'HABLADURÍAS' con Javier Jiménez, fundador de la asociación Sara, nombre de su hija que se suicidió hace 4 años: Por mi hija ya no puedo hacer nada, pero sí por otras personas que pasan por lo que le sucedió a Sara

En 2023 crea la Asociación Sara Jiménez, el nombre de su hija, con dos fines principales. El primero es dar a conocer el problema que suponen los suicidios en España hoy en día y, el segundo, ayudar en el duelo a todos aquellos que han perdido a un ser querido (ya sea por suicidio o por cualquier otra causa).
Y empieza a contarme Javier su montaje de la asociación y que escribió un libro por recomendación de su psicóloga, que tuvo desde el primer día de la muerte de su hija. “A raíz de ese libro empecé a recibir consultas sobre todo de padres que con los hijos tenían problemas y que tenían que hablase con ellos y me dijo mi psicóloga, ¿por qué no canalizas esto en un sitio que la gente sepa que está? Para que te conozca uno, te conozca otro, crea una fundación y me quedé en una asociación”.
“La muerte por suicidio es la más difícil de superar por el sentimiento de culpa que te invade. Lo primero que piensas es que has hecho mal, que no has visto, que se te ha escapado, el por qué, y el por qué, y el por qué, y todo apunta que tú has... Yo creía que algo tenía que... que algo se me había escapado”
Cuéntame un poquito esa historia de cuatro años ¿cómo han sido estos años Javier? “Los cuatro años son una montaña rusa, sobre todo al principio, porque la muerte por suicidio es la más difícil de superar por el sentimiento de culpa que te invade. Yo me quedé con mi hija solo, cuando ella tenía seis años, porque mi mujer, su madre, falleció de un cáncer. Entonces, justo 14 años después, porque lo hizo coincidir con el día que había fallecido su madre, te llaman y te dicen lo que ha pasado. Lo primero que piensas es que has hecho mal, que no has visto, que se te ha escapado, el por qué, y el por qué, y el por qué, y todo apunta que tú has... Yo creía que algo tenía que... que algo se me había escapado. Esos fueron los 3 o 4 primeros meses donde el sentimiento de culpa no te lo quita nadie. Luego, cuando empiezas a hablar con gente, pero más que con profesionales ya que mi psicóloga me decía que en el suicidio no hay culpables, que no hay culpables, que no hay culpables, pero tú piensas si hay culpables, porque mi hija era lo único que tenía, que su madre me dijo que cuidara de ella y a mi hija le ha pasado esto. Entonces, cuando ya coincido con gente superviviente como yo, sobre todo con cuatro o cinco personas que tuve la suerte de cruzarme el camino con ellos, como Carlos Soto o Francisco Carcavilla y hablando con ellos tienen la misma sensación de que no hemos visto nada, que es verdad que no hay culpas, que no hay culpables. Eso que lo digo hoy cuesta mucho decirlo, y aún así todavía hay días que dudas, pero lo que tienes que tener claro es que tú no has tenido nada que ver en esa decisión, la decisión la tomó ella o tomaron ellos y que le puedes achacar causas, pero seguro que puede haber muchas causas, pero no hay solo una que sea responsabilidad de nadie, el suicidio es multicausal, no es por una cosa, si oyes a alguien decir que se suicidó por esto, eso fue uno de los problemas que tenía, que se le juntarían varios, pero siempre es multicausal”.
¿Y cómo recuerdas a Sara? ¿Qué recuerdos te llevan de Sara? “Sara, no es porque fuera mi hija, era una niña que allí donde iba hacía amigos, era una niña buena, con 20 años no había dado un problema en casa, la quería todo el mundo, se dejaba querer. Una cosa que hacía es ir a Irlanda, porque a mí me costó mucho el inglés y quería que ella no tuviera ese problema que yo tuve con el inglés y la mandaba a Irlanda y cuando se enteró la familia de Irlanda lo que pasó, no daban crédito porque decían que era una niña…., que sus amigos me decían que no creemos que te haya hecho esto, porque tú eras dios para ella. Yo me dediqué, desde que mi hija tenía seis años que me quedé solo con ella, a intentar que no le faltase de nada, pero no económicamente, sino que no echase en falta a su madre, que podíamos ser los dos felices y de hecho así lo éramos y nos íbamos de viaje por todos los sitios. Nunca me explicaré por qué tomó esa decisión, nunca me explicaré por qué no levantó la mano y dijo papá me pasa esto o si no a mi hermano, a sus abuelos, a todo o mundo que tenía a su alrededor que le podían haber ayudado”.
“Cuando coincido con gente superviviente como yo, sobre todo con cuatro o cinco personas que tuve la suerte de cruzarme el camino con ellos, como Carlos Soto o Francisco Carcavilla y hablando con ellos tienen la misma sensación de que no hemos visto nada, que es verdad que no hay culpas, de que no hay culpables”
¿Qué dicen sus amigos? ¿Que decían en ese momento? Tu decías que no lo entendían, pero ¿Qué te han comentado? “Los amigos se quedaron sorprendidos también, por la decisión que tomó, a nadie le había comentado nada. Luego, empezaron algunos a dar sus opiniones, pero siempre hay alguno que intenta decir, jolín, yo que me considera muy amigo suyo, tengo que decir que ha sido por esto, o por eso otro. Empezaron a decir cosas, que sí tenía una pareja, los amigos, todos sorprendidos por la decisión que había tomado, porque sabían que Sara tenia ayudas, en primer lugar de su padre y luego a de su familia, que le hubiese ayudado”.
Le comento que ha hablado del sentimiento de culpa, de algo que tiene muchas causas y que no hay un culpable. ¿Qué te ha rondado por la cabeza durante este tiempo?, Aparte de la culpa, ¿Qué otras cosas te están rondando por la cabeza, intentando explicar, o intentando decir, o intentando comentar, que te dice a la cabeza ante lo que le pasó a Sara? “El no saber nada sobre el suicidio, no saber interpretar esas señales que cuando doy charlas de prevención en los institutos, cuento señales, señales que no fui capaz de interpretar, que eso era un problema que podía estar o una señal de ese problema. Muchas veces digo que si mi hija ahora viviese, no sé si tomaría la misma decisión o lo que sí sé es que yo no actuaría igual, hablaría más con ella, le preguntaría más abiertamente si tiene algún problema, le preguntaría por qué se mete a cenar en la habitación sola y que no puede ser que es porque lo hacen todos, sino que puede ser porque se está evadiendo de algo, le preguntaría por qué no comparte nada, ni te contaba nada porque era muy reservada para sus cosas. Todas esas son señales de decir, a lo mejor necesitas ir tú a hablar con ella y decirle, ¿te pasa algo?. Oye, que veo que te has dejado de vestir, veo que no sales mucho, veo que... No sé, pues todas esas señales que no le damos mayor importancia, pero que a lo mejor en alguna época de la vida de algún adolescente, sí que son señales de que le está pasando algo. Lo que sí he visto es que yo no sabía absolutamente nada de suicidio. Yo el primer encuentro que tuve con el suicidio fue cuando me llamaron, que había pasado con mi hija. Y cuando pasó, la primera psicóloga que me atendió era una psicóloga que estaba de guardia y me dijo “esto es una cosa que pasa”. Y yo dije, “¿cómo que pasa?, no pasa o yo no me entero”. Y ahí me dijo el número que había. Y yo dije, “¿cómo es posible que en el año 2020 hubiera 10 personas que se suicidan al día? Y que esto no se sepa. Yo no había oído hablar de suicidio, nada. Y pensaba que los que se suicidaban, estaban locos, tienen un problema. Lo que sé es que no hablar de suicidio, es no saber qué es el suicidio y hasta que no te toca, no lo sabes. Si a mí, no me hubiese pasado lo de mi hija, seguramente viviría pensando que 11 personas al día se suicidan a día de hoy, no sabría que los tres últimos años ha pasado la cifra de los 4000. Todas esas cosas no las sabría. Ese desconocimiento, lo que quiero es que no le pase a nadie más”.
“Tú no has tenido nada que ver en esa decisión, la decisión la tomó ella o ellos y que le puedes achacar causas, pero seguro que puede haber muchas causas, pero no hay solo una que sea responsabilidad de nadie, el suicidio es multicausal”
Has comentado al inicio de que has hablado con otros padres que son supervivientes de suicidio, has hablado de Carlos Soto, con el cual tengo una magnífica relación, ¿Qué dicen los otros padres?, ¿Hablar con otros también ayuda, no? Seguro que en esa en esa etapa te ha ayudado tu psicóloga, te ha ayudado escribir el libro y también te ha ayudado a hablar con otros padres. “Me ayuda mucho. De hecho muchas veces hay situaciones que las comparto con ellos antes que con mi psicóloga. Con Carlos también tengo una buena relación y alguna vez le llamo y le digo Carlos, me pasa esto, tengo bajón y me dice, es que es normal, Javi, es que es muy poco tiempo. Él va a hacer de 10 años del suicidio de Ariadna y le dije, ¡Que ánimo me das! Me pongo a hablar con una persona que ha pasado por lo mismo que yo. Y una vez me enfadé con mi psicóloga y le llegué a decir, “me puedes decir lo que tú quieras, pero tú ahora te vas y llegas a tu casa y tienes a tus tres hijas”. La manera con la que empatizas con una persona que ha pasado por lo mismo que tú, solo el hecho de darte un abrazo es distinto que se lo das a otra persona. A mí me ayuda mucho, mucho, hablar con personas, porque sabemos lo que queremos, los dos. A mí la gente no me habla de Sara. ¿Por qué? Porque se cree me va a hacer daño. Y a mí me encanta hablar de Sara, a mí me encanta que me pregunten cosas de mi hija. Pero la gente no te habla de Sara. No me preguntan. Piensan que Sara fue una cosa que pasó y ya está. Y tú estás deseando, hablarles de tu ser querido”.
Tú que has vivido la muerte de tu mujer y la de Sara, ¿cuánto diferente es la muerte, diríamos, por una enfermedad y la muerte por suicidio? ¿Cómo es de diferente tu vivencia de las dos muertes de dos personas queridas? ¿Cómo es de diferente una cosa que la otra? “Como la noche y el día. La de mi mujer viví un duelo anticipado, porque ya sabíamos el final. Mi mujer tuvo un cáncer, se recuperó de ese cáncer. Pasó un tiempo, nació Sara. Y cuando Sara tenía tres años, volvió a aparecer el cáncer. Desde los tres años de Sara, hasta los seis años que tenía, fue un deterioro continuo en el que tú ya ibas viendo que se acercaba al final. Y entonces te vas preparando, aunque nunca estás preparado, te vas preparando. Y el momento final, es muy doloroso, pero no te pilla por sorpresa. Sabías que iba a pasar. La última vez que la ingresamos, ya sabía que de allí no salía. Fueron ocho, diez días. No es que estés deseando que pase, pero sí que el día que pasa dice, dices, se acabó, ha dejado de sufrir ella, he dejado de sufrir yo y toda la familia que está alrededor. Y es como un descanso para todos. Que no digo que no duela, porque duele igual que el otro. Es una persona que quieres mucho y se te va, pero estás preparado. Pero un duelo por suicidio o un accidente de tráfico es una muerte repentina, en el que si no vuelves a ver a esa persona, es muy difícil de superar. Y en el caso del suicidio, encima le añades que ha sido una cosa voluntaria de la persona, pero ¿cómo es posible que haya hecho esto? A mí, un sacerdote me ayudó mucho en el duelo, no a nivel religioso, si no a nivel personal y humano, me dijo, “Javi, el ser humano como racional que es, busca la razón a todo, pero no te preguntes una respuesta racional, algo tan irracional como quitarte tú la vida voluntariamente. No vas a tener respuesta”. Y bueno, eso que parece fácil oírlo e asimilarlo, al final ¿cómo vas a buscar el por qué? a una cosa tan irracional como el poner tú fin a tu propia vida”.
“Nunca me explicaré por qué tomó esa decisión, nunca me explicaré por qué no levantó la mano y dijo papá, me pasa esto, o si no a mi hermano, a sus abuelos, a todo o mundo que tenía a su alrededor que le podían haber ayudado”
¿Y cómo analizas el hecho de que tu hija se suicidara el mismo día que había muerto tu mujer? ¿Cómo era su relación de una niña pequeña con su madre? Cuando volvió a aparecer el cáncer, Sara no tenía tres años y me la llevaba los fines de semana, intentaba sacarla de casa e íbamos a todo parque de atracciones, a todos los sitios y volvía a casa y estaba su madre, estaba en la cama, estaba donde fuese, pero estaba su madre, a la mami le contaba lo que le había pasado y ya estaba, luego cuando estaba peor me la llevaba yo, se la llevaba mi hermano o mis padres, la sacábamos de casa para que no estuviese viendo aquello, entonces no tuvo una relación con su madre. Cuando faltó su madre, Sara jamás hablaba de su madre, nunca, a lo mejor una vez me preguntó algo, pero no era yo el que le decía, hoy es el cumple de mamá, vamos a llevarle unas flores, decía que sí, pero ella nunca habló de su madre, ni a mí, ni a la gente que podríamos sentirnos dolidos si nos contaba que le echaba de menos. Si mi hija, con 10 o 12 años, me dice, papá, es que echo mucho de menos a mamá, pues a lo mejor te planteas, que estoy haciendo mal para que esto no le pase. Creamos como una burbuja en el que Sara estaba superprotegida, en el que había fotos o vídeos de su madre, pero no se hablaba de su madre. Ella no hablaba y los demás tampoco hablábamos”.
Y me sigue contando: “Lo de Sara fue el 22 de septiembre. En ese agosto, vino una chica que era extranjera y entonces le dijimos, ¿La puedes acompañar para que vea un poco Madrid por el centro? Cuando esta chica se enteró de lo que había pasado, lo primero que dijo, es que claro el día de su madre es porque la echaba tanto de menos, “me contó que soñaba con ella, que no podía dormir”. A la primera persona que vio que seguramente no iba a volver a ver en su vida, le soltó todo lo que llevaba adentro. Y se lo contó a una persona que no iba a decir nada porque pensaría que eso lo había dicho a todo el mundo. Entonces, un duelo no superado, no lo sabemos”.
Antes comentabas, que necesitas que te pregunten por Sara, y en cambio dices que la gente no te preguntan por Sara, ¿tú crees que hay estigma del suicidio para ese no hablar? ¿O cómo lo identificas? “Yo creo que en cualquier muerte tenemos tendencia a olvidar que esa persona ha pasado por nuestras vidas y se habla poco, pero en el caso de suicidio se habla menos todavía. Por ese estigma que hay de que encima lo hizo ella. Y por eso que no pide ayuda, es la decisión que hizo y lo tenemos que aceptar. Fue ella la que lo hizo, entonces no podemos dejar de nombrar, ni de ver fotos, ni ver vídeos, ni hablar de ella”.
¿Tú cómo compensas de que no esté presente Sara, viendo vídeos, viendo fotos? ¿Cómo lo haces?, ¿Cómo sigue presente Sara en tu vida, Javi? “Sigue presente mi vida cuando estoy mal y no tengo ganas ni de levantarme ni de hacer nada, digo, esto lo voy a hacer por ti. Me levanto y no tengo ganas de nada, pero para que tú me veas, me voy a levantar y voy a hacer lo que sea. Y sobre todo pues intentando ayudar a todos esos chavales que se me acercan cuando doy una charla y me cuentan cosas que les digo ¿por qué no se lo contáis a vuestros padres? ¿Por qué no habláis con alguien? ¿por qué lo sacáis con la primera persona que aparece por allí y le habláis de un tema que no le habláis a nadie?”
“Lo que sí que he visto es que yo no sabía absolutamente nada de suicidio. El primer encuentro que tuve con el suicidio fue cuando me llamaron, que había pasado lo de mi hija”
Cuéntame qué te dicen los jóvenes, los adolescentes, a los que les das una charla. ¿Qué te comentan? “Me cuentan de todo, de todo. Yo a casi todas las charlas, sobre todo si son jóvenes, intento llevar a sobrevivientes, más o menos de las edades que tienen ellos o que lo hayan intentado a la edad que tenían ellos. Esas charlas cuando acabo, no hay día que no haya tres o cuatro personas que se quedan para hablar directamente con esas personas y nos cuentan los problemas que tienen, que no son tonterías, algunas digo que esto no tiene por qué llevarte a pensar en el suicidio, pero a ellos sí que les lleva, porque para ellos es su mayor problema y es su mayor preocupación y se sienten incomprendidos y se sienten que no les va a hacer caso a nadie, entonces hay que decirles que lo tienen que contar y sobre todo decirle a los padres que les hagan caso, que a lo mejor para ti es una tontería, pero para ella o para él no, entonces me cuentan de todo, me cuentan los problemas que tienen, lo que les pasa a ellos”.
"Llamaron a la madre y efectivamente el chaval tenía un trauma por lo que le había contado a su madre que le habían hecho cuando tenía la edad que iba a cumplir el chaval. Fíjate hasta qué punto se tragan las cosas y no cuentan a nadie nada. ¿Qué pasó? ¿Qué ese día aparecí yo por allí? Le conté algo y dijo, pues mira, se lo cuento. Increíble”
Y a raíz de todo esto, Javi me cuenta una historia: “Hace poco, el año pasado, en un colegio, se me acercó un chaval que tendría 16 años, 15-16 años. Y me acuerdo perfectamente porque vino con una capucha blanca y me contó, a raíz de que hablamos de los problemas en la adolescencia, sobre todo con el sexting, el grooming, el bullying, todo esto que está pasando con la pornografía y entonces me viene y me dice, “he estado en la charla y quería contarte una cosa, y es que a mi madre cuando tenía 18 años la violaron”, yo me quedé así y le pregunté “¿qué tal está tu madre?” No, bien y entonces le dije, “¿y tú?” Mira, le cambió la cara, se puso súper nervioso, “yo bien, yo bien”, ya, pero digo, si vengo aquí a hablar de una cosa ¿y tú vienes? y me cuentas la historia de tu madre. No sé, ¿tú estás bien? Cuando acabó de hablar conmigo, le dije a la orientadora escolar, ¿habéis visto el chico de la capucha blanca? Pues sí, está raro, lleva unos días, o unos meses que ha bajado el rendimiento, lleva unos meses que es distinto, que está retraído, o sea, los señales que estaba emitiendo el chaval, y entonces dije, “Podéis llamar a la madre y le decís que ha contado en el colegio lo que le pasó a ella”. Y me dijo ¿Y qué te ha dicho? Dije, llamad a la madre y si la madre lo quiere contar, que os lo cuente. Pero le decís que ha contado esto de su madre a una persona que ha venido a hablar de problemas. Llamaron a la madre y efectivamente el chaval tenía un trauma por lo que le había contado a su madre que le habían hecho cuando tenía la edad que iba a cumplir el chaval. Fíjate hasta qué punto se tragan las cosas y no cuentan a nadie nada. ¿Qué pasó? ¿Qué ese día aparecí yo por allí? Le conté algo y dijo, pues mira, se lo cuento. Increíble”.
"Y mi sorpresa fue que de las tres, dos en menos de 48 horas, me contestaron que me publicaban el libro. Publiqué el primero, se me dio bien y publiqué el segundo: “Escúchame y te ayudaré”, porque creo que si alguien tiene un problema y le escuchas, le puedes ayudar”
Cuéntame cómo sale lo de escribir un libro y qué cuentas en el libro. “El libro salió por mi psicóloga también. Yo tuve la suerte de tener una psicóloga desde el primer momento. O sea, yo llegué del anatómico-forense de reconocer el cuerpo de mi hija y estaba la psicóloga en mi casa, esperándome. La psicóloga me la puso en mi empresa. Se estableció una relación desde el primer momento, bueno, creamos más que relación profesional de paciente a terapeuta, somos amigos. De hecho, ella me dijo, “eres una buena persona, tendrías que hacer algo de voluntariado”. Yo me apunté a la Cruz Roja para hacer voluntariado. Entonces me surgió la oportunidad de vacunar cuando se vacunaba a diez mil personas un sábado y doce mil un domingo en el mes de junio, que pasaba de todo. Se nos caían con desmayos, lipotimias con el calor, el agua que se nos quedaba caliente, pasaba de todo. Y mi psicóloga me dijo, esto lo tienes que escribir en un libro y así sacas el por qué la razón del voluntariado y me apunté a otra fundación que ayudaba a personas necesitadas. Y con las dos historias, escribí el libro ”Vacunas para un duelo” y a mí lo que me sirvió fue para vacunarme un poco con la herida que he tenido. Era la manera de salir de casa, de hacer algo. Es decir, voy a hacer algo, y si encima... lo haces por lo demás, pues mira. No tenía intención de publicarlo ni nada. Entonces, a través de un referente de la Cruz Roja que me apuntó en una servilleta tres autoeditoriales. Y mi sorpresa fue que de las tres, dos en menos de 48 horas, me contestaron que me publicaban el libro. Publiqué el primero, se me dio bien y publiqué el segundo: “Escúchame y te ayudaré”, porque creo que si alguien tiene un problema y le escuchas, le puedes ayudar”.
Tú que has vivido la muerte de tu mujer y la de Sara, ¿cuánto diferente es la muerte, diríamos, por una enfermedad y la muerte por suicidio? ¿Cómo es de diferente tu vivencia de las dos muertes de dos personas queridas? ¿Cómo es de diferente una cosa que la otra? “Como la noche y el día”
Y seguramente el escribir también forma parte de la terapia. Escribir te ayuda y mucho a sacar todo ese duelo. “Con Carlos Soto, el primer libro, lo presenté con él. Me acuerdo perfectamente que el día de la presentación por la mañana Carlos tenía 38 de fiebre. Le dije, Carlos, no me dejes solo, por favor. Y vino por la tarde, que había estado fatal, pero presenté el libro con él”.
Qué manera tan importante de ayudar y de ayudarnos, porque una persona como tú necesita también ayudarse para poder continuar y seguir haciendo una vida plena. “Sí, sí, se puede seguir. Hay días malos. Cuando es el cumpleaños, cuando hay algunas fechas que son difíciles y muy duras. No pasa nada. Y no pasa nada por un día estar mal y decir, no quiero salir de casa, dejarme en paz. No me pasa nada, pero necesito estar solo y llorando. Un día no pasa nada, si eso se enquista y se hace bola, hay un problema. Que un día te digas, no quiero saber nada, no pasa nada. Pero se puede seguir y es que tenemos que seguir. Si es que estoy seguro que mi hija, desde donde esté, quiere que yo esté bien. Seguro”.
Seguro que quiere que estés bien y seguro que quiere que hagas cosas como las que haces, seguro, ¿no? “Por eso seguimos. Por eso intento hacer todo lo que puedo. Este año hicimos la tercera carrera contra el suicidio que le cogí los derechos a la barandilla, que la había hecho dos años y este año intentaremos repetirla y así poquito a poco haciendo cosas y sobre todo pues que nos dejen hablar de suicidio. Hay que hablar bien, hay que hablar. No vale coger, hacer un PowerPoint de cuatro cosas que puedo leer por internet y me dedico a dar charlas. Yo voy a congresos, voy a seminarios, me hago mis cursos con Luis Fernando López, te formas y sabes qué hay que decir y qué no decir, dónde decirlo y cómo decirlo. La misma Organización Mundial de Salud dice que hablar de suicidio previene el suicidio, hay que saber hablar bien, no vale cualquier cosa. Entonces, yo lo que pido es que nos dejen hablar".
"Nos falta educación emocional imprescindible para los jóvenes. Y hay que decir que el 93% de los chavales quieren seguir hablando de esto, del suicidio, da las emociones, ….. Y tienen que oírlo los padres. Y también los profesores que ya me lo han dicho en varios sitios. Los chavales quieren hablar"
Y terminamos preguntando, ¿Qué te gustaría pedirle a la administración para ayudar a prevenir el suicidio? "Lo primero, el plan nacional de prevención del suicidio que hace falta. Están haciendo parches porque no se cuenta con la gente que hay que contar y además tenemos el ratio en salud mental en España lejos del número de psicólogos por 100.000 habitantes que hay en Europa. Que de la salud mental se hable y en los colegios que se imparta educación emocional desde pequeñitos, igual que se da educación física que está muy bien para el cuerpo, falta la mente. Desde pequeñitos, es necesario fomentar los valores de empatía y saber que un problema tiene solución y que emocionalmente tenemos que prepararnos a tener frustraciones porque si no llegamos a los 16-17 años y se nos ha sido la vida en un sábado de nada. Nos falta educación emocional imprescindible para los jóvenes. Y hay que decir que el 93% de los chavales quieren seguir hablando de esto, del suicidio, da las emociones, ….. Y tienen que oírlo los padres. Y también los profesores que ya me lo han dicho en varios sitios. Los chavales quieren hablar".
Le digo: Hay que generar espacios para que la gente pueda hablar y tiene que haber alguien que escuche y que ponga la oreja y que te permita contar lo que realmente te apetece contar o necesitas contar sin que te sientas juzgado, que es la clave. “Gracias. Yo no sé si tengo la suerte que cuando me llega algún chaval con la edad de mi hija, como que empatizo mucho y por muy raro que me parezca su problema, es que no lo hagas, que yo entiendo que lo quieras hacer, que yo entiendo que te sientas abandonada, que yo entiendo... Me acuerdo perfectamente de una chica que me dijo porque se había intentado suicidar dos veces y me quedé un rato con ella sola hablando y le dije, ¿tú realmente te querías morir? ¿Sabes qué me contestó? Me dijo, hombre, morir, morir como tal, no. Y le dije, Marina, ¿te mueres o no te mueres? El morir, morir como tal, no existe. Lo que quería era desaparecer un tiempo, que no pasase, Marina ya no está y a lo mejor dentro de tres o cuatro años aparece y ya se le ha pasado todo. Eso no existe, pero fíjate la contestación que te da, es decir, morir, morir como tal, una persona que ha tenido dos intentos de suicidio. Increíble”.
Te agradezco mucho, Javi, que te hayas acercado a esta HABLADURÍAS para contarnos tu historia, la historia de Sara, todo lo que haces, todas estas charlas tan fantásticas que das, que seguramente ayudan mucho a esos jóvenes que necesitan alguien que se les acerque y les hable, que puedan acercarte a ti y comentarte su situación, su vivencia y que eso, sin duda alguna, es la manera de prevenir el suicidio más importante que podemos hacer. Muchas gracias, un placer, Javi.
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