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The Strokes hacen un buen disco sin escapar de su propia sombra

Blog - Un blog para melómanos - Jesús Martínez Sevilla - Jueves, 23 de Abril de 2020
The Strokes – The New Abnormal
Portada de The New Abnormal, lo último de The Strokes.
Portada de The New Abnormal, lo último de The Strokes.

La carrera de los Strokes siempre ha estado bajo la sombra de un primer disco impoluto y un papel atribuido por la prensa (“el grupo que salvará al rock”) imposible de satisfacer. Is This It (2001) es uno de esos álbumes que documentan un momento en que sus autores estaban tocados por una varita mágica y parecían físicamente incapaces de hacer una mala canción, como Exile on Main St. de los Rolling, Blue de Joni Mitchell o Songs in the Key of Life de Stevie Wonder. Pero cuando las expectativas son tan altas, cualquier cosa sabe a poco: Room on Fire (2003) decepcionó a algunos por ser demasiado parecido al primero, y tras Last Impressions of Earth (2006) llegaron críticas aún peores y un silencio de más de cinco años. Angles (2011) probó entonces a expandir el sonido del grupo, pero tampoco esto impresionó a los críticos, y Comedown Machine (2013) fue probablemente el disco que menos gustó tanto a crítica como a fans. Desde entonces, otro descanso para el grupo, esta vez de más de siete años, permitió al cantante, Julian Casablancas, probar suerte con su proyecto The Voidz, y al guitarrista Albert Hammond Jr. expandir su discografía en solitario, recibiendo críticas en general más positivas.

Pero el nivel de emoción que provocan juntos estos neoyorquinos no puede compararse al que despiertan en otros proyectos, eso es evidente. The Strokes, independientemente de las críticas, son uno de los grupos de rock que más público arrastran, y sus fans en general no se quedaron instalados en la nostalgia por el primer disco que ha invadido a tantos críticos

Pero el nivel de emoción que provocan juntos estos neoyorquinos no puede compararse al que despiertan en otros proyectos, eso es evidente. The Strokes, independientemente de las críticas, son uno de los grupos de rock que más público arrastran, y sus fans en general no se quedaron instalados en la nostalgia por el primer disco que ha invadido a tantos críticos. Así pues, la expectación era máxima cuando anunciaron a principios de año que por fin tenían listo un nuevo álbum. The New Abnormal nos llega ahora en unas circunstancias radicalmente diferentes a las de hace apenas unos meses, pero el tono del disco es de hecho muy adecuado a nuestra situación compartida de distanciamiento: está todo preñado de una melancolía que oscila entre el sentimentalismo y el cinismo. Esta dicotomía no es nueva para el grupo: el estilo frío y mecánico de sus instrumentales siempre resultó de lo más cool, y las letras de Casablancas tendían en general a reforzar esa pose distante, pero su voz siempre ha sido demasiado expresiva como para limitarse a un solo matiz.

En esta ocasión, las cualidades más cálidas y humanas de la voz de Julian ganan por goleada, pero además sus letras refuerzan esa franqueza y vulnerabilidad. Este disco también está obsesionado por el pasado, pero no por el de la banda, como les sucede a muchos oyentes, sino por el vital, el de sus relaciones personales y la pérdida de las mismas. No sorprende leer que el año pasado, Casablancas se divorció de quien había sido su esposa durante catorce años, Juliet Joslin. Para el cantante, no hay dudas: la razón de haber perdido a tantas personas es él mismo: “I want new friends, but they don't want me/ They have some fun, but then they just leave/Thought it was them, but maybe it's me”. Hay una auténtica fijación con los propios errores en muchas canciones, como puede verse en la adecuadamente titulada “Bad Decisions” o en frases tan demoledoras como “All my friends left, and they don't miss me” (“Why Are Sundays so Depressing”) o “And then you did something wrong and you said it was great/And now you don't know how you could ever complain” (“The Adults Are Talking”). En sus mejores momentos, The New Abnormal captura esa tristeza de forma admirable y provoca una enorme empatía por Julian, que además canta mejor que nunca.

¿A qué demonios vienen esos efectos en la voz demasiado grave de Casablancas, y esa guitarra distorsionada de nuevo? Y después la guitarra se vuelve pulsante y enervante, quitando todo disfrute a una divertida melodía vocal

En sus peores, sin embargo, el disco sucumbe a la tentación de hacer demasiado. Aunque mantienen la estética algo lo-fi, esos sonidos siempre un poco sucios, esta vez alargan las canciones mucho más de lo habitual, a menudo demasiado, con outros innecesarios, pasajes instrumentales poco interesantes, o con partes mal encajadas, que claramente no han surgido orgánicamente. “Eternal Summer”, un intento de canción política sobre el calentamiento global, resulta desconcertante: empieza con un lecho de sintes optimistas, guitarras funky apenas punteadas, una voz en falsete que parece inspirarse en el soul (salvando las distancias, algún giro melódico recuerda a Marvin Gaye), y uno casi quiere dejarse llevar por el experimento hasta que llega el estribillo, cambiando el tono de forma violenta. De pronto todo suena a los Pink Floyd de The Wall, incluso la voz de Julian recuerda a la de David Gilmour, y una guitarra distorsionada aúlla hasta invadir por completo la mezcla. Imagino que el grupo intenta transmitir la urgencia de la crisis climática, en contraste con la apacibilidad veraniega de las estrofas, pero no funciona en absoluto. Peor aún es el caso de “Why Are Sundays So Depressing”, que empieza como una sencilla y despreocupada cancioncilla de dos notas que recuerda a Lou Reed pasado por el filtro del slacker rock de Pavement. Todo bien, pero otra vez el estribillo lo fastidia todo: ¿A qué demonios vienen esos efectos en la voz demasiado grave de Casablancas, y esa guitarra distorsionada de nuevo? Y después la guitarra se vuelve pulsante y enervante, quitando todo disfrute a una divertida melodía vocal.

Pese a ello, cuando no pecan por exceso, las canciones oscilan entre lo agradable y lo sublime. En un extremo estarían “Selfless” con su historia de amarga decepción (“Bite my tongue, I wait my turn/I waited for a century/Waste my breath, no lessons learned”), el single “Bad Decisions”, con sus guitarras a lo The Smiths, o la final “Ode to the Mets”, que permite a Julian lucirse en varios momentos de especial dramatismo (la melodía de la coda parece extraída de un musical de Broadway). Ninguna de ellas deja una huella indeleble, tienen diversos defectos, pero cumplen su papel en el conjunto. Otros tres cortes están un escalón por encima: “Not the Same Anymore” lleva ese encanto depresivo tan innegable como peligroso a nuevos niveles, con un Julian estelar; “Brooklyn Bridge to Chorus” tiene hechuras de hit, a pesar de que los sintes de las estrofas y los platillos del estribillo suenan tan fuertes y tienen una compresión tan brutal que son un riesgo para los tímpanos (este es el curioso sello de identidad del productor, Rick Rubin); y “The Adults Are Talking” es una apertura excelente para el disco, con una sección rítmica llena de energía, con un dinamismo que Casablancas aprovecha para explotar sus distintos registros expresivos.

Pero la maravilla del disco es “At the Door”. Algo mágico sucede durante estos cinco minutos: de repente, sin percusión ni prácticamente guitarras, el silencio solo lo llenan unos sintetizadores que adquieren un toque solemne, como de música medieval (usan un órgano sintético y unos coros distorsionados, que aluden a los cantos gregorianos, en el puente), y envuelven la preciosa voz de Julian, que se expone como nunca en una letra de autosacrificio y entrega resignada: “sinkin’ like a stone/so use me like an oar/and get yourself to shore” (“me hundo como una piedra/así que úsame como un remo/y llega hasta la orilla”). ¿Qué se puede responder a algo así, a un obsequio que es una autoinmolación?

Probablemente no haya respuesta adecuada, pero a la pregunta más prosaica de si The Strokes han hecho al fin otro gran disco, la respuesta es… no del todo. El álbum tiene empaque y deja una sensación de conjunto claramente positiva, pero hay poco material realmente sobresaliente y varios cortes mediocres. No tiene demasiada importancia: el legado del grupo está ya más que asegurado, y su éxito de público también. Nos llevamos varias canciones memorables y coreables para los conciertos y la esperanza de que, ahora sí, sigan haciendo música de calidad a un ritmo normal. Nunca está de más un buen disco, mucho menos dos o más.

Puntuación: 7/10

Para esucharlo en Spotify, pincha en el siguiente enlace: The Strokes – The New Abnormal

 

Imagen de Jesús Martínez Sevilla

(Osuna, 1992) Ursaonense de nacimiento, granaíno de toda la vida. Doctor por la Universidad de Granada, estudia la salud mental desde perspectivas despatologizadoras y transformadoras. Aficionado a la música desde la adolescencia, siempre está investigando nuevos grupos y sonidos. Contacto: jesus.martinez.sevilla@gmail.com