Arde la Memoria rinde homenaje a Juan de Loxa
Como cada año durante la Feria del Libro, Granada Abierta quiere recordar el ataque que la cultura, en general, y los libros en particular, han sufrido a lo largo de la historia. Reivindicamos al libro frente al oscurantismo y la intolerancia. Por eso, volvemos a gritar contra aquellos que destruyen bibliotecas, destruyen el saber y destruyen la cultura de los pueblos
Este año, el recital poético-musical Arde la Memoria rinde homenaje a Juan de Loxa. Escucharemos sus versos en la lengua de Ibn al-Jatib, otro poeta lojeño cuya poesía decora los muros de la Alhambra. Y el grupo musical Suhail Ensemble cantará en árabe el poema que Juan dedicó a Javier Verdejo, víctima en 1976 de los últimos zarpazos de la dictadura: “Pan y trabajo, siempre se escapa el tiro pa los de abajo/ que mala pata, no se escapara el tiro por la culata. Granada Abierta quiere hermanar así a dos poetas, Juan de Loxa e Ibn al Jatib, como símbolo de diálogo intercultural.
Este hermanamiento poético tendrá como escenario la Plaza de Bib-Rambla, donde el cardenal Cisneros ordenó quemar en 1499 la Biblioteca de la Madraza. También participarán los estudiantes del Departamento de Estudios Árabes y Semíticos de la UGR, dirigidos por la profesora Nadia Hindi. Con música y poesía, vamos a recordar la pérdida de la Madraza, primera Universidad de Granada que fundó Yusuf I en el siglo XIV, asaltada por Cisneros. El cardenal inquisidor quemó 5.000 libros, según la crónica de Juan Vallejo, aunque Echevarría, otro cronista de la época, nos dice que fueron más de un millón los ejemplares reducidos a cenizas. Vallejo escribió: “Y para desarraygarles del todo de su perversa y mala secta, les mandó a los dichos alfaquíes tomar todos sus alchoranes y todos los otros libros particulares, los quales fueron más de III o V mill volúmines, entre grandes y pequeños, e hazer muy grandes fuegos e quemarlos todos”.
"Se quemaron todos, sin quedar memoria, como dicho es, excepto los libros de medicina e botánhica, de los cuales su señoría mandó traer bien XXX o XL volúmines de libros y están hoy en día puestos en la librería de su insigne collegio e universidad de Alcalá..."
Sin embargo, algunos libros se salvaron de la hoguera. Cisneros expolió de la Madraza más de 30 volúmenes de medicina, botánica y otras ciencias, para llevárselos a la Universidad de Alcalá de Henares. Así lo cuenta el propio cronista Vallejo: “Se quemaron todos, sin quedar memoria, como dicho es, excepto los libros de medicina e botánhica, de los cuales su señoría mandó traer bien XXX o XL volúmines de libros y están hoy en día puestos en la librería de su insigne collegio e universidad de Alcalá…” Un patrimonio bibliográfico, cuya devolución deberían reivindicar las autoridades universitarias granadinas.
A la quema de libros en Granada, siguió la de códices aztecas y mayas durante la conquista de América. No olvidamos tampoco la hoguera de los nazis en la Plaza de la Ópera de Berlín, que redujo a cenizas los libros comunistas y judíos. Ni la quema de libros que el régimen franquista organizó en 1939 para celebrar la victoria sobre la II República. El diario Arriba justificaba así aquel atentado contra la cultura: “Condenamos al fuego a los libros separatistas, liberales, marxistas, a los de la leyenda negra, anticatólicos, a los del romanticismo enfermizo, a los pesimistas, a los del modernismo extravagante, a los cursis, a los cobardes pseudocientíficos, a los textos malos, a los periódicos chabacanos”.
Lamentablemente, la quema o expolio de libros continúa en nuestros días y sigue siendo una práctica habitual de los vencedores en todas las guerras. En la reciente guerra de Bosnia en 1992, los serbios bombardearon la Biblioteca de Sarajevo con más de 2 millones de volúmenes, y durante la invasión de Irak en 2003, los estadounidenses hicieron lo mismo con la Biblioteca de Bagdad. Tampoco se libró de la barbarie la Biblioteca de Tombuctú, durante la guerra de Malí, en África occidental. Saqueada por al Qaeda, que destruyó centenares de legajos y manuscritos de la cultura andalusí. Por tanto, Granada Abierta quiere apagar con la voz de nuestros poetas todas las hogueras de la intolerancia que han intentado acabar con la memoria escrita de los vencidos.