Los cuadros de Alonso Cano robados en Granada y aparecidos en el Museo de Castres
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Los franceses se llevaron entre 500 y 1.000 pinturas de iglesias y conventos granadinos durante la guerra de la Independencia
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Lo mejor de la pintura de la escuela granadina de los siglos XVII y XVIII está desperdigado por medio mundo, sin que apenas una mínima parte esté localizada
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El Convento del Ángel Custodio fue el edificio en el que más se cebaron los generales franceses, de donde desapareció todo el Ciclo de la Virgen de Alonso Cano
En Granada nunca se hizo una detallada relación de las obras expoliadas por los franceses entre los años 1810 y 1812. No obstante, no hubo iglesia ni convento de la ciudad que se librase de su rapiña. A excepción de la Catedral, cuyos canónigos se atrincheraron y fueron dando largas a la entrega de sus cuadros
En Granada nunca se hizo una detallada relación de las obras expoliadas por los franceses entre los años 1810 y 1812. No obstante, no hubo iglesia ni convento de la ciudad que se librase de su rapiña. A excepción de la Catedral, cuyos canónigos se atrincheraron y fueron dando largas a la entrega de sus cuadros. Las iglesias y conventos de Granada eran muchas y estaban repletas de infinidad de iconografía religiosa de los mejores maestros de la escuela granadina de los siglos XVII y XVIII: Alonso Cano, Atanasio Bocanegra, Juan de Sevilla, Pedro de Moya, Sánchez Cotán... además de algún Murillo y artistas flamencos.
El expolio francés comenzó con un decreto de José Napoleón I, por el que mandaba recoger lo más representativo de la pintura en provincias para llevarlo a Madrid y hacer allí un gran museo pictórico español; concretamente, en el Palacio de Buena Vista. En Sevilla se sabe con certeza que fueron recolectados 999 cuadros de iglesias y conventos y depositados en los Reales Alcázares. En el caso de Granada, nunca se hizo una relación detallada, pero se calcula que la cifra debió ser muy similar a la de Sevilla. Los cuadros fueron concentrados en el Monasterio de la Cartuja y en la Casa de la Inquisición en espera de destino.
La valoración y recolecta de las obras no sólo fue hecha por el buen ojo de los generales y oficiales franceses. Hubo españoles y afrancesados que colaboraron gustosamente y se lucraron de ello. El primero fue Federico Quilliet, que vino a Granada acompañando al rey Bonaparte. Traía en su mano las guías o catálogos de autores (Ceán Bermúdez, Fernando Marín, por ejemplo), publicadas pocos años antes de la invasión. A ellos se sumó el futuro Marqués de las Marismas.
Los cuadros fueron desapareciendo poco a poco de los depósitos provinciales a manos de los jefes franceses. En el caso de Granada, con la huida de las tropas napoleónicas en septiembre de 1812 también salieron de la ciudad centenares de lienzos cortados de sus cuadros y enrollados. A partir de ahí todo es oscuridad
El museo de pinturas de Madrid jamás se hizo (hasta que Fernando VII retomó la idea en noviembre de 1819 y creó el Museo el Prado). Los cuadros fueron desapareciendo poco a poco de los depósitos provinciales a manos de los jefes franceses. En el caso de Granada, con la huida de las tropas napoleónicas en septiembre de 1812 también salieron de la ciudad centenares de lienzos cortados de sus cuadros y enrollados. A partir de ahí todo es oscuridad: algunos se perdieron en la batalla de Vitoria o se los regalaron al general Wellington, otros debieron dañarse como consecuencia del maltrato en el transporte, pero la mayoría consiguieron llegar a Francia para engrosar las colecciones de los generales Horacio Sebastiani y Juan de Dios Soult, los mayores saqueadores de Granada y Sevilla. En ambos casos, sus enormes colecciones sobrevivieron en sus palacios de París hasta sus fallecimientos (en 1851); a partir de aquel momento, sus herederos subastaron los cuadros y se les perdió la pista a la inmensa mayoría de ellos.
La colección granadina del Marqués de las Marismas
Alejandro María de Aguado y Remírez de Estenoz fue un sevillano que se inició como militar al servicio de Carlos IV, pero no dudó un instante en ponerse al servicio del mariscal Soult cuando éste ocupó Andalucía con sus tropas francesas. Alejandro se convirtió en uno de los mayores afrancesados andaluces; auxilió a Soult en todo el expolio de riquezas del Sur de España y Levante. En 1814 se retiró a Francia siguiendo a los ejércitos napoleónicos. En París decidió dedicarse a los negocios y a la banca, de manera que en pocos años estaba convertido en un potentado con intereses industriales, mineros y comerciales en media Europa, especialmente en España. Fue prestamista de Fernando VII y seguidamente de su viuda regente; la monarquía española le recompensó con el título nobiliario de Marques de las Marismas del Guadalquivir (su empresa fue la encargada de desecarlas). Falleció en Asturias, en 1843, cuando visitaba una de sus minas.
Lo más importante para el arte granadino es que tuvo la ocurrencia de elaborar un catálogo de su museo en el que figuran 27 obras de granadinos, de las que habían sido robadas en Granada entre 1810 y 1812. Todas ellas eran de conventos suprimidos
El Marqués de las Marismas tuvo sensibilidad con el arte andaluz robado por él y por los gabachos durante su ocupación. Hacia 1839, siendo ya un potentado, dedicó un palacio en París a hacer un museo con las pinturas que poseía. Lo más importante para el arte granadino es que tuvo la ocurrencia de elaborar un catálogo de su museo en el que figuran 27 obras de granadinos, de las que habían sido robadas en Granada entre 1810 y 1812. Todas ellas eran de conventos suprimidos. La relación que figuraba es la siguiente: Atanasio Bocanegra (Sujeto místico); Alonso Cano (Cristo crucificado, Jesús entregando las llaves del paraíso a San Pedro, Un santo penitente, San Félix de Cantalicio, Asunción de la Virgen, La Madalena, El taller de San José, Cristo niño, dormido junto a la cruz, San Antonio de Padua y el Niño Jesús); Fray Juan Sánchez Cotán (Muerte de San Bruno, La Virgen apareciéndose a los Cartujos); Pedro de Moya (La Virgen, El Niño Jesús y San Juan, Un martirio, Cristo con la caña, San Juan ante la Cruz); Antonio Velasco Palomino (un cuadro que pintó durante su estancia en la Cartuja de Granada); Juan de Sevilla Romero de Eslante (Un crucificado, La Virgen, el Niño Jesús y una santa, Cristo dormido sobre el regazo de la Virgen, Cabeza de santo). Más uno sin definir del oscense Domingo Chavarito. Por supuesto, que los autores que más abundaban en la Colección Aguado eran autores sevillanos, el lugar que mejor conocía por ser su ciudad natal: Murillo a la cabeza, seguido de Valdés Leal y 23 lienzos de Diego Velázquez.
Esta Colección Aguado se dispersó al fallecer repentinamente en el año 1843. Muchos de los cuadros que figuraron en su catálogo no han vuelto a ser localizados.
El Convento del Ángel, el más perjudicado
El Convento del Ángel Custodio fue uno de los edificios que más sufrió la llegada de los franceses a Granada. Quizás por su estado un tanto ruinoso o por lo abundante de sus obras de arte, el general Sebastiani ordenó su demolición en 1810. Quizás de esa manera pretendió ocultar el expolio de sus abundantes obras de arte, sobre todo de Alonso Cano y de Murillo.
El claustro e iglesia habían sido trazados por Alonso Cano en 1653, durante su primer regreso a Granada, y terminado hacia 1661. Alonso Cano hizo una versión de cuadros enormes del Ciclo de la Virgen, similar al que por esos mismos años pintó para la Catedral de Granada. Los historiadores del arte no se ponen de acuerdo sobre si fueron ocho o nueve las pinturas que componían el ciclo. Si hacemos caso al Memorial (1795) escrito por Fernando Marín, los cuadros eran: Natividad, Presentación en el Templo, Desposorios, La Anunciación y encarnación del hijo de Dios, Visitación de Santa Isabel, Presentación del Niño Dios en el templo, La Concepción, La Coronación de Nuestra Señora y una Inmaculada presidiendo el presbiterio de la iglesia.
Seis de las pinturas de este ciclo fueron localizadas en Francia a mediados del siglo XIX, quizás provenientes de la dispersión de las colecciones de Sebastiani y Soult. Se encontraban en propiedad del Duque de Padua (primo de Napoleón I)
Seis de las pinturas de este ciclo fueron localizadas en Francia a mediados del siglo XIX, quizás provenientes de la dispersión de las colecciones de Sebastiani y Soult. Se encontraban en propiedad del Duque de Padua (primo de Napoleón I). Probablemente uno de los cuadros de este ciclo de Cano, La Asunción, es el que aparecía en el catálogo de la Colección Aguado, aunque con otro nombre.
Desapariciones en todos los conventos
Menos en la Catedral, prácticamente no se libró ninguna iglesia ni convento sin que les alcanzara la rapiña de los franceses. Se dio la circunstancia de que buena parte de la sociedad granadina despreciaba la iconografía religiosa, era un estorbo y había que eliminarla. Por eso no se opusieron a los desmanes franceses. Pero el clero y otro sector de la población se ocuparon de esconder en casas particulares los cuadros que pudieron.
Una parte de ese patrimonio pictórico consiguió regresar a sus orígenes, una vez huidos los franceses. Otra porción fue vendida por las propias parroquias y órdenes religiosas para sufragar los arreglos de los desperfectos. Y, finalmente, parte de lo que quedó fue sencillamente robado a partir de las sucesivas desamortizaciones de 1835. Por aquellos años proliferaron marchantes ingleses y franceses que compraron buenas piezas; algunas están localizadas en galerías y colecciones de Inglaterra y Estados Unidos. Pero la mayoría están en paradero desconocido.
En 1839, recién creada la Comisión de Monumentos de Granada, se decidió concentrar lo que había quedado de expolio francés; el fin era crear el Museo de Bellas Artes Provincial. Las obras fueron almacenadas en el Convento de la Santa Cruz, en número de casi 800
En 1839, recién creada la Comisión de Monumentos de Granada, se decidió concentrar lo que había quedado de expolio francés; el fin era crear el Museo de Bellas Artes Provincial. Las obras fueron almacenadas en el Convento de la Santa Cruz, en número de casi 800. Como se tardó mucho tiempo en crear el museo de bellas artes, cuando se echó mano a ellas ya habían desaparecido unas 300. Algunas pasaron a casas particulares de granadinos, otras encaminaron viaje al extranjero. Gómez-Moreno calculó en 1884 que habían desaparecido de España no menos de 60 buenos cuadros de Alonso Cano, de los cuales más de la mitad pertenecían a edificios de Granada. Uno de los más señeros fue La Santísima Trinidad, popularmente conocido como La Chanfaina. Este cuadro se hizo famoso por las leyendas que apuntaba que Alonso Cano lo cedió sólo por un plato de chanfaina al Convento de San Antonio y San Diego (cerca de Fajalauza), antes que venderlo por una importante cantidad al Monasterio de Cartuja. Según la tradición, el abad cartujo habría cuestionado la calidad de la pintura y despreciado la obra.
En aquel expolio del incipiente museo de Santa la Santa Cruz desaparecieron otros dos cuadros de Alonso Cano, diez de Juan de Sevilla y varios de Atanasio Bocanegra.
Alonso Cano en el Museo Goya de Castres
La ciudad francesa de Castres tenía un pequeño museo ya en 1840. En 1894, los herederos del pintor y marchante Marcel Briguiboul entregaron su colección para agrandar este museo regional. Briguiboult había vivido en Barcelona y Madrid, conocía a la perfección la pintura española y a sus principales autores. No sabemos si su afán coleccionista le llevó a acumular parte de los cuadros robados en Granada durante la guerra de la Independencia, pero seguro que alguno iría en su legado.
En 1949, el museo de Castres pasó a llamarse Museo Goya debido a que contaba con varias pinturas del autor aragonés
En 1949, el museo de Castres pasó a llamarse Museo Goya debido a que contaba con varias pinturas del autor aragonés. Había recibido importantes depósitos del Louvre de París. En los años ochenta del siglo pasado, cuando se catalogó esta colección de pintura española, en su listado aparecieron tres de los cuadros de Alonso Cano que habían sido robados por Sebastiani a la iglesia del Ángel Custodio en 1810. Se trata de La Visitación, La Anunciación y Los desposorios de la Virgen. Los tres cuadros figuraban en el Memorial mencionado de Fernando Marín, de 1795. Nadie en Francia ha negado jamás que su origen sea granadino. Pero tampoco nunca España los ha incluido en las reclamaciones; el Museo del Prado consiguió alguno de Murillo en el siglo XIX, pero poco más.
También han aparecido varios cuadros de Atanasio Bocanegra en el Mueso Goya de Castres. El más monumental de todos es Alegoría de la Peste. Este cuadro no sabemos en qué lugar de granada se encontraba.
No hay nada más que leerse detenidamente la Guía de Granada de Gómez-Moreno (1892) para ver la magnitud que supuso la rapiña francesa durante sólo dos años que permanecieron en Granada. (Más las posteriores ventas de las monjas y los robos).
Así es que si queremos ver parte de la obra de Alonso Cano robada en Granada tenemos que desplazarnos hasta Castres. O nos acercamos a la Catedral y vemos obras muy similares.
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