De cómo la Granada cainita se vengó de Torres Balbás
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Leopoldo Torres Balbás cambió radicalmente el concepto de restauración/conservación de la Alhambra y puso las bases del complejo monumental que hoy conocemos
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Se encargó de adquirir, restaurar y salvar de la piqueta el Bañuelo, Corral del Carbón, Casa del Chapiz, Daralhorra, Casa de los Girones, etc.
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La sociedad granadina se cebó con él por desmontar las cupulillas semiesféricas del Patio de los Leones y de los Arrayanes
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Su ex esposa lo salvó de morir fusilado en la guerra civil al avisarle de que no regresara a Granada; fue encausado por desafecto al régimen y represaliado políticamente
Seguramente Europa Nostra no hubiese concedido esta semana uno de sus más importantes premios a la Alhambra de no haber existido la figura de Leopoldo Torres Balbás (Madrid, 1888-1960). La zona del Partal (Torre de las Damas, Oratorio, jardines) estaba convertida en un cascajar y casuchas desmoronándose. En 1923, el arquitecto-director era Modesto Cendoya (1856-1938); el hombre llevaba casi dos décadas como responsable del conjunto monumental. Había sustituido a la saga de la familia Contreras, quienes durante casi todo el siglo XIX habían ido conformando la Alhambra desfigurada, en una especie de conjunto romántico, un pastiche en muchos casos, cada vez más alejada de lo que debió ser el original hasta 1492.
A Modesto Cendoya se le criticó por acometer grandes desmontes, excavaciones sin sentido y eliminación del arbolado a base de cargas de dinamita. Pero también se dedicó a reforzar las murallas y edificios con zarpas en los cimientos. La Alhambra se desmoronaba sin remedio hasta entonces. Cendoya hacía y deshacía a su gusto, como hombre omnipotente; esta actuación obligó a que en 1914 se crease el Patronato de la Alhambra para controlarlo. El principal fin del Patronato era “conservar, consolidar y respetar”. No debió sentarle muy bien que intentaran meterle en cintura; a partir de entonces entró en un calculado periodo de inactividad. Cendoya se había alzado para 1923 con un enorme prestigio en la sociedad granadina, tras 38 años de profesión. Fue, también, director del Centro Artístico, vocal de Bellas Artes, vocal de la Comisión de Patrimonio, etc, etc.
Torres Balbás llega a Granada
Modesto Cendoya nunca aceptó su destitución como arquitecto-director de la Alhambra, impuesta desde Madrid. En 1923, el Gobierno nombró al joven arquitecto madrileño Leopoldo Torres Balbás como sustituto suyo. Pese a que aquella sustitución pasó desapercibida en la sociedad granadina, a Cendoya y su amplio círculo les sentó como un tiro. No iban a dejar de intrigar a la menor oportunidad que tuvieran.
Conocemos la meticulosidad de sus trabajos en la Alhambra a través del Diario de Obras que llevó durante sus trece años al frente del monumento; es un documento detalladísimo a través del cual podemos conocer sus ideas y la evolución de obras de consolidación y recuperación de la ruina que se encontró
Leopoldo Torres Balbás no se parecía, profesionalmente, en nada a sus antecesores en el puesto. Su formación y sus ideas eran contrapuestas en cuanto a recuperación, restauración y conservación monumentales. No tenía una formación específica en arte hispanomusulmán, pero sí en arte románico y gótico. Leopoldo era hombre de mucho estudio e investigación, nada impulsivo, quizás un tanto retraído, parco en palabras y serio. Se pasaba los días estudiando y documentando sus futuras acciones.
Conocemos la meticulosidad de sus trabajos en la Alhambra a través del Diario de Obras que llevó durante sus trece años al frente del monumento; es un documento detalladísimo a través del cual podemos conocer sus ideas y la evolución de obras de consolidación y recuperación de la ruina que se encontró (según sus propias palabras). Nada más llegar, comenzó por recuperar la zona del Partal. Hasta entonces había estado ciertamente abandonada debido a la proliferación de particulares; las torres estaban convertidas en viviendas arruinadas, de las que iban arrancando azulejos, artesonados o cualquier pieza que un anticuario deseara llevarse a buen precio. Torres Balbás comenzó a comprar ocupaciones particulares, o iniciar expropiaciones, para incorporarlas al complejo monumental. En el caso del Partal, desenterró el gran estanque, ordenó las paratas y recuperó el edificio para dejarlo casi como está ahora.
Después continuó con decenas y decenas de actuaciones en la calle Real, en la Rauda, en Mexuar, etc, etc. Hasta que entró de lleno en dos asuntos de mayor peso que, a la postre, le complicaron la vida: la demolición del Hotel Siete Suelos y la eliminación de las cupulillas bizantinas de los patios.
En el caso del Hotel, sus propietarios habían conseguido por la vía de los hechos que la pequeña fonda-tasca situada frente a la Puerta de los Siete Suelos, desde tiempo inmemorial, se convirtiera en un enorme hotel a partir de 1870
En el caso del Hotel, sus propietarios habían conseguido por la vía de los hechos que la pequeña fonda-tasca situada frente a la Puerta de los Siete Suelos, desde tiempo inmemorial, se convirtiera en un enorme hotel a partir de 1870. El establecimiento tapaba la que fue puerta principal de la Alhambra (por ella salió Boabdil a su exilio) y buena parte de la muralla. Torres Balbás consiguió hacerse con él, aunque parece que no de muy buena gana por sus propietarios. Era uno de los hoteles más famosos de Granada (en él se alojaron el escritor Hans Chistian Andersen, Cánovas del Castillo, Pablo Sarasate, la emperatriz Sissi, etc.) A partir de 1935, este hotel pasó a ser de la Alhambra y se decidió su demolición.
Pero sin duda que la actuación de Torres Balbás que más le quitó el sueño fue la eliminación de las cupulillas bizantinas o casquetes semiesféricos, cubiertas con tejas vidriadas de colores. En 1859 las había diseñado Contreras y construido con el apoyo del arquitecto Juan Pugnaire. Se trataba de caprichos neo-románticos, de tipo orientalista, incrustados artificialmente para dar satisfacción a un turismo incipiente. Nunca habían formado parte de la arquitectura histórica alhambreña.
La profusión de postales por el mundo y la imagen de todos los granadinos ya las habían consolidado en sus retinas como auténticas. Contreras había construido una en el Patio de los Leones y otra más pequeña en el tejado del corredor que da a la Torre de Comares. Torres Balbás documentó y armó muy bien su decisión de suprimirlas y devolver la imagen que tenían los tejados hasta 1859. La del patio de la Alberca la eliminó y pocos se percataron de ello; pero la polémica estalló en 1935 (1) cuando desmontó la del Patio de los Leones. Prácticamente toda Granada se echó encima de Torres Balbás, arengada por todos los medios de comunicación y la intelectualidad local. Sólo muy contadas personalidades se atrevieron a salir en defensa de Torres Balbás (Manuel de Falla, Gallego Burín, Emilio García Gómez…) Torres Balbás pasó por una verdadera crucifixión aquel año 1935.
Lo del divorcio y la Catedral
Retrocedamos unos años en la vida de Torres Balbás para comprender el origen de sus enfrentamientos. Nació en Madrid, en el seno de una familia liberal. Su padre procedía de Andalucía, de la baja nobleza, y su madre de Cantabria. El padre –Rafael Torres Campos– estaba muy ligado a la Institución Libre de Enseñanza, era amigo de Francisco Giner de los Ríos. Su hijo Leopoldo frecuentó la ILE, de manera que quedó impregnado de la forma krausista de aprender y enseñar. Allí conoció a Manuel Bartolomé Cossío y a Juan Bautista Lázaro. Esta institución le marcó el futuro personal y profesional.
La corriente restauradora a la que se apuntó Torres Balbás y trajo a Granada preconizaba la unidad de estilo en los monumentos, es decir, era lógico desmontar todos los añadidos posteriores al original, los complementos y pastiches
Tras licenciarse en la Escuela de Arquitectura de Madrid, en 1916, trabajó como arquitecto municipal en Medina del Campo e hizo varios proyectos en otras ciudades. Viajó mucho por España acompañando a su padre, que era geógrafo de profesión. Empezó a publicar artículos en la Revista de Arquitectura en los que exponía las nuevas corrientes en cuanto a restauración monumental, que él compartía plenamente. La corriente restauradora a la que se apuntó Torres Balbás y trajo a Granada preconizaba la unidad de estilo en los monumentos, es decir, era lógico desmontar todos los añadidos posteriores al original, los complementos y pastiches. Y en eso la Alhambra había padecido demasiado en el siglo XVIII y especialmente en la etapa de los Contreras, siglo XIX, quienes fabricaron infinidad de formas y estructuras que jamás existieron en la realidad de los constructores nazaritas.
Torres Balbás llegó a Granada un tanto madurito, 35 años. A pesar de la oposición que levantó entre los círculos de Cendoya y sus discípulos, la gente acomodada granadina lo acogió en su seno. Las jóvenes casaderas lo perseguían. Hasta que en 1927 contrajo matrimonio con María Josefa Márquez Yanguas (1907-1975); muchacha de familia adinerada, hermosa y aficionada al lujo y a la buena vida. Pronto les nació su único hijo, Rafael Torres Márquez. La vida sonreía a la feliz pareja; existen infinidad de fotografías de ellos con su pequeño durante viajes y en la Casa del Arquitecto. Esta residencia estaba situada entonces entre la Puerta de la Justicia y la Puerta del Vino, con jardines y un estanque muy soleado. Josefa convirtió aquella residencia en el lugar donde todas las tardes se tomaba el té, había tertulias, fiestas y recepciones.
El año 1929 fue agridulce para Torres Balbás. Por una parte, fue encargado de diseñar y construir el pabellón de Granada en la Exposición Universal de Sevilla, por el que recibió medalla de oro. Fue ampliamente felicitado por su éxito. También había sido nombrado arquitecto responsable de patrimonio de la 6ª zona (Andalucía y parte del Levante). Pero, por otro lado, se vio envuelto en la polémica de la eliminación del trascoro de la Catedral de Granada; buena parte de los arquitectos y del clero local se opusieron a eliminar una parte del diseño que venía desde mediados del XVIII. Se adujo que la eliminación daría más grandiosidad a la nave catedralicia, tal como la había pensado Diego de Siloé en 1528. Torres Balbás no fue quien tomó la decisión final, aunque actuó de asesor en cuanto a su eliminación. Eso le hizo cargar con otro sambenito.
En 1931, Torres Balbás seguía enfrascado de lleno en sus estudios y en preparar oposiciones para acceder a cátedra en la Escuela de Arquitectura de Madrid. Hasta que la consiguió. Sus marchas esporádicas a la capital de la II República volvieron a ser motivo para que le atacasen sus detractores; esgrimían que tendría abandonada la Alhambra. Sospecho que no fue así, pues en el Diario de Obras de la Alhambra y el Generalife se ve que la actividad continuó al mismo ritmo. O incluso mayor.
A su favor hay que añadir que en este periodo también se apuntó la adquisición, por compra o expropiación, de varios edificios en peligro de desaparición. Torres Balbás se ocupó personalmente de sus proyectos de restauración
A su favor hay que añadir que en este periodo también se apuntó la adquisición, por compra o expropiación, de varios edificios en peligro de desaparición. Torres Balbás se ocupó personalmente de sus proyectos de restauración. Fueron la Iglesia de San Juan de los Reyes, el Bañuelo, las Casas del Chapiz, el Corral del Carbón, la Casa de Zafra, la Casa de los Girones, Daralhorra, reconstruyó la puerta de Bibarrambla en el bosque… y también varios monumentos en pueblos de la provincia. De no haber intervenido Torres Balbás, seguro que hubiesen corrido la misma suerte que los que ya denunció en su artículo Granada, la ciudad que desaparece (publicado en 1923).
Ya he dicho que Torres Balbás era hombre de pocas fiestas, mucha investigación, mucha escritura y mucho trabajo (En su vida escribió tanto que hoy sus obras están recogidas en 12 tomos). Pero la lozana María Josefa Márquez Yanguas era todo lo contrario. Su matrimonio comenzó a hacer aguas cuando él empezó a viajar a Madrid. Josefa comenzó a frecuentar otras amistades más activas y se fue alejando de él. Hasta que ella tomó la decisión de separarse y solicitar el divorcio. Torres Balbás estuvo de acuerdo en la separación, pero exigió quedarse con el niño de ambos.
Guerra civil, persecución y exilio interior
El alzamiento del 18 de julio de 1936 cogió a Leopoldo Torres Balbás en Soria, de excursión didáctica con sus alumnos de Arquitectura. La confusión fue total en la ciudad castellana. Soria quedó pronto adscrita al bando sublevado y Torres Balbás atrapado. Los días de julio se preocupó por devolver a sus alumnos a sus lugares de origen. En agosto, su ex mujer (Josefa) consiguió contactar con él y avisarle de que no se le ocurriera regresar a Granada; en esta ciudad había sido declarado afecto al Frente Popular, republicano y rojo, y le estaban buscando para pasarlo por las armas. Como ya estaba ocurriendo con todos los que habían tenido un cargo público o político en la provincia. Josefa salvó la vida a su ex marido Leopoldo.
En agosto, su ex mujer (Josefa) consiguió contactar con él y avisarle de que no se le ocurriera regresar a Granada; en esta ciudad había sido declarado afecto al Frente Popular, republicano y rojo, y le estaban buscando para pasarlo por las armas
Torres Balbás decidió permanecer en Soria mientras consiguió que su compañera Susana y el niño llegaran a Francia. Meses después, pudo recuperarlos a ambos para reunirse en Soria. Mientras tanto, él se puso a dar clases en el instituto de aquella ciudad para sobrevivir. Allí permanecieron los tres durante el resto de guerra civil.
Torres Balbás conoció por Josefa y por algunos amigos de Granada (entre ellos el alcalde Gallego Burín) que en Granada se le había abierto expediente de responsabilidades políticas. Ahí comenzó una amargura que le envejeció y empeoró su deteriorada salud. No entendía qué delito había cometido en Granada. Su expediente se prolongó varios años, parecía que había una mano negra detrás que le denunciaba o tenía interés en prolongar su angustiosa situación. Al principio se pensó que detrás podía encontrarse su antagonista Modesto Cendoya, que no cesaba de hablar mal de él en todos sitios, pero pronto se descartó pues Cendoya falleció en septiembre de 1938. Y su expediente de depuración seguía adelante.
La paradoja de su situación llegó cuando Millán Astray y Alfonso García Valdecasas le llamaron a Burgos para encargarle la reconstrucción de la catedral de Sigüenza
La paradoja de su situación llegó cuando Millán Astray y Alfonso García Valdecasas (granadino cofundador de Falange, que le conocía) le llamaron a Burgos para encargarle la reconstrucción de la catedral de Sigüenza. El edificio religioso había sido bombardeado por los nacionales para sacar a 500 obreros atrincherados en ella. Los falangistas contaban con Torres Balbás en la zona nacional, mientras los nacionales de Granada le buscaban para fusilarle. No entendía nada. Torres Balbás compaginó la enseñanza en Soria con la restauración de la catedral seguntina durante toda la guerra civil.
En 1940 regresó a su casa de Madrid, con Susana y su hijo. Se encontró su piso destrozado y su biblioteca saqueada por los milicianos rojos. Y lo peor de todo, en Madrid también le habían abierto otro expediente de responsabilidades políticas por ser profesor de la Universidad Central y mantener un sistema de enseñanza inspirado en la ILE (Fue el primer profesor en utilizar las diapositivas en la enseñanza universitaria).
Torres Balbás fue consciente de que Granada no perdonaba a quien llegó con ideas modernas en restauración de edificios; tampoco le perdonaron su separación de Josefa ; que hubiese colaborado en el desmontaje del trascoro catedralicio…
A lo largo de su correspondencia con Gallego Burín, Emilio García Gómez, Gómez-Moreno, Francisco Javier Sánchez Cantón y Francisco Prieto-Moreno (su sustituto técnico en la Alhambra a partir del 25 de agosto de 1936) aparece constantemente su amargura por el trato recibido a su labor, especialmente en su trabajo en la Alhambra. También por su temor a ser fusilado en cualquier momento.
Torres Balbás fue consciente de que Granada no perdonaba a quien llegó con ideas modernas en restauración de edificios; tampoco le perdonaron su separación de Josefa (cuando en realidad fue Josefa la que se lo dejó a él); que hubiese colaborado en el desmontaje del trascoro catedralicio… pero, sobre todo, que hubiese deshecho la imagen romántica impostada en la Alhambra por la saga de los Contreras en el siglo anterior.
Granada nunca le tuvo en cuenta sus méritos en cuanto a restitución de la Alhambra a su estado original y la recuperación de monumentos hispanomusulmanes.
Torres Balbás expresó su amargura y su decepción con Granada en varios pasajes de su diario personal. Este texto inédito fue entregado a la Alhambra en 2010 por su hijo Rafael. Existen al respecto dos hojas que compendian su pensamiento sobre Granada y su amargura vital. Están escritas el 13 de diciembre de 1936 en Soria. No me resisto a reproducirlas por su gran interés:
Desde 1923 hasta 1931, es decir, durante 8 años, trabajé constantemente en la Alhambra y en los monumentos de Granada: creo, en ese aspecto, haber cumplido ampliamente con mi deber. Me encontré importantísimas partes de la Alhambra en ruina, toda ella llena de hoyos y agujeros, apenas sin jardines, viniendo a menos el arbolado. Dejo la Alhambra completamente consolidada, aumentada su superficie con 12 fincas adquiridas en estos años; una porción de jardines nuevos, que antes no existían; una oficina bien montada y organizada, con centenares de planos; el arbolado, reverdeciendo espléndidamente; agua a presión en las alamedas y en el palacio, numerosas albercas rehabilitadas, grandes superficies excavadas y urbanizadas; el Palacio de Carlos V cubierto totalmente, terminadas algunas salas. En el Generalife hecha una labor análoga. En la población, rescatados de la destrucción inminente y reformados los siguientes edificios, la mayoría de los cuales habrían desaparecido sin mi intervención: el Bañuelo, el Corral del Carbón, la Casa del Chapiz, el Palacio de Daralhorra en Santa Isabel la Real, la Casa de los Girones.
En estos años recogí no pocos elogios de extranjeros y nacionales. Procuré servir y complacer a todo el mundo, sin olvido de mi deber. Y el hecho es que por lo visto se han ido acumulando odios y rencores contra mí en Granada que estallaron cuando la campaña del templete del Patio de los Leones y que ahora han debido encontrar momento más propicio de manifestarse con todo el que no guardé normas de atención y cortesía, desde el alto clero hasta el último trabajador. ¿Fue por mis circunstancias familiares? Tal vez por todo ello. Trabajo, dignidad, justicia, cortesía, todo ello no ha representado nada ante el rencor de la gente. Pero la obra que yo hice en Granada no podrá borrarse fácilmente y estoy seguro de que en el porvenir se me hará justicia”.
Torres Balbás resultó finalmente absuelto por el tribunal de responsabilidades políticas. Se le repuso en su cátedra de la Escuela de Arquitectura. Tímidamente se fue reincorporado a sus colaboraciones en revistas especializadas
Torres Balbás resultó finalmente absuelto por el tribunal de responsabilidades políticas. Se le repuso en su cátedra de la Escuela de Arquitectura. Tímidamente se fue reincorporado a sus colaboraciones en revistas especializadas; se dedicó a investigar, enseñar y escribir durante el resto de su vida. Fue ayudado por algunos amigos cosechados en Granada, pocos, y sobre todo por Sánchez Cantón (el director del Museo del Prado que salvó el patrimonio pictórico al llevárselo a Suiza), Gallego Burín, Gómez Moreno y el arabista Emilio García Gómez. Fue nombrado director del Museo Valencia de Don Juan y llevado a la Real Academia de la Historia cuando la presidía Sánchez Cantón. Tardó casi diez años en regresar a Granada con un grupo de alumnos de Madrid. Falleció el mes de noviembre de 1960 a causa de un golpe recibido por una motocicleta.
Pero siempre quedó la amarga imagen de que a Leopoldo Torres Balbás se le podía haber sacado más jugo. Su talla personal y profesional era mucho más grande de la que nos ha quedado
Pero siempre quedó la amarga imagen de que a Leopoldo Torres Balbás se le podía haber sacado más jugo. Su talla personal y profesional era mucho más grande de la que nos ha quedado. En Granada, como ya ocurrió en su momento, no parece habérsele perdonado aquellos sambenitos que le cayeron encima. Al menos, el Patronato de la Alhambra ha intentado reponer su figura con exposiciones, publicaciones y la adquisición de lo que quedaba de su archivo personal. Especialmente en la etapa de María del Mar Villafranca como directora. Quizás todavía se esté a tiempo de recuperarlo en su plenitud.
La Alhambra de hoy todavía es la que ideó Torres Balbás hace casi un siglo.
(1) De la revista de Arquitectos Ingar. Enero 1935: