'La última decisión de su vida'
Frente a tanta muerte baldía por desatención médica, por el virus o por infinidad de enfermedades que no han sido detectadas a tiempo en los últimos años, conocer que una mujer ha podido cumplir la última voluntad de acabar con una vida que le ahogaba, la suya, pese a la tristeza que supone siempre una despedida, es una buena noticia que la convierte en la primera paciente en solicitar y recibir la eutanasia en Andalucía.
Esta valiente mujer que residía en Dúrcal descubrió que tenía una enfermedad incurable y degenerativa hace cinco años y poco después ya tenía claro que quería pedir la eutanasia
Claro que morir es triste y sentir que todo se va acabando poco a poco, también. No es agradable encontrarse solo y ver cómo la luz se va apagando entre dolores físicos y síquicos que acaban por ahogarte antes de que tus ojos se cierren por última vez.
En este caso, esta valiente mujer que residía en Dúrcal descubrió que tenía una enfermedad incurable y degenerativa hace cinco años y poco después ya tenía claro que quería pedir la eutanasia. Tuvo que esperar hasta que la ley fue aprobada para iniciar los trámites y encontró en su médico de cabecera la primera traba porque no estaba totalmente de acuerdo, pero no cejó en su empeño. Pidió ayuda a otro médico y recibió una respuesta positiva por parte de la Comisión de Garantías y Evaluación, un órgano creado expresamente a raíz de la ley para valorar cada uno de los casos individualmente. Al final, el pasado 13 de enero se pudo cumplir su voluntad y se marchó acogiéndose a la ley de muerte digna, convirtiéndose así en la primera andaluza que lo hacía.
El problema llega cuando los médicos te avisan de que no hay nada que hacer, que tienes una enfermedad degenerativa que te hará dependiente y que tu muerte puede demorarse años, de forma que vas a ser testigo y consciente de ese declive, ¿quién puede atreverse a juzgar una decisión provocada por esta situación?
¿A quién no le gustaría morirse en su cama, sin enterarse? Te acuestas por la noche y ya no te despiertas. Es duro para la familia, pero para el que hace el tránsito es la manera más dulce. Lo malo es que no siempre es así. La lucha por la supervivencia es innata y natural en todo ser humano y por eso, la mayoría de las personas se someten a tratamientos agresivos, traumáticos y muy duros con el fin de curarse. Cuando sabes que tienes que atravesar un camino de espinas para llegar a un campo de rosas, lo haces sin pensarlo dos veces. El problema llega cuando los médicos te avisan de que no hay nada que hacer, que tienes una enfermedad degenerativa que te hará dependiente y que tu muerte puede demorarse años, de forma que vas a ser testigo y consciente de ese declive, ¿quién puede atreverse a juzgar una decisión provocada por esta situación?
Hoy miras a tu hijo y recibes todo el significado que te transmite, ese amor que tú le das se ve reflejado frente a ti, pero cuando hay una traba cognitiva no eres capaz de recordar esos momentos de amor con él, ni puedes comunicárselo. La dureza de algunas enfermedades no solo afecta al paciente, sino que se extiende a la pareja, a los hijos, a los amigos sinceros… Es lícito, por tanto, que haya personas que tomen la determinación de poner fin conscientemente a ese sufrimiento antes de que se lleve por delante a alguien más que al enfermo.
La única vida de la que podemos disponer es la nuestra porque la Constitución española establece en el artículo 15 que «…todos tienen derecho a la vida y a la integridad física y moral…», de modo que no es una obligación sino un derecho y eso se traduce en una libertad para decidir sobre nuestra propia existencia
Hace algo menos de un año, saltó la polémica sobre de quién eran los hijos, cuando la Ministra de Educación Isabel Celaá, recordó que no eran de los padres y la oposición no tardó en negarlo y afirmar que sí lo eran. Absurdo. Nadie es de nadie. Si los hijos fueran de los padres, estos podrían disponer de sus vidas a su antojo y no es así, ni debe de serlo. Uno no puede maltratar a un menor porque sea su progenitor ni tiene libertad para enseñarle a ser un asesino o hacer con él lo que quiera, de manera que no, los hijos no son de nadie. La única vida de la que podemos disponer es la nuestra porque la Constitución española establece en el artículo 15 que «…todos tienen derecho a la vida y a la integridad física y moral…», de modo que no es una obligación sino un derecho y eso se traduce en una libertad para decidir sobre nuestra propia existencia.
Esta granadina de adopción consiguió demostrar que así era y con la ayuda de quienes más le querían dio los pasos necesarios para liberarse de ese cuerpo que ya no respondía a las necesidades vitales de esta mujer
El problema es que a veces la situación física de la persona le impide incluso acceder a las herramientas, instrumentos o métodos para hacerlo y la ley puesta en vigor en el mes de junio pasado las ofrece con las garantías del Estado de Derecho que analiza, evalúa y valora cuándo alguien está capacitado para disponer de su futuro y cumple con los requisitos que se establecen en la Ley Orgánica de Regulación de la Eutanasia: que sufra un padecimiento grave, crónico e imposibilitante o que padezca una enfermedad grave o incurable y que en los dos casos provoque un sufrimiento síquico constante e insoportable.
Esta granadina de adopción consiguió demostrar que así era y con la ayuda de quienes más le querían dio los pasos necesarios para liberarse de ese cuerpo que ya no respondía a las necesidades vitales de esta mujer. Y hay que ser muy valiente para asumir que algo se ha terminado y tomar una resolución con total convencimiento. Así que lo único que puedo hacer es bajar mi cabeza en señal de respeto y sentir la pérdida de un ser que seguro que era especial y que tuvo el arrojo de cumplir su último deseo. Esté donde esté no tengo dudas de que no se habrá arrepentido.