DEVANEOS EXTRACONYUGALES EN EL NACIONAL-CATOLICISMO GRANADINO

‘Pichurras’ famosas en el franquismo

Ciudadanía - Gabriel Pozo Felguera - Domingo, 9 de Abril de 2023
Un extraordinario y valiente reportaje de Gabriel Pozo Felguera, que desvela la hipocresía moral de los prebostes del franquismo en Granada.
Recreación de la caroca de 1955 que representaba a personajes conocidos huyendo del prostíbulo en llamas.
RUBÉN GARRIDO
Recreación de la caroca de 1955 que representaba a personajes conocidos huyendo del prostíbulo en llamas.
  • Empresarios, políticos y nobles eran los primeros en llevar vidas paralelas con queridas y prostitutas de lujo; alguno de ellos murió en pleno acto sexual

  • El alcalde Juan Ossorio Morales fue cesado por presiones del arzobispo al desvelarse que se veía con una amiga frente al Ayuntamiento

En la Granada del más duro franquismo (1939-1969) no se era nadie importante si no se tenía una querida, mantenida o colocá a disposición. Buena parte de empresarios, políticos y nobles tuvieron líos extramatrimoniales. Y lo importante era contarlo, hacerlo saber para fardar o lucirlas públicamente. Era un signo de distinción, precisamente de aquellos que por su posición social, económica o administrativa debían predicar con ejemplo de virtud conyugal. Los prebostes del nacional-catolicismo se daban golpes de pecho en las iglesias por las mañanas y por las tardes eran los primeros fornicadores en casa ajena. El resto del populacho militaba en la segunda división de la extendida prostitución de  entonces. La ciudad conoció sonados casos de amancebamiento; corrieron de boca en boca para envidia de unos, escarnio de otros y tragedia en unos pocos. Hubo muertes de personalidades fornicando con queridas e incendios que desalojaron lupanares repletos de personalidades. Aunque el caso más sonado y castigado por el poder político-religioso fue el de un alcalde de Granada, fulminado y casi borrado de la Historia por reunirse con su amante junto al Ayuntamiento.

Hacía más de un cuarto de siglo que yo no había leído ni escuchado el término “Pichula”. Hasta que recientemente salió a relucir por la ruptura de Mario Vargas Llosa en su aventura de viejo con Isabel Preysler. Inmediatamente recordé que era un término que aprendí de la boca del poeta Pepe Ladrón de Guevara, allá por los años ochenta del siglo pasado. Después también se lo oí decir a Gallego Morell y a José Miguel Castillo Higueras. Eran las tres personas que más sabían de asuntos de faldas de nuestros padres y abuelos en la Granada franquista; los dos segundos, especializados en braguetas de la sociedad granadina de medio y alto pelaje. Con algunas de sus orientaciones escribí algunos tímidos artículos en Ideal, por los años 1986-87.

Pero en el periodo del nacional-catolicismo todo lo relativo a la carne extramatrimonial era motivo de asombro, escándalo,  pecado o delito. Paradójicamente, lo practicaba más o menos de tapadillo desde el primero al último de los granadinos poderosos

Hoy tiro de apuntes y compruebo que en aquella oscura Granada no se decía “Pichula”, como lo hacen en Chile y Perú para referirse a picha de modo despectivo. Nuestros mayores solían utilizar el término “Pichurra” para lamentar la que tiempo atrás fue picha con plenas facultades. O definir el micropene. Precisamente era cuando el miembro viril entraba en su etapa de pichurra, es decir, en su edad provecta, cuando sus propietarios adinerados ponían más empeño en buscarse amante o mantenida extraconyugal para dar nueva vida a los añorados  jóvenes ardores sexuales. Una tía mía contaba que solía darle mil pesetas cada sábado a su marido para que se fuera de putas y la dejara tranquila; argüía mi parienta que, llegada cierta edad (jamás pronunció la menopausia), las mujeres ya necesitan poco a los maridos. Eso me hizo creer de joven que el sexo se acababa cuando te nacía el primer nieto; y quizás por eso quienes podían permitírselo recurrían a las queridas para sentir revivida la ilusión. Incluso parecía que nuestras madres y/o abuelas sabían perfectamente lo que sus maridos se traían entre piernas, pero hacían la vista gorda y lo asumían con cierta normalidad y resignación. Aunque en muchos casos resultaba todo lo contrario, las señoras se encargaban de tener a los maridos lo suficientemente estrujados como para impedir que les quedaran ímpetus de bueyes dispuestos a pastar en huerto ajeno. ¡Creencias y errores míos de juventud!

Hoy, la cuestión de sexo dentro o fuera del matrimonio es un asunto que compete e interesa exclusivamente a cada uno. Nadie se extraña de nada. Pero en el periodo del nacional-catolicismo todo lo relativo a la carne extramatrimonial era motivo de asombro, escándalo,  pecado o delito. Paradójicamente, lo practicaba más o menos de tapadillo desde el primero al último de los granadinos poderosos. Voy a referirme en las siguientes líneas a algunos casos que quedaron grabados en la memoria de quienes hoy peinan muchas canas o están completamente calvos.

Las “casas consistoriales” del Barrio de la Virgen

El Barrio de la Virgen, especialmente la calle Concepción, siempre ha concentrado pisos y pensiones donde ejercían la prostitución buen número de mujeres (y algún hombre). Sobre  todo tras el derrumbe de la Manigua. También proliferaban habitaciones ocupadas por “mantenidas”, “colocás” o “retiradas” por aquellos que se lo podían permitir con sus dineros. La máxima aspiración de una meretriz era que algún rico le pusiera un piso en Puerta Real. Fueron mujeres reservadas para algún hombre con poder adquisitivo medio-alto. Para su disfrute exclusivo, o al menos eso les hacían creer a sus protectores.

Bastantes de los que salieron en calzoncillos resultaron ser concejales y/o funcionarios del Ayuntamiento,  sobradamente conocidos

Uno de los casos más escandalosos fue destapado por un aparatoso incendio en la antigua calle del Toril. La casona número 7, esquina a Concepción, salió ardiendo la madrugada del domingo 12 de septiembre de 1954. Vecinos y transeúntes quedaron atónitos al ver huir de las llamas a decenas de hombres maduros y varias mujeres jóvenes. El que más y el que menos consiguió medio vestirse o liarse en una sábana. Hasta que la pensión de citas quedó completamente vacía y destruida. Las primeras luces de aquel domingo desvelaron lo que muchos sabían: la casa en cuestión era un inmenso lupanar al que acudían a dormir con sus amantes unos cuantos hombres maduros. Bastantes de los que salieron en calzoncillos resultaron ser concejales y/o funcionarios del Ayuntamiento,  sobradamente conocidos.

Casa de la calle Toril, esquina a Concepción, que fue destruida por el incendio y rehecha posteriormente.

El asunto llamó mucho la atención porque durante el siniestro falleció el bombero Francisco Zurita. También resultó con graves quemaduras Mercedes Espejo Pérez, joven de 24 años, natural de Cartagena y “con residencia circunstancial en nuestra ciudad” (según se consignó eufemísticamente en las diligencias policiales). El entierro del día siguiente fue presidido por el alcalde Manuel Sola; la ciudad se paralizó.

Calmados los ánimos y pasados unos meses, el Ayuntamiento decidió eliminar el nombre de calle del Toril y sustituirlo por Mirasol. Por cuestiones de cornamenta y por el cachondeo que circulaba en los bares

Calmados los ánimos y pasados unos meses, el Ayuntamiento decidió eliminar el nombre de calle del Toril y sustituirlo por Mirasol. Por cuestiones de cornamenta y por el cachondeo que circulaba en los bares. Para mayor recochineo, a las casas de putas de esa calle se las bautizó como “Casas Consistoriales”, debido al origen de sus clientes habituales; desde la prensa católica se pedía la clausura de las viviendas de meretrices. Y para abundar en la sorna, el humor granadino recurrió los dos años siguientes (1955 y 1956) al tema de los abundantes cuernos que se ponían en las casas de esa calle para plasmarlo en sus quintillas y carocas del Corpus. Los textos decían lo siguiente:

(1955) Título: “Tararí… Salgan todos los toros del Toril”

En el fuego inadvertido

De la calle del Toril,

Señores muy conocidos

Y de fantasmas vestidos

Muchos se vieron salir

El dibujo representaba a un alguacilillo tocando su corneta para que abrieran la puerta de la pensión en llamas; los clientes corrían despavoridos liados en sábanas y sus jóvenes amantes, en paños menores. Como un verdadero espectáculo taurino (Esta calle debía su nombre a que fue corral de toros el tiempo que duró la el coso de madera que montaba la Real Maestranza de Caballería en el Humilladero, siglo XVIII) Ver: La plaza de toros de la Carrera de la Virgen y las terribles disputas protocolarias.

Caroca de 1955 publicada por Patria. A. LÓPEZ SANCHO

Al año siguiente, 1956, los aficionados a juntar versos de Corpus volvieron a la carga con el tema de las “corridas” en las casas consistoriales de la calle del Toril. La quintilla colgada en Bibarrambla decía:

Título: Salgan las leonas de la calle del Toril

“Las gentes poco formadas

Fomentan con desencanto

Las situaciones legales

Que cierren a cal y canto

Las “casas consistoriales”.

La ilustración de la caroca era un edificio en llamas del que huían despavoridos dos docenas de trabajadores municipales y sus amantes, semidesnudos o liados en sábanas. Y mujeres desmelenadas como leonas. Las ilustraciones en ambos casos fueron obra del caricaturista  Antonio López Sancho (1891-1959). (La ilustración de apertura de Rubén Garrido imita la original).

El banquero que murió fornicando en casa ajena

Otro de los casos más sonados de personalidades caídas en “acto de servicio” en el lecho de sus amantes fue el del director del Banco de España, el honorable Antonio V. A. Era veterano secretario en este edificio oficial cuando estaba abierto en la calle San Antón; después, en 1945, fue nombrado director y se encargó de trasladar las instalaciones a la Gran Vía (actual Fiscalía del TSJA). Antonio V. era hombre conocidísimo y principal de la ciudad;  estaba casado con Mercedes V., mujer de grandes virtudes artísticas y profundamente religiosa. La pareja no tenía hijos y se entretenía en desarrollar una intensísima vida social en Granada.

No se conocía desde cuándo, pero se sabía que al torcer la esquina, en la calle San José Baja, compartía ratos de asueto con una famosa dama de compañía de alto copete

No se conocía desde cuándo, pero se sabía que al torcer la esquina, en la calle San José Baja, compartía ratos de asueto con una famosa dama de compañía de alto copete. Pepe Ladrón de Guevara (e.p.d.) aseguró que se trataba de la Esquinazos, con amplia hoja de servicios entre hombres de banca. El 19 de septiembre de 1956, el director del Banco de España cayó fulminado de un fallo cardíaco en medio del acto sexual. Los gerifaltes del Banco de España se desplazaron desde Madrid al entierro de su delegado en Granada; llenaron de flores su féretro y de esquelas los diarios locales. Su viuda nunca se olvidó de él, cada año por septiembre le recordaba con una nota necrológica en la prensa y varias misas con sus indulgencias repartidas por varias iglesias de Granada, incluida la Catedral. Cuando falleció doña Mercedes, en 1979, repartió buena parte de sus bienes en obras de caridad y misas por el alma de su marido.

Esquela que se repetía cada año en la prensa local; servía para que los granadinos reactualizasen el recuerdo de aquel accidente sexual.

Amantes para todos los gustos

Por entonces no había prensa rosa que se atreviese a insinuar aquellos asuntos de faldas, cuernos y prostitución. Aun así, eran temas de sobra conocidos, comentados e incluso asimilados como normales en la vida diaria de los granadinos. Todos conocemos a algún padre que entregó a su hijo en brazos de una madame de su confianza para que lo iniciara en los asuntos del fornicio. Tarde o temprano salían a relucir en conversaciones de taberna los líos de alcoba que algunos granadinos de postín se traían entre manos.

Cada festividad de la Virgen de las Angustias, durante la salida en procesión de la patrona de Granada, había una mujer que se colocaba en Puerta Real a ver el desfile. Solía decir a los de confianza: “La mayoría de esos empenachados, trajeados y con escapulario son clientes de mi casa”

Cada festividad de la Virgen de las Angustias, durante la salida en procesión de la patrona de Granada, había una mujer que se colocaba en Puerta Real a ver el desfile. Solía decir a los de confianza: “La mayoría de esos empenachados, trajeados y con escapulario son clientes de mi casa”. Se refería a que la crème de la crème granadina, es decir, políticos, empresarios, maestrantes y hermanos horquilleros solían frecuentar los servicios de Sauna Lorena, uno de los prostíbulos de postín de la calle Recogidas.

También hacia un piso de la calle Recogidas solía dirigirse, casi todas las tardes, cierto marqués con la presumible intención de pasar la noche con su “colocá”. El hombre vivía en la zona de Mesones; quienes frecuentaban el café Suizo lo señalaban cuando pasaba ante ellos en busca del calor de su amante; era esbelto, tieso y con perilla; caminaba provisto de esterilla, pijama y zapatillas bajo el brazo. Y no era el Marqués de Casablanca, que también fue alcalde de Granada antes de la guerra. A éste ya le dedicaron la famosa coplilla de carnaval de “En la Cuesta de Beteta, las vestales de peseta protege el señor Marqués”. Porque en la zona de la Calle Elvira (Beteta, Cobertizo de Gadeo, Placeta de San Gregorio y calle Correo también hubo apartamentos a mansalva para mantenidas, y casas de lenocinio en abundancia en San Juan de los Reyes).

Hubo empresarios muy conocidos por haber retirado del oficio, para su placer exclusivo, a prostitutas que después, en la madurez, fueron famosas empresarias del amor.

Hubo empresarios muy conocidos por haber retirado del oficio, para su placer exclusivo, a prostitutas que después, en la madurez, fueron famosas empresarias del amor. Uno de ellos tenía una fábrica de galletas y chocolate en la calle Solares; mantenía a una querida en un piso de la Gran Vía. La casualidad quiso que la hija de la portera de la casa se pusiera a trabajar en su  fábrica. El jefe, al cruzarse con la muchacha saliendo del piso de la amante, se sintió descubierto y la despidió de inmediato. En cambio, a quien poco le importaba que supieran de sus amoríos era a Manuel Castaños Fernández, propietario de la mítica fundición del Paseo del Salón; el hombre era solterón y fue de los primeros amantes que disfrutaron de la compañía de la mítica y lozana Bizcocha (dicen que su nombre era Purificación Ruiz del Peral, ha dejado su nombre a un edificio de la Manigua). Este herrero, fallecido en 1976, solía hacer ostentación de que fue de los primeros en recorrer los vericuetos de la geografía corporal de la puta más famosa de Granada en el siglo XX.

Algo parecido al anterior ocurrió con un conocido profesor de la Universidad (cuyo nombre omito plácidamente porque vive su viuda) que gastó su enorme fortuna en su empeño por estrenar a todas las vedettes que llegaban al Rey Chico y al Club 32 de la calle Moras. Este hombre era ingeniero, dedicado a fabricar televisores con piezas de importación. Amasó dinero, pero tenía la manía de querer fornicar antes que nadie con las vedettes que venían a las salas mencionadas. Al precio que fuera.

En noviembre de 1961 fue trasladado forzoso a Madrid para evitar el escándalo. Tuvo el arrojo de insertar una nota en prensa despidiéndose de tantas amigas, ya que no le daba tiempo a hacerlo en persona, saltando de cama en cama por última vez

Un caso muy similar al anterior ocurrió con uno de los primeros directores que tuvo el Banco Rural y Mediterráneo en Granada; dirigió al alimón las oficinas de Gran Vía, 15, y Ganivet, 11. Su sueldo no daba para mantener queridas en exclusiva, por lo que poco a poco fue sisando a las cuentas del Banco hasta que acumuló un desfalco considerable y fue descubierto por el auditor. En noviembre de 1961 fue trasladado forzoso a Madrid para evitar el escándalo. Tuvo el arrojo de insertar una nota en prensa despidiéndose de tantas amigas, ya que no le daba tiempo a hacerlo en persona, saltando de cama en cama por última vez.

Vinieron a sustituir el vetusto sistema de la empresa Gas Lebón. Se recuerda el caso de uno de estos termos, que tuvo un accidente y afectó a otro exalcalde duchándose en casa ajena

Por cierto, uno de los signos de distinción que reclamaban las “colocás” era que sus adinerados amantes les instalasen agua caliente en la ducha. El ferretero Ruiz Pozo se hartó entre 1952-53 de vender y colocar termos eléctricos de la marca EDESA en aquellos pisitos de queridas del centro de Granada. Vinieron a sustituir el vetusto sistema de la empresa Gas Lebón. Se recuerda el caso de uno de estos termos, que tuvo un accidente y afectó a otro exalcalde duchándose en casa ajena.

Primeros anuncios de calentadores eléctricos que llegaron a Granada, en 1952.

Aunque no todos los adinerados se mostraron tan derrochadores a la hora de mantener en exclusiva a su puta particular. Recordemos que Granada es la tierra del chavico. Dos conocidos hermanos, con establecimiento de joyería en la calle Reyes Católicos, adoptaron la decisión de pagarse una querida a medias; apoquinaban por mitad sus gastos y acudían a practicar sexo los días alternos. (Nadie hablaba por entonces de tríos).

¿O sí había tríos amorosos, aunque no se llamaran así? Fue famoso el caso del conocido comerciante de la calle San Matías

¿O sí había tríos amorosos, aunque no se llamaran así? Fue famoso el caso del conocido comerciante de la calle San Matías. El hombre solía salir las tardes de festivos y fiestas de guardar, trajeado, con su tupé lacado. Lucía dos mujeres colgadas de ambos brazos. A su derecha, en tonos oscuros, iba su esposa de toda la vida; su brazo izquierdo lo sujetaba otra mujer algo más joven, vestida en tonos más coloridos, rubia tintada y labios de fresa. El tendero las exhibió orgulloso por la Carrera y Puerta Real, presentando a su supuesta prima que visitaba ''Granada durante unos días". Pronto se descubrió que de prima nada de nada, aquella señorita se quedó a vivir durante varios años en su casa de San Matías. No sé si hasta que acabó con su fortuna o con las fuerzas del tendero.

Seguramente el industrial del tupé había copiado a su vecino cercano, dueño de una academia en este barrio lindero con la Manigua. Durante la II República y guerra civil alternaba sus ratos de cama con su mujer y con su amante. Las dejó embarazadas a las dos con poco tiempo de diferencia; tuvo la ocurrencia de bautizar a ambos niños con el mismo nombre, como él.

La sorpresa llegó cuando sus sobrinos abrieron su testamento y se descubrió que legaba un cortijo en La Zubia a una sirvienta y a una joven de gran parecido a él. Blanco y en botella

No sólo las esferas de laicos adinerados se vieron señaladas por asuntos de amantes a escondidas. Es sobradamente conocida la afición que tiempo atrás mostraron muchos sacerdotes a convivir –e incluso engendrar hijos– con sus amas de llaves. Uno de los casos más notorios fue el de un cura de buena familia que murió ocupando canonjía en la Catedral; la sorpresa llegó cuando sus sobrinos abrieron su testamento y se descubrió que legaba un cortijo en La Zubia a una sirvienta y a una joven de gran parecido a él. Blanco y en botella.

Eran ellas las que iban –disfrazadas de limpiadoras o sirvientas– al Gobierno Civil en vez de él a frecuentarlas a sus pisos

También a La Zubia acudía con frecuencia cierto coronel, alcalde de Granada años atrás, a visitar a su amiga íntima. Por Granada se comentaba lo mucho que la quería y el dinero tan escaso de que disponía con su sueldo militar. Era la fortuna de su esposa la que aportaba el dinero para mantener a la amante del marido. Hasta que un día apareció muerto de un disparo en su dormitorio del edificio La Paz. Los rumores en Capitanía apuntaron a una muerte por un amor imposible. El caso del gobernador civil también corría por boca de las altas esferas, pero el hombre lo llevaba con mucha más discreción; Servando Fernández-Victorio estuvo de gobernador nueve años (1947-56) y jefe provincial del Movimiento; solterón y muy alto de estatura. Eran ellas las que iban –disfrazadas de limpiadoras o sirvientas– al Gobierno Civil en vez de él a frecuentarlas a sus pisos; a más de una le adjudicó un pisito en Santa Adela, construidos por el Patronato que él controlaba con el nombre de su madre. Servando contrajo matrimonio rondando sus sesenta años, cuando ya lo habían trasladado a Burgos de gobernador. Fue a casarlo allí el arzobispo de Granada y amigo, Rafael García de Castro.

Julio de 1953. Un grupo de políticos ofrece un homenaje al gobernador y jefe provincial del Movimiento (en el centro), con motivo de su sexto año en el cargo. GRANADA GRÁFICA.

Remato este recordatorio de amantes que fueron notorios fuera del matrimonio con otro conocido y famoso pintor de Granada, cuyo nombre vendrá pronto a la memoria de muchos. Era guapete, de notable éxito artístico y con calle dedicada en el Zaidín, un empedernido picaflores, aunque casado y sin hijos. Padecía del corazón y se hizo instalar un ascensor minúsculo para subir a su cuarto piso de la calle Navas. Pero nunca pensó que el corazón goza y sufre al unísono durante la brega sexual. Hasta que cayó fulminado en la cama de su amante, en pleno fornicio en su picadero de la calle Pavaneras. Rondaba ya los 69 años.

De escándalo del pasado a desinterés actual

Demasiado  lejos queda la Granada en blanco y negro. Donde el sexo extramatrimonial penduleaba entre el pecado y el delito, según quién lo juzgase. Al final del franquismo las autoridades dejaron de llevar un censo de prostitutas estables en Granada, sobre todo con el pretexto de controles sanitarios (ver: Los más de 6.000 granadinos a quienes mataron los piojos y Franco nos ocultó. Las casas de putas dejaron de existir como tales. Hoy nadie mira ni a nadie importa con quién tiene relaciones amorosas cada cual. En la actualidad hay más prostitución y sexo extraconyugal que en el franquismo, pero sus trabajadoras/es y ubicaciones han dejado de tener nombres concretos y apodos de guerra. Las mancebías son un recuerdo del pasado lejano.

Prostitución reconocida en Granada, 1883. Plano del Doctor Juan de Dios Simancas marcando los cuatro centros de asistencia y control de prostitutas (Manigua, Campo del Príncipe, Hospital de San Juan de Dios y Paseo de los Tristes, en círculos amarillos). Los óvalos rojos indicaban las zonas de mayor concentración de casas de prostitución existentes a finales del siglo XIX y principios del XX. AMGY.

Todas ellas formaban un gremio que al día siguiente de fiesta de la Patrona se acercaban a llevarle ramos de flores a la Basílica

Para la historia han quedado ya las casas de putas de la Manigua, San Juan de los Reyes, el carmen de Doña Luisa, el gallinero del cine Regio, las casas de la Bizcocha, la Canaria, la Comegatos, la Caraesponja, la Maruja, la Lorena, la Carmela, la Muertos, la Esquinazos, la Chochoeléctrico, la Gaseosa, la Pollúa (que falleció tras un ajetreado fornicio); los reservados de las ventas a las afuera de la ciudad, adonde se acudía a comer, oír flamenco y follar; las pajilleras de los jardines (con la Pianista al frente), etc., etc. Todas ellas formaban un gremio que al día siguiente de fiesta de la Patrona se acercaban a llevarle ramos de flores a la Basílica; iban a rogarle salud para sus herramientas de trabajo y agradecerle la abundancia de clientes que les traían esos días de otoño con tanto pueblerino acudiendo a la ciudad a desfogarse.

La defenestración del alcalde Ossorio Morales

Los casos de personalidades con amante comentados hasta aquí no tuvieron más trascendencia que el ámbito familiar de cada uno de los afectados. O las bromas y comentarios de taberna. Pero se dio un caso tremendamente lamentable e injusto que jamás fue reparado. Algo impensable al día de hoy. Sirvió como pretexto para cercenar la brillante carrera profesional de una persona y, a la larga, casi borrarlo de la historia reciente de Granada. Hubo dos principales afectados: el alcalde Juan Ossorio Morales y su amante.

Se le recuerda como el verdadero cerebro que llevaba la ciudad, sus obras y la casa consistorial. Sabía inglés a la perfección, con lo cual atendía las visitas internacionales

Nos encontrábamos en la década de los años 40. Antonio Gallego Burín era alcalde de la ciudad, en su segunda etapa. A su sombra, como mano derecha y primer teniente de alcalde, se encontraba Juan Ossorio Morales. Hacía las veces de alcalde interino por los múltiples viajes y enfermedades de Gallego Burín. Se le recuerda como el verdadero cerebro que llevaba la ciudad, sus obras y la casa consistorial. Sabía inglés a la perfección, con lo cual atendía las visitas internacionales.

Juan Ossorio, alcalde accidental, recibe al rey Hussein de Jordania en su visita a Granada en 1949. AHMGR

Retrocedamos unos años en la biografía de Juan Ossorio Morales. Había nacido en Manila (Filipinas) en noviembre de 1901. Era hijo de un indiano gallego, que hizo fortuna con el negocio del azúcar; el gallego tenía tres hijos de su primer matrimonio y se casó en segundas con una joven malagueña, de la que nació Juan Ossorio Morales. Los tres hermanastros filipinos acabaron en EE UU. No así Juan Ossorio; en 1909 falleció su madre malagueña y el niño fue enviado a Cambridge (Inglaterra) a estudiar. El pequeño casi perdió todo contacto con su familia filipina, que sí pagaba sus estudios y le enviaba suficiente dinero. Acabada su formación en Inglaterra, regresó a Málaga hacia 1919, con sus abuelos maternos. Estos decidieron enviarlo a estudiar Derecho a Granada. Se alojó en el Hotel Alameda, viviendo como un marajá e implicándose de lleno en la vida social y cultural de la ciudad. Acabó Derecho en el curso 1925-26. Se doctoró en la Universidad Central entre 1930-31.

El segundo hito del joven licenciado fue entrar como profesor auxiliar en la Facultad de Derecho. Ya de estudiante aparecía en la prensa local dando conferencias, representado a la Universidad en simposios nacionales, escribiendo artículos y compendios de Derecho. Era calificado en El Defensor como “brillantísimo alumno y profesor”

Durante su carrera ocurrieron dos asuntos importantes en la vida del estudiante filipino: había conocido a Victoria Serrano López, hija del constructor Miguel Serrano Martínez y de Concepción López de Riquelme; la niña era la menor de cuatro hermanos y tuvo que esperar a casarse con ella hasta que cumplió los 18. La boda tuvo lugar en las Angustias el 12 de octubre de 1928. El rico empresario Miguel Serrano estaba construyendo la Plaza de Toros de Granada y era propietario, entre otros, de los edificios 37 y 39 de Gran Vía (actuales 41 y 43). La pareja se quedó a vivir en el tercer piso de la casa 43, mientras en el entresuelo empezó a montar un modesto bufete de abogado.

El segundo hito del joven licenciado fue entrar como profesor auxiliar en la Facultad de Derecho. Ya de estudiante aparecía en la prensa local dando conferencias, representado a la Universidad en simposios nacionales, escribiendo artículos y compendios de Derecho. Era calificado en El Defensor como “brillantísimo alumno y profesor”. Presidió en 1931 la Liga de Higiene Mental, era presidente de la sección de Ciencias Morales y Políticas del Ateneo de Granada. En el primer año de la II República participó, junto al ministro de Justicia y Hacienda (Indalecio Prieto), en unas jornadas jurídicas. Estaba ligado durante la República a ambientes liberales y socialistas.

Julio de 1927, el joven profesor de Derecho abría la primera página del periódico republicano con un artículo.

En 1935 ya habían nacido varios hijos de los cinco que tuvo en su matrimonio. Se presentó a oposiciones de cátedra de Derecho Civil en varias universidades y consiguió sacar el número uno de España; eligió ser catedrático en la Universidad de Murcia. El presidente Manuel Azaña barajó su nombre para enviarlo como agregado cultural a la Embajada española en Moscú.

Fue nombrado alférez provisional en los frentes nacionales de Lanjarón y Órgiva. Su nombre aparecía con asiduidad en las páginas del periódico falangista Patria, en calidad de jefe provincial de prensa y propaganda. Se le llamaba “camarada Ossorio”

En Murcia permaneció la familia hasta el golpe militar del 18 de julio de 1936. El alzamiento les sorprendió de veraneo en Zaráuz. Decidieron regresar a protegerse en Granada con la familia de su suegro. El catedrático liberal Juan Ossorio reapareció en el otoño de 1936 apuntado a los Jóvenes Patriotas de Granada; después, a Falange. Fue nombrado alférez provisional en los frentes nacionales de Lanjarón y Órgiva. Su nombre aparecía con asiduidad en las páginas del periódico falangista Patria, en calidad de jefe provincial de prensa y propaganda. Se le llamaba “camarada Ossorio”.

Un artículo de Juan Ossorio abría la primera página de Patria el 18 de julio de 1939.

Hacia 1945, el alcalde Antonio Gallego Burín lo incorporó como primer teniente en el Ayuntamiento. Era su mano derecha

Acabada la guerra, la vida profesional se le puso de cara al profesor Juan Ossorio Morales: ocupó plaza de primer catedrático de Derecho Civil en la UGR (en 1940); el 28 de noviembre de 1941 es nombrado Decano de la Facultad; también en 1941 (en febrero) había sido nombrado Director Gerente de la Caja General de Ahorros de Granada. Y por si esto no fuese suficiente, en su despacho de abogado empezaban a trabajar varios pasantes. Pocos años más tarde, hacia 1945, el alcalde Antonio Gallego Burín lo incorporó como primer teniente en el Ayuntamiento. Era su mano derecha.

Corporación en 1949. Gallego Burín, alcalde, sentado tercero por la izquierda. Juan Ossorio, primer teniente, sexto, con traje claro y sin calcetines. AHMGR.

Alcalde en Plaza del Carmen y querida enfrente

Antonio Gallego Burín cesó como alcalde en agosto de 1951, para ser director general de Bellas Artes. El 26 de septiembre era designado su primer teniente de alcalde, Juan Ossorio Morales, como nuevo alcalde de Granada. Tenía por delante una ingente tarea en una ciudad en obras, con el Darro recién reventado en Puerta Real, infinidad de proyectos de ampliación urbanística y metiendo agua potable y darros por todos los barrios. Empezaba un tímido despegue económico tras los desastres de la guerra. Trabajo no le iba a faltar.

En la prensa se sucedían continuos homenajes, incluido el mundo taurino. En su primer año de mandato fue cuando, junto a Gallego Burín desde Madrid, puso en marcha el Festival Internacional de Música y Danza

A pesar de que la sombra de Gallego Burín era muy alargada, Juan Ossorio no se arredró y puso en marcha su propio programa de gobierno. Fue un hombre muy bien considerado por los trabajadores municipales, cuyas condiciones de vida dignificó y les aumentó los salarios. En la prensa se sucedían continuos homenajes, incluido el mundo taurino. En su primer año de mandato fue cuando, junto a Gallego Burín desde Madrid, puso en marcha el Festival Internacional de Música y Danza. Y comenzaron a venir turistas en masa al Sacromonte y cineastas a rodar películas “de gitanos y cante”. Incluso recuperó la tradición prohibida de las Carocas del Corpus. Había cierto ambientillo cultural en Granada.

Balcones de la Alcaldía (derecha) y ventanas traseras del segundo piso sobre la farmacia Guzmán (izquierda).

Los funcionarios se asomaban a las ventanas de esa fachada del Ayuntamiento para cotillear. Todos ejercían de vieja del visillo intentando ver cuándo y cómo el alcalde entraba o salía a la casa de su amiga

Pero la que había sido vida semiprivada del polifacético teniente de alcalde de Gallego Burín, del director gerente de la Caja de Ahorros y del decano de Derecho, en cuanto ocupó la alcaldía de la ciudad pasó a estar en boca de todos. E imagino que en la diana de dardos y envidias. Especialmente de la abundante nómina de funcionarios, que estaban pendientes de cualquier movimiento que hacía Juan Ossorio Morales. Pronto empezaron a controlar sus entradas y salidas, a vigilar sus movimientos. Y a murmurar. No se sabía desde cuándo Juan Ossorio Morales frecuentaba a una joven viuda; lo cierto es que María Jesús A. G. era una mujer que en 1947 se había ido a vivir sola a un piso ubicado en el número 12 de la calle Reyes Católicos, más o menos encima de la Farmacia Manuel Guzmán y tienda de óptica (posterior farmacia Osorio, partir de 1958). Aquel piso de la viuda de 34 años tenía también acceso por el portal número 5 de la calle Mariana Pineda. Justo enfrente de las oficinas de la Alcaldía, a escasos seis metros en línea recta desde una a otra acera.

Los funcionarios se asomaban a las ventanas de esa fachada del Ayuntamiento para cotillear. Todos ejercían de vieja del visillo intentando ver cuándo y cómo el alcalde entraba o salía a la casa de su amiga. Decían que alcalde y amante podían verse y hablarse cada uno asomándose a sus  balcones. Los empleados canturreaban aquello de: “Desde mi ventana a la tuya voy a poner una caña para que corra mi … a tu castaña".

Septiembre de 1953. Juan Ossorio entrega una pluma de regalo al nuevo arzobispo, Rafael García y García de Castro, el día de su entrada en la ciudad. G. GRÁFICA.

 A oídos del arzobispo llegó pronto el rumor de que el alcalde no ocultaba su amistad con María Jesús, (a) la Pichurra, incluso la sacaba a comer a las ventas de las afueras

Hasta que en septiembre de 1953 llegó el nuevo arzobispo de Granada, Rafael García y García de Castro. El prelado traía como uno de sus principales proyectos la celebración del Año Mariano en Granada. Se celebraría a partir del 8 de diciembre y llenaría la ciudad de miles de devotos. A oídos del arzobispo llegó pronto el rumor de que el alcalde no ocultaba su amistad con María Jesús, (a) la Pichurra, incluso la sacaba a comer a las ventas de las afueras. Las malas lenguas bautizaron un tipo de postre con el nombre de Flan Pichurra; algunos, cuando iban a comer a restaurantes, solían pedir de postre “Flan Pichurra, como el de la querida”.

Por aquellos días de fervor mariano de 1953 apareció el rumor en la ciudad de que el arzobispo tenía también una amante

Por aquellos días de fervor mariano de 1953 apareció el rumor en la ciudad de que el arzobispo tenía también una amante. No sólo la tenía como arzobispo, sino que la arrastraba ya desde tiempos de la II República, cuando era joven, bien parecido y chaparrito canónigo de la Catedral, miembro fundador de Ideal y rector del Colegio San Bartolomé. Resultó que una granadina acaudalada le regaló un “Mercedes”, para el cual abrieron una cochera en la Curia, fachada a Plaza de las Pasiegas. Y el rumor se achacaba a círculos de la junta de gobierno de la Caja de Ahorros, donde alcalde y prelado compartían mesa. Tampoco se descartó que la insidia fuese alentada contra el alcalde desde ambientes de Adoración Nocturna. ¡O de un amante no correspondido de la Pichurra! (Por cierto, más de uno y más de dos utilizaban sus vigilias de adoradores nocturnos como tapadera para sus trapicheos de alcoba).

Rafael García y García de Castro tenía acceso directo a la Jefatura del Estado, y especialmente a la primera dama de España

Aquel turbio asunto de amantes del alcalde y arzobispo se enrareció. El resultado fue que el Arzobispo montó en cólera, lo utilizó y echó mano de influencias. Que las tenía importantes. Durante sus años como obispo de Jaén ( 1942-53) se había convertido en sacerdote particular de las fincas Arroyovil (Úbeda) y Alcalá la Real, propiedad de la Marquesa de Villaverde y del Conde de Argillo. Allí asistían también sus consuegros Francisco Franco y Carmen Polo. Rafael García y García de Castro tenía acceso directo a la Jefatura del Estado, y especialmente a la primera dama de España.

Octubre de 1952, V Centenario de los Reyes Católicos. Carmen Polo (segunda por la izda.) sale del Gobierno Civil de Granada. La acompañan el gobernador, el capitán general, la esposa del alcalde y el alcalde. G. GRÁFICA.

No hizo falta más. El 11 de noviembre de 1953, con tan sólo dos años ocupando el cargo de primer edil de Granada, Juan Ossorio Morales dejó la Alcaldía de Granada por sorpresa y con justificaciones públicas poco convincentes. Aquella misma tarde había acudido al Ayuntamiento el gobernador civil, Servando Fernández-Victorio Camps, a comunicarle el cese personalmente. En sus palabras de despedida de un pleno improvisado, el alcalde justificó el abandono para dedicarse plenamente a ganar dinero para mantener a su familia. Los alcaldes de entonces no tenían un sueldo asignado, pero tal argumento resultaba pueril: sus ingresos como Decano de Derecho y como director general de la Caja eran bastante sustanciosos. Además, su despacho de abogado continuaba a buena marcha con los tres pasantes que tenía contratados; tan sólo en el pleito de una finca de Andújar cobró 100.000 pesetas del año 1952.

Tras su sorpresivo abandono había montada una operación de mayor calado, inspirada por el disgusto del arzobispo y la imagen de la ciudad que preparaba el congreso mariano de diciembre 1953

Tras su sorpresivo abandono había montada una operación de mayor calado, inspirada por el disgusto del arzobispo y la imagen de la ciudad que preparaba el congreso mariano de diciembre de 1953. Aquel 11 de noviembre de 1953 estaba todo tan urdido que hasta ya se sabía el nombre que habían propuesto a Franco como sustituto de alcalde. Era precisamente un discípulo de la Cátedra de Derecho Civil, el prometedor Manuel Sola Rodríguez-Bolívar. El ideólogo Z del periódico Ideal insinuó el nombre y el motivo del relevo en su comentario diario de primera página de aquel día. En su artículo “El día en Granada” escribió… ¡Con razón sentíamos nosotros unos vientos que no eran atmosféricos, pero que hacían chirriar las veletas de la cosa local…! Lo peor del caso es que no se perfilan los trazos fijos y exactos de la persona que venga a sustituirle. De una persona sola o de varias en condiciones alcaldables…” (El 27 de noviembre el arzobispo estuvo reunido con Francisco Franco en el palacio de El Pardo; el 3 de diciembre llegó el nombramiento de Manuel Sola como nuevo alcalde de Granada.  No se necesitaron mayores explicaciones).

Aún hubo más repercusiones para el afectado. El 1 de marzo siguiente, Juan Ossorio Morales fue cesado también como decano de la Facultad de Derecho, cargo que venía ostentando desde 1941

Aún hubo más repercusiones para el afectado. El 1 de marzo siguiente, Juan Ossorio Morales fue cesado también como decano de la Facultad de Derecho, cargo que venía ostentando desde 1941. A partir de entonces, el ya exalcalde pudo centrarse plenamente en sus clases de Derecho Civil, en su bufete de abogado y en su trabajo como máximo responsable de la Caja General de Ahorros. Su vida política se dio por muerta; su enorme potencial profesional fue cuando adquirió mayor proyección. Atrás quedaron sus ambiciosos proyectos de modernización de la ciudad y sus tiempos como presidente-salvador del Granada C. F. en segunda división.

En el campo de la abogacía. Fue profesor de miles de estudiantes de Derecho; con él se  formaron Manuel de la Higuera Rojas, Matías Cortés Domínguez, Manuel Albaladejo García, José Manuel González Porras, Miguel Motos Guirao… En su bufete de la Gran Vía recalaban los pleitos más enrevesados de Civil, procedentes de todo el oriente andaluz. Ossorio Morales los ganó todos; incluso alguno (como el Andújar, defendido por Serrano Suñer en la parte contraria) se convirtió en un verdadero espectáculo en la Real Chancillería.

Sus hijos son conscientes de que Juan Ossorio cayó como alcalde por una maniobra política de círculos católicos, de algún otro poderoso y del arzobispo. Pero, curiosamente, recuerdan a Rafael García de Castro visitar asiduamente aquella casa vestido pomposamente con sus vestimentas rojas y negras

En la Caja de Ahorros. A Gallego Burín, en su calidad de gobernador civil en 1941, le correspondió presidir la Junta General de la Caja de Ahorros de Granada. Era una pequeña entidad como poco más de 1 millón de pesetas de pasivo y centrada prácticamente en la capital. Echó mano de Juan Ossorrio para que la impulsara; le nombró director gerente y presidente de la Junta de Gobierno (una especie de director general) el 20 de febrero de 1941. Aquel hombre de letras se puso manos a la obra en el campo de las finanzas. La Caja empezó a crecer y abrir oficinas; Manuel Titos, historiador de esta entidad, califica su mandato como “El despegue (1941-64)”. Del único millón de fondos que tenía cuando empezó y un puñado de oficinas y empleados, la entregó con más de 2.000 millones y casi dos centenares de oficinas cuando falleció en 1964. Por medio, en 1958, había construido la sede central de Villamena; en su planta tercera habilitó un piso para residir con su familia y trasladar su despacho de abogado. Allí pasaba las jornadas enteras. Sus hijos son conscientes de que Juan Ossorio cayó como alcalde por una maniobra política de círculos católicos, de algún otro poderoso y del arzobispo. Pero, curiosamente, recuerdan a Rafael García de Castro visitar asiduamente aquella casa vestido pomposamente con sus vestimentas rojas y negras.

Ossorio pronuncia una conferencia en el salón del edificio Villamena el mes antes de fallecer, delante del mural que pintó Miguel Rodríguez Acosta. G. GRÁFICA

La Caja financió el Colegio de Sordos y una urbanización al comienzo del Zaidín. Sus promotores bautizaron el barrio como Complejo Ossorio Morales.

Hasta que su hijo Juan Miguel Ossorio Serrano (también catedrático de Civil) lo solicitó a su colega de Facultad y alcalde democrático por los años noventa

Juan Ossorio Morales falleció el 11 de julio de 1964 de un cáncer de colon, relativamente joven. A pesar de su enorme talla intelectual y profesional, la historia local le tiene arrinconado. El haber sido alcalde franquista, su corto tiempo en la Alcaldía, “emparedado” entre dos famosos alcaldes (Gallego Burín y Manuel Sola) quizás hayan tenido la culpa. El Complejo Ossorio Morales del Zaidín dejó de llevar su nombre hace muchos años; al menos en la Facultad de Derecho hay un aula (la número 8) que lleva su nombre, con un cartel antiguo y otro más moderno. Como le ocurre a la mayoría de alcaldes franquistas, su recuerdo estaba ausente del callejero local… Hasta que su hijo Juan Miguel Ossorio Serrano (también catedrático de Civil) lo solicitó a su colega de Facultad y alcalde democrático por los años noventa.

Placas en la Facultad de Derecho y en los Jardincillos universitarios que le recuerdan sólo como profesor.

 Y para rematar la faena, sus restos mortales hace tiempo que se perdieron en el Cementerio de San José

En los últimos años de Antonio Jara como alcalde accedió a poner una placa con su nombre. La cerámica está colocada en los Jardincilllos universitarios de Fuentenueva, en la esquina de la cafetería. Pone “Avenida profesor Juan Ossorio”. Ni siquiera se atrevieron a recordarle en la faceta principal por la que fue conocido: “Alcalde Juan Ossorio Morales”. Y para rematar la faena, sus restos mortales hace tiempo que se perdieron en el Cementerio de San José. Estuvo enterrado en el panteón de su suegro (familia Serrano, segundo patio, el del ángel durmiente, actualmente de la familia Raya). Al menos, ha quedado un magnífico retrato que le hizo Benito Prieto Coussent cuando era presidente de la Caja General. Y otro en el Decanato de Derecho.

Retratos en su faceta de presidente de la Caja de Ahorros (por Benito Prieto)y como decano de Derecho (por Fernando Belza Mendoza).

P. D. 1. El destino de María Jesús, la Pichurra, fue muy diferente. La viuda que amó el alcalde Ossorio (¡y quizás algún alcalde más!) parece que era nieta de un sastre del Campillo apodado El Pichurro, aquel que cosía de balde y además ponía el hilo. La mujer fue “invitada” a abandonar Granada tras el cese del alcalde. En el franquismo duro solía ser habitual el extrañamiento de personas que resultaban incómodas o podían darle a la lengua. Ella no era una prostituta rescatada por su amante, abocada a reengancharse en el oficio si le fallaba el protector. En 1954 reapareció en Madrid, concretamente en la calle Fuencarral; allí abrió una tienda de ropa y géneros de punto, a la que puso por nombre “Andalucía”. En la década de 1980 tenía un enorme piso en el que alquilaba habitaciones para ayudarse a vivir. Por aquellas fechas debía haberse cambiado el nombre, ya que se hacía llamar Ana. Decían de ella que fue una mujer muy atractiva en su juventud, de pelo rojizo; al final de su vida siempre lucía una abundante melena rubia (quizás fuese peluca); retenía el porte distinguido que debió tener cuando recibía encima de la farmacia de Manuel Guzmán, en la calle Reyes Católicos de Granada, frente al despacho de la Alcaldía. Falleció en 1993 y está enterrada en el cementerio madrileño de Carabanchel.

En 1979, cuando se recuperó la democracia y llegó el primer alcalde democrático, Antonio Camacho se encontró un dormitorio en la parte trasera de la Alcaldía. Allí había montado un espectacular picadero oficial

P. D. 2. En 1979, cuando se recuperó la democracia y llegó el primer alcalde democrático, Antonio Camacho se encontró un dormitorio en la parte trasera de la Alcaldía. Allí había montado un espectacular picadero oficial. José Miguel Castillo Higueras, como concejal, y Jesús Quero (entonces jefe de gabinete de A. Camacho, y posterior alcalde 1991-95), preguntaron al regente del Ayuntamiento qué era aquello. El hombre explicó que se guardaba la cama porque en ella había dormido el Caudillo en abril de 1939. No había otra forma lógica de explicar qué hacía un dormitorio tras el despacho del alcalde, con acceso por la escalera trasera, la que daba a la calle Lepanto. El primer alcalde de la transición decidió eliminar la habitación-picadero; los muebles se los quedó el regente, que dijo tenerles mucho cariño. No fue posible aclarar la nómina de alcaldes, concejales y/o funcionarios que tuvieron a su disposición la habitación desde tiempo inmemorial.