Don Ramón García Ruiz, el banquero del pueblo que fundó 'Créditos La Paz'
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Ideó un sistema de vales al consumo para todo el comercio, que permitía comprar a las clases populares mediante crédito sin ningún recargo
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Contribuyó a reducir de forma decisiva los grandes abusos de usura que ejercían decenas de semaneros, gabelistas y prestamistas
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Abrió Almacenes La Paz en el Hotel Colón de Gran Vía; en 1955 acabó por hacerse con toda la propiedad del edificio (hoy Cortefiel)
Para comprender la historia de esta saga familiar que me dispongo a contar es necesario primero hacer una introducción de cómo estaba la situación del comercio, el crédito y la sociedad granadina a principios del siglo XX
Para comprender la historia de esta saga familiar que me dispongo a contar es necesario primero hacer una introducción de cómo estaba la situación del comercio, el crédito y la sociedad granadina a principios del siglo XX.
Durante todo el siglo XIX, cuando se monetizó la economía, hubo amplios sectores sociales, los más desfavorecidos, que vivían con lo puesto, con salarios que no les llegaban para mantenerse. Granada vio florecer infinidad de bancos locales y nacionales que abrieron sus puertas, pero solamente daban crédito comercial y empresarial precisamente a aquellos que ya tenían dinero o bienes con los que hacer frente al pago de las cuotas o sus respectivos intereses. Financiaban grandes proyectos, pero no la economía doméstica. Los pobres no eran dignos de crédito.
Las grandes masas sociales trabajadoras y funcionarios de sueldos escasos no podían llamar a la puerta de un banco para financiar alguna de sus compras
Las grandes masas sociales trabajadoras y funcionarios de sueldos escasos no podían llamar a la puerta de un banco para financiar alguna de sus compras. Por lo general, las clases bajas a lo más que aspiraban era a créditos que hoy llamamos de consumo: adquisición de ropas, utensilios del hogar o poco más. Al tener cerrado el acceso al crédito bancario, solamente tenían dos opciones: recurrir a la compra a plazos o echarse en mano de los prestamistas particulares. La Caja de Ahorros de Granada, establecida en San Matías, todavía no tenía la potencia que adquirió después; era más conocida y usada por su Montepío.
Eran pocas las tiendas que tenían la costumbre de fiar o vender a plazos debido al elevado índice de impagos. Casi todas las ventas eran al contado o se fiaba con un sobrecoste a quien garantizaba el ingreso de alguna cosecha
En el primero de los casos, eran pocas las tiendas que tenían la costumbre de fiar o vender a plazos debido al elevado índice de impagos. Casi todas las ventas eran al contado o se fiaba con un sobrecoste a quien garantizaba el ingreso de alguna cosecha. Los establecimientos estaban llenos de carteles, más o menos jocosos, que advertían que no se fiaba: “Hoy no se fía, mañana sí”, “No confunda la amistad con el negocio”, “No fiamos para no dejar de ser amigos”, “Aquí sólo se fía los domingos”, “Sólo fiamos a mayores de 90 años acompañados de sus abuelos”, etc. Granada era una ciudad muy potente en el aspecto comercial, adonde concurrían a comprar desde toda la provincia e incluso limítrofes.
El semanero se convirtió con el tiempo en un verdadero usurero. En la sociedad y la prensa granadinas del primer tercio del siglo XX eran muy criticados por los elevados intereses que cobraban, a pesar de que la usura estaba prohibida por ley
La única solución que le quedaba a las familias para adquirir un bien a plazos era echarse en manos de un prestamista, gabelista, prendero o usurero. En Granada los había a decenas con un nombre muy localista: el semanero. Se les llamaba así porque acudían cada semana a cobrar la cuota correspondiente; también los cobros de los empleados solían hacerse semanalmente, no cada mes como en la actualidad.
El semanero se convirtió con el tiempo en un verdadero usurero. En la sociedad y la prensa granadinas del primer tercio del siglo XX eran muy criticados por los elevados intereses que cobraban, a pesar de que la usura estaba prohibida por ley. Destacaban los continuos escándalos que protagonizaban cuando no podían cobrar a las familias que se veían abocadas a recurrir a ellos.
A medida que aumentaba el plazo de amortización, mayores eran los intereses cobrados por el semanero. Unos verdaderos chupasangres a costa de los más necesitados
El modo de proceder del semanero se comprende sencillamente con este ejemplo: una mujer deseaba adquirir un abrigo en una tienda, que no se lo fiaba; la prenda tenía un precio de 200 pesetas. El semanero le compraba el abrigo y le hacía firmar a la señora un documento mediante el cual le reconocía que le debía 280 pesetas, o incluso más. Cada siete días, el semanero se pasaba con su libreta por casa de la señora y se iba cobrando el abrigo en plazos muy pequeños, asequibles con el escaso sueldo que su marido llevaba a casa. En este ejemplo del abrigo, solía dividirlo en 52 pagos a 5,38 pesetas semanales. El prestamista se había ganado 80 pesetas en la operación. A medida que aumentaba el plazo de amortización, mayores eran los intereses cobrados por el semanero. Unos verdaderos chupasangres a costa de los más necesitados.
El semanero era el rey del crédito al consumo. Los había especializados en todo tipo de productos. Además de los elevadísimos intereses que cobraban, también solían conseguir rebajas por compras asiduas en determinadas tiendas. Con lo cual, cobraban comisión al tendero e intereses al cliente final.
Su única garantía era recurrir a ejercer presión sobre la familia prestataria, a organizar escándalo, a perseguir por la calle a la señora que no pagaba el abrigo, a agredirla, etc
El riesgo de impago del semanero era también altísimo. Su única garantía era recurrir a ejercer presión sobre la familia prestataria, a organizar escándalo, a perseguir por la calle a la señora que no pagaba el abrigo, a agredirla, etc. Fueron precursores del cobrador del frac. Estos recursos solían acabar en grandes escándalos ciudadanos, que concluyeron en muchos casos en agresiones callejeras, peleas, detenciones, juicios, encarcelamientos y alguna que otra muerte.
En la década de 1910-20 proliferaron por Granada los semaneros especializados en ser comisionistas de grandes almacenes de telas
En la década de 1910-20 proliferaron por Granada los semaneros especializados en ser comisionistas de grandes almacenes de telas. Tomaban los tejidos y los iban vendiendo de puerta en puerta. Por entonces no se vendía ropa confeccionada; la gente compraba “un corte” en un almacén o a un semanero, se buscaba un sastre, costurera o camisera para hacerse el traje, vestido o camisa. O se lo cosía en casa si tenía maña. De ahí que existiera en la ciudad una amplísima nómina de sastrerías, costureras, camiseras, pantaloneras, tiendas de encajes, botonerías, corseterías, etc.
El paisanaje que se veía por las calles de Granada estaba formado, en su mayor parte, por gentes mal vestidas. Con chaquetas y pantalones a los que se le habían dado ya varias veces la vuelta, remendados, parcheados, descoloridos, rozados y desgastados a más no poder. Algunas chaquetas habían lucido del haz, del revés y sólo les faltaba de canto. La miseria y falta de empleo eran los primeros culpables de que la gente caminara casi harapienta. Aunque muy digna. También era culpa de la inexistencia de créditos al consumo de los grandes bancos, la desconfianza del comerciante hacia los desfavorecidos y la usura exagerada que practicaban los semaneros.
En aquel contexto comercial y de pobreza de principios del siglo XX granadino fue cuando apareció Ramón García Ruiz que, junto con sus cuñados Miguel y Francisco Olmedo Villalobos, puso en marcha un novedoso sistema para que la gente humilde pudiese acceder a bienes de consumo de manera cómoda y sin costes añadidos: los Créditos La Paz
En aquel contexto comercial y de pobreza de principios del siglo XX granadino fue cuando apareció Ramón García Ruiz que, junto con sus cuñados Miguel y Francisco Olmedo Villalobos, puso en marcha un novedoso sistema para que la gente humilde pudiese acceder a bienes de consumo de manera cómoda y sin costes añadidos: los Créditos La Paz.
Continúo esta historia buceando en los orígenes familiares y la tradición comercial en que se desenvolvieron los principales protagonistas.
Ramón García Ruiz, del comercio de Loja
Ramón García Ruiz vio la luz en Loja el día veinte de febrero de 1883. Festividad del patrón de los comerciantes, San Sebastián, signo que iba a marcar su futuro profesional. Descendiente de una saga de comerciantes adinerados de la comarca del Poniente granadino. Sus padres fueron Francisco García Arca y Emilia Ruiz Vega. Sus abuelos paternos, Ramón García Fregenal y Purificación Arca Blázquez; sus abuelos maternos, Luciano Ruiz Cáceres y Segunda Vega Arca.
Una pista de que procedía de comerciantes pudientes lo muestran los documentos conservados en el Archivo Municipal de Loja, donde en el listado de mayores contribuyentes industriales y comerciales de esta ciudad del año 1860, el abuelo Ramón García Fregenal era el segundo que más impuestos pagaba al Ayuntamiento de Loja. Regentaba un comercio de lencería en la calle de la Alhóndiga. El padre, Francisco García Arca, en el año 1904 continuaba ocupando el quinto lugar entre los mayores contribuyentes de Loja, ya con el establecimiento trasladado a la calle Fruteros.
Acabado el bachiller, con quince años, Ramon manifestó que quería ser comerciante, pero ya no quiso regresar a trabajar en el comercio de telas de su padre en Loja. Prefirió colocarse de aprendiz o meritorio en alguna tienda de Granada. Quiso buscarse la vida por su cuenta
Ramón era el segundo de tres varones del comerciante lojeño. Junto con su hermano mayor, Luciano, fue enviado a estudiar bachillerato al colegio de los Escolapios de la capital, donde un tío suyo sacerdote escolapio era el rector del colegio. Eso ocurrió en 1891.
Acabado el bachiller, con quince años, Ramón manifestó que quería ser comerciante, pero ya no quiso regresar a trabajar en el comercio de telas de su padre en Loja. Prefirió colocarse de aprendiz o meritorio en alguna tienda de Granada. Quiso buscarse la vida por su cuenta. Encontró trabajo en el sector de comercio de telas de la capital, concretamente en la firma “Echevarría, Carnicero y Cía.”, que tenían una tienda en el edificio de la Madraza (calle Oficios) y otro en la calle Mesones, en la desamortizada iglesia de La Magdalena. Estas tiendas eran propiedad de Gabriel Echevarría Pinillos (Marqués de Santa Casilda) y de su cuñado Restituto Carnicero Velilla.
La figura de doña María Paz Olmedo Villalobos, siempre apoyando y aconsejando a su esposo, sería de crucial importancia en todo el proceso de creación y desarrollo de Créditos La Paz
Justo enfrente de La Magdalena, Ramón conoció a la jovencita que con el tiempo se convertiría en su novia, su futura esposa y compañera en los negocios para el resto de su vida. Era María Paz Olmedo Villalobos, la única fémina hija del comerciante Francisco Olmedo Martín, también con tienda de tejidos en la calle Mesones, esquina a Hileras. La figura de doña María Paz Olmedo Villalobos, siempre apoyando y aconsejando a su esposo, sería de crucial importancia en todo el proceso de creación y desarrollo de Créditos La Paz.
El joven Ramón García Ruiz, cuando fue sorteado en Loja para ir a hacer el servicio militar, se acogió a la redención en metálico. Era un sistema habitual por entonces mediante el cual los más ricos compraban el número a un soldado pobre para no tener que ir tres años al ejército. Y el padre lojeño de Ramón era rico y su hijo no quería interrumpir su futuro como tendero en la capital, por lo que fue “redimido a metálico”
María Paz Olmedo Villalobos, de saga comercial de Granada
La jovencita María Paz Olmedo Villalobos, nacida en 1891, era una adolescente cuando entraba y salía de la tienda familiar de tejidos, situada en la calle Hileras, 4 y 6. Se llamaba “Almacenes de la Isla de Cuba”. Ya en los primeros años del siglo XX trabajaban en la tienda sus dos hermanos mayores, Miguel y Francisco Olmedo Villalobos, pues el padre falleció muy joven, apenas con 40 años. Era Francisco Olmedo Marín y la madre María Paz Olmedo Viedma. Ambos descendían de una saga también dedicada al comercio de telas en Granada.
María Paz Olmedo nieta, hija y hermana de comerciantes, se desenvolvía en el mismo entorno que Ramón García Ruiz. No se sabe con exactitud la fecha en que empezaron a entablar relaciones, pero hay constancia de las primeras cartas de amor e intercambio de fotos dedicadas como novios en 1907. Hasta que finalmente contrajeron matrimonio en el año 1910, ella con los dieciocho años, él con veintiséis.
Al contraer matrimonio, Ramón ya dejó de trabajar para la firma “Echevarría y Carnicero” y se asoció con sus cuñados Miguel y Francisco Olmedo Villalobos. A partir del año 1910, la firma pasó a denominarse “Olmedo Hermanos y García”. Se había incorporado el cuñado lojeño con nuevas ideas y proyectos de expansión. Se establecieron en la calle Oficios (donde hoy está el Museo Guerrero), con el nombre “Tejidos La Paz” (1911). El nombre comercial era un homenaje a la madre de los Olmedo, doña María Paz Villalobos, y a la esposa de Ramón García Ruiz, María Paz Olmedo. De vender al por menor, Ramón empezó a viajar a Madrid y Barcelona a comprar telas para suministrar al por mayor; siguió la senda que había aprendido de Restituto Carnicero.
Hubo un cuarto hermano, Antonio Olmedo Villalobos, que no llegó a asociarse con sus hermanos mayores y su cuñado, aunque trabajó como encargado de ellos. Su descendencia, de dos matrimonios, fueron los Olmedo Orbe y Olmedo Benítez
Miguel Olmedo fue padre de familia numerosa, los Olmedo Collantes. Francisco Olmedo, fue también padre de familia numerosa, los Olmedo López. Hubo un cuarto hermano, Antonio Olmedo Villalobos, que no llegó a asociarse con sus hermanos mayores y su cuñado, aunque trabajó como encargado de ellos. Su descendencia, de dos matrimonios, fueron los Olmedo Orbe y Olmedo Benítez.
Nace Créditos La Paz en 1918
La tienda “Tejidos La Paz”, propiedad de los dos hermanos Olmedo Villalobos y del cuñado Ramón García Ruiz, comenzó funcionando en su primitiva ubicación de la calle Oficios,10-Tinte, 3-5, hasta el año 1917, aproximadamente. Giró bajo el nombre societario de “Olmedo Hermanos y García”.
Llegó principios de 1918 y “Tejidos La Paz”, de Olmedo Hermanos y García, había alcanzado grandes cotas de éxito empresarial. Vendían al por mayor y al detall; también hacían descuentos del 10 por ciento a quienes adquiriesen bonos para comprar periódicos, billetes de tranvía, etc. Y, lo que es relevante para esta historia, comenzaron a otorgar crédito a sus clientes de la tienda de tejidos
Llegó principios de 1918 y “Tejidos La Paz”, de Olmedo Hermanos y García, había alcanzado grandes cotas de éxito empresarial. Vendían al por mayor y al detall; también hacían descuentos del 10 por ciento a quienes adquiriesen bonos para comprar periódicos, billetes de tranvía, etc. Y, lo que es relevante para esta historia, comenzaron a otorgar crédito a sus clientes de la tienda de tejidos.
La tienda Tejidos la Paz marchaba bien. Necesitaban crecer. Se fijaron en la planta baja del Hotel Colón de Gran Vía y decidieron alquilarla. De “Tejidos La Paz” en la calle Oficios frente a la Lonja pasaron a ubicarse en estos amplios locales de Gran Vía-Reyes Católicos, no sin antes haber reformado las instalaciones y abrir puertas al Zacatín y también a Gran Vía. En 1918 funcionaba ya a pleno rendimiento en la Gran Vía con el nombre agrandado a “Almacenes La Paz”.
Créditos La Paz comenzó con créditos al consumo para su negocio familiar de tejidos, y pronto se extendió a otras tiendas de Granada que abarcaban todas las ramas del comercio (después, a mediados de los años 40 llegaría también a Madrid)
La ampliación del negocio trajo consigo también una novedad muy importante y distintiva con relación a otros grandes almacenes de Granada: la creación de la sección financiera, es decir, Créditos La Paz. Ramón García Ruiz dio forma a un sistema de fomento y financiación de compras para sus clientes que fue novedoso y revolucionario en España; existía algo parecido en Estados Unidos, pero no por estas tierras. Créditos La Paz comenzó con créditos al consumo para su negocio familiar de tejidos, y pronto se extendió a otras tiendas de Granada que abarcaban todas las ramas del comercio (después, a mediados de los años 40 llegaría también a Madrid).
El requisito para que cualquier comercio o servicio profesional se convirtiera en colaborador de Créditos La Paz era la firma de un contrato detallado en el que el comercio se comprometía a aceptar las condiciones de funcionamiento de la institución crediticia. A las tiendas y profesionales adheridos, los denominaban “proveedores” y con este nombre aparecen en la contabilidad de Créditos La Paz.
Créditos La Paz tuvo mucho éxito desde su puesta en marcha en 1918 porque permitía acceder a la gente humilde al consumo de todo tipo de productos sin que un semanero les sacara las entrañas
Créditos La Paz tuvo mucho éxito desde su puesta en marcha en 1918 porque permitía acceder a la gente humilde al consumo de todo tipo de productos sin que un semanero les sacara las entrañas. El comprador no tenía que pagar absolutamente ningún tipo de interés ni recargo sobre el precio que figuraba en la etiqueta de la tienda y, además, pagaba el artículo a lo largo de 10 meses.
Vamos a tomar el ejemplo anterior del abrigo, que figuraba en el escaparate, supongamos que en la tienda “El Regalo” con un precio de 200 pesetas. El cliente que decidía comprarlo se llevaba el abrigo y entregaba a la tienda “El Regalo” un vale de 200 pesetas de Créditos la Paz, que previamente había retirado de la oficina de La Paz.
Lo aceptaba así porque conseguía vender mucho más, aunque tuviera que descontar un 10 por ciento de su margen en la venta
El proceso continuaba de la forma siguiente: La tienda El Regalo cobraba al contado de Créditos La Paz el importe del abrigo vendido al cliente. Pero Créditos La Paz no le pagaba a la tienda El Regalo la cantidad de 200 pesetas, sino solamente 180, puesto que tenían acordado un descuento del 10%. Por otro lado, Créditos La Paz cobraba al comprador del abrigo la cantidad de 200 pesetas, mediante diez mensualidades de 20 pesetas cada una.
El vendedor del abrigo, es decir, la tienda El Regalo, era quien soportaba la comisión de la operación; lo aceptaba así porque conseguía vender mucho más, aunque tuviera que descontar un 10 por ciento de su margen en la venta.
En cuanto al cliente, comprador del abrigo, cada uno de los diez meses siguientes pagaba a Créditos La Paz un recibo de 20 pesetas. Le habían financiado su abrigo de 200 pesetas durante diez meses, sin ningún tipo de recargo sobre el precio del artículo
En cuanto al cliente, comprador del abrigo, cada uno de los diez meses siguientes pagaba a Créditos La Paz un recibo de 20 pesetas. Le habían financiado su abrigo de 200 pesetas durante diez meses, sin ningún tipo de recargo sobre el precio del artículo. Parecía que la comisión percibida por Créditos La Paz por la financiación del abrigo era del 10 por ciento, pero la Tasa Anual Equivalencia (TAE) era bastante mayor dado que al mes siguiente empezaba a recuperar de manera escalonada el crédito concedido, con lo cual al mes quinto sólo tenía prestadas 100 pesetas de las 200 del crédito inicial concedido.
El principal contratiempo con el que se podía topar Créditos La Paz, como ocurre en toda operación de financiación, era el riesgo de impagos o demoras. Aquí reside uno de los logros de la empresa. Ramón García Ruiz ideó dos formas para cubrirse de este riesgo: a) la “garantía colectiva” y b) la “garantía de valores”
El principal contratiempo con el que se podía topar Créditos La Paz, como ocurre en toda operación de financiación, era el riesgo de impagos o demoras. Aquí reside uno de los logros de la empresa. Ramón García Ruiz ideó dos formas para cubrirse de este riesgo: a) la “garantía colectiva” y b) la “garantía de valores”.
La “garantía colectiva” consistía en la creación de “Agrupaciones” formadas por un número cerrado de personas pertenecientes a un colectivo; esto significaba que el crédito sólo lo disfrutaban las personas que formaban parte de un colectivo, gremio, sindicato, empresa, etc. Eran grupos compuestos por diez personas como mínimo. Suscribió convenios con colectivos de ferroviarios, maestros, profesores, funcionarios públicos, empleados de correos, de Sevillana de Electricidad, etc. El colectivo, es decir, la Agrupación tenía sindicada la garantía del pago de cada uno de sus socios; si un maestro, por ejemplo, compraba el abrigo de 200 pesetas y no pagaba las cuotas, el que respondía era el resto del colectivo de maestros. Eran los propios compañeros integrantes de la Agrupación los que cuidaban de que ninguno de ellos dejara de pagar porque, de lo contrario, entre todos tendrían que hacer frente al fallido. Casi había que entrar con recomendación a formar parte de las agrupaciones puesto que los integrantes no admitían a nadie que no fuese diligente en sus pagos.
Y Don Ramón, pues el público solía referirse así a Créditos La Paz, jamás dejó de pagar puntualmente ningún reintegro solicitado por cualquier depositante. Créditos La Paz era famoso por la prontitud de sus pagos
La otra forma que tenía Créditos La Paz para garantizarse los cobros era la denominada “garantía de valores”. Créditos La Paz funcionaba como un banco. Había personas que confiaban sus ahorros “a Don Ramón” y estos depósitos eran remunerados con interés.
Cualquier persona que tuviese sus ahorros depositados en Créditos La Paz disfrutaba de un crédito para sus compras por igual importe, lo que constituía la llamada “garantía de valores”. La época dorada de esta organización fueron los años 40 y 50 del siglo XX. El importante volumen de depósitos de los clientes en Créditos La Paz era entonces comparable al de cualquier oficina bancaria. Y Don Ramón, pues el público solía referirse así a Créditos La Paz, jamás dejó de pagar puntualmente ningún reintegro solicitado por cualquier depositante. Créditos La Paz era famoso por la prontitud de sus pagos.
Creciendo como la espuma
La primera consecuencia de la expansión de Créditos La Paz fue la reducción a mínimos de los semaneros y usureros de esta ciudad.
Los anuncios que ponían algunos profesionales en la prensa ofreciendo sus servicios hacían notar que aceptaban los vales de Créditos La Paz como forma de pago. Era todo un signo de distinción, calidad y credibilidad
A mitad de los años veinte empezaron a proliferar carteles en los escaparates de las tiendas, de todo tipo, en los que se invitaba a los clientes a comprar con las ventajas ofrecidas por Créditos La Paz. La inmensa mayoría de tenderos, los llamados proveedores, estaban adheridos como colaboradores de este ingenioso sistema de crédito al consumo. No sólo figuraba el letrero en los escaparates de tiendas de tejidos, también en ferreterías, sombrererías, ultramarinos, consultas de médicos, dentistas, abogados, etc. Los anuncios que ponían algunos profesionales en la prensa ofreciendo sus servicios hacían notar que aceptaban los vales de Créditos La Paz como forma de pago. Era todo un signo de distinción, calidad y credibilidad.
Aquel sistema sin usura de ofrecer facilidades a comerciantes para incrementar ventas y permitir a los menos pudientes adquirir bienes sin pagar recargos amplió enormemente la base social del colectivo asociado
El negocio del almacén de tejidos tuvo un crecimiento sostenido. Los Almacenes La Paz se expandieron al edificio de enfrente, en Gran Vía, 2. La tienda El Buen Tono cerró a los pocos años de abrir en el edificio del anticuario Enrique Linares y fue alquilada como sucursal de la tienda de tejidos, a la que el público denominó coloquialmente “La Paz Chica”. Entre empleados de los dos almacenes y de la sección de Créditos La Paz se llegó a rebasar el número cien personas antes de la guerra civil de 1936.
Aquel sistema sin usura de ofrecer facilidades a comerciantes para incrementar ventas y permitir a los menos pudientes adquirir bienes sin pagar recargos amplió enormemente la base social del colectivo asociado. La firma “Olmedo Hermanos y García” tuvo un crecimiento importante y llegó a situarse entre las diez empresas más importantes de la provincia de Granada.
Quienes todavía estén en edad de recordar Almacenes La Paz guardarán la imagen de aquellos techos y paredes ricamente decorados para el hotel, que fueron respetados durante su uso comercial
Quienes todavía estén en edad de recordar Almacenes La Paz guardarán la imagen de aquellos techos y paredes ricamente decorados para el hotel, que fueron respetados durante su uso comercial. Era una tienda muy elegante en su estética, como también lo eran las grandes competidoras del momento. La planta baja y parte de la primera se dedicaban a la venta de tejidos, de ropa de cama, mantelerías y ajuares domésticos. El sótano era la zona de almacenaje y de envío de los pedidos al por mayor que se embalaban y salían a la calle por medio de un montacargas.
Hay dos imágenes imborrables de Almacenes La Paz. La primera era la sensación de poderío que ofrecían sus mostradores de caoba de Indias, cuidadosamente abrillantados como si formaran parte de un museo. La otra eran los propios empleados, siempre trajeados y, en su mayoría, de edad madura
Hay dos imágenes imborrables de Almacenes La Paz. La primera era la sensación de poderío que ofrecían sus mostradores de caoba de Indias, cuidadosamente abrillantados como si formaran parte de un museo. La otra eran los propios empleados, siempre trajeados y, en su mayoría, de edad madura. En gran parte fueron hombres, y unas pocas mujeres, que empezaron de aprendices y se jubilaron en su mismo puesto. La gente decía de ellos que parecían aristócratas vestidos para recepciones. Olmedo Hermanos y García siempre cuidó mucho la presencia y la buena atención de su personal.
Los escaparates de La Paz siempre estuvieron abiertos a mostrar obras de arte de los concursos que se organizaban por Corpus y Navidad, así como a prestarlos a pintores y escultores destacados. Durante los años 50 ganó en varias ocasiones el concurso de escaparates con motivo de las fiestas del Corpus. Un empleado de la empresa, el Sr. Megías, era encargado del arreglo de los escaparates. Pero quizás el recuerdo que más nítido guarden quienes fueron niños por aquellos años fue el muñeco autómata que se exhibía en ocasiones destacadas; lo adquirió Francisco Olmedo en un viaje a una feria alemana en los años de la República. El muñeco supuso toda una novedad en Granada, con sus manos sacaba unos carteles de anuncio de un pupitre, moviendo cabeza, ojos y cejas mientras que con los labios articulaba un lenguaje silencioso. El muñeco de La Paz fue un referente en el anecdotario popular de esta ciudad.
1940, primera ruptura familiar
Al acabar la guerra civil, a principios de 1940, los socios de la empresa Olmedo Hermanos y García decidieron separarse. Se quedó al frente de Almacenes y Créditos La Paz solamente Ramón García Ruiz con su esposa e hijos. que compró a sus cuñados su participación en la empresa, Miguel y Francisco Olmedo Villalobos. Recibieron en compensación la tienda La Paz Chica y alrededor de 1.200.000 pesetas en metálico. (La Paz Chica dejó paso al Banco Central en 1954).
Esta tienda de Olmedo abrió sección musical en los años 1959-60, donde trabajó un jovencísimo Miguel Ríos, primero en la sección confecciones y después en la de discos, circunstancia que despertaría su vocación de cantante
Miguel Olmedo Villalobos, casado con Ana Collantes, engendró una gran familia de 14 hijos, los Olmedo Collantes, que han dejado descendencia muy abundante en Granada. Miguel compró el solar resultante en la esquina de la nueva calle Ganivet con Reyes Católicos y su hijo mayor, arquitecto, diseñó la casa, conocida como Edificio Olmedo. Aquí abrió su nueva tienda de tejidos, “Almacenes Olmedo”. Este establecimiento fue también muy popular, en competencia directa de Almacenes La Paz. Pasados los años, estuvo adherido como colaborador del sistema de Créditos La Paz, que había quedado en manos de su cuñado Ramón y su hermana María Paz en la Gran Vía. [Un inciso. Esta tienda de Olmedo abrió sección musical en los años 1959-60, donde trabajó un jovencísimo Miguel Ríos, primero en la sección confecciones y después en la de discos, circunstancia que despertaría su vocación de cantante].
El otro socio, Francisco Olmedo Villalobos, también engendró otra numerosa familia de 14 hijos, los Olmedo López (se casó con Concha López Matres). En este caso, Francisco decidió marchar a Málaga y allí prosiguió su actividad empresarial con la adquisición de “La industria malagueña”, comprada a la familia Loring.
Los García Olmedo en solitario
Como hemos dicho, a partir de 1940 Ramón García Ruiz, junto con su esposa e hijos, se quedó con los negocios de Almacenes La Paz y Créditos La Paz.
Fue una compra laboriosa porque tenía que conseguir la totalidad de las acciones de la sociedad propietaria que pertenecían a diversos propietarios
Una de las primeras decisiones de su etapa en solitario fue comprar la sociedad propietaria del Hotel Colón, es decir, adquirir el edificio donde estaban instalados los Almacenes La Paz. Fue una compra laboriosa porque tenía que conseguir la totalidad de las acciones de la sociedad propietaria que pertenecían a diversos propietarios.
La primera compra y paquete más voluminoso lo adquirió Ramón García Ruiz a la familia Rodríguez-Acosta, de los que era amigo y socio en Inmobiliaria Sur de España. El empeño por hacerse con todo el edificio fue constante en los años siguientes, hasta conseguir la totalidad del capital de la sociedad propietaria del edificio de manos del último tenedor de acciones, el inversor Santiago Oliveras, al que “pagó lo que le pidió por sus acciones”.
De esta forma, el edificio Colón pasó a ser símbolo de garantía y solvencia de Créditos La Paz
Una vez adquirido el 100 por ciento de las acciones de la propietaria del edificio, Ramón García Ruiz reformó los estatutos sociales, cambió el nombre y objeto social y concentró en esta sociedad todo el negocio de Créditos La Paz. De esta forma, el edificio Colón pasó a ser símbolo de garantía y solvencia de Créditos La Paz. A partir de esa fecha (1955) la casa con fachada a tres calles pasó a llamarse Edificio La Paz.
Pero, antes de seguir, volvamos de nuevo al principio de la interesante vida del protagonista de esta historia.
Ramón era un filósofo del comercio al que gustaba plasmar por escrito sus reflexiones y pensamientos sobre la economía, las finanzas y los negocios. Siendo copropietario de Créditos La Paz ya empezó a publicarlas a modo de anuncios en páginas de los periódicos que se editaban en Granada
Ramón García Ruiz mostró sus aficiones literarias ya cuando cursaba bachiller en los Escolapios. Alumnos del entorno de este colegio, con Melchor Almagro Sanmartín a la cabeza, editaban en 1896 el Semanario Infantil, en el que publicaban poemas y reflexiones. Ramón, con trece años publicaba sus poesías sobre diversos temas de actualidad en aquel momento.
Ramón era un filósofo del comercio al que gustaba plasmar por escrito sus reflexiones y pensamientos sobre la economía, las finanzas y los negocios. Siendo copropietario de Créditos La Paz ya empezó a publicarlas a modo de anuncios en páginas de los periódicos que se editaban en Granada. Estas reflexiones le rodearon de un aire de intelectual. No había cursado estudios universitarios, pero fue un lector empedernido y poseía una extensa biblioteca privada que, años después de su muerte, fue donada por uno de sus hijos a la biblioteca de la Universidad de Granada.
Buena parte de estas “Consideraciones Breves” las dejó plasmadas en un librito que publicó en la década de 1940, reeditado y actualizado varias ocasiones posteriores
Sus artículos sobre el crédito y el comercio llevaron por título Consideraciones breves; los estuvo publicando ininterrumpidamente desde la década de 1930 hasta casi el final de sus días; aparecen salpicados en los periódicos y revistas de Granada. Sus profundas reflexiones tenían un carácter bastante técnico, con una redacción complicada y, a veces, eran difíciles de entender. Buena parte de estas “Consideraciones Breves” las dejó plasmadas en un librito que publicó en la década de 1940, reeditado y actualizado en varias ocasiones posteriores.
La sociedad granadina asociaba cada vez más a Ramón García como líder de Créditos La Paz, y a su esposa María Paz como el cerebro pensante que lo aconsejaba por detrás.
Constituido el Patronato de las Escuelas del Ave María, Ramón García Ruiz fue nombrado patrono de esta institución, después lo fue su hijo Ramón García Olmedo y más recientemente, su nieto Ramón García-Olmedo Domínguez, que durante años fue presidente del Patronato
Ramón tuvo una vida social muy activa. Estuvo muy relacionado con el Colegio del Sacromonte y allí llevó a estudiar a sus hijos en el internado. Tuvo mucho contacto con los canónigos Diego Ventaja y Medina Olmos, luego obispos de Almería y Guadix, respectivamente. También fue amigo de don Andrés Manjón, fundador de las Escuelas del Ave María. Fruto de aquella amistad eran las visitas de don Andrés Manjón a Almacenes La Paz para hacerse con mantas o sábanas para los niños de su internado. Constituido el Patronato de las Escuelas del Ave María, Ramón García Ruiz fue nombrado patrono de esta institución, después lo fue su hijo Ramón García Olmedo y más recientemente, su nieto Ramón García-Olmedo Domínguez, que durante años fue presidente del Patronato. Para la familia, ha sido una tradición ser patronos de las Escuelas del Ave María.
La edad de oro de Créditos La Paz estaba por llegar al principio de la dura posguerra. Los García Olmedo (Ramón y María Paz) se habían quedado como únicos dueños del entramado comercial y crediticio a partir de la ruptura con sus dos hermanos. Precisamente cuando empezaba el periodo más duro de posguerra, con una ciudad y provincia asoladas por más hambre y menos dinero para adquirir productos que antes de julio de 1936. Se registró en esa época un afloramiento del estraperlo y un resurgimiento de la usura de los semaneros.
Extendieron a Madrid su operativa de financiar ventas a plazos y abrieron una céntrica oficina en la plaza de los Mostrenses. Ramón se relacionó con comerciantes madrileños que, en cierto modo, se inspirarían en él para implantar métodos parecidos de venta a plazos. Fue el caso de Pepín Fernández, fundador de “Galerías Preciados” en 1943
La reconstrucción de la economía y el comercio precisaron, en aquellos duros años, aún más del sistema de crédito y venta anticipada que desde 1918 había venido practicando Créditos La Paz. Se abría el momento de mayor esplendor y gloria para la familia García Olmedo, ya que nadie ofrecía un sistema de crédito al consumo como el suyo. Extendieron a Madrid su operativa de financiar ventas a plazos y abrieron una céntrica oficina en la plaza de los Mostrenses. Ramón se relacionó con comerciantes madrileños que, en cierto modo, se inspirarían en él para implantar métodos parecidos de venta a plazos. Fue el caso de Pepín Fernández, fundador de “Galerías Preciados” en 1943.
El matrimonio García Olmedo quedó solo al frente de su negocio de La Paz y sus diversas secciones. Solamente apoyado en sus hijos. Fue el momento en que decidió también funcionar como banco de depósitos para pequeñas cantidades de los ahorradores. Recibía dinero, que remuneraba con intereses; aquel dinero de miles de medios y pequeños ahorradores lo iba invirtiendo en valores de Bolsa y en empresas locales para obtener mayores rentabilidades y reforzar la solvencia de Créditos La Paz.
La Paz siempre mantuvo tesorería suficiente para atender de inmediato los pagos. La familia García Olmedo se hizo rica con los negocios de aquel muchacho que no había querido regresar a la tienda paterna de Loja
Aquella sección de ahorro de La Paz tuvo fama de remunerar mejor los depósitos, pero el único inconveniente que presentaba era el plazo de preaviso para reintegrar los importes en caso de que el propietario del depósito reclamase su imposición. De antemano se le informaba que, en función de la cantidad a retirar, los plazos serían más cortos o más largos, pues había que negociar antes la venta de los valores en Bolsa. Ese plazo de preaviso acordado no solía cumplirse puesto que Créditos La Paz siempre mantuvo tesorería suficiente para atender de inmediato los pagos. La familia García Olmedo se hizo rica con los negocios de aquel muchacho que no había querido regresar a la tienda paterna de Loja.
Los descendientes de Don Ramón
Don Ramón y Doña María Paz no engendraron tantos hijos como sus hermanos. Se conformaron con cuatro: Emilia (nacida en 1912), Ramón (1914), Francisco (1917) y Ramiro (1922). Se preocuparon de darles a todos una buena formación. A Ramón y Francisco los enviaron a estudiar al Colegio Maravillas de Madrid en el año 1928, que tenía una Escuela Privada de Estudios Mercantiles. Allí permanecieron hasta que el colegio fue quemado en las revueltas de mayo de 1931. El hijo mayor, Ramón, continuó sus estudios en Londres (en el St. Joseph College) y Francisco estuvo en un colegio de Bayona. Ramón y María Paz siempre buscaron que sus hijos estuviesen preparados para hacerse cargo de la gestión de los negocios familiares. Estos dos serían los que, una vez acabada la guerra, continuarían adelante con La Paz y nuevas actividades empresariales.
Siguiendo una costumbre de esa época, unieron los apellidos paternos, García-Olmedo tal como lo hicieron entonces otras familias granadinas
Ramón, el varón de más edad, estuvo casado con María Antonia Domínguez. Sus hijos fueron Ramón, María Antonia y Francisco García-Olmedo Domínguez. [Siguiendo una costumbre de esa época, unieron los apellidos paternos, García-Olmedo tal como lo hicieron entonces otras familias granadinas.]
En cuanto a Francisco, casó con Felisa Anguiano Villalba y sus siete hijos fueron Francisco, Felisa, Emilio, María Ángeles, María Jesús, María José y Ángel Ramón García Anguiano. Los otros dos hermanos, Emilia y Ramiro, tuvieron escasa relación con la gestión directa de La Paz. Emilia contrajo matrimonio con Emilio Martínez-Cañavate Ballesteros, perteneciente a una de las familias más pudientes de Maracena. Tuvieron seis hijos, los Martínez-Cañavate García.
El benjamín, Ramiro, estudió ingeniería de Caminos en Madrid y se casó con la madrileña Carmen Juárez Ruiz. No tuvo hijos. Se dedicó a su profesión de ingeniero y estuvo más desligado de los negocios de Granada.
A la línea principal de los negocios de La Paz le dieron continuidad Ramón y Francisco. Fueron los que cogieron el timón de las empresas cuando Don Ramón falleció en enero de 1960
A la línea principal de los negocios de La Paz le dieron continuidad Ramón y Francisco. Fueron los que cogieron el timón de las empresas cuando Don Ramón falleció en enero de 1960. Precisamente cuando la economía y las finanzas españolas empezaban a recuperarse tras el palo de la guerra civil. Los bancos y cajas de ahorro estaban empezando a expandir sus negocios y a ofrecer amplia gama de servicios a los nuevos clientes. La gente empezaba a ahorrar unas pesetillas. Las calles de Granada se llenaron de bancos nacionales, la Caja a abrir sucursales en los barrios más poblados. Se abría la competencia en el sector créditos comerciales, descuento de papel, créditos al consumo. Muchos de ellos imitaban técnicas que Almacenes y Créditos La Paz venían desarrollando en Granada desde 1918.
Los almacenes textiles intentaron amoldarse, diversificaron su oferta a otros productos. Empezaron a surgir los grandes almacenes en los que se vendía de todo
Para empeorar la situación, el comercio de tejidos sufrió un cambio radical. Ya no se limitaban a fabricar piezas y rollos para que los comerciantes vendieran por cortes. Se empezaba a adquirir la ropa lista para llevar (prêt-à-porter); empezaron a aparecer en los escaparates pantalones y trajes ya confeccionados, jerséis tricotados, camisas de tela y tergal ya hechas, de todas las tallas, ropa interior, etc. Los almacenes textiles intentaron amoldarse, diversificaron su oferta a otros productos. Empezaron a surgir los grandes almacenes en los que se vendía de todo.
Se registró toda una revolución en cuanto a la ropa de hogar y de vestir
Paralelamente, la aparición masiva de trajes y vestidos ya confeccionados acarreó la desaparición progresiva de sastrerías, modistas, arreglistas, camiseros, etc. Se registró toda una revolución en cuanto a la ropa de hogar y de vestir.
Créditos La Paz fue también el segundo accionista fundador del banco, tras los Rodríguez Acosta. Los dos hermanos Ramón y Francisco García Olmedo ostentaron cargos en el comité ejecutivo y en el consejo de administración del Banco de Granada
Don Ramón García ya adivinaba los cambios que se estaban gestando en el sector del textil. En los años cuarenta comenzó a diversificar sus inversiones. En 1946 fue socio fundador de la Inmobiliaria Sur de España, junto a sus amigos Miguel Rodríguez-Acosta González de la Cámara, Fernando Marzo Vidaurreta y otros tres socios. La construcción se vislumbraba como negocio más prometedor en el futuro. Créditos La Paz tuvo el segundo mayor paquete de acciones de la Inmobiliaria Sur de España, tras la familia Rodríguez-Acosta. Aquella cercanía con quienes fueron los grandes banqueros de Granada de finales del XIX y principios del XX llevó a la saga de los García Olmedo a implicarse muy de lleno en la fundación del Banco de Granada en la década de 1960, cuando fue creado como banco industrial. Créditos La Paz fue también el segundo accionista fundador del banco, tras los Rodríguez Acosta. Los dos hermanos Ramón y Francisco García Olmedo ostentaron cargos en el comité ejecutivo y en el consejo de administración del Banco de Granada.
Fue el único socio de Calzados Garach que no pertenecía a la familia Garach o a los empleados de la empresa
Otra de las grandes inversiones o participaciones de Créditos La Paz la colocaron en la constructora Obras y Arrendamientos Urbanos de Granada. Se trató de una empresa formada por adinerados del momento para ejecutar obras en la calle Ganivet, Puerta Real y el Teatro Isabel a Católica, bajo la gerencia de Francisco de Paula López Ruiz (a) Cristinica. Aquellas primeras inversiones decididas por el fundador resultaron muy rentables.
Ramón García Ruiz tuvo buenos amigos, como el periodista Aquilino Morcillo, director de YA, el fundador de Galerías Preciados, conocido como Pepín Fernández, o el escritor José María Pemán, que con frecuencia venía a los Festivales de Granada y que solía hacerle una visita en su despacho de Almacenes La Paz
Don Ramón García Ruiz también fue un accionista importante de la sociedad Calzados Garach, en la que su amigo Francisco Garach le cedió una participación en su negocio. Fue el único socio de Calzados Garach que no pertenecía a la familia Garach o a los empleados de la empresa. Don Ramón y don Francisco Garach se admiraban mutuamente y fueron muy amigos durante muchos años. Se visitaban con frecuencia y, sin embargo, se hablaban de usted sin apear nunca el tratamiento. Un ejemplo de amistad, respeto y educación, impensable en las generaciones actuales.
Ramón García Ruiz tuvo buenos amigos, como el periodista Aquilino Morcillo, director de YA, el fundador de Galerías Preciados, conocido como Pepín Fernández, o el escritor José María Pemán, que con frecuencia venía a los Festivales de Granada y que solía hacerle una visita en su despacho de Almacenes La Paz. En la dedicatoria de su libro Andalucía, Pemán le escribió que “Granada le recordaba a la Alhambra y a los Almacenes La Paz”.
El entierro de Don Ramón fue una inmensa manifestación de duelo desde su domicilio, en Gran Vía 34, hasta la iglesia de Santa Ana en que fue despedido
Ramón García Ruiz falleció en enero de 1960. La Paz y sus distintas empresas estaban en el culmen de su éxito; pocos eran los granadinos que alguna vez no habían comprado o suscrito algún crédito con La Paz. El entierro de Don Ramón fue una inmensa manifestación de duelo desde su domicilio, en Gran Vía 34, hasta la iglesia de Santa Ana en que fue despedido. Miles de personas y empleados, según la costumbre en los entierros de aquella época, portaron su caja mortuoria por Gran Vía y Reyes Católicos, que cerraron al tráfico, y le dieron su adiós al pasar delante de los Almacenes La Paz. Varios medios de comunicación de toda España se hicieron eco de la pérdida del hombre que, en cierto modo, había creado el primer sistema de venta menor a crédito en España. Un verdadero precursor de las tarjetas de crédito que se popularizarían en los años ochenta.
Inversiones de riesgo, ruptura y punto final
Su viuda María Paz Olmedo Villalobos, junto con sus hijos, quedaron como titulares de los negocios, pero como gerentes estaban sus hijos Ramón y Francisco García Olmedo. La familia acumulaba una apreciable fortuna, amasada principalmente en las décadas de los años 40 y 50, que precisamente fueron las más duras para la economía española. A base de obtener comisiones e intereses muy pequeños, pero moviendo grandes volúmenes de productos. Sin dar grandes pelotazos, al contrario, con actitud de hormigas.
Don Ramón ya había apuntado a la diversificación de los negocios antes de morir. Adivinó la crisis de la confección
No obstante, Don Ramón ya había apuntado a la diversificación de los negocios antes de morir. Adivinó la crisis de la confección. Además de las dos constructoras mencionadas anteriormente, sus herederos decidieron invertir en varias empresas más, principalmente del sector de la alimentación y la construcción. La primera fue Mercansa, en asociación con Miguel Fernández Ortega, propietario de La Holandesa, que abrió un novedoso autoservicio de alimentación en la calle Recogidas y otro en la entonces avenida de Calvo Sotelo. Por primera vez en Granada los clientes tomaban directamente de las estanterías los productos que luego pagaban en caja.
Las nuevas participaciones en empresas relacionadas con el sector de la construcción no resultaron tan rentables como las primeras constructoras, las de los años cuarenta. Por la crisis económica de 1973 y por otras cuestiones que no vienen al caso, se produjeron más pérdidas que beneficios
También invirtieron en el negocio hotelero, en la cadena Interhotel propietaria de los hoteles Luz en varias ciudades españolas. En Granada, el Hotel Luz se instaló en el edificio Elvira, recién construido por una inmobiliaria local. A finales de los años sesenta fundaron la empresa Áridos Puga, adquiriendo varias canteras en la provincia de Granada y Jaén, para obtener la piedra que luego se ha de emplear en la construcción. Otra inversión importante fue la empresa GOVSA, con fábricas de óxido cálcico en Albolote y Estepa, producto que tenía usos industriales en el sector de la minería. La familia constituyó en 1973 una empresa financiera, SAFIMPAZ, que era una sociedad de Cartera tenedora de diversas inversiones en Bolsa.
Las nuevas participaciones en empresas relacionadas con el sector de la construcción no resultaron tan rentables como las primeras constructoras, las de los años cuarenta. Por la crisis económica de 1973 y por otras cuestiones que no vienen al caso, se produjeron más pérdidas que beneficios.
En 1967 decidieron poner fin a la marca comercial y alquilar los locales de su edificio en Reyes Católicos-Gran Vía-Zacatín a la empresa madrileña de moda Cortefiel que, tras una impresionante reforma del local, abrió el 15 de septiembre de 1969
La segunda generación de la marca La Paz la protagonizaron Ramón y Francisco García Olmedo, junto a algunos de sus hijos, entre los años 1960 en que falleció el fundador y 1983 en que se dio por liquidada. Fueron casi ochenta años en los que el comercio de tejidos y la actividad crediticia de La Paz vinieron a menos y fueron centrándose en las actividades de segunda generación antes descritas.
Almacenes La Paz de Gran Vía había enfilado una profunda crisis de ventas en los años posteriores a la muerte de su fundador. En 1965 empezaron a proliferar las ofertas y liquidaciones. Este gran almacén no se pudo adaptar a los nuevos aires comerciales. En 1967 decidieron poner fin a la marca comercial y alquilar los locales de su edificio en Reyes Católicos-Gran Vía-Zacatín a la empresa madrileña de moda Cortefiel que, tras una impresionante reforma del local, abrió el 15 de septiembre de 1969. Desde entonces esta firma continúa ocupando el mismo emplazamiento.
La sociedad familiar enfilaba su etapa más dura. Sus inversiones no siempre resultaron rentables. Le ocurrió lo que a tantísimas sociedades familiares: la primera generación las crea, la segunda las consolida y la tercera acaba cerrándolas. El 25 de diciembre de 1977, los cuatro hijos del lojeño Ramón García Ruiz se dividieron en dos grupos. Por un lado, Ramón y Ramiro, que vendieron todas sus participaciones en los negocios familiares; por otro, Francisco y Emilia, que se quedaron con la gestión de los negocios y decidieron continuar adelante.
En 1978 vendieron todas sus participaciones en los negocios familiares; todavía detentaba restos de los depósitos de dinero que le habían confiado sus clientes desde 1940
En cuanto a la división de Créditos La Paz, propietaria del edificio y con participaciones en empresas granadinas y de fuera, continuó existiendo, si bien con tendencia a languidecer. En 1978 vendieron todas sus participaciones en los negocios familiares; todavía detentaba restos de los depósitos de dinero que le habían confiado sus clientes desde 1940.
La abuela cofundadora de Tejidos La Paz, Almacenes La Paz y Créditos La Paz, a los que había dado su nombre, asistió en la última etapa de su vida al final previsible que enfilaba su proyecto familiar.
Créditos La Paz fue gestionada los últimos seis años de su existencia por uno de los nietos del fundador, Francisco García Anguiano, y sus hermanos; lo hacían con el Edifico La Paz como activo más vistoso y desde una extensa oficina que conservaban desde los años cuarenta en un edificio de la Alcaicería. Pero el grupo de empresas La Paz, en 1983, había acumulado importantes deudas financieras con la Caja General de Ahorros. Los García Anguiano cerraron la venta del edificio con una mutua de abogados en poco dinero; pero la Caja intervino para evitar que cayera en manos foráneas y se lo adjudicó por doscientos cincuenta millones de pesetas, de los que hubo que descontar algunas deudas. (La Caja lo remozó en 1991 con proyecto de Pedro Salmerón, con motivo de su centenario, tratando de devolverle su aspecto original; aquí trasladó su obra social y sociedades participadas. Hoy está en manos de un empresario de grandes superficies comerciales, con la intención de reconvertirlo en hotel de lujo).
Doña María Paz se fue de este mundo tres años antes, a punto de cumplir noventa, sin llegar a ver finiquitada la ilusión y el negocio que su marido y ella levantaron desde 1918. María Paz fue el principal punto de apoyo de Ramón García Ruiz durante su fructífera aventura comercial, empresarial y financiera
Ahí acabó, en las primeras semanas de 1984, la existencia de La Paz como primer gran banco popular de los más humildes de Granada. Doña María Paz se fue de este mundo tres años antes, a punto de cumplir noventa, sin llegar a ver finiquitada la ilusión y el negocio que su marido y ella levantaron desde 1918. María Paz fue el principal punto de apoyo de Ramón García Ruiz durante su fructífera aventura comercial, empresarial y financiera.
Es una verdadera pena que la iniciativa tan temprana y original de Créditos La Paz para apoyar el consumo de las clases menos pudientes no haya pasado a estudiarse en las escuelas de negocios o en las facultades de Ciencias Económicas. Especialmente en la Universidad de Granada. Ni tan siquiera hay un libro o tesis doctoral que se centre en el inusitado caso de Don Ramón García Ruiz y Doña María Paz Olmedo Villalobos, que fue una idea revolucionaria en su tiempo.