“Pasar por la ventanilla”: costumbre y expresión que Granada exportó al mundo
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La tronera permanece casi intacta en su lugar, tres siglos después de ser abierta por el Refino en la calle de la Ventanilla
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El barrio de Fuentenueva y su famosa fuente acogieron la fábrica de pólvora, talleres, huertas feraces y prostitutas nocturnas
Ventanilla es el diminutivo de ventana, presente en la lengua castellana desde que se inventaron las ventanas pequeñas. Ha habido ventanillas para fisgar sin abrir los portones y las ventanas grandes; ventanillas en los confesionarios para evitar tentaciones; ventanillas en los gallineros, con trampilla para quitar el frío a las cluecas; ventanillas para comprar entradas en los teatros; ventanillas o tornos en los conventos; ventanillas en las estaciones de tren… Incluso la fama de ciertas ventanillas para curiosear, al estilo vieja del visillo, dieron lustre a algunas calles (como fue el caso de la que así se llamó en Madrid durante los siglos XVIII y XIX, hoy desaparecida). La ventanilla es un recurso para marcar distancias entre las personas.
La expresión exacta de “pasar por la ventanilla” o “pase por la ventanilla” para efectuar un trámite burocrático fue ideada en Granada por el estamento militar que gestionaba la fábrica del Refino de pólvora
La expresión exacta de “pasar por la ventanilla” o “pase por la ventanilla” para efectuar un trámite burocrático fue ideada en Granada por el estamento militar que gestionaba la fábrica del Refino de pólvora. Aquellos militares y polvoristas extendieron el término y su uso en sus sucesivos destinos por otras ciudades españolas. De manera que para mediados del siglo XIX ya empieza a aparecer en prensa y literatura el dicho “pasar por ventanilla” como obligación para realizar un trámite obligado ante alguna administración. Con las consiguientes colas, demoras por culpa de funcionarios remolones, cuando no por cierres continuados como denunciaba Mariano José de Larra en su “vuelva usted mañana”. Ya para finales del siglo XIX fueron las compañías de ferrocarriles y de correos las que generalizaron la instalación de ventanillas en sus despachos.
La expresión más antigua de “pase por la ventanilla” que he encontrado está contenida en documentos relativos a la gestión de pagos y rentas en la fabricación y venta de pólvoras en Granada.
Y en la Restauración borbónica y II República fue utilizada la expresión “pasar por ventanilla” como panegírico para referirse al trasiego generalizado de sobornos que se daba entre políticos y periódicos/periodistas de la misma cuerda.
Pasando por Ventanilla desde principios del XVIII
Los primeros españoles que tuvieron que pasar, sí o sí, por ventanilla fueron los granadinos. Al comenzar el siglo XVIII había entrado en funcionamiento la fábrica de Refino de granzas de salitre y azufre, una dependencia satélite de la Real Fábrica de Pólvoras de El Fargue. El edificio y sus anexos fueron construidos a partir de 1696 en un corralón de la Huerta de San Juan de Dios, en la capital. Concretamente en el ángulo que formaban la calle perpendicular al pilar de Fuentenueva y el camino del mismo nombre, conducente hacia la Vega. Esa manzana de edificaciones está limitada hoy por las calles Fuentenueva, Santa Bárbara y Ventanilla. Se trata de la Delegación de Defensa en Granada, lindera con el IES Ángel Ganivet.
Tomó ese nombre ya desde principios del siglo XVIII debido a que en un extremo de su pared fueron habilitadas dos ventanillas a las cuales acudían las personas que iban a solicitar permisos o adquirir pólvora para sus armas, para sus canteras...
La calle de la Ventanilla (o Bentanilla en algunos planos y documentos municipales) está justo en la trasera del complejo de edificaciones militares. Tomó ese nombre ya desde principios del siglo XVIII debido a que en un extremo de su pared fueron habilitadas dos ventanillas a las cuales acudían las personas que iban a solicitar permisos o adquirir pólvora para sus armas, para sus canteras, etc. Allí tramitaban la burocracia que acarreaba el uso del explosivo. Pero, además, también pasaban por ventanilla de la calle de la Ventanilla todos los trabajadores de los tres centros fabriles de Real Fábrica de Pólvora (El Fargue, Eras de Cristo y el Refino) a cobrar sus sueldos semanales (entonces de les pagaba por semanas). También la infinidad de soldados a recoger sus haberes por estar adscritos a algún trabajo de apoyo de Artillería. Debió tener bastante trajín aquella actividad, pues ya en un plano de 1745 aparecen horadadas dos ventanillas. Son las dos oquedades que el tiempo parece haber petrificado y que continúan como mudas testigos de una actividad que hace muchas décadas dejó de practicarse en este lugar. Esta parte del edificio es original del siglo XIX.
La decisión de habilitar una ventanilla en la fachada trasera de la manzana estaba motivada por cuestiones de seguridad
La decisión de habilitar una ventanilla en la fachada trasera de la manzana estaba motivada por cuestiones de seguridad. Ya para principios del siglo XVIII no se permitía que nadie ajeno o sin autorización penetrase en el recinto. Se temía que un accidente por una colilla o chispa acabase volando los molinos de pólvora negra. También por cuestiones de seguridad nacional; hubo órdenes políticas desde los departamentos ministeriales responsables (Hacienda y Guerra) para que ni en los planos de Granada apareciese rotulado el lugar como fábrica de pólvora o armamento. Las órdenes de mantener la actividad en secreto, a efectos de espionaje, sabotaje o robo, se acentuaron a partir del inicio de las guerras con Marruecos a mediados del XIX. Incluso en algún plano de Granada fue borrado el edificio entero, no existía.
La tradición de fabricar pólvora para fuegos de artificio ha continuado en las comarcas de Baza, Guadix y Alpujarra hasta nuestros días
La actividad del Refino como fábrica de áridos explosivos siempre dependió de la central de El Fargue. No obstante, aquí primaban los trabajos de refinado de salitre y azufre, además de ubicarse las oficinas de la administración, la pagaduría y la residencia del gobernador de la Real Fábrica. Los orígenes de la Fábrica de El Fargue quizás se remonten ocho siglos atrás, a época nazarita. La fabricación de pólvora en Granada cuenta con una tradición muy consolidada desde el siglo XVI, en que existieron varios molinos de pólvora en las acequias de la ciudad. Los molinos de El Fargue los movían las aguas de Aynadamar, los de la capital estuvieron ligados a las acequias del Darro. Dos de los polvoristas más afamados del Reino de Granada en el XVI fueron Francisco Trujillo y Juan Real, principales suministradores de pólvora a la Armada, a la caza y la minería. La pólvora granadina era considerada de la más potente por contener salitre y azufre superiores de las fábricas de Benamaurel y Motril (antiguo Horno de la Virgen). La tradición de fabricar pólvora para fuegos de artificio ha continuado en las comarcas de Baza, Guadix y Alpujarra hasta nuestros días.
La desaparecida portada del Refino
En la Plataforma de Vico -impresa por Heylan en 1613- se ve claramente que existían unas huertas en la parte baja de la calle San Juan de Dios. Eran tierras feraces porque contaban con agua en abundancia. Se ven grandes corralones de tapias que encerraban los cultivos. En el caso de la manzana del Refino, Ambrosio de Vico no dibujó ninguna portada ni tampoco el pilar de Fuentenueva: el pilar porque en aquella fecha todavía no estaba construido; la portada porque no debía estar levantada por la orden religiosa.
La portada de acceso al Refino nos ha llegado a través de la litografía de Alfred Guesdon (1853). En esa fecha se ve que la manzana de la fábrica de pólvora constaba de varias naves y la rodeaba un corralón. Tenía un único acceso a través de una portada de compás de convento, muy similar a los de San Jerónimo y Santa Isabel la Real. Por el dibujo de la litografía se percibe que la portada tenía una hornacina sobre el arco.
No se conserva ninguna fotografía de aquella portada, al menos por su cara exterior. Pero sí un esbozo del proyecto de fachada contenido en el proyecto de reforma que planteó al Ayuntamiento su director coronel (Narciso Morales López, 1884-88). El alzado de fachada diseñado en 1886 pretendía replicar la portada de piedra unos metros más abajo y construir una fachada corrida a lo largo de todo el solar del Camino de Fuentenueva. Por el dibujo podemos conocer que en la hornacina había situada una Virgen coronada, y los escudos de España y de Granada a ambos lados.
Aquel proyecto cayó en desgracia, ya que por esos días el ministerio de Guerra decidió cerrar la fábrica de Granada y trasladar su actividad a una nueva en Toledo, junto a la fábrica del armamento al lado del Tajo. El presupuesto era de 2 millones de pesetas y las quejas no se hicieron esperar en Granada. Hubo sus más y sus menos, hasta que Guerra decidió reinstalar otra vez todo en Granada, acometer reformas más baratas en esta provincia para potenciar una actividad con tradición secular. En 1889 decidieron retomar la reforma del Refino, pero ya prescindiendo del proyecto de Narciso Morales, que había sido trasladado a Sevilla. En años sucesivos se levantó el edificio que pervive en la actualidad. La portada original no sólo no se duplicó, sino que desapareció por completo.
El nuevo edificio dio al complejo una estructura muy similar a la actual, al menos referida a la calle Santa Bárbara (que cambió su nombre en homenaje a la patrona del arma de Artillería)
También nos ha llegado una fotografía hecha desde dentro del patio del Refino, de principios de la década de 1880, por la que confirmamos la estructura que nos avanza el dibujo de Guesdon. Curiosamente, a través de ésta se ve al fondo el pilar superior de Fuentenueva. Esta fotografía debió ser tomada antes de 1889 en que empezaron las obras para reformar el Refino. El nuevo edificio dio al complejo una estructura muy similar a la actual, al menos referida a la calle Santa Bárbara (que cambió su nombre en homenaje a la patrona del arma de Artillería). En esa reforma de finales del XIX se añadieron talleres de carpintería, herrería, más oficinas, archivo, biblioteca y algunas viviendas militares.
El Ministerio de Hacienda había pasado la gestión del Refino al Ministerio de Guerra en 1850. No obstante, hay que hacer constar que la fabricación de pólvora en su Real Fábrica siempre estuvo supervisada por militares del ramo de Artillería. La fabricación de pólvora, salvo algunos periodos de arriendo, ha permanecido desde entonces en manos del ministerio de Guerra/Defensa. Hasta que en el año 1961 fue encuadrada dentro del Instituto Nacional de Industria (INI). El edificio continuó compartiendo actividad entre polvoristas de El Fargue y militares de Artillería. Hasta que la privatización de la fábrica de El Fargue, en 2001, acabó por desalojar la parte no militar. Desde 2007 se ha habilitado como Delegación Provincial de Defensa.
La presencia de jefes y oficiales de Artillería en el barrio ha sido constante desde que en 1944 comenzó la urbanización de la zona. Enfrente, un poco por debajo, fueron levantados dos bloques de viviendas, promovidos por un patronato de casas militares. El bloque que mira a los Comedores Universitarios de Severo Ochoa data de un proyecto redactado en 1954, aunque la construcción fue posterior.
Las famosas aguas de Fuentenueva
La Real Fábrica de Pólvoras de Granada no eligió la zona de Fuentenueva para instalar su Refino por casualidad. Lo hizo porque contaba con agua en abundancia y ya había en los alrededores algunas actividades de tipo industrial.
La mayor parte de los terrenos demarcados por las calles San Juan de Dios, el Monasterio de San Jerónimo y la acequia de Fuentenueva habían sido adquiridos por la orden religiosa a finales del siglo XVI; allí irían levantando el Hospital, a partir de 1609, la Basílica y San Rafael
En 1696 adquirió a la Orden de San Juan de Dios un solar de seis marjales (5.850 metros cuadrados, según la escritura de 1698) del pago que se llamaba Huerta alta de San Juan de Dios. La mayor parte de los terrenos demarcados por las calles San Juan de Dios, el Monasterio de San Jerónimo y la acequia de Fuentenueva habían sido adquiridos por la orden religiosa a finales del siglo XVI; allí irían levantando el Hospital, a partir de 1609, la Basílica y San Rafael. Vendieron a la Fábrica de Pólvoras el cornero noroccidental de la finca, lindero con el camino de la Fuentenueva.
La parcela donde se fue construyendo el Refino desde principios del siglo XVIII estaba regada por el darro turbio (desagües urbanos) que bajaba desde el barrio del Boquerón/Tendillas. Con esa agua de desecho se regaban las hortalizas. En cambio, el agua limpia para consumo humano, animal e industrial era tomada de la acequia de Fuentenueva. El agua de esta acequia recogía el líquido de diversas procedencias: el canal principal venía discurriendo desde un tomadero en el río Beiro, pasaba por delante del Hospital de San Lázaro y seguía por lo que hoy es la acera baja de la Avenida de la Constitución. Se le iban sumando las aguas de varias minas o manantiales que surgían en la ladera de su izquierda; el primer pozo estaba en las inmediaciones del actual hospital Ruiz de Alda; en San Lázaro había dos más; bajo los cimientos del edificio la Pirámide existió otra mina con agua abundante; otro pozo surgía en el antiguo mercado de cerdos (actual Cervezas Alhambra), que aportaba agua calle abajo; y finalmente, la auténtica Fuente Nueva, ubicada en un barranco en lo que hoy son Jardines del Triunfo. Esta última fuente fue canalizada en 1616 y conducida hasta los pilares de Fuentenueva.
Unos metros más abajo se ubicaba el pilar de Fuentenueva, justo en la fachada lateral del actual colegio Sagrada Familia, en perpendicular al portón del Refino
Todas las aportaciones anteriores llegaban unidas a la Acera de Canasteros (antigua Cenacheros). Unos metros más abajo se ubicaba el pilar de Fuentenueva, justo en la fachada lateral del actual colegio Sagrada Familia, en perpendicular al portón del Refino. Los dos pilares y un templete que los separaba servían para consumo humano, lavadero de ropa y para abrevadero de la infinidad de animales que transitaban por este acceso principal a la Vega.
El Refino de pólvora tomaba el agua en este pilar de Fuentenueva, de manera que sus autoridades se encargaban de la vigilancia, buen uso y reparo de las instalaciones. Todavía hoy pueden leerse en el pilar de la Plaza del Realejo (adonde fue trasladado en 1944) inscripciones referidas a sus reparaciones; en el caño hay una inscripción que recuerda un arreglo ordenado por el director del Refino, un tal Miguel Sabino de Acosta y Morales, que fue contador de las rentas reales en Granada entre 1788 y 1794.
La acequia de Fuentenueva abandonaba estos dos pilares y continuaba camino abajo hasta vaciar en la Acequia Sancti Spirítu-Puentezuelas
La acequia de Fuentenueva abandonaba estos dos pilares y continuaba camino abajo hasta vaciar en la Acequia Sancti Spirítu-Puentezuelas. Pero antes había regado algunas huertas y alimentado algunas actividades más; hubo un aserradero en el lugar, el taller de Mármoles Villanueva hasta bien entrado el siglo XX, el mercado central de abastos (zona de la Facultad de Ciencias), etc. En el trayecto de la acequia de Fuentenueva fue construida la Fuente del Cristiano, al lado del Puente Cristiano (actual zona de Plaza Einstein). Allí estaba el famoso Ventorrillo de Juan Bernina, que fue su constructor en 1829 para el bien de sus clientes y transeúntes en general.
En los planos que se conservan de Granada desde 1797 (Dalmau) hasta Francisco Prieto-Moreno (1942) se ve cómo se va entubando progresivamente esta acequia. A partir de 1944 comenzaron las obras de urbanización de este barrio; la acequia fue escondida por completo, de manera que discurre bajo las calles o los bloques de pisos militares que hay más abajo. Estas aguas ya no se utilizan para ninguna actividad agrícola ni industrial.
El templete y los dos pilares fueron eliminados en 1944 durante las reformas de Gallego Burín. El que estaba más arriba y mejor cuidado fue trasladado a la Plaza del Realejo, fachada del Convento de Santa Catalina de Siena, en sustitución de otro más pequeño. Si bien su largura fue recortada para adaptarlo a la nueva ubicación. El frontis que vemos en la actualidad es una mezcla de los dos antiguos pilares de Fuentenueva.
Fuente de “Lavachichis”
La antigua surgencia del Triunfo cristiano estuvo enclavada en el centro del cementerio musulmán de Ben Malik. Sus aguas eran muy apreciadas y famosas. Es una de las más ensalzadas por la crónica de Henríquez de Jorquera. Escribió de ellas un largo párrafo, que no me resisto a reproducir en su integridad: “…es en el espacio llano de las puertas de Elvira, tuvo su nacimiento (como hoy lo tiene) [Esto lo escribía hacia 1640]. Es muy celebrada porque sus aguas son extremadísimas para dolencias (según los naturales decían); de ella es tanta su virtud que si alguna persona se halla por la causa de averse demandado en la comida en bebiendo desta agua, desmuel de tal manera que dentro de tres oras tendrá ganas de comer. Tenía su asiento esta fuente en el llano dicho, con una fuente de dos pilas de piedra, con cuatro caños en la más superior, teniendo su planta en un grande circuito redondo, a modo de estanque, por estar el nacimiento algo hondo bajávase por todas parte a ella; más el cabildo de la ciudad acordó de sacarla al sitio que hoy tiene en el callejón de las eras de San Gerónimo para que la gozase de más cerca el barrio nuevo de la carretería, haciendo dos pilas largas, cada una con dos caños gruesos: la primera pila para el ejercicio de azacanes y la segunda, algo más larga…”
De la manera descrita en el siglo XVII permaneció la famosa Fuentenueva hasta principios del siglo XX, en que varias fotografías dan fe de su ubicación y la actividad que la rodeaba, con mujeres lavando o tomando agua y animales abrevando. Estaba un tanto rehundida con relación al nivel del camino.
Más allá de la tapia de Fuentenueva se extendían quinterías, naves industriales (carpinterías, una fundición, almacenes, la cerámica de González) y mucho arbolado
Más allá de la tapia de Fuentenueva se extendían quinterías, naves industriales (carpinterías, una fundición, almacenes, la cerámica de González) y mucho arbolado. Hasta que a partir de 1873 se sumó la actividad de los ferroviarios con la construcción de la Estación de Andaluces. Y ya, a principios del XX, se le unieron las cocheras y las actividades de los tranvías. También era lugar muy transitado por militares y soldados de los Regimientos de Artillería los Mondragones, los de la Merced y los propios del Refino. Recordemos que Granada tuvo Capitanía hasta 1893, con abundancia de planta militar. (La Capitanía fue recobrada entre 1940 y 1984).
En el siglo XIX se ubicaron por estos lugares infinidad de meretrices que iban por libre, sin estar sujetas a la disciplina de las casas más o menos reguladas que había en la zona de la Manigua, Bajo Albayzín y Plaza del Realejo. Practicaban el sexo en descampados, con abundantes cañaverales y arbolado. Su único recurso higiénico en aquellos atardeceres o noches de sexo furtivo, principalmente con soldados y labriegos, era acudir a lavarse a los pilones de Fuentenueva. De ahí que el apodo popular a aquellos pilones fuese el de “lavachichis” (o también “lavachochos”). También se dieron casos de toreros de la cercana plaza puestos a remojo.
Parece que la situación higiénico-sanitaria de las mujeres que comerciaban con sexo en esta zona de San Juan de Dios no debió solucionarse con simples lavados en las salutíferas aguas de Fuentenueva. Esto llevó al Ayuntamiento y a la Sociedad Económica de Amigos del País a incluir el barrio en un programa de casas de socorro y beneficencia para prevenir y tratar las infecciones venéreas. El proyecto, con un plano incluido (1883), fue elaborado por el médico decano municipal, Juan de Dios Simancas. Ubicó cuatro casas de socorro en las zonas de Granada con más prostitutas: una en la Manigua, la segunda en el Campo del Príncipe, la tercera en el Paseo de los Tristes y la cuarta en el Hospital de San Juan de Dios. Esta última era la que se encargaría de atender a las prostitutas de las huertas de San Juan de Dios-Fuentenueva-Estación.
-La revista Por esos mundos publicó el 1 de octubre de 1908 un extenso artículo sobre la historia de la Fábrica de Pólvoras de Granada (El Fargue), de Francisco de Paula Valladar.
-Patrimonio Industrial de Granada, de Miguel Giménez Yanguas, Miguel A. Rubio Gandía y José Miguel Reyes Mesa.
-La fábrica de pólvoras y explosivos de Granada (1850-1961), de Francisco González Arroyo.
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