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'Violencia política'

Blog - Punto de fuga - Cristina Prieto - Jueves, 1 de Diciembre de 2022
Imagen de una pancarta en la manifestación de Madrid.
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Imagen de una pancarta en la manifestación de Madrid.

De vez en cuando hay palabras que toman un protagonismo especial en la vida pública y, en los últimos años, estamos asistiendo al manejo de nuevos vocablos que pueden confundir a la ciudadanía. En la introducción de nuevos términos, la clase política se lleva la palma. Pero no todo vale porque, a veces, su utilización como defensa puede adquirir efectos no deseados y abrir la puerta de la caja de los truenos.

En su contestación a la diputada, la ministra denunció que estaba siendo víctima de violencia política y, con su contundencia, consiguió que todo el arco parlamentario, excepto los representantes de la elocuente adversaria política, tomaran posiciones junto a ella solidarizándose y aparcando, momentáneamente, sus diferencias

La Ministra de Igualdad, Irene Montero, se levantó de su asiento enfurecida cuando una diputada del partido de ultraderecha en el Congreso de los Diputados señaló que la primera le debía el puesto al exlíder de la formación.  Esto se llama nepotismo, palabra mucho más bonita y culta que el tráfico de influencias de toda la vida y de la que la ciudadanía española sabe mucho. Si estaba en lo cierto o no la representante de la oposición no es el objeto de este artículo. Spoiler.

En su contestación a la diputada, la ministra denunció que estaba siendo víctima de violencia política y, con su contundencia, consiguió que todo el arco parlamentario, excepto los representantes de la elocuente adversaria política, tomaran posiciones junto a ella solidarizándose y aparcando, momentáneamente, sus diferencias.

Quizás, el rifirrafe haya sido muy oportuno en medio del aluvión de críticas contra la aplicación de la Ley del si es si y la rebaja de condenas a más de cuarenta violadores. El caso más llamativo es el de dos condenados en Santander que, tras el juicio, fueron sentenciados a dieciocho años de prisión que ahora, con la revisión del caso, pasan a ser once. Pero este tampoco es el objeto de este artículo. Spoiler, de nuevo.

La profesora Juana Gallego ha sido apartada del máster de Comunicación y Género en la Universidad de Barcelona, que ella misma impulsó, por no mostrarse a favor de las políticas de identidad de género defendidas desde la cartera de la señora Montero y en Granada, su universidad, ha despedido a la brillante profesora Tasia Aránguez

Ahora sí. La violencia política que con tanta vehemencia denunció la ministra de Igualdad y que tan nocivos efectos tiene sobre las mujeres se está sintiendo en cada una de las actuaciones de su ministerio. Las mujeres sienten violencia política cuando la neolengua cuir las deshumaniza y las divide por partes para no pronunciar la palabra ‘mujer’ y sustituirla por ‘persona menstruante’ o ‘cuerpo gestante’ aceptando los mandatos de la identidad de género que se defienden desde el Ministerio. Cuando se las expulsa de los espacios públicos donde presentar sus libros o hay que desalojar una librería bajo la amenaza de que va a ser quemada. Cuando se suspenden jornadas en universidades para debatir los efectos de normativas que quieren aprobarse con prisa, de espaldas a la ciudadanía y sin debate como el articulado de la conocida Ley Trans. Cuando se excarcela o se rebajan las penas de violadores por los agujeros que ha dejado un texto normativo que con tanta fiesta se aprobó hace sólo unos meses. Cuando las feministas sufren agresiones físicas y verbales en las manifestaciones por integrantes de los colectivos trans que van provistos de instrumentos cortantes para rasgar las pancartas. Cuando no se recibe a las organizaciones del movimiento feminista para escuchar sus demandas y sólo se escucha a los grupos minoritarios convertidos ahora en prioridad. Cuando no se deroga la instrucción del 2010 que permite la inscripción de bebés comprados en otros países mediante la práctica de los vientres de alquiler. Cuando se quiere presentar la prostitución como un trabajo para ocultar que es la mercantilización y explotación del cuerpo de niñas y mujeres. Cuando las agresiones sexuales han aumentado un 34% y el número de feminicidios no decrece. Cuando el partido político al que pertenece la ministra se niega a entrevistarse con las madres de AMANDA que luchan para sacar a sus hijas e hijos de las garras del transgenerismo que les incita a hormonarse y destrozar sus cuerpos sanos. Cuando quieren arrebatar al 52% de la población el sujeto político ‘mujer’ que las define. Cuando alguna representante ministerial, muy cercana a la ministra, llama a las feministas ‘tontas del pueblo’. Todo esto es violencia política.

Y, si lo expuesto hasta aquí ya es grave, también puede hablarse de la violencia que deja a las mujeres sin trabajo, son depuradas, son privadas de su medio de vida o ven obstaculizadas sus carreras profesionales por opinar diferente a la línea que se marca desde el Ministerio de Igualdad. La profesora Juana Gallego ha sido apartada del máster de Comunicación y Género en la Universidad de Barcelona, que ella misma impulsó, por no mostrarse a favor de las políticas de identidad de género defendidas desde la cartera de la señora Montero y en Granada, su universidad, ha despedido a la brillante profesora Tasia Aránguez.

La rabia y las lágrimas de todas las mujeres que están siendo víctimas de esta violencia política no salen en los medios de comunicación pero existen. No ocupan horas en las tertulias televisivas, pero están en cada organización, en cada asociación, en un movimiento feminista al que no acompañan batucadas ni cánticos alegres en las manifestaciones del 25 de noviembre porque no hay nada de lo que reírse. Es el Feminismo con mayúsculas acostumbrado a debatir con los argumentos sólidos que quienes se han asentado en lo alto de los cielos asaltados no alcanzan a oír.

 

 

 

Imagen de Cristina Prieto

Madrileña afincada en Andalucía desde 1987, primero en Almería y posteriormente en Granada donde he desarrollado mi carrera profesional como periodista. Me licencié en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, cursé mi suficiencia investigadora en la Universidad de Granada dentro del programa Estudios de la Mujer y leí mi tesis doctoral en la Universidad de Málaga.