Granadinos 'caídos' en los Pozos de Tabernas
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En las norias de Cantavieja y La Lagarta fueron arrojados 154 “derechistas”, 14 sacados de Galera y 7 de Huéscar; alguno fue empujado aún con vida
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Una columna con 30 guardias civiles, una familia de 14 miembros y otro grupo de 6 fueron masacrados cuando pretendían pasarse desde Huéscar a Granada
La provincia de Granada quedó partida en dos tras el alzamiento militar del 20 de julio de 1936. Y así permaneció con pocas variaciones durante el resto de la guerra: del Puerto de la Mora hacia el noreste se mantuvo fiel a la República, hacia el oeste triunfó el golpe. Aunque con muchos matices.
La llegada de la II República no conllevó las mejoras sociales y económicas que les predicaron en abril de 1931; pero al menos los jornaleros vivieron algo mejor, a pesar de la proliferación de cabezaleros y carguillos de partidos y sindicatos que abusaron de amos y de trabajadores
La comarca de Huéscar es la más alejada de la capital, con sólo seis pueblos y con poca población. Era una zona pobre, agrícola y ganadera, con índices de analfabetismo enormes, problemas de comunicación y grandes diferencias sociales. Los municipios de Huéscar y Puebla de Don Fadrique tienen los términos municipales más extensos de la provincia; en ellos se concentraban enormes latifundios, donde la gente seguía viviendo en condiciones casi medievales. Y donde había terratenientes solía haber grandes bolsas de jornaleros y colonos desheredados.
Huéscar, con sus más de 10.000 habitantes entre la ciudad y los anejos, concentraba la mayor parte de “señoritos” de la comarca, también varios miles de braceros a su disposición. Galera, en cambio, tiene muy poco término municipal, pero las condiciones de miseria de Huéscar eran extrapolables a este pueblo. La llegada de la II República no conllevó las mejoras sociales y económicas que les predicaron en abril de 1931; pero al menos los jornaleros vivieron algo mejor, a pesar de la proliferación de cabezaleros y carguillos de partidos y sindicatos que abusaron de amos y de trabajadores. Aquella sociedad se polarizó, con notable aumento de la tensión social durante el corto periodo republicano. La revolución de 1934 tuvo aquí eco importante; la olla estaba a toda presión cuando llegó la tarde del 20 de julio de 1936.
La Guardia Civil se alza, se fuga y es cazada
El 20 de julio por la tarde se produjo el alzamiento en Granada capital, por la mayoría de mandos militares, guardia de asalto y Guardia Civil. El coronel que mandaba el 8º Tercio de Granada ordenó a todos los capitanes de las compañías repartidas por la provincia que se sumaran al alzamiento (La Comandancia de Granada la formaban 5 compañías, 16 líneas, 83 puestos y reunían en total a 688 agentes).
La línea de cuarteles de la comarca de Huéscar la mandaba el alférez Eloy Pardo Navarro. Entre todos los cuarteles de los seis términos municipales (Huéscar, La Puebla, Castril, Castilléjar, Galera y Orce) reunían a poco más de 30 agentes; había pueblos grandes que no tenían cuartel (Galera y Castilléjar) y, sin embargo, otras aldeas (como Almaciles) que tenía tres números. Los comandantes de puesto se dirigieron a los ayuntamientos a deponer a las corporaciones y sustituirlas por otras, principalmente de partidos conservadores.
El alférez de Huéscar secundó sin rechistar la orden recibida desde su comandancia. Recibió el apoyo de amplios sectores conservadores de la comarca; logró reunir a 308 personas procedentes en su mayoría de falangistas y cedistas. Pero la mayor parte de la población se mostró partidaria de la República. Por entonces, la mayoría de casas contaban con una o varias armas de fuego, entre las de caza, pistolas y revólveres.
Los alzados depusieron al alcalde socialista y nombraron a un conservador. Comenzaba la tensión. Las zonas limítrofes de Murcia, Jaén y Almería se mantuvieron fieles a la República; en pocos días comenzaron a avanzar columnas milicianas hacia tierras de Huéscar para revertir la situación
Los alzados depusieron al alcalde socialista y nombraron a un conservador. Comenzaba la tensión. Las zonas limítrofes de Murcia, Jaén y Almería se mantuvieron fieles a la República; en pocos días comenzaron a avanzar columnas milicianas hacia tierras de Huéscar para revertir la situación. Y a sobrevolar aviones desde Murcia lanzando octavillas de advertencia y después alguna bomba. El alférez de Huéscar decidió concentrar a todos sus agentes de la comarca en el cuartel de Huéscar, desde donde pretendía seguir teniendo controlado el alzamiento en espera de refuerzos de Granada. Tuvo que salir a Castril a repeler la entrada de jienenses; el día 2, por el sector de Almaciles, ya sostuvo una escaramuza contra una mezcla de militares republicanos, guardias civiles fieles a la república y milicianos.
La tensa situación se mantuvo así hasta la noche del 4 de agosto, cuando el alférez entendió que era imposible seguir sublevado, con una mayoría de población presionando, armada y, lo peor de todo, con columnas de milicias que llegaban desde Caravaca. Aquella noche tomó la decisión de salir sigilosamente del pueblo con todos sus guardias, más algunos paisanos refugiados en el cuartel, y emprender marcha a pie hasta Granada; sólo tendrían que llegar hasta Sierra Harana-Huétor, que era zona nacional al haber sido repelida la columna Maroto. Allí les estarían esperando los falangistas y guardias de asalto del capitán José María Nestares.
Anduvieron cuatro noches tratando de sortear pueblos, cortijadas y controles de caminos. Pero eran constantemente hostigada, pues durante el camino ya se les causaron tres bajas
En Huéscar se quedaban desprotegidos todas sus mujeres y sus hijos.
Emprendieron la marcha por el riachuelo Castril buscando el Negratín. Desde ahí irían hasta Huélago o Darro, quizás hasta la cara norte de Sierra Harana, para atravesarla por el Collado del Agua. Anduvieron cuatro noches tratando de sortear pueblos, cortijadas y controles de caminos. Pero eran constantemente hostigada, pues durante el camino ya se les causaron tres bajas. El principal contratiempo llegó el día 8 de agosto a la Venta del Amparo, muy cerca de Huélago. Los guardias obligaron al mesonero a que los llevase a un lugar más espacioso para pasar la noche, concretamente al Cortijo de las Cuevas.
Aquí descansaron profundamente, tras tres largas noches sin hacerlo. Al amanecer fueron sorprendidos tras haber sido denunciados por una de las criadas del cortijo. Se había presentado allí la columna del capitán Torrent, precisamente un guardia civil conocido del alférez Pardo, que en esta ocasión comandaba una milicia republicana. Pardo y Torrent negociaron una entrega entre militares.
Uno de los guardias se suicidó al instante; otros tres fueron fusilados de inmediato; dos más lograron escabullirse. El resto del grupo de guardias de la línea de Huéscar fueron trasladados hasta Huélago, donde al principio se les trató bien
Pero los milicianos no la aceptaron. Uno de los guardias se suicidó al instante; otros tres fueron fusilados de inmediato; dos más lograron escabullirse. El resto del grupo de guardias de la línea de Huéscar fueron trasladados hasta Huélago, donde al principio se les trató bien. Pero mientras Torrent y Pardo redactaban el documento de entrega, los milicianos se constituyeron en tribunal popular y decidieron no respetar ningún acuerdo de entrega y proceder a asesinarlos.
El capitán Torrent fue expulsado de Huélago por el jefe de la milicia, un tal Madriles. Tras alguna que otra vejación en Huélago, de nuevo fueron llevados a la Venta del Amparo. En el trayecto, los milicianos se entretuvieron en ir asesinando guardias civiles a cada paso y abandonando sus cadáveres en los campos o en las cunetas. Hasta que finalmente, en pequeños grupos, los guardias fueron fusilados y arrojados al entonces llamado Barranco del Amparo (hoy Barranco de los Civilillos).
Los cadáveres fueron cubiertos con una fina capa de tierra por presos de derechas que trasladaron los milicianos desde el pueblo de Pedro Martínez. Allí permanecieron hasta la primavera de 1939 en que fueron localizados y llevados primero a Granada y más tarde a Huéscar. Hubo algunos cuerpos que jamás aparecieron.
De siempre se ha dicho que fueron 28 los guardias que murieron, aunque iban algunos más en el grupo: De Huéscar murieron el alférez, dos sargentos y 6 guardias; de La Puebla-Almaciles, 1 cabo y 9 guardias; de Orce, 1 cabo y 5 guardias; y de Castril, 3 guardias
De siempre se ha dicho que fueron 28 los guardias que murieron, aunque iban algunos más en el grupo: De Huéscar murieron el alférez, dos sargentos y 6 guardias; de La Puebla-Almaciles, 1 cabo y 9 guardias; de Orce, 1 cabo y 5 guardias; y de Castril, 3 guardias.
Algunos de los guardias consiguieron evadirse y salvar la vida: Tomás Rebelles Pérez logró llegar hasta Valencia y en 1940 regresó a La Puebla; Ángel Expósito García se encaminó hacia Asturias. En cambio, otros dos deambularon por zona roja hasta ser abatidos por milicianos: el guardia del puesto de La Puebla Luis Robles Romero fue asesinado en la carretera de Huéscar a La Puebla el 14 de septiembre de 1936; y el cuarto guardia del puesto de Castril, Manuel Cabello Romero, consiguió llegar andando hasta Pozo Alcón, donde fue asesinado. En total, murieron 30 guardias civiles de los cuarteles de la comarca de Huéscar en los tres primeros meses de guerra civil.
La expedición se había quedado a medio día de camino de Sierra Harana, su destino final.
Mientras tanto, durante el resto de guerra civil, las familias de los guardias tuvieron que mendigar en Huéscar o pueblos de los alrededores para poder sobrevivir.
El alcalde legítimo socialista volvió a retomar el mando, pero la realidad es que quienes empezaban a mandar en los pueblos eran los comités locales de partidos, sindicatos y todo tipo de grupos anarquistas incontrolados
La administración, la República, el orden y el respeto se habían esfumado para primeros de agosto. Habían aflorado los odios políticos, las rencillas personales y los instintos atávicos. El alcalde legítimo socialista volvió a retomar el mando, pero la realidad es que quienes empezaban a mandar en los pueblos eran los comités locales de partidos, sindicatos y todo tipo de grupos anarquistas incontrolados. Mandaba el que más valor y más armas empuñaba.
Prácticamente todos los cuarteles de la Guardia Civil de la provincia secundaron la orden de alzamiento enviada por su coronel Ramón González López. Y en la mayoría de pueblos fueron atacados por milicias armadas. Buena parte de ellos consiguieron replegarse a la capital o zona alzada próxima; no obstante, la guarnición de Granada sufrió 114 bajas durante los cuatro primeros meses de guerra civil. El caso de la línea Huéscar fue el más escandaloso en cuanto a número de muertos; pero la compañía de Guadix fue la que mayor número de beneméritos perdió: 23 cayeron en el asalto al cuartel del 29 de julio y otros 13 más serían fusilados en días posteriores y lugares diferentes de la comarca.
Los 14 esquiladores Fernández y el grupo del cura
Antolín Fernández García era un tratante-esquilador de ganado, patriarca de la numerosa familia de los Tolines. Se consideraba familia de derechas, afiliada al Partido Agrario. Su numerosa prole se sumó a la Guardia Civil en su alzamiento del día 20 de julio. El mismo día que entró la columna de milicianos desde Caravaca, los Tolines decidieron desaparecer del pueblo.
Toda la familia fue cercada por un numeroso grupo de izquierdistas de Huéscar y Cortes, hasta acabar con 14 de ellos, entre los que se encontraban dos adolescentes de 16 años y un niño 11
Fueron localizados días más tarde, el 10 de agosto, en las inmediaciones de Cortes de Baza. Quizás con la intención de seguir los pasos de la columna de guardias civiles hacia Granada y sin saber el triste final que habían tenido los beneméritos en Huélago. Toda la familia fue cercada por un numeroso grupo de izquierdistas de Huéscar y Cortes, hasta acabar con 14 de ellos, entre los que se encontraban dos adolescentes de 16 años y un niño 11. Sus cadáveres fueron rociados de gasolina y quemados en una pira.
Pocos días más tarde, el 20 de agosto, el sacerdote Juan Caruda Triguero inició la huida de Huéscar en compañía de otras cinco personas. Cayó en el mismo error que la familia de los Fernández: se dirigió a zona nacional atravesando el término municipal de Cortes de Baza y al legar a los Llanos de Maray (Benamaurel) allí les estaban esperando los milicianos para acabar con sus vidas. Con el sacerdote murió un herrero, un estudiante de 18 años (el hijo del alférez Pardo), un maestro de escuela y un abogado (el anterior alcalde Paulino Villalobos).
Los tres grupos (guardias civiles, los Tolines y el del cura Caruda) tomaron el camino más recto entre Huéscar y Sierra de Huétor, por Zújar y subiendo por el valle del Fardes. Pretendieron alejarse lo más posible de Baza y Guadix para no ser detectados por las columnas milicianas que tenían sus bases en estas ciudades. Ninguna de las tres expediciones consiguió llegar a zona nacional.
En dirección a Almería: los pozos de Tabernas
Las milicias de partidos, las gestoras y los grupos anarquistas que campaban por las comarcas de la zona republicana de Granada entendieron que dependían políticamente del gobierno civil de Almería. Por eso empezaron en el mes de agosto a remitir a esta ciudad a los acusados de ser derechistas o contrarios a la República. Esto ocurrió durante todo el año 1936, hasta que el gobierno republicano consiguió restar poder a las gestoras locales y establecer la capital republicana de Granada en la ciudad de Baza.
Las milicias de partidos, las gestoras y los grupos anarquistas que campaban por las comarcas de la zona republicana de Granada entendieron que dependían políticamente del gobierno civil de Almería
Bien se sabía en todos los pueblos que enviar detenidos a la prisión de Almería o a los barcos-prisión de su puerto suponía un camino sin retorno.
Entre agosto y noviembre de 1936, varias decenas de oscenses fueron remitidos a Almería. Ninguno de ellos regresó con vida: cada día eran elegidos unos cuantos al azar para ser fusilados en las cercanías de Almería, en los campos de Viator o zona del cementero, donde la gente acudía a ver el macabro espectáculo. Luego se alejaron un poco hacia la zona de Oria.
Hasta que alguien se acordó de que en las inmediaciones de Tabernas y Tahal había dos norias secas, de poco más de diez metros de profundidad. Se les conocía como el Pozo de la Lagarta y el Pozo de Cantavieja. Allí llevaron, tras pasar unas noches en la cárcel de Almería, al menos a 7 vecinos de Huéscar y a 14 del vecino pueblo de Galera. Eran colocados en el borde de las norias, con las manos atadas a la espalda, fusilados o simplemente empujados vivos hacia el fondo.
Los vecinos de Tabernas y Tahal dijeron, tiempo después, que algunos de los allí arrojados debieron ser empujados con vida, pues se oían sus gritos cuando se iban sus asesinos. Durante semanas se convirtieron en lugares que emitían olores nauseabundos. El remedio fue verter sobre los cadáveres varias toneladas de cal.
Los pozos de Cantavieja y La Lagarta quedaron saturados en pocas semanas. Para finales del otoño de 1936 ya estaban completamente llenos de cadáveres y taponados. Así permanecieron hasta finales de enero de 1941 en que se decidió iniciar las exhumaciones de los lugares donde había fosas de víctimas del bando ganador, el franquista
Los vecinos de Tabernas y Tahal dijeron, tiempo después, que algunos de los allí arrojados debieron ser empujados con vida, pues se oían sus gritos cuando se iban sus asesinos. Durante semanas se convirtieron en lugares que emitían olores nauseabundos. El remedio fue verter sobre los cadáveres varias toneladas de cal.
Los pozos de Cantavieja y La Lagarta quedaron saturados en pocas semanas. Para finales del otoño de 1936 ya estaban completamente llenos de cadáveres y taponados. Así permanecieron hasta finales de enero de 1941 en que se decidió iniciar las exhumaciones de los lugares donde había fosas de víctimas del bando ganador, el franquista. Durante los meses de febrero y marzo de 1941 estuvieron excavando y sacando cadáveres, la mayoría con las manos atadas. En sus autopsias, el forense anotó que bastantes de ellos cayeron vivos. En total fueron 44 cuerpos del Pozo de la Lagarta y 108 de Cantavieja (7 correspondientes a “paseados” de Huécar y 14 de Galera).
Sus cadáveres fueron devueltos desde Almería en marzo de 1941 para ser enterrados en sus respectivas iglesias. El fotógrafo cartagenero Juan Antonio Avilés, afincado en la comarca a partir de 1935, inmortalizó con su cámara aquellos traslados y entierros en las iglesias de Huéscar y Galera.
Los que se quedaron en Vélez Rubio
A primeros de octubre de 1936, el alcalde Marcial Torné Dombidau, el juez Eduardo Capó y el jefe de la columna de la comarca, decidieron organizar unos festejos taurinos tratando de rebajar tensión en la sociedad. La mayor parte de la gente cercana a los Agrarios y Falange permanecía encarcelada, huida en la sierra o escondida en sus casas.
El día 3 de octubre, el alcalde socialista decidió enviar un camión de presos de su cárcel en dirección a Almería, para que se hiciera cargo de ellos el gobernador civil. El juez Capó escribió muchos años después en sus memorias que con esta decisión pensaron que así les protegían de una muerte segura en Huéscar
En la cárcel de Huéscar había concentradas varias decenas de derechistas, e incluso izquierdistas moderados, que eran reclamados continuamente por grupos exaltados y armados ávidos de apretar el gatillo. El día 3 de octubre, el alcalde socialista decidió enviar un camión de presos de su cárcel en dirección a Almería, para que se hiciera cargo de ellos el gobernador civil. El juez Capó escribió muchos años después en sus memorias que con esta decisión pensaron que así les protegían de una muerte segura en Huéscar, pues cada día arreciaba la presión de quienes deseaban fusilarlos en el cementerio.
Pero hicieron precisamente lo contrario: los enviaron directamente a la muerte. El camión procedente de Huéscar fue interceptado por milicianos de Vélez Rubio, conducidos al paraje de Las Cumbres, y fusilados casi todos. Allí cayeron 20 personas, sólo se salvó uno que se hizo el muerto y a otro le perdonaron la vida.
Nunca se llegó a saber si la decisión real fue enviar a aquellas 22 personas a Almería (con la seguridad de que serían fusilados, no para protegerlos) o se les avisó a grupos exaltados de Vélez Rubio para que les hicieran el trabajo sucio.
Las consecuencias de la “Desbandá”
La “Desbandá” de malagueños por la carretera hasta Almería, en los primeros días de febrero de 1937 también tuvo repercusiones en Huéscar. Alguno de los malagueños que sobrevivió a la salvajada del bombardeó de la carretera Málaga-Almería consiguió llegar a Huéscar en su periplo hacia el Levante. Contó lo que había ocurrido. Los milicianos de la columna “Tomás Gómez”, que por entonces tenían tomada la localidad, decidieron dar un nuevo repaso por el pueblo en busca de algún sospecho de infidelidad a la República. Iban acompañados por destacados jerifaltes locales que marcaban los domicilios para hacer la saca.
Alguno de los malagueños que sobrevivió a la salvajada del bombardeó de la carretera Málaga-Almería consiguió llegar a Huéscar en su periplo hacia el Levante. Contó lo que había ocurrido. Los milicianos de la columna “Tomás Gómez”, que por entonces tenían tomada la localidad, decidieron dar un nuevo repaso por el pueblo en busca de algún sospecho de infidelidad a la República
Entre los días 15 y 16 de febrero, sacaron de sus casas a varias personas. Les dieron brutales palizas en la cárcel, las humillaron y acabaron fusilándolas en el cementerio de la localidad. El motivo fue, principalmente, vengarse por un ametrallamiento de malagueños ocurrido a doscientos kilómetros de allí.
El 16 de febrero vejaron a una monja anciana, que estaba residiendo fuera del convento. Se llamaba Isabel Reche Moreno y superaba los ochenta años. También fueron fusilados dos jóvenes estudiantes, de 15 y 17 años, por haber sido militantes o simpatizantes de Falange. Con ellos también fueron asesinados dos empleados de comercio, un agricultor militante del Partido Agrario y un abogado (el padre del joven de 15 años, Manuel López Lefevre). Precisamente un hermano del joven de 17 años ya había sido fusilado en Almería en el mes de septiembre anterior.
Juicios sumarísimos y lápidas en las iglesias
Ya para la primavera de 1937 se consiguió establecer la capital administrativa, política y judicial de la Granada republicana en la ciudad de Baza. Se rebajó la tensión en el partido judicial de Huéscar, aunque no el terror de quienes eran mirados como no próximos a los rojos. Dejó de haber masacres colectivas de derechistas y religiosos (en parte porque ya habían sido eliminados buena parte de ellos). Las columnas de milicianos fueron enviadas a luchar a los frentes, los comités de partidos/sindicatos fueron disueltos y se formaron gestoras municipales que se hicieron cargo de los ayuntamientos.
El nuevo régimen franquista ya había anunciado en febrero de 1939, antes de acabar la guerra, que quien la había hecho la iba a pagar caro. Se abrió la causa general y comenzaron a conocerse las atrocidades. Empezó la exhumación de muertos en el bando ganador, mientras se ignoró al perdedor
Algunas de las autoridades políticas y judiciales comenzaron a comprender que el bando alzado estaba ganando la guerra. El gobierno de Madrid se trasladó a Valencia, para después refugiarse en Barcelona. Tras ellos se fueron quienes disponían de información privilegiada (caso del alcalde y juez de Huéscar). Hasta que el final del conflicto les llevó a Francia y al exilio americano.
El nuevo régimen franquista ya había anunciado en febrero de 1939, antes de acabar la guerra, que quien la había hecho la iba a pagar caro. Se abrió la causa general y comenzaron a conocerse las atrocidades. Empezó la exhumación de muertos en el bando ganador, mientras se ignoró al perdedor. Los consejos de guerra sumarísimos se llevaron por delante a aquellas personas que, bien por su significación izquierdista bien por sus abusos personales, tenían las manos manchadas de sangre. También cayeron algunos familiares de quienes lograron alcanzar el exilio, en señal de venganza.
El recuento de caídos considerados del bando nacional estuvo concretado, más o menos, en los tres siguientes años (1939-42), de modo paralelo a cómo se iban sucediendo los fusilamientos de condenados a muerte por haber sido destacados activistas del bando rojo. Se ordenó labrar lápidas con los nombres de todos los caídos del bando franquista y colocarlas en las fachadas de las iglesias; sus restos fueron enterrados en criptas dentro de las parroquias.
El destino de los republicanos o rojos fusilados tras consejos de guerra fueron a parar a los cementerios de los lugares de condena. Sus nombres quedaron un tanto olvidados, de manera que aun hoy no se conoce con exactitud cuántos fueron y dónde están sus cadáveres
Por el contrario, el destino de los republicanos o rojos fusilados tras consejos de guerra fueron a parar a los cementerios de los lugares de condena. Sus nombres quedaron un tanto olvidados, de manera que aun hoy no se conoce con exactitud cuántos fueron y dónde están sus cadáveres. En el caso de Huéscar, las enormes placas que presiden la fachada de su iglesia incluyen los nombres de los asesinados en las acciones descritas anteriormente (84 en total); no están incluidos los de los pueblos cercanos que fueron llevados a su cementerio después de asesinarlos.
En alguna ocasión ha habido tímidos intentos por descolgar esas enormes lápidas y llevarlas al cementerio. Pero no parecen haber sido con demasiada fuerza. El obispado de Guadix-Baza se ha opuesto a que se modifique esta parte de la historia local. Se ha hablado en alguna ocasión de elaborar otra lápida o memorial que incluya a la parte de oscenses del otro bando. Pero no tengo conocimiento de que se haya concretado nada. (Lo que no tiene sentido es que las encabece una leyenda alusiva a José Antonio Primo de Ribera, cuando nada tiene que ver con la mayoría de oscenses de esa lista).
Hay asuntos que es mejor no menearlos de cara a la reconciliación nacional. Así lo entendieron los gobiernos y los partidos de oposición de la Transición, los hijos de quienes padecieron las miserias de la guerra civil y conocieron de primera mano lo ocurrido. Pero la Historia hay que conocerla completa -sin manipularla-, si no deseamos volver a repetirla.
- En el Archivo Histórico Nacional está digitalizada la Causa General correspondiente a los seis municipios de la comarca de Huéscar, donde se detallan todos los nombres de los asesinados, sus causas, lugares y probables participantes en las muertes.
- “Notas sobre la represión republicana en la comarca granadina de Huéscar durante la guerra civil”, de Santiago Pérez López. Boletín del Centro de Estudios Pedro Suárez, número 26.
- “La guerra civil (1936-39) en Galera. Una F(R)actura de 135 muertos”, de Jesús María García Rodríguez. (Ofrece información detalladísima y espeluznante de los hechos ocurridos en esta localidad).
- “Hasta donde los pies nos lleven. Historia de un desafío”, de Miguel y Antonio Martín Marín, en la revista Péndulo. Papeles de Bastinania, número de diciembre 2020.
- “La estrella polar. Memorias de un juez de Instrucción”, de Eduardo Capó Bonnafous. México 1964 (Existe una reedición de editorial Península de 2017). Recoge una versión personal, y parcial, de lo ocurrido en Huéscar y parte de la comarca en los primeros meses de guerra civil.