Bugéjar, de floreciente colonia ibero-romana a primer pueblo vaciado de Granada
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De los más de 500 habitantes que llegó a tener a mediados del siglo XX, en la actualidad no queda ninguna persona viviendo
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La fuente de la Zarza, que atrajo a culturas desde el neolítico, se ha secado a causa de la sobreexplotación para cultivos hortícolas de empresas foráneas
El Campo de Bugéjar es una inmensa llanura endorreica, situado en el rincón donde se juntan las provincias de Granada, Almería y Murcia. Hasta no hace muchos siglos fue una laguna de poca profundidad, en cuyos bordes florecieron infinidad de poblados argáricos y celtiberos de la Bastetania. El principal poblamiento de la llanura inundable fue Bugéjar. Hay restos de pinturas del paleolítico y casi medio centenar de yacimientos iberos y romanos. Ya en el año 218 a. C. es mencionada la importancia estratégica y poblacional de esta comarca durante el desarrollo de la Segunda Guerra Púnica. De hecho, en el inmediato Cerro de la Cruz hubo un oppidum (ciudadela) ibero, que obligó a los romanos invasores a levantar un campamento en el Cerro del Trigo inmediato. El fin no fue otro que controlar a una población que estaba aliada con los cartagineses desde su llegada a la Península en el 238 a.C.
La abundancia de madera y esparto en las sierras que bordean el llano, la feracidad de una tierra inundable y el manantial de la Zarza hicieron desde tiempo inmemorial que la comarca estuviese bastante habitada. Los pequeños poblados y santuarios iberos derivaron en villaes romanas; y éstas en alquerías musulmanas; en época cristiana la población, relativamente abundante, aparece diseminada en infinidad de cortijadas de labor y pastoreo.
Al lado de la antiquísima Bujéjar (la musulmana Buryiyih) aparecieron más tarde La Volteruela (Puebla de don Fadrique) y Huéscar, que concentraron la administración, la población, buena parte del comercio y del clero
Al lado de la antiquísima Bugéjar (la musulmana Buryiyih) aparecieron más tarde La Volteruela (Puebla de don Fadrique) y Huéscar, que concentraron la administración, la población, buena parte del comercio y del clero. Ambos municipios potenciados por el afán repoblador del Arzobispado de Toledo, al que pertenecieron estos municipios hasta 1953. Después, por la Casa de Alba y grandes terratenientes cristianos. La edad moderna trajo progreso agrícola y ganadero a la comarca. Que se mantuvo hasta principios del siglo XX; hasta el punto que se inició la construcción del Canal de Bugéjar o de Carlos III como vía de comunicación entre esta región y la sedienta zona murciana. A mediados del siglo XVI, el duque de Alba repobló el lugar con más de 2.500 personas procedentes del norte de la Península. El futuro que se auguraba era inmejorable, pues incluso a finales del siglo XIX se pensó en trazar una vía férrea que atravesaría este llano procedente de Calasparra y hasta Baza. Desde siempre fue una vía muy pasajera, conocida como Camino de los Valencianos. Por ella regresó el ejército de Alfonso I el Batallador cuando su cruzada fallida a la conquista de Granada (1125-6) y por allí transitó San Juan de la Cruz a fundar su convento de carmelitas en Caravaca de la Cruz (hizo varias veces el viaje entre Granada y Caravaca en el periodo 1582-88).
Pero la decepción tras la guerra civil de 1936-39 fue absoluta. Este cornero de las tres provincias se quedó sin buenas comunicaciones y el Canal de Bugéjar jamás se construyó para regar ese inmenso territorio. La vida continuó con gente pegada únicamente a trabajos agrícolas tradicionales y a extensas cabañas de ovejas y cabras segureñas.
Hacia 1950 empezó a aumentar exponencialmente la población. Pero el campo no daba lo suficiente para alimentar a sus hijos, repartidos en infinidad de cortijadas y aldeas. El primer censo que hizo el incipiente Instituto Nacional de Estadística ya contabilizó más de 8.000 habitantes repartidos por los 516 kilómetros cuadrados del término municipal de Puebla de Don Fadrique; la densidad de población en 1950 era de 15,5 habitantes/km2. De esa población, la capital local concentraba a poco más de la mitad, mientras que el resto se repartían en los otros nueve anejos.
En la aldea de Bugéjar y cortijos en un par de kilómetros a su alrededor había censados algo más de 500 habitantes en el año 1950. Pero a partir de esa década, los vecinos de Bugéjar empezaron un forzoso exilio que no ha parado hasta los primeros años del siglo XXI
En la aldea de Bugéjar y cortijos en un par de kilómetros a su alrededor había censados algo más de 500 habitantes en el año 1950. Pero a partir de esa década, los vecinos de Bugéjar empezaron un forzoso exilio que no ha parado hasta los primeros años del siglo XXI. En el censo de 1960 ya quedaban 331 personas viviendo en esta aldea; diez años más tarde, se habían reducido a 258. La década de los setenta fue terrible para la emigración: el chorreo era casi semanal. Se llegó a 1985 con menos de un centenar de habitantes… Y en el último padrón municipal de Puebla, correspondiente a 2020, ya no queda nadie viviendo en Bugéjar.
La vida que emigró del llano
La Cueva de las Grajas atestigua, con sus pinturas, que por allí pululaba una comunidad de neolíticos hace más de seis mil años. La infinidad de construcciones iberas dan fe de una población abundante desde hace al menos treinta siglos. La presencia romana, con su llamado castillo del Cerro del Trigo, es más que importante. Andar por el campo de Bugéjar es ir tropezándose con restos de cerámica, molinos de mano y necrópolis de épocas pretéritas. Tampoco es descartable que alrededor de esta laguna habitasen los primos hermanos del Hombre de Orce, un hábitat muy parecido y cercano.
Es bastante probable que en capas inferiores de lo que fue la laguna endorreica aparezcan restos de hienas, tigres dientes de sable o mamuts de hace más de un millón de años. Por cierto, la pequeña laguna ha reaparecido cada vez que ha habido un periodo húmedo; fue el caso del tormentazo caído el 12 de septiembre de 2019 (90,6 litros por metro cuadrado en un rato).
El Campo de Bugéjar estuvo lleno de vida hasta hace muy poquitos años. Hasta 1977 hubo colegio; en 1970 había unos cuarenta niños en la escuela, con dos maestras. Había bodas, comuniones, fiestas, hornos para cocer pan, dos tientas, dos barecillos, un taller mecánico, un taxista y hasta oficina de correos que repartía correspondencia dos veces a la semana. Incluso una ermita para actos religiosos. Pero a principios del siglo XXI todo aquello se había desmoronado, como lo están haciendo la mayoría de casas de la aldea. Incluido el tradicional molino que movía la acequia.
El último nacimiento en Bugéjar tuvo lugar en el año 1982
Los bugejeños tomaron múltiples direcciones. La mayoría emigraron hacia Murcia, Levante y Cataluña. Otros se replegaron a Puebla, Huéscar y Baza. El último nacimiento en Bugéjar tuvo lugar en el año 1982. Incluso quienes todavía labran o pastorean en esos campos han establecido sus residencias en Puebla o Huéscar; van y vienen cada día con sus tractores y vehículos. Nadie se queda a dormir en el despoblado. Ni siquiera el único pastor de la zona.
Fuera de verano, a los únicos que se ven visitar asiduamente el lugar es a Maricarmen Anguita y a su hijo. Aparte del pastor. Maricarmen fue cartera rural durante toda su vida; nació en Bugéjar e intenta que la aldea no muera del todo (simbólicamente se ha empadronada en Bugéjar, aunque reside en Puebla). Preside una asociación, casi de nostálgicos, que organiza cada verano un encuentro con bugejeños o descendientes. Allí se dan cita para recordar, conocerse y echar alguna que otra lágrima. Claman en el desierto pidiendo que al menos llegue la electricidad. De esa manera quizás algunos se animarían a rehabilitar sus casas y pasar algunas temporadas, como ocurre con las aldeas próximas (Topares, Almaciles). Ya no piden ni siquiera otro tipo de servicios (agua potable, recogida de basuras, colegio, médico). Es tontería, no tienen gente.
Los pocos frigoríficos que llegó a haber funcionaron con butano; alguien se llevó un generador eléctrico cuando lo necesitaba; incluso se atrevieron a instalar placas fotovoltaicas
El agua para todo tipo de usos era tomada del canal de la Zarza. Los pocos frigoríficos que llegó a haber funcionaron con butano; alguien se llevó un generador eléctrico cuando lo necesitaba; incluso se atrevieron a instalar placas fotovoltaicas. Pero las han robado varias veces y cuando los Anguita van en verano suelen llevarse placas de quita y pon. El aspecto de Bugéjar es fantasmal; excepto una docena de casas, el resto (hasta las 72 que hubo) se han caído o se están cayendo. Empieza a ser un paisaje de guerra. Menos mal que llega la señal de alguna antena de telefonía móvil y se puede conectar con internet.
El objetivo de la asociación de antiguos vecinos pasa por conseguir que se arregle la pista forestal, llegue la electricidad y se pueda recuperar el agua de su manantial. Quizás de esta forma se pueda recuperar la aldea para que regrese algún jubilado o familias jóvenes. Tanto descendientes del lugar como nuevos. Pero la situación se presenta complicada.
Agua esquilmada y contaminada
Si por algo se caracterizó el Campo de Bugéjar fue por su buena tierra y su abundante agua. Durante más de dos siglos, el Arzobispado de Toledo y el Obispado de Almería se pelearon en los tribunales por poseer este triángulo de tierra de regadío, y la fuente de la Zarza. Sus más de 30 litros /segundo en verano garantizaron secularmente el consumo y regadío de todas las cortijadas y sus campos.
Desde hace menos de dos décadas son otros los ojos que se han fijado en las inmensas posibilidades que presenta el Campo de Bugéjar para la explotación agrícola y ganadera intensivas. El inconveniente es que esas actividades apenas generan empleo y riqueza para los habitantes locales
Desde hace menos de dos décadas son otros los ojos que se han fijado en las inmensas posibilidades que presenta el Campo de Bugéjar para la explotación agrícola y ganadera intensivas. El inconveniente es que esas actividades apenas generan empleo y riqueza para los habitantes locales. Han proliferado las inmensas explotaciones de cultivos hortícolas de primavera-verano. Brócoli, lechuga y otras verduras son cultivadas, cosechadas y envasadas con maquinaria. Los empleos que generan suelen venir, en su mayoría, de Almería y Murcia, lugar de procedencia de las empresas inversoras. Cada mañana y cada tarde se ven los autobuses o furgonetas cargados de subsaharianos y/o suramericanos. Son muy pocos los que pernoctan en el lugar. Los vecinos de los pueblos cercanos dicen que el poco beneficio que dejan es por la compra de litronas frescas.
Más recientemente, también han empezado a llegar las granjas porcinas o de recrío. Hay ya una instalada en las inmediaciones de Bugéjar y otra en tramitación. Al menos esas actividades sí generan algo más de empleo, unos cien poblatos trabajan en ellas. Con sueldos dignos y contentos. Son propiedad de CEFUSA, una proveedora de materia prima para embutidos El Pozo.
La consecuencia inmediata de estas actividades es la extracción intensiva de agua y la contaminación de acuíferos por residuos y pesticidas
La consecuencia inmediata de estas actividades es la extracción intensiva de agua y la contaminación de acuíferos por residuos y pesticidas. La capa freática identificada como Zarza-Bugéjar ha sido analizada recientemente por hidrogeólogos de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG). Hace tan sólo unas semanas fue clasificado este acuífero como contaminado y/o en riesgo de explotación; presenta cinco veces más nitratos de los niveles normales. Se está extrayendo, legalmente, unos 2,5/hm3 por año, para regar 602 hectáreas de hortaliza y almendro. El pantano subterráneo no se recarga al ritmo que le extraen los 32 permisos dados a otras tantas empresas por la CHG.
En 1974 se hizo un aforo en el manantial de la Zarza y salían 60 litros por segundo. El caudal medio osciló entre 25 y 60 l/segundo hasta 1999. A partir de entonces, el agua empezó a mermar; sólo se recargó a raíz de los inviernos lluviosos de los años 2011-12. Desde entonces ha venido a menos, de tal forma que por vez primera se secó en el verano de 2019.
El caudaloso manantial que hizo proliferar a celtiberos, romanos, musulmanes y cristianos se ha secado por vez primera en la historia. Hace dos años que apenas surge agua; a lo sumo, en invierno sale un hilillo
Esas cifras no hay que contárselas a Maricarmen Anguita. El caudaloso manantial que hizo proliferar a celtiberos, romanos, musulmanes y cristianos se ha secado por vez primera en la historia. Hace dos años que apenas surge agua; a lo sumo, en invierno sale un hilillo. Eso es porque las inmensas plantaciones de hortalizas no están bombeando. En cuanto llega la primavera, vuelve a desaparecer. Y es muy probable que, a este ritmo, con las pocas lluvias de recarga, este acuífero quedó secó para siempre. Entonces será el momento en que también desaparecerán los cultivos verdes y las granjas. La desertización, que ya es una seria amenaza, acabará en completa desertificación. A lo sumo, el feraz e histórico Campo de Bugéjar servirá para sembrarlo de placas fotovoltaicas que llevarán la electricidad al Levante y Cataluña.
Actualmente, parte de los antiguos campos de cereales están siendo convertidos en sembrados de almendros y pistachos. Más rentables y con menos necesidad de agua.
El resultado final es que este campo, exponente claro de la Granada vaciada, tiene en la actualidad cero habitantes censados por kilómetro cuadrado. El ratio de habitantes por kilómetro cuadrado en el término de Puebla ha caído hasta 4,33. Aunque la situación de otros municipios granadinos no es mucho más halagüeña; el caso de este municipio es extrapolable a Algarinejo, Pedro Martínez, Caniles y prácticamente todas las zonas de montaña de Granada.
La provincia de Granada en su conjunto ha perdido 5.383 habitantes entre 2011 y 2021. Se ha roto la tendencia alcista experimentada en 1980, cuando partió de 758.650 habitantes y se esperaba que en 2010 se superase el millón de personas
La provincia de Granada en su conjunto ha perdido 5.383 habitantes entre 2011 y 2021. Se ha roto la tendencia alcista experimentada en 1980, cuando partió de 758.650 habitantes y se esperaba que en 2010 se superase el millón de personas. Pero no ha sido así. Sólo han ganado población la mayoría de municipios de la conurbación de la capital. Ni la Costa se salva del estancamiento poblacional. O del hundimiento.
Presente estable, futuro incierto
El alcalde de Puebla de Don Fadrique, Mariano García, no ve la situación de modo tan pesimista. En la última década se ha ralentizado la pérdida de población en su extenso municipio. Continúa habiendo los mismos alumnos en sus colegios y han llegado unas cuantas familias de inmigrantes. Pero el problema de la despoblación de la comarca se inició hace más de medio siglo y el daño ya estaba hecho al empezar el actual milenio.
Sostiene que oportunidades de empleo hay en su pueblo, sobre todo en los sectores agrícola, albañilería y turismo. El problema es que se carece de emprendedores y la gente, por lo general, no quiere aceptar trabajos duros
Sostiene que oportunidades de empleo hay en su pueblo, sobre todo en los sectores agrícola, albañilería y turismo. El problema es que se carece de emprendedores y la gente, por lo general, no quiere aceptar trabajos duros. Por lo menos, en las instalaciones de CEFUSA hay trabajando unas decenas de personas. En cambio, las grandes extensiones de hortícolas sólo dan empleo a gente que traen de fuera. Próximamente habrá más oportunidades de trabajo en la nueva granja de selección genética, de madres para recrío. No ha cuajado un proyecto para instalar 200 hectáreas de paneles solares que barajó Prodial.
Pero no es ajeno a que existen infinidad de pozos ilegales que están secando el acuífero. Y las consecuencias medioambientales están todavía por saberse en un futuro más o menos inmediato. El resultado de tanto despoblamiento es que de los diez núcleos de población que contemplaba el INE para su término municipal, en la actualidad sólo ostentan ese título la Puebla y Almaciles. Y en este último caso, las proyecciones estadísticas prevén que para el año 2050 también esté prácticamente despoblado.
Para intentar poner freno al despoblamiento de la comarca, su Ayuntamiento y la Junta tienen previsto el asfaltado del camino de Bugéjar con una inversión de 350.000 euros. También van a aprovechar para llevar la electricidad sirviéndose de una línea que ha tendido una empresa a su granja. Cada vecino tendrá que aportar una parte. No obstante, el suministro de agua y la instalación de otros servicios municipales van a resultar imposibles por parte del Ayuntamiento; haberse quedado como una cortijada semiderruida impide hacer inversiones públicas. A lo sumo, quizás los nostálgicos que mantienen casa en Bugéjar podrán acceder mejor si la proyectada autovía entre Cúllar y Caravaca acaba haciéndose realidad y pasa cerca. O quizás ocurra todo lo contrario, que sea una autopista para que se vayan los que aún quedan en los pueblos limítrofes.
A pesar de todo, el alcalde de Puebla lleva razón al señalar que su pueblo es el que menos población está perdiendo en los últimos años
A pesar de todo, el alcalde de Puebla lleva razón al señalar que su pueblo es el que menos población está perdiendo en los últimos años. Según vemos en el siguiente gráfico, los seis municipios que forman la comarca de Huéscar han descendido una media del 15% en población en los últimos ocho años. La Puebla “sólo” ha perdido el 10%, pero es que Castril se ha despoblado nada menos que el 30%. Y Castilléjar el 25%.
Vuelvo a reiterar que el ejemplo extremo elegido de Bugéjar es llamativo, pero le ocurre prácticamente igual a otros muchos municipios de la provincia de Granada.
Bugéjar, aldea global y virtual
Bugéjar ya sólo existe en la memoria de quienes emigraron, en las historias que cuentan los mayores y en la nube de internet. Maricarmen es de las pocas que acuden regularmente a dar una vuelta a la casa donde nació, al colegio donde aprendió y a la ermita donde la bautizaron. Su padre, Pedro Miguel Anguita, era herrero, taxista y cartero. Ella le siguió en el oficio y se ha dedicado toda su vida a recorrer cortijadas entregando correspondencia. Llegó a haber ocho carteros en un municipio con tanto término. Ahora va a limpiar la acequia de Bugéjar, que ha muerto quizás para siempre, a dar una vuelta a la ermita de la Encarnación (que rehabilitaron entre todos en 2014) y a oler el perfume que llega de la macrogranja de Millán. También se acerca al cementerio común de la Ermita del Santo Cristo de la Toscana, el lugar donde se enterraba la gente del Llano. Hasta hace unos cuantos años.
Y alimenta con fotos, historias y comentarios los blog y Facebook donde se dan cita los bugejeños repartidos por el mundo. Si hubiese habido trabajo y futuro seguro que hoy serían más de dos mil habitantes. Tendrían electricidad, agua potable, bares, consultorio médico, panadería, quizás oficina bancaria e incluso cuartel de la Guardia Civil. O si tan sólo hubiese llegado la electricidad, quizás habría algo de vida, como en la vecina Topares (Almería), que era una aldea similar hace setenta años y todavía conserva algo más de dos centenares de vecinos. Más de la mitad con edades mayores a sesenta años y con proyección de mantenerse habitado al menos durante el siguiente siglo.
Su actividad más importante consiste en preparar cada año, por el mes de agosto, la concentración de quienes allí nacieron o descienden. Lo llaman fiestas
Su actividad más importante consiste en preparar cada año, por el mes de agosto, la concentración de quienes allí nacieron o descienden. Lo llaman fiestas. Hacen su comida, juegan un partido en lo que fue campo de fútbol, pasean por el prado y se les enrojecen los ojos al ver el montón de escombros que se incrementa cada día. Si los celtiberos del Cerro de la Cruz y los romanos del Cerro del Trigo levantaran la cabeza seguro que también lloraban al ver en lo que ha quedado convertida una de las zonas agroganaderas más disputadas en la antigüedad.