La gran afición de políticos, periodistas y aristócratas por retarse a duelo
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El reto más sonado lo mantuvieron el Duque de Abrantes y el director de El Defensor por criticar éste la inacción del diputado ante la supresión de la Capitanía General (1893)
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Pedro Antonio de Alarcón, el Marqués Portago, el Duque de San Pedro, el catedrático Pogonoski… también recurrieron a lances de honor
Hoy hay tantos o más retos que en el siglo XIX y principios del XX. Pero son duelos dialécticos o judiciales, que mueren en papel o en las redes sociales. Hoy nos amenazamos con la conocida frase “nos vemos en el juzgado”, pero antes retaban enviándose los padrinos para concertar un duelo a sangre
Hoy hay tantos o más retos que en el siglo XIX y principios del XX. Pero son duelos dialécticos o judiciales, que mueren en papel o en las redes sociales. Hoy nos amenazamos con la conocida frase “nos vemos en el juzgado”, pero antes retaban enviándose los padrinos para concertar un duelo a sangre. Preferentemente al amanecer y en lugares solitarios de las afueras de las ciudades y pueblos. Actualmente nos ponemos verdes con comunicados en los medios o nos insultamos en internet, la mayor parte de las ocasiones de manera anónima. ¡Es que ya no hay honor ni para dar la cara al insultar!
La práctica de duelos, desafíos y lances de honor estuvo prohibida ya desde tiempos de los Reyes Católicos (Pragmática de Toledo, 1480; y Pragmática de Felipe V, 1716), aunque la realidad es que siempre existieron. Desde que el hombre es hombre, ninguna ley debía anteponerse al honor, decían los romanos. Ha sido un hecho perseguido en el papel, pero tolerado y comprendido socialmente. Buena parte de la aristocracia, ministros, alcaldes, diputados, próceres e incluso príncipes se han batido y matado por honor. En la mayoría de veces no hubo castigo, multa o sanción carcelaria (a los sumo, 3 meses de prisión, o expulsión del cuerpo si se era militar o guardia civil y había muerte de por medio).
Daba igual que fuese por defender ideas políticas, a su rey, por amor, por celos o por el asunto más nimio
Daba igual que fuese por defender ideas políticas, a su rey, por amor, por celos o por el asunto más nimio. Los europeos (especialmente franceses, italianos, alemanes y españoles) hemos sentido una atracción atávica a resolver cuestiones de cualquier tipo recurriendo a las espadas o a las pistolas. Incluso desde el siglo XVIII surgió una verdadera industria especializada en fabricar floretes, sables y pistolas únicamente para ser utilizadas en lances de honor.
A pesar de estar prohibidos por ley, los duelos en España han sido regulados por un código de honor que se ha impreso muchas veces de manera un tanto clandestina
A pesar de estar prohibidos por ley, los duelos en España han sido regulados por un código de honor que se ha impreso muchas veces de manera un tanto clandestina. Estaba regulado hasta el más mínimo detalle: tenía apartados sobre las ofensas y sus clases, quien podía ser el desafiante, sobre el desafiado, forma de elección y proceder de los padrinos, armas a utilizar y a quién corresponde su elección, público o privado en su desarrollo, número de asaltos si era con florete, número de disparos, distancias del disparo, orden del disparo, a primera sangre, a muerte, acta de conciliación, renuncia y/o acuerdo, publicidad del acta, atención y presencia médica, etc. Incluso se regularon los tribunales de honor para entender en los desacuerdos de los padrinos.
La afición del hombre por la guerra decayó en la edad moderna. Pero se echó mano de torneos (combates colectivos) y justas (combates individuales). Hubo infinidad de batallas que se suspendieron a cambio de que los mejores capitanes se sometieran al “juicio de Dios” en representación de sus respectivos ejércitos. Ya ocurrió en Troya y se repitió mucho entre cristianos y musulmanes por la disputa de Al-Andalus en los siglos X a XV.
Se conocen más porque empezaron a publicarse periódicos que han dejado mayor rastro que en siglos anteriores sin prensa
Aunque fue la época liberal-romántica del siglo XIX la que vio renacer el gusto español por los lances de honor; se debió, en buena parte, al aumento de la presencia militar en la vida política y social, a una aristocracia ociosa y anclada en el antiguo régimen, y a la mucha inestabilidad política que sacudió España a partir de 1833, con el inicio del reinado de Isabel II y la eclosión del liberalismo. También se conocen más porque empezaron a publicarse periódicos que han dejado mayor rastro que en siglos anteriores sin prensa.
En aquel periodo se institucionalizó el duelo como paradigma moral de las élites; el pueblo llano se suponía que no tenía honor ni derecho al duelo, de ahí que sus diferencias no las trasladara en el tiempo mediante retos o lances pactados, simplemente se sacaba la navaja y se rajaba al contrincante en el acto
En aquel periodo se institucionalizó el duelo como paradigma moral de las élites; el pueblo llano se suponía que no tenía honor ni derecho al duelo, de ahí que sus diferencias no las trasladara en el tiempo mediante retos o lances pactados, simplemente se sacaba la navaja y se rajaba al contrincante en el acto; entre la gente de baja cuna no se hablaba de honor ni de lance, simplemente de pelea o trifulca. (Fue el caso de un reto popular ocurrido en el campo de las Mercedes, Puerta de Elvira, al mediodía del 6 de agosto de 1613; murieron cuatro hombres a navajazos, catorce resultaron heridos y hasta treinta encarcelados por una discusión vecinal del barrio de San Lázaro).
Lo de los hombres de honor (ricos, poderosos, letrados) era distinto, había que hacer una defensa pública del honor privado. De ahí que se diera publicidad y un protocolo engorroso a todo el proceso, porque lo importante era la apariencia. La existencia del duelo con armas conllevó en aquella época que las clases pudientes incluyesen el aprendizaje del uso de pistolas o de espadas como actividad imprescindible en la formación de los niños.
Creer que se reían de uno, que le miraban mal, que escribían algo que no gustaba, que si decían que habían dicho, que has mirado el tobillo a mi dama… cualquier nimiedad era motivo para retarse a duelo.
Mediante el sistema de duelo, políticos, militares, aristócratas y periodistas exhibían su virilidad, su carácter y la profundidad de sus razones y convicciones políticas. Por eso hubo desafíos, lances y duelos por la cuestión más baladí. Se podrá comprobar en los casos que narro más adelante. Creer que se reían de uno, que le miraban mal, que escribían algo que no gustaba, que si decían que habían dicho, que has mirado el tobillo a mi dama… cualquier nimiedad era motivo para retarse a duelo.
Aunque entre los miles de duelos y lances de honor que hay documentados en prensa, solamente el 10% acabaron a espadazos o a tiros; el 90% restante fueron retos de boquilla que los padrinos mediadores acabaron apaciguando o enfriando. Había mucho frufrú de dentaduras. Hasta 1855, la mayoría de lances sí habían acabado en enfrentamientos con armas; en el Madrid de 1853 se registraron dos duelos entre embajadores de Francia y EE UU, y entre hijos de aristócratas, que supusieron verdaderos espectáculos públicos en los pinares de Fuencarral; ambos acabaron con heridas de gravedad. Y en París se llegaba a organizar duelos en gimnasios y locales cerrados, con asistentes previamente invitados con tarjetón.
El duelo a muerte entre dos pretendientes al trono de España supuso un aldabonazo para el aumento de lances. Que el Duque de Montpensier (Antonio de Orleans) y Enrique de Borbón dos Sicilias se enfrentaran a tiros por ser rey de España sirvió para que todo el mundo los imitara. En 1870 había sido expulsada Isabel II, España buscaba sucesor. Antonio y Enrique se disputaban el derecho a sucesión, por eso se fueron al campo de Carabanchel y se liaron a tiros. Carlos murió de un disparo en la cabeza y Antonio no consiguió la corona debido al baldón por aquella muerte. La pena accesoria –además de no conseguir el trono de su cuñada– consistió sólo en un mes de arresto domiciliario y 30.000 pesetas de multa para los herederos del fallecido.
El tercio final del siglo XIX y las dos primeras décadas del XX contemplaron atónitos cómo casi todos los directores de periódicos y escritores conocidos se batían en duelo entre ellos. Incluso alguno mató a otro
El tercio final del siglo XIX y las dos primeras décadas del XX contemplaron atónitos cómo casi todos los directores de periódicos y escritores conocidos se batían en duelo entre ellos. Incluso alguno mató a otro (por ejemplo, Benigno Varela acabó con Juan Pedro Barcelona, en 1906, en un encuentro en Zaragoza y de un tiro por la espalda; el primero era director de El Evangelio). Torcuato Luca de Tena, fundador y propietario de ABC, se batió en duelo contra Blanco Soria; Blasco Ibáñez contra Castell (directores de El Pueblo y El Mercantil Valenciano, respectivamente, en 1899) ; Blasco Ibáñez repitió en otro contra Barroeta; el subsecretario del Ministerio de Gobernación (Ariñana) contra el alcalde de Málaga (Delgado López), en 1906; también en 1906, el general Primo de Rivera se batió con florete contra el periodista y diplomático vasco Rodrigo Soriano Barroteta. Eso sí, en el código de honor de los lances un militar no podía batirse en duelo con otro que no perteneciese a su mismo escalafón o clase social. En casos de cuernos, al militar se le pasaba por alto si mataba a su mujer al ser sorprendida, en tanto que quien se los ponía debía retarlo a duelo.
Se dieron hechos tan curiosos como el duelo entre representantes de los periódicos El País y El Ideal (de Madrid), el 15 de agosto de 1894
Se dieron hechos tan curiosos como el duelo entre representantes de los periódicos El País y El Ideal (de Madrid), el 15 de agosto de 1894. Ante el cruce de descalificaciones, ambos directores decidieron batirse en duelo. El director de El País era Alejandro Lerroux, pero El Ideal lo tenía enfermo, así es que los redactores lo echaron a suerte y le tocó al redactor Andrés Aguirre, que no conocía de nada a Lerroux. Ambos se dispararon dos tiros sin que ninguno acertara a dar al otro.
Los periódicos, en momentos de libertad, incluso publicaban crónicas detalladas de aquellos lances, como después se ha seguido haciendo con desafíos toreros, boxísticos, futbolísticos o de cualquier otro deporte. Porque el lenguaje de aquellas porfías de los españoles decimonónicos ha sido adoptado actualmente por los forofos y deportistas. Y si no, que se lo pregunten a los hinchas de algunos equipos de fútbol, los que cada fin de semana se citan para hincharse a hostias en las cercanías de los estadios. Los lances de honor de antes, hoy los han heredado los hooligans de algunos deportes. También los adolescentes de ambos sexos, en quedadas de instituto que graban con el único fin de subir sus vídeos a TikTok.
A partir de aquellas medias de reducir las noticias de lances y citas de desafío en los periódicos, los duelos empezaron a bajar
Los editores de periódicos se dieron cuenta en 1906 de que, en buena parte, los medios de comunicación tenían culpa de que se registraran tantos lances de honor. Se reunieron y adoptaron un código para solucionar, en primer lugar, las disputas entre ellos; en segundo lugar, para dar menos pábulo a los desafíos y cartas cruzadas entre desafiantes, que lo único que buscaban era apoyo público y reconocimiento mediático de su hombría y su valor. Es decir, no había honor si no se hacía público. A partir de aquellas medias de reducir las noticias de lances y citas de desafío en los periódicos, los duelos empezaron a bajar. Aunque no fue hasta la llegada de la Dictadura de Primo de Rivera (1923) cuando se silenció a los medios y se reprimió de verdad a quienes participaran en duelos. No obstante, los duelos siguieron (y siguen) existiendo. Durante la II República fueron varios los políticos detenidos por retarse a duelo (En 1934, los concejales de Lérida Antonio Baliús y Ramón Mayan fueron detenidos por la Guardia Civil cuando estaban batiéndose a pistola en el bosque de Termens).
Esta afición tan española fue exportada a las colonias americanas. En países sudamericanos ha habido excelentes alumnos de esta costumbre tan española
Esta afición tan española fue exportada a las colonias americanas. En países sudamericanos ha habido excelentes alumnos de esta costumbre tan española; recuérdese que Salvador Allende se batió en duelo a muerte con el senador chileno Raúl Rettig (1952) por cuestiones políticas; un oportuno resbalón le salvó la vida. O cuando en 1943 dos directores de periódicos argentinos aclararon sus diferencias del mismo modo. Y no digamos la vida normalizada en el Far West norteamericano, donde los vaqueros que frecuentaban el saloon no llegaban a cumplir los treinta años.
Duelos y lances de honor en Granada
A partir de aquí me voy a referir exclusivamente a desempolvar los principales duelos, desafíos y lances de honor que tuvieron lugar en Granada o protagonizados por granadinos.
El lance más antiguo que conocemos, con muerte incluida, ocurrió en 1636 y lo cuenta Henríquez de Jorquera en sus 'Anales de Granada'
Hasta que no empezaron a publicarse crónicas de Granada (aparte de las de guerra de la Toma o Las Alpujarras) no quedaron reflejados tímidamente algunos duelos de honor en Granada. En las actas del Cabildo de Granada hay algunas vagas referencias a duelos entre Caballeros XXIV (concejales) para dirimir cuestiones municipales. El lance más antiguo que conocemos, con muerte incluida, ocurrió en 1636 y lo cuenta Henríquez de Jorquera en sus Anales de Granada. El suceso ocurrió el 28 de septiembre, víspera de festivo. Y el lugar, extramuros de la Puerta de Guadix (zona coincidente con el actual Paseo de los Tristes). Allí se dieron cita el hidalgo Antonio Maldonado Calvillo, hijo de un secretario de la Real Chancillería, con Jerónimo de Oballo. Habían discutido por la herencia de Graviela de Palma, pariente de los dos. En la pelea –que suponemos a espada– perdió la vida Antonio Maldonado. Está enterrado bajo el suelo de la iglesia de San Pedro y San Pablo.
Uno de los primeros granadinos en participar en un duelo a muerte, ya en plena época romántica, fue el escritor Pedro Antonio de Alarcón
Uno de los primeros granadinos en participar en un duelo a muerte, ya en plena época romántica, fue el escritor Pedro Antonio de Alarcón (1833-1891). El accitano había llegado muy joven a Madrid, en 1854, y fundó un periódico llamado El Látigo. Desde sus páginas se dedicaba a fustigar a la monarquía y a los estamentos conservadores. Con sólo veintiún años era antimonárquico, anticlerical y republicano. Aquellos escritos del accitano le llevaron a ser desafiado por un escritor y militar monárquico (miembro de la guardia real), el venezolano Heriberto García de Quevedo, que escribía en El León Español. Sus padrinos concertaron el duelo a las afueras de Madrid, en 1855. En el acto, Alarcón fue más rápido al disparar, pero falló. Su contrincante parece que tenía más experiencia como duelista, decidió disparar al aire y perdonarle la vida. El escarmiento sirvió a Pedro Antonio para moderar sus ímpetus y replantearse sus ideas y fogosidad juvenil.
En la nota necrológica que escribió Paula Valladar en 1902, con motivo de la muerte del retador, recordaba el desafío porque Rivero no soportaba que se criticara a sus alumnos
En 1867 tocó duelo de cuerdas surgido en el Conservatorio de Giorgio Ronconi. El barítono veneciano, establecido tiempo atrás en Granada, se dedicaba a la enseñanza y al montaje de óperas. Contaba con el Maestro Rivero (Miguel Rivero Larios, 1827-1902) como profesor de violín y piano; le ayudaba también a examinar a los alumnos que deseaban iniciarse en los estudios musicales. Un día llegó un joven asturiano llamado Cándido Orense, al que Ronconi no le vio madera de tenor, pero sí Rivero. Poco a poco convenció al italiano para que permitiera formarlo e introducirlo en el plantel que preparaba La Traviata. Cándido Orense no obtuvo grandes resultados, decía la prensa local que el tenor ovetense gritaba más que cantaba en sus óperas. Esa debió ser también la opinión de un violinista, crítico y director de orquesta del teatro. El Maestro Rivero no pudo soportar las críticas a su protegido y retó a duelo a su compañero de Conservatorio, en junio de 1867. No conocemos en qué quedó el pulso entre ambos músicos. En la nota necrológica que escribió Paula Valladar en 1902, con motivo de la muerte del retador, recordaba el desafío porque Rivero no soportaba que se criticara a sus alumnos.
El conde de Benalúa contra El Liberal
Uno de los primeros nobles, estrechamente relacionados con Granada, que protagonizaron sonados desafíos de honor fue Julio Quesada Cañaveral y Piédrola, Conde de Benalúa y posterior Duque de San Pedro de Galatino (1857-1936). El 9 de junio de 1883 el joven Julio, de 26 años, acompañado del III Duque de Ahumada (Pedro Agustín Girón y Aragón, 1835-1910), se presentó en la redacción del periódico El Liberal, de corte republicano. Este diario había publicado un suelto que incluía la frase… “tan antigualla es esto de los viajes regios”… Los dos aristócratas exigieron a su director, Mariano Araús Pérez (1836-1901) que rectificara aquellas insinuaciones al día siguiente o se verían obligados a retarle a un duelo.
El director no entendía dónde radicaban las insinuaciones ni contra quién iban. Los nobles se encabezonaron en que bien sabía a quién apuntaba la noticia. Los dos eran asistentes del rey Alfonso XII, incluso el Duque de Ahumada era su mariscal de campo. Como no aflojaban en sus posturas, quedaron que no había más remedio que batirse en duelo con uno de los dos. El director se negó a retractarse y a rectificar; había sido diputado en la I República y no aceptaba imposiciones. Al día siguiente, el Conde de Benalúa le envió un reto por escrito, acompañado de sus padrinos (el Duque de Ahumada, hijo del fundador de la Guardia Civil) y del general Juan Contreras. El director de El Liberal nombró a los suyos (Eduardo Chao y Rafael Labra).
Los protagonistas estuvieron conversando varios días y cruzándose cartas en los periódicos de Madrid
Los protagonistas estuvieron conversando varios días y cruzándose cartas en los periódicos de Madrid. Al final, el retador quiso imponer arma, lugar y condiciones; los padrinos del periodista no las aceptaron por inadmisibles. Y ahí quedó el lance: la nobleza y la milicia se alinearon de parte del Conde de Benalúa, los periodistas y republicanos, con Mariano Araús.
Duque de Abrantes con Seco de Lucena
El 15 de julio de 1893 se recibió en la redacción del periódico republicano El Defensor de Granada un telegrama del X Duque de Abrantes y Marqués de Sardoal, Ángel Luis de Carvajal y Fernández de Córdoba. Decía así: “Director Defensor de Granada. El respeto y consideración que, como liberal y demócrata, profeso a la prensa periódica, no me obliga a someterme ni tomar por buenas las opiniones de persona tan indigna como usted. En breve iré a Granada: si no tiene paciencia para aguardarme, avíseme, saldré a vuelta de telegrama para dar a usted la lección que merece. Publique este telegrama. EL DUQUE DE ABRANTES”.
¿A qué venía este mensaje? Era un reto a duelo en toda regla. El Duque de Abrantes (Granada, 1841) era diputado nada menos que desde 1867 (por Cáceres, Granada, Murcia, Segovia, Madrid y nuevamente por Granada). Aquellos días de 1893 había sido eliminada la Capitanía General de Granada después de cuatro siglos de existencia; la trasladaron a Córdoba. Y El Defensor criticó el silencio de los diputados gubernamentales granadinos, el primero y más principal el Duque de Abrantes, que incluso había sido alcalde de Madrid y ministro de Fomento.
La reacción a aquellas críticas periodísticas contra el pesebrismo político practicado por entonces (prácticamente igual que ahora) fue retar a un duelo a muerte al director y propietario del diario, Luis Seco de Lucena
La reacción a aquellas críticas periodísticas contra el pesebrismo político practicado por entonces (prácticamente igual que ahora) fue retar a un duelo a muerte al director y propietario del diario, Luis Seco de Lucena. Para más inri, resultó que el periodista llevaba varios meses enfermo y reponiéndose en Dílar. Pero le contestó con otro telegrama diciéndole que en Granada le esperaba si deseaba verlo.
No toda la prensa y los periodistas granadinos cerraron filas al lado del director de El Defensor. En cambio, la revista satírica El Manicomio hizo escarnio contra el Duque (“para ser periodista hay que ser profesor de esgrima o pistolero”, ironizaba). El Defensor publicó extensas justificaciones de tipo profesional, argumentando que al Duque lo habían aplaudido cuando tocaba y le criticaban cuando hacía algo contra los intereses de la provincia. Y en el caso de la eliminación de Capitanía, el comportamiento de los diputados por Granada estaba siendo indigno. Decía el director suplente del periódico que un reto de honor debía ser por asuntos personales entre dos, no porque se le criticara en prensa por no defender a Granada.
El Duque tomó el tren a Granada dispuesto a batirse con Seco de Lucena; y Seco de Lucena regresó de su retiro de Dílar. El 21 de julio se cruzaron sus padrinos y los cuatro se reunieron en conferencia en el palacio del Conde de las Infantas. Todos descartaron que se llegara al extremo de coger las armas, aunque las tuvieron nuevecitas sobre la mesa. Ambas partes se acusaron de haber provocado aquella tensa situación. Estuvieron toda la noche discutiendo, saliendo y entrando de la casa para consultar a los protagonistas del lance de honor. Se exigieron retractaciones y retiradas mutuas de sus insultos telegráficos. Seco de Lucena se mantuvo firme en el derecho a publicar y valorar la actividad de un diputado electo, mientras el político no lo admitía. Nunca se trató de una ofensa personal, sino de enjuiciar su trabajo en el Congreso. Ya de madrugada del 22 de julio, por fin, los cuatro padrinos consiguieron destensar la situación y firmaron un acta dando por medio zanjado el asunto. El duque tenía 52 años, el director del periódico, 36.
El Duque de Abrantes todavía permaneció hasta su muerte, en 1898, como diputado por Granada en Madrid. Jamás apoyó el regreso de la Capitanía a Granada (que no ocurrió nuevamente hasta 1940)
El Duque de Abrantes todavía permaneció hasta su muerte, en 1898, como diputado por Granada en Madrid. Jamás apoyó el regreso de la Capitanía a Granada (que no ocurrió nuevamente hasta 1940). El Defensor le hizo el vacío en esos cinco años. El noble estrechó relaciones políticas y económicas con los otros periódicos locales (La Publicidad, El Pueblo, La Alianza y El Popular). Cuando falleció, el 5 de mayo de 1898, El Defensor publicó una brevísima necrológica, recordando que había sido alcalde de Madrid y ministro; pero en tantos años como diputado por Granada “…demostró grandes aptitudes y estudió proyectos importantes, algunos de gran interés para Granada, que no llegaron a realizarse por las mudanzas de la política…”
Marqués de Portago contra independentista catalán
Otro miembro de la nobleza granadina aficionado a los duelos, aunque nacido en Madrid, fue el IX Marqués de Portago. Se llamaba Vicente Cabeza de Vaca y Fernández de Córdoba (1865-1921). Perteneció a la Real Maestranza de Caballería de Granada durante toda su vida. Tuvo su palacio en el edificio número 20 de la calle San Matías (actual Portago Suites).
Vicente Cabeza de Vaca fue una especie de cunero político durante toda su vida. Debutó en 1891 como diputado conservador por la provincia de Badajoz, pero entre 1899 y 1907 consiguió el acta por la provincia de Granada. A partir de 1909 fue designado prócer real por Alfonso XIII, hasta su fallecimiento. Ocupó cargos importantes en la administración: gobernador civil de Sevilla, Director General de Comunicaciones y ministro de Instrucción y Bellas Artes en 1920. Destacó por su íntima amistad con Eduardo Dato.
Aquello no gustó al Marqués de Portago, éste reprendió al alcalde y la primera autoridad local le respondió que en su ciudad nadie estaba por encima de él, salvo el ministro y el gobernador
Su lance de honor lo cruzó con el alcalde de Reus (Tarragona). El día 9 de mayo de 1900 el diputado por Granada acompañaba al ministro Eduardo Dato a un viaje a Barcelona. El tren paró unos minutos en la estación de Reus, donde la comitiva se bajó a saludar a la concurrencia. Allí estaban el alcalde, Pau Font de Rubinat, y sus concejales, de partidos “regionalistas” (hoy independentistas). Debió haber algún desaire o comentario de tipo político; también una pitada al ministro. Aquello no gustó al Marqués de Portago, éste reprendió al alcalde y la primera autoridad local le respondió que en su ciudad nadie estaba por encima de él, salvo el ministro y el gobernador. Dato trató de calmar la situación, despidiéndose y subiendo de nuevo al tren.
Pero el Marqués de Portago, gran espadachín, no se conformó. Al llegar a su destino, dirigió un telegrama al alcalde retándole a un duelo entre caballeros. Aquel reto fue muy publicitado y seguido en la prensa nacional, ya que el catalán se fue a Barcelona a pedir consejo a su jefe, Sol y Ortega, que le recomendó aceptarlo. Unos días más tarde (el 22 de mayo), el alcalde de Reus y el Marqués se citaron en Zaragoza para batirse a pistola; cada uno llevaba su juego de armas y sus padrinos. Mas, cuando todos esperaban un herido o un muerto, los padrinos consiguieron aplacar los ánimos: los cuatro suscribieron un acta que dejaba el honor de cada uno donde lo tenían previamente.
El acta hizo constar que en el cruce de palabras en la estación de Reus no había existido ofensa personal; el Marqués reconoció que quizás el ruido y la distancia en la estación le impidieron entender las palabras del regionalista, que se ponía a su disposición para lo que gustase
El acta hizo constar que en el cruce de palabras en la estación de Reus no había existido ofensa personal; el Marqués reconoció que quizás el ruido y la distancia en la estación le impidieron entender las palabras del regionalista, que se ponía a su disposición para lo que gustase. Los padrinos entendieron que no había motivo para llevar la discrepancia al extremo de darse un tiro o un sablazo. El honor de cada uno quedaba donde le correspondía. Y, de paso, el alcalde no sería cesado inmediatamente de su cargo por el ministro Eduardo Dato (aunque sí lo hizo un año más tarde). Firmaron el acta los padrinos Domenech i Montaner, Abadal Calderó, Ordóñez y Duque de Tamames.
A partir de aquel hecho, el Ayuntamiento de Granada lo premió renombrando la calle San Matías como del vía Marqués de Portago.
Por cierto, el siguiente Marqués de Portago (el X, Antonio Cabeza de Vaca y Carvajal) no debió irle a la zaga a su padre; salió deportista, jinete y empresario de boxeo. En el verano de 1923 se enzarzó en una discusión con el Marqués de Salamanca cuando ambos veraneaban en Biárriz. Se batieron a esgrima en una finca que tenía el Marqués de Tenorio en San Sebastián. El lance fue a primera sangre, resultó herido el Marqués de Portago.
A partir de aquel hecho, el Ayuntamiento de Granada lo premió renombrando la calle San Matías como del vía Marqués de Portago.
Los lances de honor públicos y/o publicados prácticamente desaparecieron con el comienzo de la dictadura de Primo de Rivera en 1923. Aquel mismo año había llamado mucho la atención el reto mantenido entre el teniente coronel Millán Astray (fundador de La Legión) y el comandante Arronte (enero de 1923). Astray nombró como padrino al general Francisco Franco. Y todo por discrepancias sobre la forma de organizar las Juntas de Defensa. Al final, los padrinos calmaron los ánimos y hubo avenencia para no batirse a tiro limpio. Ambos eran buenos tiradores.
Otros lances sonados en Granada
En Granada capital y su provincia se dieron infinidad de lances de honor en el tercio final del siglo XIX y dos primeras décadas del XX. Algunos incluso saltaron a las páginas de los periódicos por expreso deseo de los contrincantes, deseosos de que se supiera que estaban dispuestos a lavar su honor arriesgándose a morir en un duelo con armas. La mayoría acabaron en acto de conciliación, pero otros muchos acarrearon sangre o incluso muertes. Voy a entresacar unos cuantos de los aparecidos en periódicos de aquella época:
1883, Gualchos. El periódico La Provincia daba cuenta de que en un cortijo próximo a Gualchos iba a tener lugar un lance de honor entre un conocido jurisconsulto de la Alpujarra y un político que militaba en un partido político contrario, con un cargo en uno de los ayuntamientos. Pero no pudo llevarse a cabo debido a que alguien avisó a la Guardia Civil y se llevó detenidos a los duelistas y a sus padrinos. Aunque no se decían nombres, se apuntó a los políticos Felipe Minagorre y Natalio Rivas.
1886, duelo entre damas. Los lances de honor también fueron protagonizados por mujeres, tanto de la nobleza como del pueblo llano. Las damas granadinas copiaron de sus maridos y también solían dirigirse a la Cruz de los Carniceros a arreglar cuentas, en la mayoría de casos relacionados con celos, maledicencias y cuernos. El 13 de agosto de 1886, El Defensor nos informa de dos damas que se fueron a este apartado lugar (ubicado al final de los callejones de Gracia, en lo que hoy sería zona del Camino de Ronda, junto al molino de la Acequia Gorda) a hartarse a guantazos, arañazos y pedradas. Divirtieron sumamente a la numerosa concurrencia que las acompañó.
1891, Restábal. El periódico La Alianza daba cuenta de que se encontraba pendiente de realizar un lance de honor en la capital, por parte de dos personas procedentes del Valle de Lecrín. Retador y retado eran concejales de Restábal, no se soportaban, y quedaron en acercarse a las afueras de Granada a batirse a pistola. La prensa provincial no ofreció el resultado.
1895, un diputado provincial. El 10 de febrero de 1895, el diario La Publicidad despertaba a sus lectores con la buena noticia de que el exdiputado provincial Jiménez Santaolalla y Pedro Jiménez ya no se iban a batir en duelo para dirimir sus diferencias políticas. Estuvieron a punto, pero la feliz mediación del arzobispo José Moreno Mazón les convenció de que no se mataran entre sí. Irían al infierno si morían en el lance.
1897, políticos de Cúllar Baza y Huéscar. El 11 de diciembre, conocemos por La Publicidad que un político de Huéscar y otro de Cúllar Baza (hoy sólo Cúllar) habían concertado un lance de honor para aclarar ciertas discrepancias políticas. El primero nombró como padrinos a dos diputados provinciales, el segundo a un registrador de la propiedad y a un abogado. Las partes negociaban para evitar derramamientos de sangre. No conocemos el resultado del envite.
1900, el marido retador. El carnaval granadino era muy pomposo a principios del siglo XX, con bailes y fiestas en teatros y centros sociales a los que se solía acudir enmascarado. Un hombre maduro, de buena posición, vio a su mujer y a un joven estudiante, en sospechosa armonía, ambos enmascarados. El marido se consideró humillado y le retó a duelo.
Aquel mismo carnaval también se retaron a duelo dos jóvenes hijos de la burguesía granadina que pretendían a la misma joven. Discutieron en el Paseo del Salón y se citaron para darse espadazos
Aquel mismo carnaval también se retaron a duelo dos jóvenes hijos de la burguesía granadina que pretendían a la misma joven. Discutieron en el Paseo del Salón y se citaron para darse espadazos.
1907, Baza. Este lance fue por amor. Dos hombres de familias acomodadas de Baza se disputaban el amor de la misma mujer. Pedro Andrés Hernández mantenía relaciones con la joven (Julia Montoro), en tanto que Alfredo Gutiérrez, pariente de la muchacha, se oponía al noviazgo. El 27 de julio se citaron en la carretera de Cúllar para dirimir sus diferencias. El resultado fue la muerte de Gutiérrez por un disparo de pistola. Hubo juicio por presunto asesinato un año más tarde, pero al final el fallo del jurado quedó en que todo se había debido a un duelo concertado entre ambos.
1907, Torre Cardela. Contaba El Defensor que había un joven en Torre Cardela, llamado José María Sánchez Justicia, que tenía una novia muy guapa. Y todos los jóvenes del pueblo se la disputaban. El 30 de mayo, Cristóbal Andújar Haro, otro pretendiente, se encontró con el novio oficial en las inmediaciones del cementerio; sacaron las armas, pero ambos salieron corriendo e intercambiaron tiros desde la distancia. No hubo heridos. El resultado fue un juicio en el que ambas partes y sus padrinos (sus hermanos respectivos) fueron acusados de disparos mutuos. Ambos fueron condenados a multa.
1910, “broma” en el Casino. Dos catedráticos, uno de Farmacia y otro de Medicina, solían coincidir en el Casino de Puerta Real. No quedó claro si fue por discrepancias políticas o científicas, lo cierto es que a primeros de julio pactaron dirimir sus diferencias a tiros en la zona del Quemadero (carretera de Santa Fe). El tema trascendió y, tras enterarse la policía y salir en prensa, no tuvieron más remedio que decir que había sido una broma entre ellos, para evitar multa administrativa o juicio.
1910, entre motrileños. Lo que no fue ninguna broma fue el duelo concertado entre dos motrileños, a primeros de septiembre de aquel año. Carlos Palanca Martínez Forteuz y Francisco Jiménez Cuevas mantuvieron una acalorada discusión y quedaron en batirse en duelo. Mediaron sus respectivos padrinos y consiguieron aplacar los ánimos. Los afectados acordaron publicar el acta de satisfacción en la prensa, para que todo Motril supiera que habían quedado satisfechos y su honor a salvo. Reconocieron que ambos se habían excedido y acalorado. He aquí el acta que suscribieron:
¿El último duelo en Granada?
A primeros de mayo de 1923 tuvo lugar en Granada el que debió ser último lance de honor. Conocemos el nombre de uno de ellos, el catedrático de caligrafía del Instituto General de Secundaria (actual IES Padre Suárez), que ocupaba el cargo de secretario del claustro; el otro contendiente fue un político, parece que diputado provincial. El catedrático se llamaba Juan Pogonoski Martín; hombre adusto y siempre con capa, demasiado estirado y recto por donde pasó en su vida profesional. Había recorrido varios institutos de otras tantas ciudades, sin enraizar en ninguna de ellas. Fue en Granada donde permaneció el periodo más largo de su vida. Estuvo en Castellón (1906-7), Murcia (1908), Ávila (1911-13), Almería (1914) hasta que en septiembre de 1915 consiguió su traslado al instituto de Granada. En Granada permaneció ocho años, llegando incluso a ocuparse de cargos directivos y representativos en nombre del Instituto; solía formar parte de tribunales junto a Gloria Giner de los Ríos.
Pero en mayo de 1923 tuvo un encontronazo con un diputado provincial y se retaron a duelo
Pero en mayo de 1923 tuvo un encontronazo con un diputado provincial y se retaron a duelo. El lance tuvo lugar en el Laurel de la Reina (La Zubia). El presidente de la Diputación –Rafael Hitos– y otros mediadores no consiguieron desactivar el duelo. Las consecuencias inmediatas: el traslado forzoso de Juan Pogonoski al instituto de Oviedo para el curso siguiente. En Asturias sólo permaneció un año. En 1925 fue traslado al nuevo instituto de Jerez, donde permaneció enseñando caligrafía hasta 1931; después fue enviado a Zaragoza.
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