Sierra Nevada, Ahora y siempre.
25 DE ENERO DE 1938

La noche del fin del Mundo sobre Granada

Ciudadanía - Gabriel Pozo Felguera - Domingo, 15 de Septiembre de 2019
En un invierno durísimo, en plena guerra civil, al caer la noche, el cielo se abrió y se tiñó de rojo en Granada. Parecía el fin del mundo merecido. El investigador Gabriel Pozo Felguera recuerda este dramático episodio que probablemente desconozcas y te desvela qué ocurrió. Un espléndido reportaje, imprescindible.
Sierra Nevada, en una bella puesta de sol que tiñe de rojo las nubes.
Foto de Francisco Mingorance.
Sierra Nevada, en una bella puesta de sol que tiñe de rojo las nubes.
  • Una aurora boreal sembró el pánico y llenó las iglesias de llantos y rogativas: se pensó que el cielo se llenaba de sangre de los muertos en la guerra civil

Tarde-noche del 25 de enero de 1938. Plena guerra civil en Granada. No había programados fusilamientos de rojos en las tapias del cementerio. Hacía un frío intensísimo; media provincia estaba nevada. La actividad en el frente de guerra estaba casi paralizada por las tremendas heladas. La población se arremolinaba en torno a los aparatos de radio para escuchar las arengas y amenazas del general Queipo de Llano desde Radio Sevilla. Pero tampoco aquella noche se pudieron captar las ondas radiofónicas con nitidez. ¿Qué estaba pasando? El sol se había puesto horas antes, pero las calles se iluminaron de pronto, como si fuese de día. Era una luz intensa y roja. Los granadinos, asustados, salieron a calles y plazas a mirar al cielo. “El cielo está ardiendo, es el fin del Mundo”, gritaban algunos. Pero no, no ardía el cielo, era la aurora boreal nunca vista por estas tierras.

La aurora boreal del 25 de enero de 1938 ha sido la más intensa y de mayor duración de las que se tiene noticias en la zona sur de Europa. De hecho, este raro meteoro se repite una o dos veces por siglo, a lo sumo. Llegó a verse hasta el la zona del norte de África. En las ciudades cundió el miedo; la gente, una vez pasado el asombro, se encerró en sus casas a esperar acontecimientos. El miedo se adueñó de las familias. Varias parroquias volvieron a abrir sus puertas y los curas comenzaron a rezar rosarios encadenados; les dio tiempo a hacerlo muchas veces pues la duración del cielo ensangrentado se prolongó desde las 20,30 hasta las 2 de la mañana, aproximadamente. Todo era ignorancia y conjeturas. Granada, y España, habían descendido a la oscuridad de la Edad Media. La culpa la tenía una guerra civil que ya se prolongaba más de año y medio. En el caso de Granada, ya iban varios miles de fusilados en las tapias del cementerio.

En los pueblos, la situación fue más complicada. Muchas familias se echaron al campo, empezaron los gritos de terror. Aquel cielo rojo, grana en algunos momentos, que se transformaba en tonos verdosos en ocasiones, fue interpretado como teñido por la mucha sangre derramada por los bandos de la contienda

En los pueblos, la situación fue más complicada. Muchas familias se echaron al campo, empezaron los gritos de terror. Aquel cielo rojo, grana en algunos momentos, que se transformaba en tonos verdosos en ocasiones, fue interpretado como teñido por la mucha sangre derramada por los bandos de la contienda. Un verdadero castigo de Dios por los pecados que estaban cometiendo los españoles. También se comentaba que era el reflejo de un gran incendio que estaba quemando toda España sin remedio, de Norte a Sur. Había sido prendido por los rojos y no pararía hasta acabar con todos, hasta que las llamas llegaran al mar.

En el pueblo de mis ancestros, al Norte de Granada, unos mozos se subieron al monte San Cristóbal, el más alto, a ver si veían avanzar las llamas. Pero no. Ya de madrugada, en el Pozo de la Alegría (¡qué paradoja!) encontraron ahogado a Silverio el Pitodoble. Un rato antes había dicho que a él no lo aniquilaba Dios con su llama celestial, que se mataba solo. Y lo cumplió.

Hubo multitud de anécdotas en Granada, Andalucía, España y Europa. Las fueron conociendo a medida que avanzaron los días. Pero aquella tarde-noche del 25 de enero de 1938 debió ser terrible para la oscura e ignorante sociedad española. Sin conocimientos ni medios de comunicación que les pudieran explicar lo que ocurría. Mi padre -91 años- recuerda que mi abuela no paró de llorar durante varias semanas, hasta que recibió carta de sus dos hijos soldados desde el frente de Guadalajara. La sangre que vio en el cielo no era de ellos. Nunca entendió qué era una aurora boreal.

La contienda estaba casi en tablas. La República se aprestaba a iniciar la batalla de Teruel, en manos de los sublevados. Granada estaba partida por un frente de Sur a Norte, estabilizado desde muchos meses atrás. Granada era capital nacional, Baza de los republicanos. Las noticias llegaban a cuentagotas a través de Radio Sevilla, pero aquellos días de potente actividad solar las radios no conseguían sintonizar las ondas. El frío era intensísimo, media Andalucía estaba nevada; la temperatura media en el invierno de 1938 cayó un grado.

Explicación científica frente a miedos de la población

Es verdaderamente lamentable que el Observatorio de Cartuja, de los Jesuitas, estuviese casi paralizado el día de autos. Era uno de los mejores observatorios de España, pero estaba clausurado por ser de una orden religiosa; llevaba en tal estado desde 1932 y no volvería a su actividad normal hasta el 11 de agosto de 1938. Por tanto, sus científicos jesuitas no pudieron describir aquella aurora boreal ni explicar sus causas y consecuencias. En Granada solamente nos quedaron las descripciones orales de nuestros mayores, alguna referencia en diarios y cartas de soldados… y las noticias de prensa publicadas en los diarios Ideal y Patria de los días 26 y 27 de enero.

El día siguiente a la aurora boreal, el diario falangista Patria publicó una breve nota titulada “La roja coloración del cielo boreal”. Indicaba que la coloración se vio hacia el Norte, por las constelaciones de la Osa Mayor y Osa Menor, de color grana y llamó mucho la atención. Como causas del enrojecimiento recogió hipótesis para todos los gustos, desde las meramente científicas hasta otras que la autoridad gubernativa prefirió no mencionar. Ya había demasiados rumores y miedos en las calles.

Había más: estaba escrito en el libro del Apocalipsis e incluso anunciado por el tercer secreto de Fátima. El fin del mundo llegaría anunciado por la aparición de señales en el cielo, en forma de fuego, tal como ocurrió la noche del 25 de enero...

Ideal, por su parte, informaba que el fenómeno había ocurrido en buena parte de España, no solamente en Granada. Incluso el gobernador civil de Ávila publicó una nota diciendo que no había motivo de alarma. ¡Qué habría ocurrido en los pueblos abulenses para que actuara su gobernador!

Pero la inmensa mayoría de la población española continuaba inquieta. Las conjeturas más peregrinas comenzaban a extenderse, todas de mal augurio, y muchas de ellas alentadas por extremistas religiosos. Las tesis más dramáticas coincidían en que era un castigo enviado por Dios por los muchos pecados cometidos en la guerra civil. Había más: estaba escrito en el libro del Apocalipsis e incluso anunciado por el tercer secreto de Fátima. El fin del mundo llegaría anunciado por la aparición de señales en el cielo, en forma de fuego, tal como ocurrió la noche del 25 de enero. Era el principio del fin, de ahí que continuaran rogativas en iglesias de la zona nacional durante varios días. Para más inri, pocas semanas después (12 de marzo) comenzó la II Guerra Mundial con la invasión de Austria por Hitler; los agoreros llevaban razón, se aproximaba el fin del mundo.

En el caso de Granada, el gobernador militar ordenó a los dos periódicos locales que publicasen una explicación científica sobre la aurora boreal. A ver si se calmaban los ánimos. Por lo pronto, se consiguió que cesaran los fusilamientos de rojos durante unos días en las tapias del cementerio. Un “ilustre especialista” –según decía Ideal el 27 de enero, aunque sólo decía que se llamaba Mariano- explicó farragosamente que lo visto en el cielo era un espectáculo provocado por la actividad solar, situado en altitudes de 100 a 450 kilómetros. Eran ondas que provocaban perturbaciones radiofónicas y chispazos en los troles de los tranvías. Lamentaba que no estuviese activo el Observatorio de Cartuja para haberlo fotografiado y explicado. No obstante, el científico Mariano barría para dentro al valorar que podría interpretarse como sangre de “nuestros guerreros invictos”.

Las noticias de agencia empezaron a explicar que la aurora boreal había sido vista en casi toda Europa. Se dieron miedos y casos similares a los de Granada. En Londres todo el mundo llamó a los bomberos avisando de grandes incendios imaginarios, incluso lo hicieron desde el Palacio de Buckinham. En París se hizo de día y la gente salió a las calles

Las noticias de agencia empezaron a explicar que la aurora boreal había sido vista en casi toda Europa. Se dieron miedos y casos similares a los de Granada. En Londres todo el mundo llamó a los bomberos avisando de grandes incendios imaginarios, incluso lo hicieron desde el Palacio de Buckinham. En París se hizo de día y la gente salió a las calles. Dos periódicos portugueses publicaron que llegaba fin del  mundo. Los nómadas del norte de África corrían despavoridos. Las emisoras de radio no pudieron captarse en Europa. Por lo general, predominaron los tonos rojos, pero también azules y verdosos. Hubo dos momentos de máxima intensidad, el primero hacia las nueve de la noche y el segundo, hacia las doce.

Después se ha sabido que, por aquellos días, las manchas solares presentaron gran actividad. Sus emisiones fueron tan grandes que se registró la que hasta ahora parece ser la aurora boreal más espectacular vista sobre tierras de Andalucía (El Observatorio de Grenoble tiene registrada una similar en 1709). En las noticias de los periódicos granadinos de aquellos días se hace referencia a que años atrás se vieron pequeñas auroras boreales sobre Sierra Nevada (hacia 1870).

El Observatorio Astronómico de San Fernando (situado en zona nacional) informó dos días después que se trató de un fenómeno magnético, que quizás se volvería a repetir en días siguientes y solía darse dos veces por siglo en nuestras latitudes. “En los pueblos –decía la noticia- la gente creía que era poco menos que el fin del mundo, lanzándose en algunos sitios al campo y en otros a iglesias, permaneciendo en constantes rogativas”. La noche del 26 se repitió la aurora boreal, si bien de manera más atenuada. En Andalucía no fue vista debido a la nubosidad. Granada pudo dormir de nuevo.

Patria, 26 de enero de 1938.

Patria, 27 de enero de 1938.

Ideal, 26 de enero de 1938.

 

[Este reportaje fue publicado en El Independiente de Granada el 12 de agosto de 2018]