DEBATE SOBRE MENORES TRANS (II)

“Mi hija se encuentra abducida”, asegura la madre de una adolescente que se define como trans

Ciudadanía - Cristina Prieto - Sábado, 18 de Junio de 2022
La periodista Cristina Prieto nos ofrece la segunda parte del debate sobre los menores trans, en la que da voz a las familias y expertos. Padres y madres se niegan a someter a sus hijas e hijos a tratamientos farmacológicos, con efectos irreversibles, sin diagnósticos precisos sobre su disforia.
“El bombardeo de mensajes favorables a la identidad de género en redes sociales presentan a los menores soluciones a su alcance para conseguir la felicidad y la respuesta a su disforia de género”.
IndeGranada
“El bombardeo de mensajes favorables a la identidad de género en redes sociales presentan a los menores soluciones a su alcance para conseguir la felicidad y la respuesta a su disforia de género”.
Si pudiste leer la primera parte del debate sobre menores trans o quieres volver a leerlo: Andalucía registra un incremento del 136% de menores trans desde la aprobación de la Ley del 2014.

Una carta impersonal, sin empatía, completamente desconectada de la unidad familiar, entregada a los padres sin ninguna explicación y en cualquier momento del día suele ser la manera elegida por los menores para comunicar su autodiagnóstico. “Papá, mamá, ahora sé que toda la vida he sido trans”. La perplejidad de los padres sólo puede ser entendida por quienes, cada día, enfrentan esta situación en sus hogares y todos se preguntan qué ha pasado. La mayoría no saben de qué están hablando sus hijos e hijas y ante ellos se abre un mundo desconocido sobre el que empiezan a recabar datos a marchas forzadas para intentar entender el contenido de esa carta que no dejan de leer una y otra vez.

Mientras recopilaban información, contactaron con la unidad de menores transgénero de un hospital y “sin ni siquiera ver a la niña, hablar con ella o realizar cualquier otro tipo de diagnóstico, nos dijeron que empezara a hormonarse porque, en tres meses, conseguiría tener apariencia de hombre”, comenta María

María (nombre supuesto) ya sabe de qué hablaba su hija cuando hace un año se encontraron frente a esa breve misiva. “Mi marido y yo nos quedamos callados porque no entendíamos nada y, cuando pudimos reaccionar, empezamos a buscar por internet”, comenta, mientras recuerda el complicado año por el que pasó su familia al que, a  la situación de su hija, se unió el confinamiento por la pandemia. “Nuestra hija era una niña normal, muy afable, perfectamente integrada en su colegio, deportista y con unas notas excelentes” explica esta madre andaluza a El Independiente de Granada. Mientras recopilaban información, contactaron con la unidad de menores transgénero de un hospital y “sin ni siquiera ver a la niña, hablar con ella o realizar cualquier otro tipo de diagnóstico, nos dijeron que empezara a hormonarse porque, en tres meses, conseguiría tener apariencia de hombre”, comenta María, quien hoy respira más aliviada porque su hija ha comprendido que su cuerpo de mujer estará con ella toda la vida y no hay nada equivocado en él. “Nos negamos a que fuera sometida a tratamiento hormonal, contactamos con una buena psicóloga y, en poco más de cinco sesiones, nuestra hija se apartó del grupo de amistades en redes sociales que le habían hecho creer que era un hombre y hoy es una joven feliz” explica. Para su familia, mantenerse firme ante las exigencias que acompañan a estos menores, como ser tratados en masculino (en el caso de las niñas) y con el nombre elegido para su nueva identidad o el uso de binders –una faja torácica que comprime las mamas en las mujeres para disimularlas o frenar su crecimiento- fue fundamental porque “gritar o llorar por parte de las madres y padres no es la actitud ya que los niños y niñas están muy bien aleccionados a través de las redes sociales y conocen todas las respuestas, incluso, ante cualquier situación tensa en casa, rápidamente consultan a través de sus grupos cómo tienen que actuar”, señala.

Profesionales de la psicología y la psiquiatría podrían ser multados con hasta 120.000 euros, inhabilitación y el cierre de sus consultas si se aventuran a escuchar a los menores

Bloqueadores de la pubertad y hormonación cruzada –suministro de hormonas femeninas para los niños y masculinas para las niñas- conforman el protocolo de las unidades de atención a menores transexuales en aplicación de las quince leyes autonómicas en vigor en estos momentos que, entregadas a las demandas de los grupos de presión transactivistas, conducen a los menores a terapias afirmativas y desaconsejan otro tipo de tratamientos psicológicos o psiquiátricos que ayuden a los niños y niñas a superar la complicada etapa de la adolescencia por considerarlas terapias de conversión. Profesionales de la psicología y la psiquiatría podrían ser multados con hasta 120.000 euros, inhabilitación y el cierre de sus consultas si se aventuran a escuchar a los menores. Un ejemplo de ello es Carola López Moya, psicóloga sevillana, que tiene abierto un expediente por la Junta de Andalucía tras la denuncia de dos colectivos transactivistas por escribir en la red social Twitter un mensaje en el que denunciaba que el género es lo que oprime a las mujeres, un tema que ella conoce bien porque trabaja con mujeres víctimas de violencia. López Moya no recibe en su consulta a menores pero se ha convertido en la primera psicóloga en España denunciada por expresarse contra la imposición de los roles de género, un principio que constituye la base del feminismo.

'Contagio social'

Lisa Littman, investigadora de la Universidad de Rhode Island (Kingston, EEUU), publicó en 2018 un artículo científico en la prestigiosa revista Plos One con los resultados que había obtenido a partir de los informes recopilados entre padres y madres de adolescentes que, a pesar de no haber manifestado con anterioridad problemas de género en su infancia, repentinamente se identificaban como transgénero. Las conclusiones de Littman, cuyo artículo fue muy criticado y sometido por la revista a una segunda revisión –algo muy inusual- que corroboró los métodos y hallazgos realizados por la investigadora, describieron lo que se conoce como Disforia de Género de Inicio Rápido (ROGD, por sus siglas en inglés), que aparece en grupos de amigos donde varios o todos los miembros, al mismo tiempo, se identifican como personas del sexo contrario a través de su inmersión en redes sociales. Littman señaló en su investigación que este tipo de disforia de género podría representar un mecanismo de afrontamiento desadaptativo y que las influencias sociales y las amistades pueden contribuir a su desarrollo.

Lisa Littman, investigadora de la Universidad de Rhode Island.

El bombardeo de mensajes favorables a la identidad de género en redes sociales, medios de comunicación, instituciones, centros educativos y universidades, entre otros, presentan a los menores soluciones a su alcance para conseguir la felicidad y la respuesta a su disforia de género y el malestar con las características sexuales de su cuerpo

Este es el patrón que se observa en la actualidad entre la infancia y la adolescencia, especialmente en niñas cada vez más jóvenes, donde el aumento de casos es muy significativo. El bombardeo de mensajes favorables a la identidad de género en redes sociales, medios de comunicación, instituciones, centros educativos y universidades, entre otros, presentan a los menores soluciones a su alcance para conseguir la felicidad y la respuesta a su disforia de género y el malestar con las características sexuales de su cuerpo. “La disforia de género es la expresión de un sufrimiento clínico más profundo que hay que estudiar”, señala Eduardo Velázquez, psiquiatra clínico que desarrolla su trabajo en el Instituto de Medicina Legal de Granada.  Sin embargo, las leyes de identidad de género aprobadas a partir de 2014 en las comunidades autónomas eliminan la necesidad de estos diagnósticos por considerarlos patologizantes y dirige a los menores a tratamientos farmacológicos cuyos efectos, en muchos casos, son irreversibles. “El planteamiento de futuro de la Ley Trans que quiere aprobarse trata a los pacientes como objetos” afirma Velázquez y explica que “la disforia de género provoca un gran sufrimiento en quienes la padecen y, desde la psiquiatría, tenemos que determinar qué elementos de lo social ha utilizado la persona para esconder su angustia”. La experiencia de este profesional con los menores a los que evalúa ante su deseo de cambiar la mención registral de su sexo conforme a los requisitos establecidos en la ley de 2007 le lleva a afirmar que “los padres y madres de estos niños y niñas son muy buenas personas porque quieren que dejen de sufrir pero, a la vez, tienen que entender que una persona no se hace adulta sin sufrimiento” y apunta que el planteamiento de la ley de hace quince años es adecuado porque confirma los diagnósticos de disforia de género “en ausencia de otros trastornos de la personalidad, otras situaciones clínicas que puedan verse implicadas” y “a los niños hay que darles tiempo, no podemos apresurarnos”.

Conclusiones del estudio de la Doctora Littman.

Un discurso aprendido

Beatriz (nombre supuesto) es madre de una joven de 16 de años que en seis meses pasó de declararse lesbiana a definirse como hombre trans. “En el colegio se sumó a un grupo de género donde daban charlas grupos transgénero y previamente observamos que pasaba demasiado tiempo con el teléfono móvil” comenta mientras recuerda cómo su hija siempre fue una niña muy observadora, inquieta y extremadamente organizada aunque con una personalidad fácilmente influenciable. “También nosotros, su padre y yo, recibimos la carta en la que nos comunicaba que ya había hecho la transición social y nos decía que quería empezar a someterse a un tratamiento hormonal y posteriormente cirugías de reasignación de sexo. Todas y todos tienen ya el discurso aprendido y saben perfectamente lo que tienen que decir”, explica.

Beatriz señala que tanto ella como su marido han conseguido, por el momento, frenar las intenciones de su hija de la que aseguran “se encuentra abducida”, como si perteneciera a una secta

Los grupos transactivistas dibujan un mundo perfecto para los adolescentes en el que ocultan los efectos adversos de los tratamientos farmacológicos y el impacto de las hormonas en cuerpos en desarrollo. Beatriz señala que tanto ella como su marido han conseguido, por el momento, frenar las intenciones de su hija de la que aseguran “se encuentra abducida”, como si perteneciera a una secta.

“Fue lo peor. Me llamó la madre de un joven trans y me explicó todos los cambios que iba a sufrir mi hija con un gran entusiasmo al mismo tiempo que intentaba convencerme de que era el único camino a seguir porque tenía que asumir que debía borrar toda su infancia”

La búsqueda de información por parte de las familias suele ser el primer paso cuando se enfrentan a las manifestaciones de sus hijas e hijos pero, algunas, acceden, además, a establecer contacto con colectivos que defienden el transgenerismo para intentar encontrar respuestas. “Fue lo peor. Me llamó la madre de un joven trans y me explicó todos los cambios que iba a sufrir mi hija con un gran entusiasmo al mismo tiempo que intentaba convencerme de que era el único camino a seguir porque tenía que asumir que debía borrar toda su infancia” asegura Beatriz quien se negó a aceptar todas la recomendaciones. “No estamos dispuestos a pasar por la hormonación ni las cirugías sobre un cuerpo sano y así se lo hemos comunicado a mi hija con todo el cariño que sentimos como padres”, señala Beatriz quien se lamenta del distanciamiento de su hija y la ruptura de la confianza entre ella y la familia.

Pacientes crónicos

M.M.M. (nombre supuesto), psiquiatra con una amplia experiencia investigadora se encontró, por primera vez, con defensores del transgenerismo en 1993 durante un congreso de la Asociación Americana de Psiquiatría en San Francisco al que acudieron varias organizaciones con stands en los que ofrecían información sobre sus propuestas. Desde entonces hasta este momento, las máximas de los defensores de las identidades de género se han extendido como un tsunami por “el primer mundo porque, fuera de su órbita, no se pueden permitir ciertos lujos”, señala. Para este psiquiatra clínico y docente,  existen demasiadas contradicciones en las argumentaciones del transactivismo relacionadas con la medicina porque “si enarbolan la bandera de la despatologización al asegurar que no sufren ninguna enfermedad, deberíamos preguntarles por qué necesitan tratamientos farmacológicos dispensados en hospitales y someterse a cirugías”.  La respuesta a esta pregunta no ofrece dudas para este experto quien asegura que “a las farmacéuticas no les interesan ni las enfermedades mortales ni las que se curan pronto sino enfermos crónicos que consuman de por vida, porque ahí está el negocio”.

La Asociación Americana de Pediatría ha manifestado, en otro comunicado, que los tratamientos a los que se está sometiendo a los menores son una completa aberración

La Sociedad Española de Psiquiatría emitió un comunicado en noviembre de 2020 en el que avalaba la despatologización de las identidades trans sólo refrendado por su Junta Directiva y sin consultar con sus miembros mientras que la Asociación Americana de Pediatría ha manifestado, en otro comunicado, que los tratamientos a los que se está sometiendo a los menores son una completa aberración. Opiniones contrarias entre la comunidad médica que encuentran una difícil explicación a un problema que aborda sentimientos y no realidades. “Las terapias afirmativas no resuelven el problema porque las cirugías modifican la apariencia sexual pero no el sexo que está en cada célula de nuestro cuerpo” explica M. M.M. quien recurre también a la filosofía para desmontar algunas de las consignas más utilizadas por los defensores de las identidades de género. “Nacer en un cuerpo equivocado es una frase sin sentido porque el cuerpo no es objeto, yo no me convierto en cuerpo porque soy mi cuerpo y no tengo que crear una realidad porque esta ya existe” explica para concluir que “en este mundo sólo nos conocemos en nuestro propio cuerpo que cambia desde nuestra apariencia infantil hasta la vejez pero siempre es el mismo”.

Agrupación AMANDA. Las familias, principalmente las madres, no se han quedado de brazos cruzados ante la perspectiva de observar cómo sus hijos e hijas adolescentes se empeñan en someter sus cuerpos sanos a tratamientos farmacológicos y cirugías innecesarias que pueden ocasionarles daños irreversibles. En septiembre de 2021, diez madres contactaron a través de redes sociales para poner en común su experiencia y pedirse ayuda mutua. Hoy, sólo nueve meses después de aquella primera toma de contacto, son ya 180 familias de distintas provincias españolas las que pertenecen a la Agrupación AMANDA, un colectivo que ofrece información y ayuda a padres y madres que no saben cómo afrontar la disforia de género de inicio rápido por contagio social de sus hijos e hijas.Con una división del trabajo por equipos y, con la base de la experiencia profesional de cada integrante (derecho, traducción, diseño gráfico, redes sociales, comunicación…), ofrecen asesoramiento a las familias que contactan con ellas a través de su web www.amandafamilias.org .”Trabajamos siempre desde el respeto y nuestra principal recomendación a los padres y madres que contactan con nosotras es que escuchen a sus hijos e hijas” señala una de las portavoces que destaca el gran esfuerzo voluntario que realizan las comisiones de trabajo. “Dedicamos el tiempo libre que nos deja nuestra actividad laboral a recopilar información especializada en cualquier país y tenemos que agradecer al equipo de traducción la inmensa labor desarrollada para conseguir que todos los textos estén accesibles en español”.

Durante estos nueve meses, las integrantes del equipo de recepción de las familias se han visto desbordadas porque el problema de los menores que dicen identificarse con el sexo contrario y piden acceder a tratamientos hormonales va en aumento.

Un manual denominado ¿Sólo adultos? elaborado por Dentons (la firma de abogados más grande del mundo), la Fundación Thomson Reuters (un brazo del viejo gigante de los medios de comunicación) y la Organización Internacional de Jóvenes y Estudiantes Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transgénero, Queer e Intersex (YGLYO) ofrece consejos y pautas a seguir para introducir los postulados del transgenerismo en las legislaciones nacionales de los países y reconoce que el consentimiento de los padres a los tratamientos de los menores puede constituir un escollo por lo que recomienda a los grupos de presión “ocultar sus planes detrás de un velo y asegurarse de que ni los medios, en general, ni el público sepan mucho sobre los cambios que afecten a los niños”.
Cristina Prieto. Madrileña afincada en Andalucía desde 1987, primero en Almería y posteriormente en Granada donde ha desarrollado su carrera profesional como periodista.Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, cursó la suficiencia investigadora en la Universidad de Granada dentro del programa Estudios de la Mujer y es doctora por la Universidad de Málaga. En El Independiente de Granada mantiene un blog sobre Feminismo e Igualdad, titulado 'Punto de Fuga' que, cada jueves, nos ofrece un nuevo artículo.