Mariparda la casamentera, tátara-tátarabuela granadina de 'Juan y Medio' y Carlos Sobera
-
Fue una famosa celestina y alcahueta del siglo XVI, la primera mujer a la que Granada dedicó el nombre de una de sus calles principales
-
La calleja perpendicular a la fachada de la Catedral llevó su nombre durante cuatro siglos, hasta que se lo quitaron para dárselo a un político
-
En el siglo XIX y con Gallego Burín se barajó la idea de clarear el barrio para abrir una enorme plaza alargada perpendicular a la Catedral
El barrio o la collación de la Magdalena era un arrabal nazarita pegado a la muralla que cerraba la zona de la Rambla o Arenal, entre el río Genil y la puerta de la Trinidad. Más o menos. Aquí empezaron a establecerse familias colonizadoras cristianas ya en el mismo año de la Toma, 1492. En buena parte eran llamados Montañeses, es decir, procedentes de las montañas cantábricas; asturianos, santanderinos, gallegos, leoneses y algún vasco. Pero, por lo general, se les denominaba a todos como asturianos. Pronto levantaron su ermita cristiana de Nuestra Señora y San Roque, en la parte exterior de la Puerta de las Cucharas.
En el siglo XVI se decía en Granada que por cada hija que ejercía en la mancebía había diez madres que se ofrecían en tascas, chiscones o rincones oscuros
En 1501 debían ser muchos los montañeses del barrio, tantos como para acopiar fondos, comprar una rábita musulmana aneja e iniciar la construcción de la iglesia parroquial de la Magdalena (actual edificio del Catastro en calle Mesones). Aquella primera iglesia la levantaron entre 1501 y 1520. El siglo XVI fue un barrio eminentemente de carácter montañés; para 1582 ya tenían constituida su hermandad, formada por gentes de los oficios del barrio: mercaderes, mesoneros, trabajadores de las dos alhóndigas, la mancebía, los abastos, etc. Cada calle se especializó en venta de un producto; aún continúan con sus antiguos nombres: caldereros, zapateros, cuchilleros, boteros, bodegones, monterería, pescadería, etc. Por cierto, en el siglo XVI se decía en Granada que por cada hija que ejercía en la mancebía había diez madres que se ofrecían en tascas, chiscones o rincones oscuros.
El barrio de la Magdalena se caracterizaba por ser el imperio de las mujeres. En los libros de habices y censos de la Magdalena (de 1561, el llamado de moriscos, y el de 1572) se percibe claramente que eran ellas las que llevaban las riendas de los negocios; los hombres eran agricultores. Son mayoría las mujeres que regentan los 32 mesones y posadas del barrio; son féminas las titulares de los puestos de frutas y verduras; son mujeres las encargadas de las tiendas de paños de Holanda y telas de importación; son ellas las que hacen de madres de la mancebía (aunque el titular de la concesión municipal era un hombre), y por supuesto componían la lista de mancebas. Solamente eran mayoría los hombres de la Alhóndiga del trigo, la Tercia y de la carnicería.
Fue el tiempo en que la ciudad musulmana y su trama se van reconvirtiendo en ciudad cristiana, buscando las líneas rectas; de la casa cerrada y misteriosa se pasa a los balcones de ostentación y enseñoreamiento
En este barrio de la Magdalena se concentró muy pronto el comercio, la hostelería y los servicios de la naciente sociedad cristiana. Intramuros, junto a la Mezquita mayor, ya estaba la Alcaicería desde siglos atrás; en los extremos de la calle de los mesones fueron construidas la Alhóndiga Zaida (mercado de cristianos) y la Alhóndiga del trigo; muy cerca, la Tercia, el Pósito y su horno de pan. Entre las puertas de las Orejas y Bibarrambla se situó el edificio de la carnicería, con una veintena de puestos. Y al otro extremo, pegado a la cerca por dentro, estaban los 19 puestos de la Pescadería (actual plaza del mismo nombre). Fue el tiempo en que la ciudad musulmana y su trama se van reconvirtiendo en ciudad cristiana, buscando las líneas rectas; de la casa cerrada y misteriosa se pasa a los balcones de ostentación y enseñoreamiento. También aparecen las corralas de vecinos, de las que llegó a haber hasta doce; prácticamente el único barrio de Granada en que abundaron. En el censo de 1587 ya figuraban residiendo en este barrio algo más de 5.000 habitantes, y continuaba expandiéndose hacia la Vega.
Y por aquellas callejuelas se repartían infinidad de tiendas de telas, buhonerías, cordelerías, etc. Repito, principalmente regentadas por mujeres. En la parte alta del barrio, al norte del patio de los naranjos de la Mezquita mayor, fueron expropiadas infinidad de casuchas musulmanas para empezar a levantar la catedral. Y frente a la puerta de la catedral se les ocurrió levantar colegios para formación y adoctrinamiento de niños moriscos, el de San Miguel y Santa Catalina. Una callejuela llamada Colegio Catalino hacía de frontera con el barrio comercial, es decir, con la casa y calle de Mariparda.
El reino de las Maris
En aquel potente barrio de servicios surgido por debajo de la zona religiosa (Catedral, Mezquita, Sagrario) reinaron siempre las mujeres. Los libros parroquiales y los censos de población contienen más apodos que nombres y apellidos completos. Todas las mujeres se llamaban Mari… y luego les seguían sus respectivos adjetivos calificativos. Marimontaña (grandota y fuerte), Marimorena, Marialba, Mariblanca (rubia, piel clara, inocente), Maricastaña (antigua, vieja), Marirramera, Marisancha, Maripepa, Marisuelta (deslenguada), Mariaragonesa, Marichadora (fanfarrona), Maripérez, Marimanta (fantasmona), Mariana, Marizápalas (peleona), Marivenida (casada con viudo), Maricielo o Mariceli, Mariváñez… y por supuesto la más famosa y la que logró trascender con nombre de calle: Mariparda.
Resulta curioso ver cómo a todas las mujeres dedicadas a oficios mercantiles o puestos de los mercados se las comenzaba por llamar Mari, más su apodo calificativo. En cambio, a las mujeres que ejercían la prostitución en la mancebía o en los mesones se no se les anteponía el nombre de Mari
Resulta curioso ver cómo a todas las mujeres dedicadas a oficios mercantiles o puestos de los mercados se las comenzaba por llamar Mari, más su apodo calificativo. En cambio, a las mujeres que ejercían la prostitución en la mancebía o en los mesones se no se les anteponía el nombre de Mari; quizás no casara bien el nombre de la Virgen con el del oficio de puta; se las conocía directamente como la Rute, la Cordobesa, la Muñoza, la Robles, la Carrasca, la Ortiza, la Castellana, la Luna, la Corza, la Ponza, la Suelta, la Lucena, la Flamenca, la Aguadora… Sólo se las llamaba Mari a partir de cierta edad, cuando ya habían abandonado el oficio de meretrices y se dedicaban a sobrevivir con otras actividades. (En la compleja historia de la prostitución local ha habido nombres muy famosos en los últimos cinco siglos; solamente la Bizcocha ha dejado rastro en la geografía local; ninguna de las históricas prostitutas debe haber contraído méritos para que los próceres le dediquen una calle).
Los nombres y calificativos de todas las Maris granadinas de la collación de la Magdalena fueron importados de otras ciudades castellanas de donde procedían las familias que repoblaron las tierras conquistadas en el Reino de Granada. Por eso se repiten en otros muchos lugares de España. Por ejemplo, los términos Mariblanca y Marimorena están muy ligados a la historia de Madrid; la primera era una especie de ninfa que dejó rastro en esculturas de una fuente en la Puerta del Sol (hoy trasladada al Retiro); la segunda, se dice que era una mesonera en cuya taberna solía haber peleas. En su local solía armarse la Marimorena.
La palabra Mariparda (escrita junto o separado) tiene un origen medieval; aparece en escritos ya desde el siglo XIII. Se le adjudican propiedades de mujer ya madura, que quizás en tiempos pasados ejerció el oficio de prostituta, pero las heridas del tiempo la han colmado de sabiduría
Pero en esta zona céntrica de Granada también hubo mujeres de carne y hueso que llevaron esos calificativos. Incluso existió un callejoncillo sin salida en la Pescadería (donde hoy está el restaurante Cunini, más o menos), al que nombraban como rincón de la Marimorena. No sé si sería porque allí saldrían a terminar a tortazo limpio las discusiones iniciadas en las botillerías que abundaron por el lugar.
Pero fue Mariparda la que, con su fama, nos dejó durante mucho tiempo su recuerdo en forma de nombre de calle. La palabra Mariparda (escrita junto o separado) tiene un origen medieval; aparece en escritos ya desde el siglo XIII. Se le adjudican propiedades de mujer ya madura, que quizás en tiempos pasados ejerció el oficio de prostituta, pero las heridas del tiempo la han colmado de sabiduría. Se dedica a trapichear en su negocio, y es ahí donde recibe encargos de citas, media para poner de acuerdo a amantes, a buscadores de pareja, a unir desesperados que no hallan lo que buscan en el sexo opuesto. Mariparda, según se ve en la literatura medieval, es alcahueta, componedora, celestina. Incluso echadora, es decir, la mujer que echa el verraco para cubrir a la cerda en celo. La palabra echadora aparece como tal en uno de los censos. Compartía oficio con Urraca la Trotaconventos del Libro del Buen Amor (Arcipreste de Hita, siglo XIV) y la Celestina de Calisto y Melibea (finales del XV), de Fernando de Rojas.
La literatura ha elevado a categoría de término de uso corriente los nombres de algunas de aquellas mujeres que en la edad media o principios de la moderna ejercieron de casamenteras o alcahuetas
Pues la Mariparda granadina debió reunir todas esas condiciones y alguna más. Y lo que es seguro es que vivía o tenía el negocio en la callejuela que iba desde la Pescadería al Colegio Catalino. No sabemos en cuál de las antiguas casas, ya que no queda ninguna en pie tras la reforma del XIX. Lo que sí pudo ocurrir es que tuviera tienda de telas o encajes, en esa calle todo eran locales de este tipo (lo ha continuado siendo hasta que el bebercio se ha adueñado recientemente de ella). O si no tenía tienda, habitaría en algún piso alto de esas casas, que no sobrepasaban las tres alturas cuando el Catastro levantó su primer plano en 1861.
La literatura ha elevado a categoría de término de uso corriente los nombres de algunas de aquellas mujeres que en la edad media o principios de la moderna ejercieron de casamenteras o alcahuetas. O con características similares; el Diccionario de la Real Academia de la Lengua ha ido incorporando poco a poco las palabras Marimorena y Maricastaña, pero nunca tuvo en cuenta a Mariparda. El origen del término seguro que se remonta a mujer de pelo pardo; pero, además, su oficio de componedora de amores lleva aparejada la necesidad de tratar con pardillos; y los pardillos no eran otros que los hombres de capa parda, los que se dedicaban al pastoreo o vivir del campo. No conocían mujer y por eso acudían a las alcahuetas a buscar pareja o compañía. Hasta bien entrado el siglo XX no aparecieron las agencias matrimoniales, en las ciudades; en los pueblos ha continuado existiendo la casamentera hasta tiempos relativamente recientes.
Exactamente igual a como hoy lo hacen Juan y Medio, Carlos Sobera y Ramón García en sus programas televisivos de Canal Sur, Cuatro TV y Castilla-La Mancha Media. Son los Maripardos de nuestra generación audiovisual
Exactamente igual a como hoy lo hacen Juan y Medio, Carlos Sobera y Ramón García en sus programas televisivos de Canal Sur, Cuatro TV y Castilla-La Mancha Media. Son los Maripardos de nuestra generación audiovisual. Han cambiado mucho los tiempos, pero las necesidades y actitudes de hombres y mujeres son los mismos: ambos sexos buscan compañía y recurren a intermediarios cuando por sí solos no son capaces de encontrarla.
El Diccionario ha aceptado realmente muy pocas acepciones de la raíz Mari+calificativo femenino. Solamente figuran Marimorena, marimanta y Maricastaña. Ha tardado mucho tiempo en incorporarlas; el primer Diccionario de Autoridades (1739) no las recogió. Se trata de tres términos muy usados en la literatura de los siglos XVI a XVIII. En cambio, Mariparda es menos utilizado y tuvo la desgracia de no dar título a ninguna comedia famosa.
En estos momentos, el Instituto de Lexicografía de la Real Academia está estudiando la posibilidad de incorporar la palabra al diccionario. Mariparda fue utilizado en literatura y en periodismo hasta principios del siglo XIX, pero en la actualidad ha caído en desuso
Además de la calle granadina desaparecida, continúa dando nombre a accidentes geográficos: barranco de Mariparda, cortijo de Mariparda, monte de Mariparda, cruz de Mariparda, etc. Se encuentra en la toponimia de Villa de Ves (Albacete), Maderuelo (Segovia), Huete (Cuenca), Teresa de Cofrentes (Valencia), etc. Es de suponer que por esos lares también existió su correspondiente y afamada alcahueta Mariparda.
En cambio, la Enciclopedia Espasa sí incluyó en su día los términos Maripérez, Marimanta, Mariana, Marizápalas y Marivenida. Pero no Mariparda.
En estos momentos, el Instituto de Lexicografía de la Real Academia está estudiando la posibilidad de incorporar la palabra al diccionario. Mariparda fue utilizado en literatura y en periodismo hasta principios del siglo XIX, pero en la actualidad ha caído en desuso. Son muy pocas personas las que conocen y utilizan el refrán más famoso en que ha quedado su nombre: “Destos casamientos que Mariparda hace, a unos pesa, a otros place”.
El nombre de Mariparda fue llevado a América por los colonizadores; en varios países suramericanos pervive todavía como nombre de algunas mujeres. Más bien pocas.
En algunas zonas de la Axarquía y en Melilla, probablemente, por la estrecha relación entre la comarca y la provincia malagueña con la ciudad española del Norte de África, hay constancia del empleo de la palabra Mariparda en el siglo XX para referirse, quizás peyorativamente o pícaramente, a una mujer.
Aparece en el primer callejero de Granada
Sabemos que Mariparda ya daba el nombre a la calle del centro de Granada a finales del siglo XVI, por documentos del Concejo. Pero hay absoluta oscuridad sobre si vivió a principios, mediados o finales de esa centuria. Más adelante me referiré a que pudo ser ya desde la primera década de quinientos, cuando lo utilizaba el lingüista y edil Hernán Núñez de Guzmán; o quizás a partir de la publicación en su libro de refranes, ya mediada la centuria (1555). Lo único seguro es que a finales del XVI la calle ya llevaba el nombre de Mariparda y en 1885 fue borrada del callejero. (No estaría de más que el Ayuntamiento superpusiera una placa en las esquinas indicando que la calle Marqués de Gerona antes se llamó de Mariparda).
El plano callejero más antiguo de la ciudad de Granada en el que aparece rotulada esta calle como de Mariparda es el de Dalmáu (1796)
El plano callejero más antiguo de la ciudad de Granada en el que aparece rotulada esta calle como de Mariparda es el de Dalmáu (1796). En el archivo histórico municipal hay varias referencias a obras, censos y pleitos de aguas con el nombre de Mariparda, sobre todo a principios del siglo XVIII.
Mariparda en la literatura desde el siglo XIV
El nombre de Mari Parda o Mariparda ya aparece utilizado en escritos el siglo XIV; es de suponer que tiempo antes se utilizaría en lengua oral. Estaba repartido por la geografía cristiana, donde se hablaba castellano o dialectos galaico-asturianos, portugués y aragonés. En un libro de cuentas del maestro de obras que levantaba el alcázar de Teruel (1373) ya aparecen dos empleadas a las que se nombra como “hijas de Mari Parda” y de Antón Calvet, y se consigna el sueldo que cobraban.
El nombre de Mari Parda o Mariparda ya aparece utilizado en escritos el siglo XIV; es de suponer que tiempo antes se utilizaría en lengua oral. Estaba repartido por la geografía cristiana, donde se hablaba castellano o dialectos galaico-asturianos, portugués y aragonés
Muy poco más tarde el término de Mari Parda es elevado a categoría literaria por el poeta portugués Gil Vicente (1465-1537). Publica una obra con el título Prando de María Parda (Llanto de María Parda). Desarrolla un gracioso diálogo entre una tabernera de Lisboa y una mujer de Vizcaya allí emigrada. La protagonista se llama María Parda.
En el año 1555 se publicó póstumamente un libro de refranes recogidos por todos los rincones de España. El volumen se tituló “Refranes y proverbios en romance que recogió y glosó el comendador Hernán…”; su autor fue Hernán Núñez de Guzmán (1475-1553). Aquel hombre era una autoridad en lingüística, pues trabajó como profesor de retórica y grieto en las universidades de Alcalá y Salamanca. Incluyó el refrán “Destos casamientos que Mariparda hace, a unos pesa, a otros place”. Venía a significar que Mariparda era una alcahueta, casamentera o celestina que arreglaba parejas; en unos casos, alguno de los emparejados ganaba y el otro salía perdiendo.
¿Se deberá a este filólogo y regidor de Granada el bautizo de la calle como de Mariparda o recogería el refrán ya existente?
Núñez de Guzmán (apodado el Comendador griego y Pinciano) tuvo una estrecha relación con Granada en sus tiempos mozos. Fue paje del tesorero de los Reyes Católicos, Ruy López de Toledo. Una vez conquistada la ciudad, se asentó aquí en 1496, donde permaneció al servicio del Conde de Tendilla en calidad de preceptor de sus numerosos hijos. Para 1499 ya había comenzado la publicación de sus primeros libros. Viajó a Roma a formarse y comprar libros para Íñigo de Mendoza. En 1501, el gobernador del Reino le nombró regidor del primer concejo que se creó en la ciudad, a las órdenes del corregidor D. Alonso Enríquez. En Granada residió con su familia hasta 1510, exceptuando el viaje a Italia. En Granada coincidió con el Cardenal Cisneros, quien años después le llamaría a Alcalá para colaborar en el proyecto de Biblia Políglota, pues dominaba latín, griego, caldero, árabe y hebreo. En 1511 partió para Salamanca a emplearse de catedrático de lenguas.
¿Se deberá a este filólogo y regidor de Granada el bautizo de la calle como de Mariparda o recogería el refrán ya existente? En el texto de su libro habla en pasado y suponiéndole sus buenos o malos oficios a Mariparda.
En el Diccionari de la llengua catalana ab la correspondencia castellana y llatina (Pere Labernia, 1839) aparece recogido el refrán castellano entre las particularidades de término Casament.
En el siglo XIX continúa apareciendo el término Mariparda/mariparda para referirse a una mujer con dotes especiales para actuar como alcahueta, casamentera, componedora e, incluso, con cierto aire de hechicera
Por esas mismas fechas hubo un delincuente en Santander conocido como Juan el de Mariparda. Apareció en una requisitoria judicial del Boletín Oficial de Santander, en 1858. Si existía el hijo con el apodo es que debía existir también la madre que lo parió.
En el siglo XIX continúa apareciendo el término Mariparda/mariparda para referirse a una mujer con dotes especiales para actuar como alcahueta, casamentera, componedora e, incluso, con cierto aire de hechicera. La escritora Fernán Caballero (Cecilia Bohl de Faber) bautizó como Mariparda a uno de sus personajes principales de La Gaviota. Comenzó publicándola por entregas en la prensa de Madrid, en 1861. Mariparda es una engatusadora de hombres.
En el año 1875 se dio un hecho muy curioso, protagonizado por un escritor que transitó por la intacta calle granadina de Mariparda
En el año 1875 se dio un hecho muy curioso, protagonizado por un escritor que transitó por la intacta calle granadina de Mariparda. Se trataba del joven estudiante, y posterior novelista, Manuel Fernández González. Era sevillano de nacimiento, pero pronto su padre militar fue trasladado a Granada; aquí estudió Filosofía y Letras, y Derecho, y empezó sus pinitos literarios antes de marchar a Madrid. Estrenó teatro muy joven en Granada y se inició en la novela histórica. Aunque se mudó a Madrid en 1849, siempre estuvo muy ligado a la Granada del romanticismo que le tocó vivir por las callejas del casco histórico. En su novela El Rey del Puñal, en su libro primero, utilizó a Mariparda como personaje femenino principal. Evidentemente, con las connotaciones de hechicera y casamentera que se le achacaban históricamente en la ciudad de Granada. En unos párrafos la describía así: “…en uno de los ángulos, en el techo, en un profundo agujero, había vivido y vivía la vieja Mariparda, la hechicera, que más vieja que don Cantoncillo, había sido su amiga y su compañera. Vieja debía ser la Mariparda porque don Cantoncillo no recordaba hubiese criado…” La novela comenzó a publicarse como folletín periodístico en El periódico para todos (1875).
En 1879 apareció un librito de 32 páginas titulado “Lluvia de refranes”. Se trataba de un supuesto libro escrito por una tal Mari Parda, que se dirigía a su hijo avecindado en Madrid.
En 1879 apareció un librito de 32 páginas titulado “Lluvia de refranes”. Se trataba de un supuesto libro escrito por una tal Mari Parda, que se dirigía a su hijo avecindado en Madrid. Los textos eran un encadenamiento de refranes que desarrollaban un discurso coherente. En realidad, la tal Mari Parda era el pseudónimo que utilizaba el escritor Juan Gorgues y Lerma. Unos años más tarde, el libro fue reproducido por entregas en el periódico El Día (mayo de 1885).
Por último, el lingüista y crítico literario Julio Cejador y Frauca utilizó el término mariparda para una de sus críticas en El Imparcial (1911), titulada Las braguisayas. Era una recreación literaria en torno al Marimacho, que no era ni hembra ni macho. “Hembra, en sus distintas connotaciones la definían un centenar de vocablos compuestos del castellano, entre las que estaban Maricastaña, marizápalos, maritornes, maricallos, marizajarrillos, marijusta, marimaña, marisabidilla, maritaba, marivenido, mariapuros, marienredos, maribasura, maricaca, mariculillo, mariposa, marimoña, mariclarilla, marichiva, marigargajo, marimanta, marimenga, paripajuela, mariprisas, marirabadilla, marirramos, mariparda, maricomino, maribarbas, maribobales, mariembeleco, mariforzada, marifulana, marigalleta, marimaderada y otras señoras que no han pisado el umbral de la Academia.” Julio Cejador publicó también un diccionario de refranes.
Pareciera que Julio Cejador había vivido en la Granada de los siglos XVI y XVII, conocía los nombres y apodos de todas las vecinas montañesas del barrio de la Magdalena.
De Mariparda a Marqués de Gerona
A mediados del siglo XIX, con las desamortizaciones, se inició la etapa de la gran reforma urbana de este barrio granadino. El proyecto barajado inicialmente por el Ayuntamiento para construir una plaza alargada, que diese amplitud de vistas a la Catedral, quedó en agua de borrajas. Se había ideado prolongar la Plaza de las Flores o de las Pasiegas, con el mismo ancho, hasta la calle Mesones, como mínimo. Incluso en 1868 se llegó a hablar de llegar hasta la calle Puentezuelas, ya que estaba previsto derribar los restos de muralla y parte del patio de la Alhóndiga del Trigo.
El proyecto final (1868) se redujo a enderezar la calle Mariparda hasta llegar al ensanche de la plaza Pescadería. La calle Mariparda era un estrecho y quebrado callejón, de entre uno y dos metros de anchura, que partía de la esquina Suroeste de la Plaza de las Pasiegas hasta la Pescadería
El proyecto final (1868) se redujo a enderezar la calle Mariparda hasta llegar al ensanche de la plaza Pescadería. La calle Mariparda era un estrecho y quebrado callejón, de entre uno y dos metros de anchura, que partía de la esquina Suroeste de la Plaza de las Pasiegas hasta la Pescadería. Sería necesario derribar bastantes casas a ambos lados. En la memoria del arquitecto José María Mellado se lee que no habría problemas en las expropiaciones ni se perdería ningún edificio de consideración, por ser todos muy antiguos y semi-ruinosos. Y como entre la Pescadería y Mesones no había comunicación directa, se abriría una nueva calle, demoliendo el paño de muralla nazarita que aún sobrevivía. El eje del nuevo trazado era perpendicular a la puerta central catedralicia. A partir de entonces ya se podría contemplar la catedral con mayor amplitud, incluso desde la calle del Tintín (actual Paz).
Y ya puestos, también entre Mesones y Alhóndiga se iba a abrir una nueva calle, de seis metros de anchura, que sustituiría al cobertizo que comunicaba la Alhóndiga del Trigo.
Finalmente, la idea de gran plaza alargada de la anchura similar a las Pasiegas no prosperó (de casi 200x30 metros). Se limitó a ensanchar la calle Mariparda, a enderezarla; a abrir una comunicación entre Pescadería y Mesones; y continuarla entre Mesones y Alhóndiga. El resultado final era una misma calle, enfilada hacia la fachada de la Catedral, pero de sólo seis metros de anchura, no una plaza alargada. (Y, encima, no la sacaron recta del todo).
La calle Mariparda continuaría rotulada igual que desde el siglo XVI y el tramo entre Pescadería y Alhóndiga se llamaría Marqués de Gerona.
Pero sorpresivamente, a última hora, fue suprimida la calle Mariparda y su lugar lo ocupó Marqués de Gerona
Pero sorpresivamente, a última hora, fue suprimida la calle Mariparda y su lugar lo ocupó Marqués de Gerona. El tramo entre Mesones y Alhóndiga fue bautizado como Jáudenes. El motivo fue precisamente la aparición, a última hora, de la persona de José Luis de Jáudenes; aquel hombre era el gobernador civil en 1884, cuando se registró el mortífero terremoto de Alhama. Realizó una buena gestión de la catástrofe; en agradecimiento, el Ayuntamiento decidió dedicar su nombre a este tramo de calle. Al quedar demasiado corto el tramo intermedio para el Marqués de Gerona, la damnificada fue la antiquísima calle Mariparda. Los dos próceres políticos decimonónicos se repartieron la nueva calle. Mariparda no tuvo quién la defendiera. Desapareció para siempre, tras cuatro siglos de existencia en homenaje a una destacada granadina.
Origen del Marquesado de Gerona
La placa Marqués de Gerona homenajea a una importante familia que habitó Granada en los siglos XVIII y XIX. Eran originarios de la Alpujarra, pero pronto acabaron estableciéndose en el barrio de las Angustias. El origen del marquesado se debió al general Mariano Álvarez de Castro (Granada, 1879-Gerona, 1810). Aunque nacido en Granada, muy pequeño quedó huérfano de padre y madre; se lo llevaron unas tías a Soria y Burgo de Osma. Hizo carrera militar y llegó a ser gobernador de Cataluña. Allí le cogió la invasión francesa y se dejó la vida defendiendo la plaza de Gerona.
En Granada quedó una sobrina suya, Rita de Orozco y Álvarez de Castro; trajo al mundo a dos hijos en 1808 y 1809
En Granada quedó una sobrina suya, Rita de Orozco y Álvarez de Castro; trajo al mundo a dos hijos en 1808 y 1809. Se llamaron José y Francisco de Paula Castro y Orozco. Eran familia pudiente que dio una educación exquisita a sus hijos. El primero que empezó a triunfar en la abogacía y en la política fue el pequeño, Francisco de Paula. Tras ser decano de los Abogados de Granada y diputado provincial, pronto pasó a ser diputado nacional. Con tan sólo 28 años fue nombrado ministro de Gracia y Justicia de los primeros gobiernos liberales de Isabel II (en 1837). Su carrera meteórica le mantuvo como diputado, hasta que entre 1845-47 ocupó la presidencia de las Cortes. A finales de 1846, como premio a su labor política, la reina le concedió títulos nobiliarios. El homenajeado eligió el título de Marqués de Gerona y Vizconde de Castro y Orozco. Lo hacía en homenaje a la gesta protagonizada casi cuatro décadas atrás por su tío-abuelo, el general Mariano Álvarez de Castro. Aquella decisión, que nada tenía que ver con Granada ni Andalucía, ligó un apellido originario de la Alpujarra con la ciudad catalana.
La II marquesa de Gerona fue la madre de Francisco de Paula, Rita de Orozco y Álvarez de Castro, ya que su hijo había muerto sin descendencia. Pero en 1849 falleció Rita y el título pasó al hermano mayor. José de Castro y Orozco, III Marqués, llevaba una carrera muy similar a su hermano, pero con menos rapidez; había empezado por ser abogado y fiscal en la Real Chancillería de Granada. Además de escritor, historiador y miembro de la Comisión de Monumentos, fue nombrado rector de la Universidad de Granada entre 1843-46. Después fue elegido presidente de una sala de la Real Chancillería. Su vida política le llevó pronto a Madrid. Allí vivió etapas brillantes, donde también fue ministro de Gracia y Justicia como su hermano; y de desgracia, con la muerte de su primera esposa y de su único hijo.
Este III marqués de Gerona, como aficionado a las antigüedades, acumuló una importante colección de objetos arqueológicos de los hallados por entonces en las provincias de Granada y Almería
Este III marqués de Gerona, como aficionado a las antigüedades, acumuló una importante colección de objetos arqueológicos de los hallados por entonces en las provincias de Granada y Almería. Cuando se sintió enfermo, se retiró a su Granada natal y falleció en 1869.
Por aquellos años ya se estaban iniciando las obras de reforma de la plaza de la Trinidad, Pescadería, Mesones, etc. La memoria del III Marqués de Gerona estaba muy reciente. Sus amigos propusieron al Ayuntamiento recordar su figura con una calle. Y ahí estaba en obras la callejuela Mariparda. En 1885 se acabaron las obras y se colocó la placa en su recuerdo.
El título de Marqués de Gerona (IV) pasó a un sobrino de José, llamado Eugenio Sellés y Ángel de Castro (Granada, 1842-Madrid, 1926). Éste fue el último marqués nacido y con relación granadina. El V marqués de Gerona, Eugenio Sellés y Rivas (1871-1936), nació en un pueblo de Badajoz. La familia de los Castro y Orozco, amén de los apellidos, se fueron perdiendo y alejando poco a poco de Granada. El VI marqués de Gerona se llamó Ernesto Sellés y Rivas, que falleció en el año 1960. Este hombre entregó algunas piezas de la colección de antigüedades familiar al Museo Arqueológico de Gerona (BOE 30.8.1963), concretamente una urna cineraria romana y una copa argárica. Es bastante probable que ambas piezas procedan de hallazgos recolectados en la zona de Granada-Almería por el grupo que capitaneaba Manuel Gómez-Moreno y que desaparecieron del almacén de Santa Cruz la Real, primitivo museo arqueológico.
En bastantes textos se relaciona, erróneamente, el origen del héroe de sitio de Gerona con la provincia de Soria, en vez de con su tierra natal granadina
El título de Marqués siguió en Ernesto Sellés y Figueras y su hija María Rosario Selles y Figueras. Ésta casó con un ucranio y emigraron a EE UU.
En bastantes textos se relaciona, erróneamente, el origen del héroe de sitio de Gerona con la provincia de Soria, en vez de con su tierra natal granadina.
La última reforma de las Pasiegas
La Plaza de las Pasiegas fue un solar durante el primer cuarto del siglo XVI. El emperador Carlos V decidió construir en él, paredaño a la Curia, el colegio de San Miguel para adoctrinamiento y formación de niños moriscos; en 1542 le siguió otro llamado de San Ildefonso y Santa Catalina. Cumplieron sus funciones hasta finales del siglo XVII (1692). Cuando empezó a cerrarse la fachada de la Catedral, la propia Iglesia decidió empezar a derribarlos (1692 y finales del XVIII) y dejar la plaza como atrio para poder contemplar la obra diseñada por Alonso Cano. Poco tiempo después, se puso de moda decorar las fachadas resultantes con pinturas y cenefas (una parte perdura todavía).
El espacio se convirtió en un lugar terrizo, en rampa, que era utilizado para actividades comerciales, de trueque, como mercado de verduras y flores. Con el tiempo, fue adoquinado. Durante el siglo XIX se daban cita allí amas de cría que ofrecían sus pechos para amamantar niños de clases pudientes o de aquellas que no podían dar de mamar a sus hijos. Se las llamaba montañesas, normandas o pasiegas por proceder del valle del Pas cántabro o de las montañas del Norte. Ese nombre de Plaza de las Pasiegas empezó a utilizarse a principios del XIX, quizás más que por la presencia de nodrizas, por las tiendas de telas regentadas por mujeres procedentes de Cantabria. Como se ve, la zona siempre fue “dominio” de mujeres procedentes de la montaña norteña.
La última gran reforma de Pasiegas tuvo lugar durante el mandato del alcalde Gallego Burín, en 1946. En el avance de sus ideas, en 1942, el alcalde volvió a plantear el derribo de la calle Gerona para hacer la plaza alargada hasta el cruce con Mesones. La rampa terriza fue reconvertida en escalinata de piedra de Sierra Elvira y enlosada con las enormes piedras que permanecen. El proyecto fue obra del ingeniero José Pérez Pozuelo y del arquitecto municipal Luis Álvarez Cienfuegos.