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artículo por joan carles march

Miguel Guerrero, nuevo coordinador andaluz de prevención de la conducta suicida: ética, compromiso y justicia social

Ciudadanía - Joan Carles March - Martes, 30 de Septiembre de 2025
Joan Carles March elogia al prestigioso psicólogo clínico del Hospital Costa del Sol de Marbella al asumir el nuevo puesto. No te lo pierdas.
Miguel Guerrero.
de Youtube de Fundación General de la Universidad de Málaga.
Miguel Guerrero.

Hay personas cuyo trabajo no solo deja huella en los equipos con los que colaboran, sino que también transforma la manera en que entendemos los grandes problemas sociales de nuestro tiempo. Miguel Guerrero es, sin duda, una de esas personas. Psicólogo del Hospital Costa del Sol y fundador de la admirada Unidad Cicerón, lleva años impulsando estrategias pioneras para prevenir el suicidio, siempre desde una mirada ética, clínica y social profundamente comprometida.

Su reciente nombramiento como Coordinador Andaluz de Prevención de la Conducta Suicida no es solo un reconocimiento institucional merecido: es una oportunidad para desarrollar una política pública que hasta ahora ha estado oculta con conciencia, experiencia y profundidad

Por todo ello, su reciente nombramiento como Coordinador Andaluz de Prevención de la Conducta Suicida no es solo un reconocimiento institucional merecido: es una oportunidad para desarrollar una política pública que hasta ahora ha estado oculta, con conciencia, experiencia y profundidad.

Miguel Guerrero no solo ha aportado su conocimiento al desarrollo del plan de prevención, a nivel estatal, sino que lo ha hecho desde una posición poco habitual: la de quien combina rigor técnico, ética firme y una empatía sin artificios. Su profesionalidad no necesita de focos: se nota en el modo en que escucha, en cómo piensa, y en lo que defiende incluso cuando incomoda.

Y si algo lo define más allá de su impecable trayectoria profesional, es su compromiso ético con quienes más sufren. Ese compromiso no se queda en declaraciones: se expresa en textos, proyectos, gestos y decisiones que colocan el foco allí donde más duele —en las desigualdades, en la exclusión, en la desprotección.

Sus artículos en Psicoevidencias lo dejan claro. En “Suicidio y vulnerabilidad: una mirada ética desde la evidencia” (Parte I y II), Miguel Guerrero afirma con firmeza que el suicidio no puede seguir tratándose como un fenómeno exclusivamente clínico o individual. Lo define como una expresión extrema de sufrimiento que se agrava por estructuras injustas: la pobreza, la soledad, la precariedad, el trauma no atendido, la exclusión de determinados colectivos.

Su tesis es tan clara como necesaria:

“La salud mental no puede sostenerse sobre un suelo fracturado por la pobreza. La prevención del suicidio debe ser también una cuestión de justicia social”

Y tiene razón.

Miguel Guerrero no escribe desde una torre de marfil. Lo hace desde las trincheras del trabajo clínico, del diseño de políticas públicas y de la escucha directa al sufrimiento humano. Por eso este nombramiento no es solo un avance institucional: es también una apuesta por una prevención del suicidio que no olvida las raíces estructurales del dolor

Miguel Guerrero no escribe desde una torre de marfil. Lo hace desde las trincheras del trabajo clínico, del diseño de políticas públicas y de la escucha directa al sufrimiento humano. Por eso este nombramiento no es solo un avance institucional: es también una apuesta por una prevención del suicidio que no olvida las raíces estructurales del dolor.

Pero también quiero aprovechar estas líneas para decir algo más. Algo que va más allá del reconocimiento profesional y que toca una cuestión personal y ética: hace unos días cometí un error al no citar un contenido suyo en un artículo que publiqué. Fue una omisión sin mala intención, pero que sé que le dolió. Y es que hay errores que merecen una disculpa pública —y este es uno de ellos.

Porque cuando uno admira a alguien no solo por su capacidad técnica, sino también por su ética, lo justo es reconocerlo. Y si uno se equivoca, también lo justo es decirlo. Miguel Guerrero, además de ser un referente profesional, es un amigo honesto y generoso, siempre con actuaciones desde el respeto. Y escribir estas líneas sirve para reforzar ese respeto, para reconocer su extraordinario trabajo.

Miguel Guerrero es, hoy más que nunca, un nombre imprescindible en la prevención del suicidio en España. Pero es también —y eso es igual de importante— una de esas pocas personas que elevan el nivel ético de cualquier espacio en el que participan.

Gracias, Miguel, por tu trabajo, por tu ética, y por recordarnos que el cuidado no es solo una herramienta clínica, sino también una responsabilidad humana y política.