Capítulo I. 'En un bar, a orillas de la acequia Gorda'
Porque fueron, somos; porque somos, serán.
En la primera imagen de estas Leyendas de los Nuestros podemos contemplar a un grupo de parroquianos (*), posando delante de la puerta del desaparecido bar El Volcán, en la ciudad de Granada, durante la década de los sesenta del siglo XX. El negocio estaba situado en los bajos del actual número 9 de la cuesta de los Molinos, enfrente del molino del Marqués de Rivas y al lado del molino de Ángel Ganivet y del parque de las Palmas (antiguo cuartel de la Guardia Civil).
Vicente y Arsenio se hicieron amigos, llegando a circular juntos por nuestra ciudad en el moderno descapotable del futbolista, un bólido nada común en la triste Granada del desarrollismo franquista
En la época en la que se hizo la fotografía, uno de los clientes habituales de El Volcán era Vicente Archilla Martín (1927-2012), vecino de la zona y hermano menor de mi abuela materna, Josefa Archilla Martín (1922-2005). Mucho tiempo después, el tío abuelo Vicente me contó que en aquel local coincidió con un mito del fútbol español: Arsenio Iglesias Pardo, el Zorro de Arteixo.
Arsenio Iglesias, que cumplirá 90 años el próximo mes de diciembre, jugaba entonces de delantero en el primer equipo del Granada Club de Fútbol (militó en la entidad entre 1958 y 1963). El Brujo, como también se le ha conocido siempre, era muy querido entre los granadinos de aquellos días porque fue el autor del único gol rojiblanco en la final de Copa de 1959, que el Granada perdió ante el Barça por 4 a 1 (esa final continúa siendo el mayor hito de la historia granadinista, quizás junto a su reciente clasificación para la Europa League).
Pues bien, Vicente y Arsenio se hicieron amigos, llegando a circular juntos por nuestra ciudad en el moderno descapotable del futbolista, un bólido nada común en la triste Granada del desarrollismo franquista.
Sus destinos se separaron definitivamente en 1963, al fichar el Zorro por el Real Oviedo, abandonando para siempre la “tierra del chavico”. Tras retirarse de los terrenos de juego, el astro del balompié se convertiría en entrenador, dirigiendo, entre otros, a su equipo del alma, el Deportivo de La Coruña (en varias etapas), o incluso al Real Madrid, durante algunos meses de 1996.
El tito Vicente, alto como un castillo, carpintero de la Alhambra y madridista empedernido, estaba orgullosísimo de aquella amistad forjada en la barra de El Volcán. Por eso, cada vez que paso por la cuesta de los Molinos, sorteando su puñetero empedrado granadino, me acuerdo de aquellos dos gigantes (cada uno a su manera y en lo suyo), que compartieron copas, viandas, alegrías y penas en un bar de barrio, a orillas de la Acequia Gorda del Genil.
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(*) La historia del parroquiano del extremo derecha de la foto principal, Manuel Valor Cara (1902-1984), la contamos el año pasado en el Foro de la Memoria de El Independiente de Granada: