'Mi padre nos hacía daño para herir aún más a mi madre'
¿Víctimas colaterales? No, de ningún modo. Los menores que sufren o han sufrido las violencias machistas que sus padres ejercen o han ejercido sobre sus madres son víctimas directas, que padecen profundamente un doble maltrato: el que han vivido ellos y ellas mismos y el que han presenciado sobre sus madres. Un terrible doble dolor, que merece la máxima atención, el respeto, la admiración y, para empezar, la protección social.
Si fueran escuchados por jueces y juezas, y su opinión tenida en cuenta se avanzaría en su protección, en una justicia más justa, que tanto necesita la relacionada con la violencia machista.
Violencia machista, la crueldad del maltrato infantil
Tres adolescentes que pasan desapercibidos en la plaza de Granada donde son reunidos por la Asociación La Volaera que, presidida por María Martín Romero, es una referencia en la ayuda integral para las mujeres víctimas de la violencia de género y la de sus hijos, maltratados, igualmente, por sus padres.
Pero lo peor se vivía en casa. Un insulto, otro mayor, un golpe, una paliza a su madre y hacia él y su hermana, mientras el padre disfrutaba de reconocimiento en el trabajo. ¿Cómo va a ser alcohólico?, decían sus compañeros de trabajo…
Pero les diferencian del resto en la madurez forzada, en el terrible pasado de una infancia robada por los insultos, los golpes, el desprecio. El dolor.
"Mi padre nos hacía daño para herir aún más a mi madre", dice uno de ello que con 19 años relata unos hechos vividos, tan duros como estremecedores. Como las otras dos chicas, de 16 y 19 años. Menores, todos ellos, cuando sufrieron el maltrato directo y el de sus madres.
"La infancia fue dura. Hay cosas que nadie y menos un niño no debería vivir nunca", dice el chico quien recuerda cómo su padre alcohólico, le escondía sus juguetes. Le obligaba a él y a su hermana a acompañarles en su recorrido nocturno por los bares bien entrada la madrugada. Siendo aun muy pequeño, se negó a entrar a un bar y el padre le arrastró a él y a su hermana desde el coche hasta el local de copas. Alguien se dio cuenta, corrió la voz y echaron al padre del pub, tras recriminarle la acción.
Pero lo peor se vivía en casa. Un insulto, otro mayor, un golpe, una paliza a su madre y hacia él y su hermana, mientras el padre disfrutaba de reconocimiento en el trabajo. ¿Cómo va a ser alcohólico?, decían sus compañeros de trabajo… en un esquema que se suele repetir: un monstruo cruel en casa; un profesional en el trabajo, en apariencia. Probablemente, una mayor atención a todas las señales podría haber descubierto a un maltratador.
Un total de ocho menores han sido asesinados en España por violencia machista en lo que va de año. Un récord aterrador, desde que el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, dispone de registro oficial, lo que demuestra lo tardío en considerar a los hijos como victimas de esta lacra terrible.
En 2013, primer año del que se disponen de registros, fueron asesinados seis menores; cuatro, en 2014; otros cuatro, en 2015 y solo se contabilizó una víctima mortal en 2016.
En total, en un lustro, han sido asesinados 22 menores a manos de las parejas o exparejas de sus madres, víctimas de violencia de género.
'Yo prefiero que esté muerto porque así podríamos estar tranquilas'
Tiene 16 años, pero se expresa como una mujer adulta. Quiere ser azafata de vuelo. Y por su tenacidad y su fuerza lo conseguirá. Acompañada de su madre, una mujer luchadora que un día supo decir "basta ya de que me maltrates" y hacerse valer, la menor dice con toda la dureza: "Se me hace muy difícil ver a una persona que nos ha provocado tanto dolor" y agrega sin miramientos, directa: 'Yo prefiero que esté muerto porque así podríamos estar tranquilas".
Ella se refiere a la "tortura" que le supone acudir regularmente a un punto de encuentro para tener que ver a su progenitor, condenado por maltrato. El estrés y la ansiedad que le produce en las víspera de esos encuentros le impide dormir. "Tengo ataques de ansiedad y tengo que ir a urgencias. La última vez se me paralizó la cara".
Una vida marcada por el maltrato, de la que trata de salir hacia delante: "Cuando salgo a la calle, no puedo evitar mirar hacia atrás porque creo que me mi padre viene a por mí", dice
Una vida marcada por el maltrato, de la que trata de salir hacia delante: "Cuando salgo a la calle, no puedo evitar mirar hacia atrás porque creo que mi padre viene a por mí", dice.
Un padre enfermo, con una dolencia extraña, que no justifica su agresividad, su violencia, la crueldad de un maltratador que en días de lluvia echaba a la mujer y a la hija de casa para que pasaran la noche en la calle.
Pero lo peor, en el que el relato de los tres coinciden, es presenciar la violencia, las palizas… duelen en sus carnes, como en las de sus madres.
'Nos duele más de lo que parece'
Sus recuerdos de infancia se vuelven oscuros. Tiene ahora 19 años pero rememora cómo su padre, siendo muy niña, insultaba, pegaba a su madre…
Ella, como tantos y tantas niñas, sufre las secuelas de una niñez marcada por la violencia. “Se nos toma como víctimas secundarias, como que no nos afecta tanto, pero afecta más de lo que parece, incluso más de lo que las víctimas son conscientes”, manifiesta con una madurez extrema, como sus compañeros.
Aunque hay días que no puede ni levantarse de la cama, el trauma va, muy poco a poco, mitigando, con ayuda psicológica que presta la asociación La Volaera, donde comparte experiencias y ganas de seguir, de luchar, de mirar a la vida de frente, con un grupo de adolescentes que, como ella, han vivido la violencia machistas en todos sus extremos.
“Es fundamental que la sociedad vea que un maltratador nunca puede ser un buen padre”, asegura la presidenta de La Volaera, María Martín Romero, quien censura los puntos de encuentro a los que las madres deben llevar a sus hijos para que pasen un rato con el padre en los conflictos de custodia, porque causan "verdaderos traumas en los niños".