Las calles de Granada y la Memoria Histórica
La ley conocida como de Memoria histórica ha permitido sacar a la luz un debate que, a pesar de que es negado por sectores sociales conservadores, existía latente en la sociedad española. Como otros debates que se dan en España actualmente, éste se ha visto desvirtuado, amplificado y simplificado por su proyección a través de los medios de comunicación y el cortoplacismo practico del que se valen los partidos políticos para lograr sus objetivos.
La Ley de Memoria Histórica, con sus bondades, pero también con sus fallos y lagunas, sólo pretendía dar cierre definitivo a un proceso histórico y social que se inició en la Transición, retomando lo que en su momento se tuvo que dejar apartado para posibilitar la instauración de un régimen democrático en España. La distancia en el tiempo y la supuesta madurez de la sociedad española así lo aconsejaban. Lo visto en estos años pone en duda dicha creencia. Declaraciones políticas que rozan el insulto hacia los descendientes de las víctimas o por otro lado, el sesgo partidista de algunos homenajes así lo prueban.
Otra consecuencia, ésta de más reciente recorrido, ha sido la de pretender que nada se había hecho al respecto antes de la ley, dando la sensación de que la Transición fue realmente un periodo de olvido pactado en toda España y que la verdadera transición tendrá lugar ahora. Es este un error recurrente que olvida el trabajo realizado por muchas corporaciones municipales durante el primer periodo democrático. Si Madrid reunió unas características peculiares donde no se llevaron a cabo grandes cambios en la erradicación de monumentos o símbolos de la Dictadura, no fue ese el caso de Granada.
Granada representa una peculiaridad digna de estudio tal como se ha mostrado en una investigación presentado por los autores de este artículo tanto en Berkeley como en Liverpool en sendos congresos internacionales. Desde el mismo día de constitución del primer ayuntamiento democrático se desarrolla un homenaje en el Pleno a la corporación democrática de la República y se plantea, para posteriormente ejecutarse, la retirada de símbolos franquistas de la ciudad. Para tal hecho se crea una comisión, compuesta por representantes de todos los grupos políticos, que paulatinamente hacen que se cambie el nombre de calles e instituciones municipales. Así, colegios o calles cambian de nombre: Los ejemplos son muchos pero podemos poner como ejemplos los de Alférez Provisional por Juan Ramón Jiménez, Avd. 18 de Julio por Pablo Picasso, Avenida de Calvo Sotelo se denomina ahora Avenida de la Constitución, etc. La única calle que resultó problemática fue la actual Acera de Darro que se denominaba Avenida de José Antonio y que fue escenario de algaradas provocadas por conocidos ultraderechistas de la ciudad. El momento más significativo de ese trabajo se produce con el desmonte de la Cruz de Los Caídos al final del Paseo de La Bomba y su traslado al cementerio, así como la instalación de un monumento a la Constitución en el Violón. Por otro lado debemos tener en cuenta que muchas de las calles renombradas por la Dictadura no habían calado entre los propios granadinos: los ciudadanos conocían Plaza Nueva, pero no la Plaza del General Franco, Plaza del Campillo y no Plaza del General Sanjurjo o La “Redonda” y no Avenida de Carrero Blanco
Lo realmente interesante del cambio de nombres en la ciudad viene dado por la sustitución de estos por nombres tradicionales o relacionados con la propia historia de la ciudad. El trabajo realizado por las primeras corporaciones municipales pretendía crear una nueva narrativa de la ciudad que tenía como base la tradición decimonónica y la denominada Generación de Plata que dio lugar al proyecto republicano. Así mismo, recuperan y continúan trabajando en un imaginario de ciudad muy alejado las ideas autonomistas coetáneas. Nos atreveríamos a decir que inciden parcialmente en algo que podríamos denominar como un modelo identitario regonalista granadino. De aquella época quedaron varios elementos sin resolver, uno la estatua homenaje a José Antonio Primo de Rivera que recientemente fue retirada por orden judicial o la inscripción en la fachada de la catedral.
Este desconocimiento de la historia reciente de la ciudad, junto a una política comunicativa de deternimados grupos políticos y culturales de tabla rasa respecto a la reciente historia democrática, hace caer, incluso a los medios, en errores tan comunes como atribuir la Calle Varela (en origen Valera) al general franquista. La ciudad y los lugares de memoria han sido siempre un lugar de confrontación, de debate, porque definen una narrativa, y por tanto ideologías en continuo enfrentamiento. Granada no ha sido y ni es una excepción. Lo que si convendría plantearnos es si de cara al futuro realmente merece la pena retirar pequeños testigos de la historia de la ciudad (placas en viviendas de VPO, antiguos nombres de calles pintados que encima llevan el nombre actual, etc,). Si lo que queremos en resimbolizar continuamente o queremos que la ciudad sea un libro abierto que nos permita leer su historia.
Antonio Bernardo Espinosa Ramírez es Doctor en Información y Comunicación por la Universidad de Granada. Máster en Información y Comunicación Científica por la misma universidad. Actualmente es Director académico y profesor de la Escuela Superior de Comunicación y Marketing.
En el terreno investigador es Investigador colaborador del Instituto de la Paz y los Conflictos de la UGR y miembro del Grupo de Investigación Secaba Lab de la UGR. HA formado parte del Grupo Hebraístas Andaluces y del Seminario de Estudios Judíos Contemporáneos. Así mismo, ha formado parte del equipo de investigadores que han desarrollado el proyecto “Generaciones de Plata” que ha permitido recuperar la memoria de los científicos andaluces. Autor de numerosas publicaciones, centra sus investigaciones en el campo del antisemitismo, de la memoria colectiva y la memoria cultural, y sus mecanismos de creación y transmisión a través de los medios de comunicación y el espacio público. Actualmente trabaja sobre el espacio público granadino como lugar de confrontación de narraciones y memorias a través del Paisaje Lingüístico Ha sido profesor invitado en Oranim Academic College (Israel). Profesionalmente fue documentalista en el Archivo Manuel de Falla y responsable de Comunicación de la Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa de la Junta de Andalucía en Granada.
Yael Guilat es doctora por la Universidad de Tel Aviv con un trabajo sobre encuentros interculturales en el desarrollo de la cultura visual israelí, con especial atención sobre el encuentro entre Oriente y Occidenete. Es, asimismo, Máster en Historia del Arte de la misma Universidad y BA en Humanidades por la Open Universtity de Israel.