 327 en su peregrinación a Jerusalén. 
 
En el arranque de la columna del Triunfo, en su pedestal cuadrado, Alonso de Mena esculpió sendos relieves del patrón de Granada, San Cecilio, y de su hermano Tesifón. También en sus pechos hay abiertos unos pequeños huecos en los que depositaron cenizas y huesecillos de los encontrados en las cavernas del Sacromonte unos treinta y cinco años antes. 
 
En 1777 fueron fresadas las inscripciones de este monumento para eliminar toda relación con los libros plúmbeos y maquinaciones de moriscos.


Cenizas de San Cecilio. En la parte baja del fuste, Alonso de Mena esculpió dos bajorrelieves con las imágenes de San Cecilio y su hermano Tesifón. En el pecho horadó unas pequeñas hornacinas que actúan como relicarios. Dentro de ellas introdujo cenizas de estos dos supuestos mártires del Sacromonte.

El Triunfo del Sacromonte

La tercera astilla que hay en Granada procedente de la Cruz de Cristo está colocada en la columna levantada en el Sacromonte. Es una especie de imitación, aunque más modesta, de la que hay en el centro de la ciudad. Fue levantada  un siglo después que la anterior, pero el fin es el mismo. También guarda cenizas de los santos varones apostólicos, supuestamente martirizados allí en tiempos de Nerón.
 
El origen de este Lignum Crucis sacromontano también es romano. El religioso motrileño Luis Antonio de Belluga y Moncada (1662-1743) había llegado a cardenal y trasladado a Roma en pleno debate concepcionista. 
 
La iniciativa de hacer una réplica de la columna triunfal frente a la iglesia vieja del Sacromonte partió del caballero XXIV (equivalente a un concejal actual) llamado Pedro Pascasio de Baños y Ortega, gran devoto de las revelaciones sacromontanas. Pero sería una obra más modesta, había que apañarse con los 1.000 ducados que aportó el caballero. El Lignum Crucis le había sido enviado al regidor directamente por el Cardenal Belluga desde su destino en Roma, con certificado de autenticidad. El Ayuntamiento aceptó la donación y, junto con cenizas de los santos, fue introducido en el relicario de la imagen.
 




Triunfo en el Sacromente. La Abadía del Sacromonte también levantó su columna al Triunfo de la Inmaculada. Está delante de la basílica vieja. La imagen guarda un relicario en su pecho con una astilla del Lignum Crucis enviada desde Roma por el Cardenal Belluga, más unas cenizas de los mártires sacromontanos de tiempos de Nerón. Es obra de 1738.
 
La escultura es atribuida al artista Pedro Valero. El fuste procede de una de las cruces que ya había instaladas en las Siete Cuestas. En el basamento, a modo de testigos, fueron insertadas cuatro monedas de plata impresas con la fecha de 1738 y una vasija de cerámica china que había sido traída en el Galeón de Filipinas por un aventurero granadino.
 

Santa María de la Alhambra

 
La Cofradía de Santa María de la Alhambra ha sido la última en incorporar al relicario granadino un Lignum Crucis, hace ahora poco más de un año. Estuvo expuesto en la iglesia que es sede de su imagen titular. De este trozo de madera sólo conocemos lo publicado por la propia Cofradía en los medios de comunicación.
 
La junta de gobierno de Santa María de la Alhambra informó que recibía con sumo gusto una reliquia de la cruz donde Cristo murió crucificado. En este caso, el Lignum Crucis fue donado por un párroco que tiene relación con la cofradía. La donación viene acompañada de su correspondiente certificado de autenticidad firmado por el arzobispo y cardenal de Barcelona en el año 1983, Narciso Jubany Arnau. Lo único que especificaron en su comunicado tras la entrega es que ese Lignun Crucis estaba en España desde, aproximadamente, el año 1700. También procedía de Roma. 
 

Superabundancia de Lignum Crucis

En el mundo hay miles de astillas de la supuesta cruz en la que crucificaron a Jesucristo. Los especialistas han calculado que con todas ellas se podría llenar un barco de mediano calado. En España hay una veintena de ciudades, una docena de conventos y varias docenas de cofradías que lucen relicarios con astillas de la veracruz en su interior.  
Sin duda que el trozo más grande (más de medio metro de largo) es el de Santo Toribio de Liébana, con un supuesto origen en el siglo VIII. Le sigue el de Caspe, con casi 20 centímetros. Hay astillas en Bañolas, Caravaca, Lilabertrán, Málaga, Segovia, León, Jaén, Sevilla, Málaga, Valladolid, Cáceres… Pero ninguna ciudad gana a Granada en número, que, con sus cuatro trozos, es la que mayor representación acumula. Y eso que fue la última ciudad en incorporarse a la España cristiana; otro récord que ostenta Granada es acumular el Lignum Crucis más antiguo (siglo VII, si creemos a Boabdil) y más reciente en 2016 (el recién donado a la Alhambra).
 
Las reliquias de santos fueron muy apreciadas por los poderosos desde finales de la Edad Media hasta bien entrado el siglo XX. Se registró en torno a ellas un mercadeo que llegó a hacerse insoportable para el Vaticano. El papa Paulo V tuvo que emitir un breve prohibiendo su venta, ya que se había organizado un comercio de falsificaciones que llegó a ser escandaloso. Todos los reyes de España han sido muy aficionados a coleccionar reliquias; una primera de ellos fue Isabel I; pero sin duda le superó con creces su bisnieto Felipe II, quien acumuló casi 10.000 en sus infinitos relicarios del Monasterio de El Escorial.
 
 

El Cristo que 'birló a Granada el señor Corregidor

Actualmente se venera en la Iglesia de San José de Madrid (calle Alcalá) el famoso Cristo de la Expiración o del Desamparo. Es uno del casi centenar de crucificados que salieron del taller granadino de Alonso de Mena, el mismo escultor de la obra en mármol de la Virgen del Triunfo. Quizás la talla madrileña de madera sea una de las mejores que esculpió el maestro granadino y/o sus colaboradores.
 
Esa imagen del Cristo madrileño se la llevó de Granada, en 1633, el corregidor Juan Remírez Freile de Arellano, quien estuvo gobernando Granada entre 1630 y 1633. Había sido enviado por el rey Felipe IV a esta ciudad, a la que llegó el 7 de septiembre del primer año mencionado. Al llegar a Granada se encontró el monumento del Triunfo a medio hacer y su autor, Alonso de Mena, pleiteando con el Concejo por entender que no se le pagaba lo que merecía su trabajo.
 
Juan Remírez medió en el asunto y consiguió llegar a un acuerdo con el escultor. Entabló cierta amistad con el artista. Le subió el precio para que acabara de una vez el monumento y pudiera inaugurarlo. El corregidor consiguió que en el trato entrase la realización de una talla de crucificado en madera de cedro, ya que conocía la calidad de su taller (Mena debía tener varios crucificados en proceso de vaciado, pues el maestro y sus discípulos realizaron casi un centenar). El contrato ampliado contempló también la colocación de las rejas y los 25 faroles desaparecidos; el corregidor supo compensar económicamente el buen trabajo de Alonso de Mena. Las dos partes quedaron contentas.
 
En los documentos archivados no se precisa si la talla del Cristo era para el Concejo o el corregidor la encargó y pagó para uso privado. Si actuó en calidad de comendador de la ciudad, es lógico pensar que el Crucificado era también propiedad de la ciudad. Una imagen de tal tamaño no tenía sentido para colocar en un oratorio particular y pasajero (los corregidores solían ser nombrados para mandatos de cuatro años de media; Freile estuvo tres en Granada). 
 


Cristo del Desamparo. Esta talla de Alonso de Mena fue esculpida en su taller de Granada entre 1631 y mediados de 1633. El Corregidor que entonces gobernaba Granada, Juan Remírez Freile, se la llevó a Madrid cuando le ascendieron a corregidor de la capital de España. A su muerte, la donó a un convento y desde 1836 se venera en la iglesia de San José de la calle Alcalá. 
La realidad es que en junio de 1633, el comendador Juan Remírez fue ascendido a Madrid con el mismo cargo de comendador de la capital de España. Embaló el Cristo de la Expiración de Mena y tomó a ocho hombres que transportaron la imagen a mano hasta su casa de Madrid.  Juan Remírez ostentó el cargo de corregidor de Madrid entre julio de 1633 y junio de 1641. Cuando falleció, en 1644, este Cristo fue donado a los Agustinos Recoletos (ocupaba el solar de la actual Biblioteca Nacional). Allí comenzó a nombrarse la talla como Cristo del Desamparo o de los Reviernes. En 1658 fue creada la Cofradía del Cristo del Desamparo, que todavía existe y lo saca en procesión.
 
Durante la invasión napoleónica, la imagen fue dando tumbos por algunas casas particulares. Regresó al convento de Agustinos Recoletos hasta que, hacia 1836, tras la exclaustración, fue trasladada a la parroquia de San José, donde es venerada desde entonces.
 
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