Los universitarios progres del SUT que vinieron 'a revolucionar' a los analfabetos de la Granada profunda
-
Algo más de 200 estudiantes trabajaron y enseñaron en las minas de Alquife durante los veranos de 1954 a 1959 para conocer las penurias de clases obreras
-
El Servicio Universitario de Trabajo repartió a 528 universitarios de toda España para alfabetizar a agricultores y jornaleros de cortijadas de Granada
-
A terratenientes y caciques no les sentó bien que “señoritos de ciudad” vinieran a abrir los ojos a gentes que vivían en la miseria
-
Buena parte de aquellos universitarios acabaron militando en partidos y sindicatos de izquierdas y protagonizando la Transición (1975-82)
El jesuita José María Llanos (1906-92), Padre Llanos, tuvo la idea de poner en práctica las teorías de hermanar las clases sociales universitarias, los niños bien de capital, con los obreros, campesinos y pescadores de las clases más sufridas. Que las generaciones favorecidas trabajasen en los tajos, vieran sus esfuerzos y miserias, y que los obreros absorbieran algunos conocimientos elementales para su formación y desarrollo como personas. La iniciativa estaba inspirada por una mezcla de principios religiosos y falangistas de acercamiento de clases sociales.
Mucho se consiguió entre 1952 y 1968 con aquella iniciativa del SEU; no obstante, en buena parte a sus promotores desde el Movimiento les salió el tiro por la culata. La alfabetización de aldeanos y cortijeros llevó pareja su formación, mayor concienciación de clase, la reclamación de sus derechos y, a la postre, una brutal emigración de los duros ambientes rurales
En realidad, no había nada nuevo bajo el sol: en la Alemania postnazi se estaba enviando a los estudiantes a trabajar en los campos, minas y fábricas; esta práctica de enseñanza ya la vino experimentando la Institución Libre de Enseñanza; con las misiones pedagógicas de la II República y las campañas de La Barraca por los pueblos, las colonias escolares y la alfabetización nocturna de adultos; en la guerra civil, con Milicias de la Cultura en zona roja. Lo poco avanzado entre 1931 y 1936 en la alfabetización de zonas rurales, volvió a retrocederse en la dura postguerra. Lo prioritario había sido poder comer. Toda una generación rural se crio sin apenas acceso a la educación.
A partir de 1952, el objetivo soterrado también era que los estudiantes universitarios contribuyeran a extender y afianzar los principios ideológicos, morales y religiosos del nuevo régimen. Mucho se consiguió entre 1952 y 1968 con aquella iniciativa del SEU; no obstante, en buena parte a sus promotores desde el Movimiento les salió el tiro por la culata. La alfabetización de aldeanos y cortijeros llevó pareja su formación, mayor concienciación de clase, la reclamación de sus derechos y, a la postre, una brutal emigración de los duros ambientes rurales.
Por su parte, los estudiantes universitarios les salieron rana en buena parte (muchos ya venían predispuestos contra el régimen dictatorial) y pasaron a engrosar las filas de movimientos antifranquistas, a intentar demoler el franquismo desde dentro del SUT y del SEU. De sus filas salieron después los dirigentes de sindicatos estudiantiles de izquierdas, del Partido Comunista, del PSOE, etc. En los cortijos de Granada reforzaron su conciencia social las abogadas Cristina Almeida y Ángela Cerrillos Valledor; la jueza Manuela Carmena; el que más tarde sería su marido, Ricardo Leira Sánchez; Agustín Maravall, hermano de futuro ministro socialista y muy ligado al PSOE; el poeta José Miguel Ullán. Entre los más de 13.000 universitarios que participaron en aquellas campañas del SUT en toda España se encuentran Francisco Fernández Marugán, actual Defensor del Pueblo; el ministro Manuel Castell; el escritor Vázquez Montalbán; Xabier Arzallus, Pasqual Maragall, Emma Cohen, Ramón Tamames, Viçenc Navarro, José María Maravall, Javier Pradera, Nicolás Sartorius …
También la Universidad de Granada aportó entre 400 y 500 universitarios a aquellas campañas; en su mayoría fueron destinados a tierras extremeñas, Galicia, montañas de León y cuencas mineras de Asturias
También la Universidad de Granada aportó entre 400 y 500 universitarios a aquellas campañas; en su mayoría fueron destinados a tierras extremeñas, Galicia, montañas de León y cuencas mineras de Asturias. Las cifras son imprecisas en todos los casos, pues alguien se ocupó de eliminar los archivos del SUT al final de la etapa franquista. En su reconstrucción trabaja una asociación creada al efecto.
Los campos de trabajo de Alquife
El precedente inmediato de los campos de trabajo para universitarios de capital comenzó con una campaña veraniega en las minas de Rodalquilar (Almería), en 1950. Durante el verano, los estudiantes trabajaron y convivieron con mineros y sus familias, en condiciones casi similares de vida. La experiencia fue buena. El Padre Llanos la repitió en decenas de minas, fábricas y puertos repartidos por toda España. Nacía el SUT (en 1952) como estructura instrumental para llevarlos a cabo, tratando de desligarse lo más posible de Falange y del Movimiento. No obstante, la colaboración de los gobernadores civiles, jefes provinciales del Movimiento y jefaturas locales de Falange fue absoluta. Los estudiantes fueron gratamente recibidos y tratados a su llegada a las aldeas y cortijadas, especialmente por sus habitantes más humildes. No tanto por los terratenientes y caciques del lugar.
En el caso de Granada, los primeros campos de trabajo para estudiantes se desarrollaron en las Minas de Alquife. Entre los veranos de 1955 y 1959 llegaron a su poblado minero entre 20 y 25 universitarios, en dos turnos estivales
En el caso de Granada, los primeros campos de trabajo para estudiantes se desarrollaron en las Minas de Alquife. Entre los veranos de 1955 y 1959 llegaron a su poblado minero entre 20 y 25 universitarios, en dos turnos estivales. El fin no era otro que trabajar durante cuarenta días en galerías y cortas del hoyo de hierro. Además, su misión se extendía en confraternizar con los vecinos, viviendo, alternando, sufriendo y gozando con sus gentes. Les explicaron la estructura administrativa, política y social de España; a leer y escribir; a organizar fiestas; teatros; les llevaron el cine; publicaban una rudimentaria revistilla de cuatro páginas e impresa con un ciclostil. También contaron con la colaboración de Radio Guadix para divulgar sus actividades un día a la semana. Aquella experiencia radiofónica la repitieron más tarde con La Voz de Loja y Radio Huéscar; también en una serie de nueve artículos en el periódico Ideal, escritos por José Miguel Ullán.
No se han conservado las memorias que redactaron aquellos universitarios mineros, pero sí algunas de las revistas. Sus artículos sirven para comenzar a hacer un retrato de la dura realidad de la mina, de las carencias de la población, de su ignorancia, de su conformismo, de la falta de perspectiva de cambio social. Pero también de sus costumbres, de sus diversiones, de la felicidad de la gente humilde que se conformaba con tan poco. Porque no conocían otro mundo. Y para eso habían llegado allí los universitarios, para enseñarles que existían otras maneras de vivir. Porque en su mayoría, aquellos universitarios provenían de grandes ciudades, hijos de familias más o menos acomodadas, con acceso a bienes de consumo y conocimientos infinitamente más amplios. La experiencia fue tan enriquecedora para algunos estudiantes, que decidieron repetir varios años como mineros. La jefatura del SEU empezaba a hablar de reconciliación nacional y qué mejor manera que hacerlo conviviendo los supuestos vencedores de la guerra (los universitarios y sus familias pudientes) y los perdedores (los colectivos obreros y agrícolas).
La revista que editaron se llamó La Tolva. Por sus artículos conocemos que llegaban con el encargo del Ministerio de Educación de desarrollar un programa de extensión cultural; llegaron con su proyector de cine, otro de diapositivas, libros y material complementario. Los estudiantes narraron cómo había alquifeños que llevaban más de veinte años picando sin descanso en aquellas galerías subterráneas, con el carburo para alumbrarse, con mulas que tiraban de las vagonetas y que estaban casi ciegas por no ver la luz del día. Viendo sólo caras negras, arrugadas por tanto esfuerzo, con el riesgo de que una explosión (una tolva) en los infinitos galeríos se los llevara por delante. El alumno-redactor Celestino García Marcos escribió: “No, no es un deporte picar bajo la tierra. Tampoco el sudar. ¿Sabes lo que es estar entre mineros? Tal vez el conocer al hombre en su propio ambiente”.
Aquellos estudiantes también conocieron al colectivo de presos políticos que estaba sometido a la construcción de canales de riego en la comarca de El Marquesado
La mayoría de universitarios que se apuntaron a los campos de trabajo de Alquife procedían de carreras técnicas, en principio. Y sin apenas presencia de mujeres. A partir de las campañas de alfabetización, en 1962, se alistaron alumnos de Derecho, Filosofía y Letras y Medicina, y muchas mujeres. Obviamente, su procedencia mayoritaria era de Madrid, seguida de Zaragoza, Barcelona, Santiago, Valladolid, Salamanca. También de Granada. Por Alquife pasaron, en las cinco campañas veraniegas, algo más de doscientos universitarios.
Aquellos estudiantes también conocieron al colectivo de presos políticos que estaba sometido a la construcción de canales de riego en la comarca de El Marquesado. Pero no hay la más mínima referencia escrita a su relación con los penados republicanos.
En el año 1960, el único campo de trabajo universitario organizado por el SUT en Granada tuvo lugar en la flamante Central Lechera del Camino de Ronda (Puleva). La veintena de estudiantes que llegaron fueron repartidos entre la envasadora de leche y el montaje de las plantas de leche en polvo y la embotelladora de gaseosas La Casera, que por entonces se llenaban en esta factoría.
Ni en los casos de Alquife ni Puleva hubo, que se sepa, problemas de tipo laboral ni reivindicativo coincidiendo con la llegada de universitarios en prácticas. Al contrario de lo que ocurrió en la mayoría de cuencas mineras del Cantábrico y Cáceres
Ni en los casos de Alquife ni Puleva hubo, que se sepa, problemas de tipo laboral ni reivindicativo coincidiendo con la llegada de universitarios en prácticas. Al contrario de lo que ocurrió en la mayoría de cuencas mineras del Cantábrico y Cáceres. Recordemos que por aquellos años el mundo estudiantil universitario empezaba a estar revuelto, concretamente a partir de la huelga de 1956.
Campañas de alfabetización 1962-63
Los campos de trabajo sirvieron para que los universitarios del SEU concienciaran a sus jefes de la urgente necesidad de alfabetizar a la población rural. Nunca se conseguirían los objetivos de acercar las clases privilegiadas y las obreras si no mediaba una mínima formación de los desfavorecidos. Los universitarios se percataron de la gran ignorancia, explotación laboral, hambre e injusticia en que se hallaban las zonas rurales de España, y especialmente de Andalucía. La mayoría de sus habitantes vivían como en la edad media, sin conocer más mundo que los horizontes de las montañas donde vivían, explotados por caciques que no se diferenciaban nada de los señoríos feudales. Los estudiantes insinuaron que a aquellas alturas incluso se ejercía el derecho de pernada en algunos latifundios y fincas forestales del Estado.
El porcentaje de analfabetismo de España era por aquellos años del 15%, aproximadamente; en Granada subía al 25% de media, pero es que en la infinidad de pedanías y cortijos solía sobrepasar el 90%. Allí irían los primeros universitarios
El SUT, de mano del ministro Jordana y de Martín Villa, tomó la decisión de acometer la urgente alfabetización básica de aldeas y cortijadas. Los pueblos, al menos, contaban con maestros (incluso, algunas pedanías, con maestros ambulantes), pero la población rural dispersa estaba al margen de la lectura y la escritura. Esa población rural atrasada fue su objetivo. Y la provincia de Granada, la primera zona que se eligió para empezar la alfabetización básica. En las áreas montañosas y aisladas de la capital y pueblos grandes malvivían miles de personas que en su vida habían visto un libro; el porcentaje de analfabetismo de España era por aquellos años del 15%, aproximadamente; en Granada subía al 25% de media, pero es que en la infinidad de pedanías y cortijos solía sobrepasar el 90%. Allí irían los primeros universitarios.
Fueron elegidas las comarcas de Huéscar, Montefrío, Loja y Alhama en la primera campaña. Los primeros 350 universitarios llegados de varias universidades españolas asistieron durante la primera semana de julio a un cursillo de formación y conocimientos básicos de lo que se iban a encontrar. En ellos participó, entre otros, el catedrático y sociólogo Joaquín Bosque Maurell; también acudieron a informarles todos los alcaldes de los municipios afectados. Luego fueron repartidos por pueblos, aldeas y cortijadas para que realizaran su trabajo de alfabetización de personas mayores de 14 años. El grupo de universitarios contaba con una presencia muy importante de mujeres, aproximadamente el 40%. Entre ellas venían algunas de quienes más tarde se harían conocidas en el mundo de la abogacía y la disidencia política: las abogadas Cristina Almeida y Manuela Carmena. (Cristina Almeida estuvo destinada en varios cortijos de Alhama de Granada. De Manuela Carmena no se especifica el lugar concreto).
Fueron elegidas las comarcas de Huéscar, Montefrío, Loja y Alhama en la primera campaña. Los primeros 350 universitarios llegados de varias universidades españolas asistieron durante la primera semana de julio a un cursillo de formación y conocimientos básicos de lo que se iban a encontrar. En ellos participó, entre otros, el catedrático y sociólogo Joaquín Bosque Maurell; también acudieron a informarles todos los alcaldes de los municipios afectados
Permanecieron conviviendo y enseñando a los analfabetos durante todo el mes siguiente. A partir del 8 de agosto, fueron relevados por un segundo turno. Los universitarios de ciudad se toparon con una realidad que no imaginaban desde sus acomodadas vidas: no sospechaban que, además de ser analfabetos, vivían en condiciones de miseria alarmantes, en cuevas, chozas, sin agua, sin carreteras, sin medios de locomoción, mal vestidos, mal nutridos. Y para empeorar la situación, la falta de trabajo o el trabajo estacional era lo normal en aquellas aldeas. En otros cortijos, el terrateniente tenía a las familias sometidas a un régimen casi feudal, sin pagarles, sin seguros sociales, prácticamente sólo por la comida.
Los informes que redactaron los coordinadores de zona al finalizar la campaña suponen un retrato muy fresco de la Granada rural de ¡hace sólo sesenta años! Los ojos limpios de aquellos jóvenes universitarios describieron una realidad que, desde Madrid, incluso Granada capital, se pretendía esconder. No sólo se dedicaron a enseñar a leer a la gente, también se convirtieron en una especie de trabajadores sociales, consejeros y tramitadores de gestiones: tramitaron citas médicas, gestionaron seguros y pensiones, hacer trámites ante los ayuntamientos o la administración, hicieron de ATS improvisados. Detectaron que su ignorancia conformista era fruto de la desconfianza que percibían de sus ayuntamientos y también del desprecio de los poderosos.
Los informes que redactaron los coordinadores de zona al finalizar la campaña suponen un retrato muy fresco de la Granada rural de ¡hace sólo sesenta años! Los ojos limpios de aquellos jóvenes describieron una realidad que, desde Madrid, incluso Granada capital, se pretendía esconder
Por eso, la gente humilde recibió con el corazón y trató con todo el cariño del mundo a unos universitarios que casi eran extranjeros. Comieron y durmieron en sus casas, cuevas o chozas; les pusieron sobre la mesa lo mejor que tenían. Que no era demasiado.
Los más mayores se conformaban con haber conseguido aprender a firmar durante su verano de aprendizaje. Los más jóvenes aspiraban al certificado básico de escolarización, que les era expedido al acabar el cursillo. Aquel certificado era imprescindible para sacarse el pasaporte. Y el pasaporte, para poder emigrar de aquel mundo tan injusto que les tocaba vivir.
A partir de las campañas de alfabetización 1962-63 de comarcas rurales granadinas, se experimentó un notable incremento de la emigración hacia zonas de despegue industrial de España y hacia Alemania, fundamentalmente. Agustín Maravall, en su informe de las campañas 1962-63 en que participó, destacó que la provincia de Granada había visto marchar a 140.000 emigrantes entre los años 1950 y 1960; y para la década siguiente pronosticó un aumento de las cifras. Y no se equivocó.
La memoria de actividades de 1962 fue redactada por los seis jefes de zona. Su lectura retrata a la perfección la realidad rural de Granada. Los estudiantes cuentan situaciones y casos que les ocurrió durante sus convivencias, algunos curiosos y otros muy lamentables. Agustín Maravall estuvo aquella campaña en la Sierra de Castril, en los cortijos de El Moro y Azadillas. Allí vivían por entonces bastantes personas (hoy sólo quedan dos familias). Las clases tenía que darlas a la luz de candiles; la alimentación era muy básica, basada en productos del campo, cerdo o animales, repetida la típica olla; detectó ausencia de relaciones familiares y un machismo exagerado, incluso alentado y exigido a los hombres por sus propias mujeres; apenas conocían y practicaban la religión; las diversiones se limitaban a algunos concursos en las eras o bailes con un par de aficionados a la guitarra, etc.
Lo peor que encontró en la zona fue “la pequeña burguesía de Castril”. Los retrató ociosos, sentados en el casino y despreciando a los campesinos y pastores ignorantes. Varios estudiantes de la zona tuvieron enfrentamientos con los caciquillos locales, a quienes no debieron gustar que llegaran universitarios a enseñarles cuatro cosas y explicarles los derechos
Lo peor que encontró en la zona fue “la pequeña burguesía de Castril”. Los retrató ociosos, sentados en el casino y despreciando a los campesinos y pastores ignorantes. Varios estudiantes de la zona tuvieron enfrentamientos con los caciquillos locales, a quienes no debió gustar que llegaran universitarios a enseñarles cuatro cosas y explicarles los derechos que tenían como españoles. Los campesinos del Noreste de Granada se quejaban de que todo el mundo comía del campo, pero a ellos no les dejaban comer. Vivían descontentos, pero resignados. Su compañero de Puebla de Don Fadrique, Fernando Gasul Corcuera, tuvo que recorrer decenas de kilómetros por los cortijos de la Sagra; destacó las pocas aspiraciones y la resignación de sus vecinos, de manera que calificó a sus habitantes como “la Puebla de los sentados” (nunca vio a nadie trabajando ni andando por sus calles).
Un ejemplo de la miseria de Granada lo expuso el universitario Aureliano Álvarez Rodríguez al describir la vida en Vallequemado (Íllora): “El trato que recibe el campesino es el desprecio y la desidia (…) Diez familias levantaron sus chozas en Sierra Pelada. En esas chozas vi por primera vez niños desnudos, chozas inmundas y familias que viven a expensas de que la cosecha de otros sea abundante para tener un jornal”.
“Contra los caciques del Sur”
La primera campaña de alfabetización del SUT en Granada fue muy positiva y enriquecedora, para ambas partes. Pero aquel verano cambió muchas cosas. Se habían sembrado muchas semillas. Por parte de la población rural, se percataron de las injusticias y desigualdades en que vivían. Los universitarios contribuyeron a abrirles los ojos. De ahí que se incrementara su deseo de emigrar como única salida a su situación.
En el caso de los universitarios, buena parte de ellos ya llegaron predispuestos por estar próximos a posturas progresistas, cuando no izquierdistas e incluso ligados al Partido Comunista o sindicatos estudiantiles antifranquistas. Sus estancias veraniegas les sirvieron para reafirmarse y ampliar sus conciencias sociales. Lo que vieron en las zonas rurales granadinas no les gustó nada
En el caso de los universitarios, buena parte de ellos ya llegaron predispuestos por estar próximos a posturas progresistas, cuando no izquierdistas e incluso ligados al Partido Comunista o sindicatos estudiantiles antifranquistas. Sus estancias veraniegas les sirvieron para reafirmarse y ampliar sus conciencias sociales. Lo que vieron en las zonas rurales granadinas no les gustó nada. De ahí que muchos se posicionaran claramente contra el régimen franquista y apostaran decididamente por luchar contra él desde dentro. Este fue el caso de Cristina Almeida, Manuela Carmena y Ángela Cerrillos Valledor, las tres estudiantes de Derecho, las tres expulsadas de la Universidad de Madrid y tuvieron que acabar sus carreras en Valencia. Las tres estuvieron en Granada. Aquí debieron descubrir sus vocaciones como abogadas de los desheredados.
La prensa española elogió, alabó y ensalzó la campaña de escolarización del SUT iniciada en Granada en 1962. Se iba a repetir al año siguiente y, además, se extendería progresivamente a otras once provincias españolas con un problema similar. No obstante, hubo algunos (el YA, por ejemplo), que se atrevió a publicar al respecto: “Ya es sintomático que subdesarrollo y caciquismo se den en simbiosis, como si el uno viviese del otro”; también el diario S. P. de Madrid fue más explícito al finalizar la campaña de 1962: “Es una lástima que los caciques de muchos pueblos continúen con una mentalidad de hace cincuenta años y mirasen con recelo una labor que sólo pretendía elevar el nivel social y cultural de gentes humildes. Algo así como que un bracero conozca las leyes sociales que le protegen, o el acceso al estudio que podrían lograr sus hijos, afectasen profundamente a sus intereses”.
Pero aquella primera generación de universitarios que se lanzaron a los cortijos no sólo reflejó las injusticias en sus memorias, sino que también debieron contar a los periodistas extranjeros la realidad que se vivía en la Granada profunda
Pero aquella primera generación de universitarios que se lanzaron a los cortijos no sólo reflejó las injusticias en sus memorias, sino que también debieron contar a los periodistas extranjeros la realidad que se vivía en la Granada profunda. Un ejemplo que delata sus pensamientos fue el artículo que inspiraron al corresponsal del New York Times en Madrid: “España comienza una acción contra los caciques del Sur”, fue el título del artículo publicado el 13 de noviembre de 1962. En él se decía: “Una función tradicional de los caciques es proporcionar mano de obra barata a los terratenientes. Para conseguirlo, los caciques procuran que el pueblo siga siendo analfabeto e ignorante (…) La creciente movilidad de los españoles, los diarios, la radio, el cine, el turismo y la emigración han reducido el poder de los caciques. No obstante, el sistema subsiste, como lo han podido averiguar los estudiantes obreros de Granada”.
El artículo parece escrito, o al menos inspirado, por el universitario que estuvo en un pueblo de Granada y describió la manera humillante de cómo un terrateniente acudía a la plaza del pueblo cada mañana montado en una yegua
El artículo parece escrito, o al menos inspirado, por el universitario que estuvo en un pueblo de Granada y describió la manera humillante de cómo un terrateniente acudía a la plaza del pueblo cada mañana montado en una yegua. Allí se concentraban decenas de braceros esperando ser seleccionados, como ganado, por la fusta que les señalaba. Y si no había suerte o se caía mal al señorito, un día más sin poder llevar jornal a su casa.
La alarma corrió de boca en boca entre caciques y terratenientes granadinos aquel verano de 1962.
El estudiante de Medicina de Zaragoza Clemente González Batres (1943-2003) presenció una discusión de los braceros con su amo a cuenta de desacuerdos con los pagos. Estaban en el cortijo Barcinas. El propietario les hablaba en tono bronco, incluso les dijo que les iba a dar quinientas patadas en los cojones en vez de quinientas pesetas
El culmen del malestar de los terratenientes granadinos saltó en una finca de Iznalloz, ya en el verano de 1963. A los propietarios no les gustaba que vinieran unos “estudiantes señoritos” a revolucionarles el personal. El estudiante de Medicina de Zaragoza Clemente González Batres (1943-2003) presenció una discusión de los braceros con su amo a cuenta de desacuerdos con los pagos. Estaban en el cortijo Barcinas. El propietario les hablaba en tono bronco, incluso les dijo que les iba a dar quinientas patadas en los cojones en vez de quinientas pesetas. El estudiante se puso de parte de los trabajadores, reclamándole mejor trato y que les pagara lo que les debía. Al parecer, les pagaba tarde, mal o nunca. El universitario lo denunció ante la Delegación Sindical. El asunto preocupó tanto al gobernador civil, que envió a la brigada político-social a investigar. El resultado fue un informe de un inspector de policía que no tiene desperdicio: achacaba el comportamiento del cacique a que era mayor, brusco en sus maneras y quizás eso le sonó mal a personas con formación superior intelectual. Pero era persona totalmente afecta al régimen, perseguida en la guerra por los rojos y de orden. No obstante, el policía destacaba que en su cortijo encontraban trabajo todos los que no contrataban en otros lugares por ser malos obreros. El asunto –añadía el informe policial– había sido muy mal visto por los agricultores, ya que el estudiante debería haberse limitado a sus clases “y no a dar lecciones a los obreros sobre derechos y reivindicaciones de los mismos, hasta el extremo de convertir las clases de cultura en verdaderas charlas políticas”.
Lo que nunca se supo de manera oficial es que, en represalia, el propietario de las Barcinas les quitó a sus trabajadores los cerdos, cabras y ovejas
El asunto quedó frenado por el gobernador civil. Clemente González Batres no fue aceptado en ninguna campaña más del SUT. Mas, lo que nunca se supo de manera oficial es que, en represalia, el propietario de las Barcinas les quitó a sus trabajadores los cerdos, cabras y ovejas que criaban para el sustento de sus familias.
A esta primera campaña asistió el estudiante de arquitectura Ricardo Leira Sánchez, futuro esposo de la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena; dejó un magnífico retrato de la zona donde le tocó actuar, Los Gigantes (a una legua de Montefrío). En su memoria se atrevió a hablar de política, del régimen, de Franco e, incluso, de recoger la represión contra el cura de Montefrío, Don Manuel, considerado un revolucionario para la época. Montó una emisora para decir misa y dar charlas educativas, pero se le ocurrió decir que, con relación a las huelgas, no sería de extrañar que los parados que estaban en la plaza esperando un jornal para segar espigas, se cansaran y decidieran segar cabezas. Aquella osadía le costó el cierre de la emisora.
La campaña alfabetizadora de 1962 aconsejó que el SUT repitiera al año siguiente en Granada. Pero en esta ocasión se decidió ampliar su campo de actuación a las comarcas de los Montes orientales, Baza y Guadix. A pesar de abarcar más de la mitad del territorio provincial, en aquella segunda ocasión se destinaron menos estudiantes, 178, con mayoría de mujeres. Muchos de los universitarios repitieron. Otros, como el caso del poeta José Miguel Ullán Hernández (1944-2009) prefirió imbricarse aún más en la lucha antifranquista al regresar de lo vivido en El Almendral (Zafarraya); su descontento con el franquismo acabó por llevarle al exilio entre 1966 y 1976.
Todavía hoy, casi sesenta años después, los viejos de Alamedilla y Alicún de Ortega recuerdan con cariño a aquellos estudiantes de Madrid. Se codeaban con todo el mundo; enseñaban, bebían y reían con todo el pueblo, en la escuela, en sus casas y en el bar. A Alamedilla fueron dos estudiantes – “que luego vimos salir mucho en la tele con Adolfo Suárez” –; uno daba clases a analfabetos en el pueblo; el otro se ubicó en la cortijada de Hazablanca, en casa de la Tía Plácida. Los dos de Alicún fueron destinados a la cortijada de los Ciruelos, a cinco kilómetros, en el camino que va a la Estación de Cabra-Alicún. Hoy esta cortijada, que entonces la habitaban más de cien personas, sólo sirve como tinado para un pastor.
De la UGR para España
La Universidad de Granada también aportó estudiantes a las campañas de alfabetización del SUT desarrolladas entre los años 1962 y 1968. Se calcula que pudieron ser alrededor de 400-500, aunque no hay datos precisos. Las universitarias granadinas pioneras fueron dos mujeres que ya por las campañas de 1957-58 acudieron al campo de trabajo de Burjasot (Valencia); tampoco en este caso quedaron concretados sus nombres. Así mismo, figura el estudiante de Derecho Jaime Peñafiel Núñez (Granada, 1932) como participante en el campo inicial de Rodalquilar en el año 1950, a partir de cuya experiencia se pusieron en marcha las campañas del flamante SUT en 1952; el conocido periodista volvió a repetir en las minas de Sabero los veranos de 1952-53 en calidad de guaje (ayudante).
Manuel Titos acudió a las campañas del SUT en tres ocasiones en aquellos años: a Jaén, Cáceres y León. El primero de los años estuvo como docente, pero los dos siguientes ya ascendió en la jerarquía de zona. Este profesor jubilado de la UGR valora aquellos años como muy enriquecedores, ya que su intención se centró en aprender con el contacto de universitarios de otros lugares
Manuel Titos acudió a las campañas del SUT en tres ocasiones en aquellos años: a Jaén, Cáceres y León. El primero de los años estuvo como docente, pero los dos siguientes ya ascendió en la jerarquía de zona. Este profesor jubilado de la UGR valora aquellos años como muy enriquecedores, ya que su intención se centró en aprender con el contacto de universitarios de otros lugares. Para él, nacido y criado en los campos de Guadahortuna, no era ninguna novedad ni sorpresa el analfabetismo que campaba en las zonas rurales. Vivió poco tiempo después la desaparición del SUT y del SEU de Granada. (En la actualidad prepara un ensayo en el que trata de reconstruir la actividad del SUT-SEU granadino).
El caso de Juan de Dios Vico fue muy diferente. Se apuntó a un campo de trabajo con 18 años, verano de 1968; le enviaron a Acevedo, cerca de Riaño, en el norte de León. “Mi primera sorpresa –recuerda más de medio siglo después, ya jubilado del IES Padre Suárez- fue que al bajar del autobús nos estaba esperando un escuadrón de policía, metralleta en mano. La comarca estaba muy caliente por el tema del pantano y las huelgas mineras de la comarca”. En aquel campo permaneció casi dos meses, ayudando en la granja de una viuda con varios hijos pequeños. Vivía en la casona de la señora Amadora, sobre todo llenando pajares y atendiendo al ganado. No oculta que la mayoría de quienes iban a aquellos campos del SUT se hallaban próximos al PCE o a movimientos de curas progres de la Iglesia. “Volví entusiasmado. Hubiese repetido de no haber desaparecido el SUT. Nos ilusionaba trabajar creyendo que erosionábamos el franquismo”, sentencia.
Desaparición del SEU y reconstrucción del archivo
El SEU de la provincia de Granada tuvo cierta potencia debido a la gran presencia de universitarios en la UGR. También organizó por aquellos años un programa llamado Trabajo Dominical, consistente en dedicar los domingos a alfabetizar a obreros en los barrios periféricos de la capital, sobre todo el Zaidín, y de Baza.
El SEU de la provincia de Granada tuvo cierta potencia debido a la gran presencia de universitarios en la UGR
No obstante, en 1965 empezó a encogerse y a dedicarse a mantener sus colegios mayores, mantener sus economatos, cierta actividad cultural y deportiva, pero habían surgido varios sindicatos al margen del control del Movimiento que resultaban más atractivos para las nuevas generaciones universitarias. No obstante, el Servicio Universitario de Trabajo de Granada participó todavía entre 1965 y 1969 en un centenar de campos de trabajo y campañas de escolarización por toda España. Como directores provinciales del SUT granadino se sucedieron a partir de 1962 Fernando Sánchez García, Emilio Delgado Pinto y Pablo Ruiz de Peralta.
A partir de 1969, tanto el SEU como el SUT y el Teatro Universitario daban sus bocanadas, en España y en Granada. Nada se sabe de sus archivos para conocer con detalle toda su trayectoria de casi dos décadas de actividad.
Recientemente se ha formado una asociación por parte de aquellos universitarios para tratar de construir la historia del SUT y la importante labor desarrollada en algunos aspectos
Recientemente se ha formado una asociación por parte de aquellos universitarios para tratar de construir la historia del SUT y la importante labor desarrollada en algunos aspectos. Quienes conservan documentos los están aportando para hacer su archivo. Ha comenzado por elaborar un documental (titulado La Transición Silenciada, ya emitido en varios canales autonómicos), en el que muchos de sus participantes rememoran sus experiencias. Buena parte de aquellos universitarios ya han fallecido y otra parte, me consta, no desea que se mencione su participación ni en SEU ni el SUT franquista.
La asociación de sutistas se presentó en público en la Universidad de Granada (14 enero de 2020), con la proyección del documental y un debate en el que participaron Francisco Fernández Marugán, Agustín Maravall y Manuel Titos Martínez.
Los estudiantes del distrito universitario de Granada que participaron en las actividades del SUT pueden aportar información para su archivo a través de la web https://sut.org.es/
Ángela Cerrillos aventando en el cortijo Pedro Bueno, de Loja, en 1963.
Ángela Cerrillos Valledor estudiaba Derecho en Madrid, junto a su amiga Cristina Almeida. Por 1962 tenía cierta conciencia política, pero nunca podía imaginar que existía un mundo de tanta miseria y tanta injusticia social. “Descubrí en el campo de Granada que existía otro mundo de injusticia, distinto al que se veía en las ciudades y en los medios de comunicación”, recuerda con nostalgia. Participó en varias campañas del SUT por toda España, las dos primeras en tierras de Granada.
-¿Por qué se sumó a la campaña del SUT de alfabetización?
-Por casualidad y curiosidad. Me enteré por un cartel que vi en la puerta del SEU de Madrid. Me pareció una forma de conocer otros lugares y de echar una mano en enseñar a gente. Llamé a mi amiga Cristina Almeida y las dos nos apuntamos. Fuimos destinadas, en el verano de 1962, a Alhama de Granada. Nos alojaron en casa del alcalde y del farmacéutico. Dábamos clases por la mañana a gente del mismo Alhama en un caserón del centro de la ciudad; por las tardes íbamos a barriadas de las afueras.
-¿Cómo les recibieron los lugareños?
-Las fuerzas vivas de Alhama nos recibieron bien, aunque pienso que no sabían cuál era nuestra misión ni nuestro papel allí. No se entendía muy bien a qué íbamos. El primer verano en Alhama apenas hay nada que destacar. Los problemas y los recuerdos más intensos los guardo del verano de 1963, cuando me destinaron a la cortijada de Pedro Bueno, en plena Sierra de Loja.
-¿Qué diferencias encontró con relación a Alhama ciudad?
-Aquel campo era otro mundo. En la cortijada había unos 25 jornaleros trabajando en tareas de siega y trilla. Dormían en pajares, mal vestidos y mal alimentados. Iban a sus casas de otros cortijos o pueblos a cambiarse una vez por semana. La alimentación era muy pobre: desayuno a las 7 de la mañana a base de una especie de pipirrana muy elemental y café; al mediodía, cocido; y por la noche, vuelta a la pipirrana. Todo con mucho pan, sin leche y sin apenas carne. Y su trabajo era muy duro. Se comía cocido todos los días, los garbanzos eran prácticamente la base de la alimentación.
Trabajaban de sol a sol. Tuve problemas para poder alfabetizar a aquellas gentes porque los dueños los explotaban y no les dejaban un respiro. Acababan cansadísimos. El cortijero creyó entender que yo había ido allí a dar clases a sus hijos, que era lo único que veía bien. Nada de enseñar a los jornaleros.
-¿En qué condiciones vivían los braceros?
-Deplorables. Explotados y maltratados. Los caciques trataban inhumanamente a la gente, estaban reventados. Hubo un accidente, uno se cortó un brazo con una hoz, y se descubrió que no tenía a nadie dado de alta ni asegurado. Ya he dicho que dormían en cuadras y pajares, sin poder casi asearse. Por eso su máxima aspiración era poder aprender algo para emigrar de allí lo antes posible. Me extrañó que hubiese muchas más mujeres que hombres; eso era debido a que muchos de los maridos ya habían emigrado a Alemania o Barcelona, huyendo de las duras injusticias laborales y sociales que se vivía en el campo granadino.
-¿Había muchas diferencias entre las zonas rurales granadinas y las de Galicia que conoció años después?
-El problema era muy similar. En Granada debido al latifundismo y en Galicia por el minifundismo, pero la gente vivía en condiciones parecidas de ausencia de casi todo. No era de extrañar que su máxima aspiración fuese salir corriendo lo antes posible.
-¿Venía usted con una predisposición política?
-En absoluto. Yo era inquieta, pero no estaba próxima a movimientos de izquierda. Eso vino después. Me acerqué al SUT con expectativas de mejorar la educación y la forma de vivir de la gente. Pero lo que me encontré en Granada me impactó y marcó mi vida. No me he atrevido a regresar por allí para no cambiar mis impresiones de juventud. Tras volver de aquellas campañas fue cuando tomé conciencia social de que había que cambiar muchas cosas en aquella España. Me metí en movimientos estudiantiles de izquierdas. Desde la Universidad deseábamos desmontar el franquismo. Nos abrieron expedientes a Cristina, a Manuela Carmena y a mí. Tuvimos que irnos a Valencia a terminar Derecho (Excepto Cristina, que su expediente se traspapeló y logró quedarse en Madrid, donde su padre era concejal). En Valencia me afilié al PCE, pero duré pocos meses al ver que aquello era lo mismo de democrático que el régimen del que huíamos.