'Contar la verdad, cada vez más peligroso'
En el Día Mundial de la Libertad de Prensa es obligado recordar al periodista Constantino Ruiz Carnero, director de El Defensor de Granada, que fue fusilado en la tapia del cementerio al comienzo de la guerra civil. Ruiz Carnero luchaba de la única forma que sabe hacerlo un periodista: denunciando los abusos de terratenientes y caciques, y la conspiración fascista contra las libertades democráticas. Algo que nunca le perdonaron sus enemigos, que respondían a las palabras con puñetazos y, finalmente, con balas. Su sobrino Jesús Fuster Ruiz fue testigo de la agresión que sufrió en su propia casa; pero no se dejó intimidar y siguió escribiendo. Fuster Ruiz mantuvo viva la memoria del insigne periodista, protegiendo sus escritos y documentos gráficos, para evitar que fueran incautados y destruidos por la policía franquista.
Constantino fue un periodista comprometido y lo demostraba a diario en las páginas de El Defensor, donde escribió: “La pluma debe servir para algo más útil, más fuerte, más vibrante, que trazar bellas notas de color y emborronar cuartillas, ha de formar el alma del pueblo”. Por eso lo mataron. Un monumento en el centro de Granada rinde homenaje a Ruiz Carnero y a todos los periodistas que siguen siendo asesinados por defender la libertad y la democracia. No olvidemos que, sólo en la última década, ejercer el periodismo ha costado la vida a casi 800 profesionales de la información en el mundo.
El año pasado, según el informe anual de Reporteros sin Fronteras, 49 periodistas fueron asesinados, 57 secuestrados y 389 encarcelados por ejercer el derecho a la información. Y lo más inquietante, mueren más periodistas en países sin guerra que en zonas de conflicto. Es el caso de México, que sigue siendo el país en el que más informadores pierden la vida, a pesar de que no hay guerra. En su mayoría, víctimas de sicarios enviados por los cárteles de la droga. Aunque el gobierno de López Obrador ha incrementado las medidas de seguridad, los periodistas siguen estando en el punto de mira del crimen organizado.
Asimismo, Turquía vuelve a ser, un año más, el país con más periodistas encarcelados por ejercer el derecho a la información, es decir, por hacer su trabajo. Informadores que están en situación de grave riesgo para su salud, pues el coronavirus se propaga con facilidad por las prisiones, a causa del hacinamiento y la falta de higiene en las cárceles turcas. A pesar de la crisis sanitaria, el gobierno de Ankara mantiene entre rejas a políticos y periodistas, como es el caso de Asli Erdogan, redactora de un diario kurdo.
Censura y manipulación
En la Unión Europea aumentan de forma preocupante las presiones para silenciar a los periodistas. Cada vez se producen más vetos contra los informadores para impedir que sean testigos de determinados acontecimientos. Y cada vez es más descarada la manipulación política de los medios informativos. Uno de los casos más graves lo tenemos aquí mismo, en Andalucía. La dirección actual de Canal Sur TV ejerce tal nivel de manipulación, que los profesionales de la televisión pública andaluza la califican de “intolerable”. Esta deriva sectaria que el gobierno de la derecha impone al canal autonómico supone una pérdida continua de audiencia y favorece a las cadenas privadas.
En China, los periodistas sufren censura en las informaciones relacionadas con el coronavirus. Chen Qiushi está desaparecido desde el pasado 6 de febrero, tras publicar una serie de informes sobre Wuhan, origen de la pandemia. El gobierno de Pekín le impuso una cuarentena, a pesar de que no mostraba síntomas de contagio, siendo uno de los periodistas chinos silenciados por ejercer su profesión.
Por su parte, el gobierno de Donald Trump ha lanzado una campaña contra los periodistas chinos que trabajan en Estados Unidos. Nos recuerda la caza de comunistas, promovida por McCarthy, durante la guerra fría. El sitio web Artículo 19 denuncia que los reporteros chinos en EE.UU. son investigados, detenidos y se les impide publicar información, lo que supone una violación de la libertad de prensa en la primera potencia del mundo.
Estados Unidos también pide la extradición de Julián Assange, fundador de wikileaks, que lleva ya un año encarcelado en Londres. El gobierno federal acusa al periodista de poner en peligro la seguridad por haber difundido documentos secretos sobre crímenes de guerra, cometidos en Irak y Afganistán por el Ejército estadounidense. La defensa de Assange, un equipo coordinado por el juez Baltasar Garzón, afirma que el hacker australiano “es víctima de una persecución política y de una ofensiva contra la libertad de prensa”.
Y en Rusia, la tercera potencia mundial, crece la lista de periodistas, como Maxime Borodin, que son incómodos para el Kremlin. Cuando intentan informar sobre presuntos crímenes de guerra en Ukrania o Chechenia, los reporteros sufren campañas de difamación, más tarde son amenazados y, finalmente, mueren en extrañas circunstancias. Como podemos ver, la violencia contra los periodistas no cesa. En un mundo acosado por la desinformación de las fakenews, cada vez es más peligroso contar la verdad.