Del cosario a pie al “rider” en patín
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Este tipo de mandaderos y recaderos unieron Granada con otras ciudades y poblaciones para traer y llevar mercancías de confianza
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Cada cosario tenía parada en alguna de las famosas posadas que poblaron las calles Mesones, Alhóndiga, Trinidad y Recogidas
Granada fue de las últimas provincias que tuvieron cosarios circulando por sus carreteras y caminos. Precisamente porque su red de ferrocarril llegó tarde y mal, y los sistemas de carreteras y transportes públicos se retrasaron. O nunca llegaron a existir en algunas comarcal
Granada fue de las últimas provincias que tuvieron cosarios circulando por sus carreteras y caminos. Precisamente porque su red de ferrocarril llegó tarde y mal, y los sistemas de carreteras y transportes públicos se retrasaron. O nunca llegaron a existir en algunas comarcas.
Yo a cada instante me acuerdo de los cosarios que conocí en mi juventud. Cada vez veo circular más repartidores por las calles de la ciudad o pueblos cercanos. Mensajeros a toda prisa, cajón a la espalda, infringiendo todas las normas de tráfico, invadiendo aceras, portales o lo que sea con tal de llevar pronto las hamburguesas o la comida china que le han pedido.
El cosario histórico fue aquel hombre que, andando, en burro o con carro unía su pueblo con las ciudades más grandes o con la capital. A mediados del siglo XX y hasta su desaparición se modernizaron con el uso de motocarro, sidecar, furgoneta o camioncillo
El cosario histórico fue aquel hombre que, andando, en burro o con carro unía su pueblo con las ciudades más grandes o con la capital. A mediados del siglo XX y hasta su desaparición se modernizaron con el uso de motocarro, sidecar, furgoneta o camioncillo. El cosario fue el encargado de conectar las sociedades cerradas y aisladas de los pueblos con las poblaciones mayores. Que era tanto como decir con el resto del mundo. Se encargaba de llevar medicinas, telas, alimentos, especias, algún libro, periódicos atrasados y los encargos más variopintos. De todo, menos cartas, que éstas estaban reservadas exclusivamente para el servicio nacional de Correos; había multas para los cosarios que le hacían competencia a la posta estatal.
La provincia de Granada, con una extensión y población considerables, dispuso de una tupida red de cosarios en los siglos pasados y hasta tiempos muy recientes
La provincia de Granada, con una extensión y población considerables, dispuso de una tupida red de cosarios en los siglos pasados y hasta tiempos muy recientes. En función del número de habitantes de los pueblos y de su lejanía de la capital se disponía de uno o varios cosarios; también según los anteriores parámetros, el enlace con las poblaciones y Granada se hacía a diario o espaciado durante la semana o semanas. Incluso poblaciones muy lejanas tenían cosarios que organizaban sus expediciones con periodicidad de un mes o más.
Personaje muy reconocido en los pueblos
El cosario no necesitaba presentación en su pueblo. Pero sí debía estar localizable en un punto concreto, una parada como se decía, para quien desearan enviar o recoger una cosa para un pueblo. Y esas paradas las tuvieron fijadas en las principales posadas del centro de Granada. Por tradición, y porque también solía anunciarse en periódicos y carteles en las calles, la gente sabía dónde había que buscar a los cosarios que hacían el trayecto de cada población. La mayor concentración de paradas de cosarios de pueblos estuvo en el entorno de las calles Alhóndiga, Recogidas y Plaza de la Trinidad. Precisamente estos lugares porque eran los que tradicionalmente concentraron el mayor número de posadas y mesones para viajeros desde el siglo XVI.
Fueron tan reconocidos y populares durante el siglo XX que hasta el famoso dibujante humorista Miranda le dedicó una de sus mejores viñetas
Fueron tan reconocidos y populares durante el siglo XX que hasta el famoso dibujante humorista Miranda le dedicó una de sus mejores viñetas en 1955; se veía a gente de un pueblo sin barbero ni peluquería cómo eran capaces de prestarle sus cabezas para que las llevara a pelar en un serón hasta la capital.
Contaba el arcipreste de la Catedral Juan Cuenca Carmona que él nació en Garrucha (Almería) y sus padres se lo encomendaron al cosario de su pueblo para que lo trajese en carro, con sólo ocho años, al seminario de Granada a hacerse cura
Muchas veces estuvo mezclada la función de cosario con la de transportista de pasajeros. Sobre todo cuando se trataba de comunicar pueblos grandes entre los que había tráfico de personas. Contaba el arcipreste de la Catedral Juan Cuenca Carmona que él nació en Garrucha (Almería) y sus padres se lo encomendaron al cosario de su pueblo para que lo trajese en carro, con sólo ocho años, al seminario de Granada a hacerse cura.
Hubo empresas de diligencias que ejercieron de cosarios y carreteros/muleros que también transportaban a gente sobre sus tartanas y mulas. Cuando la prensa granadina empezó a desarrollarse con cierta constancia, ya mediado el siglo XIX, incluía información detallada de los sistemas de transportes existentes. Incluso en 1848 se hizo habitual que el periódico La Alhambra publicase el movimiento diario de cosarios que entraban a Granada y su procedencia, como la prensa de los puertos daban cuenta de los buques que atracaban:
Conocemos la existencia, con nombres y apellidos, de los principales cosarios de aquella época y su manera de trabajar. En el año 1845 paraba en la posada del Águila (calle Mesones) una galera con la que Joaquín Barranco cubría el trayecto entre Granada y Algeciras; tenía una salida cada ocho días. Fue el camino que utilizaron con frecuencia los liberales granadinos para estar en contacto con los exiliados en Gibraltar. También en esta posada del Águila tenían su punto de parada los cosarios que, cada diez días, hacían el recorrido hasta Linares y su comarca; a Guadix y su zona y al norte de la tierra almeriense.
La posada de 'La Granada', también en Mesones, era la sede de los cosarios que con sus carros o reatas de mulas unían Granada con Almería, Baza, Guadix y Murcia
La posada de La Granada, también en Mesones, era la sede de los cosarios que con sus carros o reatas de mulas unían Granada con Almería, Baza, Guadix y Murcia. En la posada de La Campana paraban los que hacían las rutas hacia poblaciones de Córdoba y Alcalá la Real. En La Estrella se podía contratar el envío o recogida de paquetes de Málaga, Loja y comarca de Alhama, con frecuencia de una expedición cada ocho días. Y en la posada de La Luna partían quienes iban y venían a Motril.
Y en la Plaza de los Lobos existió la Posada 'Minerva', de donde también salían coches con viajeros y cosarios hacia Málaga
En el tramo de la calle Matadero Viejo (parte primera de la actual Alhóndiga y Campo Verde) se concentraron las posadas de San Rafael, de donde salían galeras de cosarios hacia Málaga y Antequera; y Las Palmas, hacia la Alpujarra. Y en la Plaza de los Lobos existió la Posada Minerva, de donde también salían coches con viajeros y cosarios hacia Málaga.
El recorrido hasta Madrid se hacía todos los días pares, con salida a las cinco de la mañana; se tardaba tres días. Las diligencias de regreso llegaban los días impares por la tarde
El recorrido hasta Madrid se hacía todos los días pares, con salida a las cinco de la mañana; se tardaba tres días. Las diligencias de regreso llegaban los días impares por la tarde.
Hasta mediado el siglo XIX estuvieron concentradas la mayoría de posadas en la calle Mesones, así como las sedes de los cosarios. Pero las profundas reformas urbanas de la Pescadería, apertura de Marqués de Gerona y realineamiento de esta calle la convirtió en la principal vía comercial; las posadas y cosarios se desplazaron a los alrededores. Por eso había posadas que se mencionaban mucho en los primeros periódicos surgidos en Granada y a finales de siglo habían desaparecido. El relevo lo tomaron Alhóndiga, Trinidad y Recogidas, fundamentalmente. En el siguiente cuadro se clasifican las principales posadas que quedaban activas entre 1880 y 1900, ubicaciones y paradas habituales de los cosarios:
PRINCIPALES PARADAS DE COSARIOS EN LA SEGUNDA MITAD DEL XIX
NOMBRE DE LA POSADA |
CALLE |
DESTINOS |
La Nave |
Alhóndiga |
Santa Fe, Alhama, Algarinejo, Busquístar, Montefrío, Santa Cruz del Comercio |
La Trinidad |
Mesones |
Iznalloz |
San Rafael |
Alhóndiga |
Dúrcal, Talará |
El Sol |
Alhóndiga |
Alcalá, La Puebla, Baza, Guadix y comarca, Colomera, Loja, Santa Fe |
La Espada |
Alhóndiga |
Baza, Guadix, Almuñécar |
San José |
Jáudenes |
Pinos Puente, Santa Fe |
La Rosa |
Placeta Alhóndiga |
Campotéjar |
La Virgen |
Humilladero |
Armilla, Gabia, comarca de Alhama |
Patazas |
Recogidas |
Armilla, Gabia, comarca de Alhama, Bérchules |
Pilar del Toro |
Elvira |
Cogollos de Guadix, Lugros, La Peza |
San José |
Alhóndiga/Jáudenes |
Albuñán, Albuñol |
El Castillo |
Cárcel baja |
Albuñán, Albuñol, Cacín, El Turro, Gor, Gorafe, Huélago, Laborcillas |
La Trinidad |
Plaza de la Trinidad |
Castril, Cogollos de Guadix, Lanteira, Moclín |
Las Imágenes |
Puerta Real |
Cádiar, Capileira, Soportújar, Cáñar, Murtas, Órgiva, Lanjarón, Ugíjar |
San Rafael |
Alhóndiga |
Valle de Lecrín |
Las Tablas |
Plaza Trinidad |
Huétor Santillán, Beas de Granada, Moreda |
El Estudio |
Calle Lucena |
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El Pan |
Calle Pan |
Ciudad Real y Almagro |
El Rinconcillo |
Cobertizo C. Alcalá |
La Alpujarra |
La Sierpe |
Sierpe (Mesones) |
La Alpujarra |
San Juan de Dios |
Rector L. Argüeta |
Pueblos de la Vega y de los Montes |
La Bañera |
Alhóndiga |
Alhama y pueblos de Málaga |
El caso motrileño fue muy singular a partir de mediado el siglo XIX. Dejó de tener cosario propiamente dicho porque nació la empresa de carruajes 'La Motrileña', con parada en la Acera del Darro, 8
El caso motrileño fue muy singular a partir de mediado el siglo XIX. Dejó de tener cosario propiamente dicho porque nació la empresa de carruajes La Motrileña, con parada en la Acera del Darro, 8. Fue de las primeras empresas regulares y estables de diligencias de caballos, hasta la aparición de los vehículos a motor en el siglo XX. Tanto pasajeros como mercancías salían a diario en sus galeras; desde Motril eran repartidas por carros o cosarios de pueblos de toda la Costa. Por eso a partir de mitad del siglo XIX dejó de haber cosarios de una parte de la Alpujarra y de toda la Costa que se desplazaran a Granada; lo hacían a su centro distribuidor que pasó a ser Motril.
La Motrileña salía diariamente desde Granada en dirección a Motril a las ocho de la mañana y llegaba a las tres y media de la tarde. Hacía una breve parada en la Venta de las Angustias para cambiar de caballos. El recorrido a la inversa tardaba algo más por ser cuesta arriba: partía de Motril a las ocho, pero llegaba a las cinco de la tarde. Conocemos los precios del pasajero a finales del XIX: 7,5 pesetas en cupé y 12,50 en berlina. A cada pasajero se le permitía transportar una arroba de equipaje.
Los balnearios de La Malahá y Cortes y Graena tuvieron los suyos; en tanto que a Lanjarón el servicio lo hacía la empresa de diligencias y landós 'La Granaína'
En el siglo XIX se pusieron de moda las tomas de agua en los balnearios. Abrían por temporadas de verano y otoño. Fueron los cosarios los que se encargaron de llevar y traer los encargos y equipajes, incluso algunos hasta a los propios bañistas en sus tartanas cubiertas. Los balnearios de La Malahá y Cortes y Graena tuvieron los suyos; en tanto que a Lanjarón el servicio lo hacía la empresa de diligencias y landós La Granaína.
Una profesión de riesgo y suerte
La figura del cosario fue muy querida y reconocida por la gente de los pueblos porque depositaban su confianza en ellos. No sólo llevaban alimentos no perecederos, telas, papeles, zapatos e infinidad de artilugios. También fueron encargados de transportar y tramitar documentación oficial en las administraciones y notarías. Y, por supuesto, algunas cantidades de dinero. Fue famoso el caso de un cosario de Alhama que, ya retirado, mostró un compartimento preparado en la albarda de una mula, en mitad de la paja, donde transportó mucho dinero entre su pueblo y la capital. Jamás dieron con el dinero las veces que le robaron.
Pero también los cosarios fueron objetivos principales de los delincuentes. Conocían perfectamente que llevaban encargos que tenían cierto valor. Por eso los asaltaban al menor descuido cuando estaban cargando carros y animales en Granada o ya en emboscadas camineras, al mejor estilo bandolero
Pero también los cosarios fueron objetivos principales de los delincuentes. Conocían perfectamente que llevaban encargos que tenían cierto valor. Por eso los asaltaban al menor descuido cuando estaban cargando carros y animales en Granada o ya en emboscadas camineras, al mejor estilo bandolero. En la prensa de finales el XIX y hasta la década de los años sesenta del XX podemos encontrar infinidad de noticias con atracos. Se recrudecieron especialmente en el primer franquismo, en los “años del hambre”, porque transitaban con latas de aceite, miel, leche condensada, tocino, bacalao, etc.
El atraco más antiguo a un cosario que he hallado en periódicos data del año 1858. Por Navidad solía trasladarse desde Jijona a Granada el cosario Vicente Sirvén, con una tartana llena de turrón de su tierra. Paraba en la posada de la Estrella. Pero en aquella ocasión el turrón no llegó a su destino, fue asaltado antes de entrar a la capital y seguro que muchas familias de Albayzín conocieron por vez primera aquel exquisito producto.
Lo peor de aquel robo no fueron los alimentos que llevaba en su carro, sino unas cajas de penicilina de contrabando que enviaba desde Puerto Rico el emigrante Francisco Carvajal Narváez al médico de su pueblo
Al cosario que hacía el recorrido diario entre Pinos Puente y Granada le atracaron varias veces. Solían dejarle encargos en el kiosco de la Plaza de la Trinidad. Un día de 1954 un cliente envió varios botes de leche condensada para la farmacia del pueblo. Pero alguien se adelantó, se hizo pasar por él y se las llevó. El valor de lo robado fue de 400 pesetas. Algo similar le ocurrió por aquellos años a Juan de Dios García, cosario de Albolote, que le quitaron un paquete por valor de 500 pesetas. Lo peor de aquel robo no fueron los alimentos que llevaba en su carro, sino unas cajas de penicilina de contrabando que enviaba desde Puerto Rico el emigrante Francisco Carvajal Narváez al médico de su pueblo. La penicilina era prácticamente imposible de conseguir en España; no se averiguó si el motivo del robo era la valiosísima penicilina, que a tantos alboloteños salvó la vida, o quizás cualquier otro artículo.
Hubo un cosario gracias al cual −aunque contra su voluntad− calzaron sus primeros zapatos la mayoría de gitanillos del Sacromonte. Ocurrió en 1956
Hubo un cosario gracias al cual −aunque contra su voluntad− calzaron sus primeros zapatos la mayoría de gitanillos del Sacromonte. Ocurrió en 1956. Cuando iba con su carromato repleto de una partida de zapatos para Láchar tuvo la mala suerte que le salieran al camino tres individuos que no gozaban de muy buena reputación entre la Guardia Civil. Le robaron todas las cajas. Los agentes consiguieron identificarlos y detenerlos en las Cuevas del Cerro de San Miguel y en el Camino del Monte. Pero la mercancía fue imposible recuperarla, se habían deshecho de ella vendiéndola a precios tirados a muchachos de sus barrios que solían ir descalzos por la vida.
Si se sospechaba que eran de estraperlo o no llevaban factura de haber pagado ya sus impuestos, lo habitual es que el cosario tuviese que pagar
Los artículos que entraban o salían de Granada estaban sometidos a control por los agentes de los fielatos. Mientras existieron. Si se sospechaba que eran de estraperlo o no llevaban factura de haber pagado ya sus impuestos, lo habitual es que el cosario tuviese que pagar. En el fielato que había frente al Callejón del Pretorio se dieron casos tan curiosos como retener un par de gallinas y otra de conejos vivos que un familiar de El Padul enviaba a su pariente de Granada; tuvo que acercarse a pagar impuestos por entrar los animales en la ciudad.
En el siglo XIX y principios del XX, con infinitamente menor tráfico de cosarios, también recoge la historia algunos accidentes graves
Hoy, con infinidad de gente dedicada a la mensajería interurbana y urbana, suele ser habitual que se registren bastantes accidentes de tráfico graves. En el siglo XIX y principios del XX, con infinitamente menor tráfico de cosarios, también recoge la historia algunos accidentes graves. Por ejemplo: en la Navidad de 1888 Granada quedó consternada al conocer que el cosario Juan Miró Hernández, que partía desde la posada de La Espada en dirección a Baza, resultó muerto al lado de la Cruz Blanca. El camino estaba tan embarrado que el joven quería ayudar a las mulas a desatascar el carro, con tal mala fortuna que cayó delante de una rueda y le partió la espalda. Murió pocas horas después en el Hospital de San Juan de Dios.
En los años de la II República fue muy conocido el cosario de Santa Fe llamado Agustín Venegas. Se hizo famoso porque le desvalijaron el carro en la Plaza del Lino, cargado de telas para tiendas de su pueblo. Pero unos meses más tarde debió dormirse sobre el carro y los animales se metieron en una cuneta; del vuelco resultó aplastado por la carga.
Unos años más tarde, ya en el franquismo, empezaron a cruzarse carros de mulas y camionetas por las calles. El cosario de Fuente Vaqueros Laureano Castillo García solía viajar sentado en el varal izquierdo de su carro de dos varas, con las piernas colgando; se cruzó con un vehículo de motor en dirección contraria y se las destrozó
Unos años más tarde, ya en el franquismo, empezaron a cruzarse carros de mulas y camionetas por las calles. El cosario de Fuente Vaqueros Laureano Castillo García solía viajar sentado en el varal izquierdo de su carro de dos varas, con las piernas colgando; se cruzó con un vehículo de motor en dirección contraria y se las destrozó.
Pero no todas las noticias que afectaban a los cosarios estuvieron rodeadas de robos y accidentes. También hubo cosarios que llevaron la suerte de la lotería a sus poblaciones. En 1966 estaba activo el cosario que iba a Frailes y Castillo de Locubín (Jaén); se llamaba Antonio Vela Romero. Recibió el encargo de comprar números de lotería para medio pueblo. Fue en el sorteo de El Niño. El gordo cayó en el número 30.684. Hizo rico a medio pueblo, a base de dos millones de pesetas por décimo. Pero el cosario, que ejercía también de lotero, no se quedó con ninguna participación y tuvo que seguir con su furgoneta sin poder retirarse de la carretera.
También el cosario de Jérez del Marquesado cogió un pellizco con una quiniela de 13 aciertos. Cobró algo más de un millón de pesetas en septiembre de 1968. Aquel dinero le sirvió para dejar un vehículo viejo y comprarse un coche nuevo para seguir haciendo de cosario
También el cosario de Jérez del Marquesado cogió un pellizco con una quiniela de 13 aciertos. Cobró algo más de un millón de pesetas en septiembre de 1968. Aquel dinero le sirvió para dejar un vehículo viejo y comprarse un coche nuevo para seguir haciendo de cosario. Se llamaba José María Ruiz Porcel.
De cosarios a mensajeros
El antiguo oficio del cosario, hoy heredado por los mensajeros, quizás sea de los que más empleo generan en España. La compra por internet y el reparto mediante sistema de mensajería se ha generalizado de una manera desorbitada. Compramos por internet hasta ropa que tenemos en la tienda de al lado. Eso sí, con trampa, porque vamos a verla, nos la probamos y luego la pedimos a Amazon que es más barata.
Y todo nos lo trae casi al instante un cosario, digo, un mensajero con un pedazo de cajón amarillo o naranja a la espalda
Te sientas a la puerta de un bloque de pisos y en cuestión de una hora verás cómo llegan no menos de media docena de repartidores. Con paquetes de fuera o de comida si se aproxima el mediodía o la noche. Rara es la semana que no pedimos una pizza, algo de un chino, unas hamburguesas, unas tiras de pollo fritas a las que llaman nuggets, etc. Y todo nos lo trae casi al instante un cosario, digo, un mensajero con un pedazo de cajón amarillo o naranja a la espalda.
En vez de hacer parada en las posadas, hoy los podemos localizar mediante una 'app', un teléfono o a la puerta de la mayoría de los restaurantes de comida rápida
En vez de hacer parada en las posadas, hoy los podemos localizar mediante una app, un teléfono o a la puerta de la mayoría de los restaurantes de comida rápida. Las franjas horarias de las comidas se agolpan en sus alrededores mensajeros de patinete, bicicleta o moto a las puertas de Macdonald’s, KFK, Burger King y decenas y decenas de pizzerías y restaurantes de comida.
Son los sucesores de un oficio que el viento se llevó. Con la diferencia de que rara vez veremos a uno de ellos dos veces seguidas; suelen abundar los inmigrantes ocupados en este menester mientras encuentran un trabajo mejor.