Ayto.Granada
Luis Salvador, en una imagen de esta semana.
Luis Salvador nos lleva ventaja a todos en el más que probable nuevo periodo de confinamiento y teletrabajo que se avecina. Es un adelantado a su tiempo. Ya lo dijo otrora el que fuera su segundo, Manuel Olivares: "Salvador es el Steve Job de la política". Y lo dijo en serio. Sin pestañear. El hombre que promocionó durante las elecciones municipales un análisis morfopsicológico de su pétreo rostro, ha demostrado de forma incontrovertible que el trabajo a distancia es pan comido. En su caso, sardina comida. El lugar elegido para hacer valer su tesis fue un tradicional chiringuito de nuestra costa. Entre espeto y espeto, Salvador, que lleva el bronceado de fábrica, trabajó sin descanso, incluso doblando turnos, durante su periodo vacacional. –¡Llena, Mariano, que voy a firmar un decreto! –¡Marchando, Don Luis! ¿Quiere usted un espetico más o le pongo ahora unos chipirones con migas? Me entran sudores fríos solo de pensarlo. Y como la gesta necesitaba difusión, D. Luis, que es un portento en la venta de naderías, allá que se plantó en no recuerdo qué emisora de radio y soltó un speech antológico, digno de entrar en los anales de la historia de Granada y de grabarse para la posteridad en la noble solería de "Puertará".
Entre espeto y espeto, Salvador, que lleva el bronceado de fábrica, trabajó sin descanso, incluso doblando turnos, durante su periodo vacacional. –¡Llena, Mariano, que voy a firmar un decreto! –¡Marchando, Don Luis!
Allí estaba el tío, en el chiringuito, afirmando con total solemnidad que en tan animado lugar tenía su despacho y atendía llamadas de sol a sol, por lo que no era necesaria su presencia –sospecho que ahí acertaba– en la Plaza del Carmen. Un sinvivir. El funambulista que tenemos por presunto alcalde, lo había vuelto a hacer: había logrado que todos los granadinos, sin distinción de raza, ideología, sexo o religión, soltaran una carcajada monumental cuyo eco, seguramente, se reproducirá la próxima primavera en esos concentrados de malafollá que son nuestras irreverentes quintillas del Corpus. Nadie, ni siquiera Georgie Dann, había hecho tanto por promocionar esos templos del ocio veraniego que son nuestros chiringuitos. Suponemos que fue en tan evocador entorno, a la sombra del chamizo, donde parió la idea de anular un carril de tráfico en buena parte de Granada sin pensar en alternativas más elaboradas y menos perjudiciales para miles de ciudadanos, o donde ideó aquella perla de la "inmunidad de rebaño" y el contagio de los asintomáticos. Es lo que tiene doblar turno. O salir doblado, vaya usted a saber.