'ScHoolboy Q regresa con un álbum creativo y caótico'
En el panorama del hip hop contemporáneo, ScHoolboy Q se encuentra dentro de esa clase de artistas de indudable éxito comercial, pero que no terminan de ser titanes superventas. Sus tres álbumes anteriores (los que había lanzado tras dar el salto a las multinacionales) llegaron al top tres de Billboard, la lista de ventas en EE.UU., pero probablemente las personas que no siguen de cerca el género ni siquiera sepan quién es. A muchas de estas personas les llamará la atención saber que compartió colectivo con el gran Kendrick Lamar: Black Hippy fue un supergrupo del que eran miembros varios artistas del sello Top Dawg Entertainment, incluyendo a Q, Kendrick, Ab-Soul y Jay Rock. ScHoolboy destacaba entre ellos por combinar con especial destreza el gangsta rap de la costa oeste, en la tradición de Ice-T, Ice Cube o Snoop Dogg, con sonidos más experimentales. Oxymoron (2014) supuso su gran golpe sobre la mesa a nivel de ventas, mientras que Blank Face LP (2016) es el disco reivindicado por sus fans más alternativos, el momento en que consiguió vehicular sus impulsos más artísticos a través de un sonido denso y psicodélico aplicado a una gran colección de canciones.
En cambio, en las segundas revive la furia de su pasado como miembro de la banda callejera de los Crips, como en “Pop”, con una excelente Rico Nasty, o en “Pig Feet”, donde fantasea con disparar y matar a la policía
En lo que casi todo el mundo parece estar de acuerdo es en que CrasH Talk (2019) fue un paso en falso; incluso el propio Q, que lo considera su segundo peor álbum después de su debut, Setbacks (2011), el cual sacó cuando TDE apenas se habñia hecho un nombre. El sonido descaradamente comercial y la evidente falta de cohesión o ambición del álbum mostraban a un ScHoolboy algo perdido. Cinco largos años después, su sexto LP, Blue Lips, sí que presenta esas virtudes que se echaban en falta en el anterior. El disco presenta las dos caras de su música, una más chulesca y otra más introspectiva, en un claro contraste. Hay canciones con instrumentales más propios del jazz rap, mientras que en otros encontramos un trap agresivo y hasta violento. En las primeras, el californiano se permite bajar la guardia y explorar sus emociones, como su admiración por su madre (“Germany 86'”) o su felicidad por ver a sus hijas crecer (“Cooties”). En cambio, en las segundas revive la furia de su pasado como miembro de la banda callejera de los Crips, como en “Pop”, con una excelente Rico Nasty, o en “Pig Feet”, donde fantasea con disparar y matar a la policía.
A ratos este contraste es tan marcado que la impresión de conjunto del álbum es que, pese a su evidente calidad, está algo descoyuntado
A ratos este contraste es tan marcado que la impresión de conjunto del álbum es que, pese a su evidente calidad, está algo descoyuntado. Quizás por eso, algunos de los mejores momentos del disco surgen cuando ambos estilos se combinan en una sola canción: es el caso de “THank god 4 me”, que empieza parsimoniosa y agradable, después introduce un sample de vientos sintéticos bajo una potente percusión, y por último combina esta percusión con la elegante flauta y guitarra del inicio. Aún más marcado es el contraste de las distintas partes de “Love Birds”, que se van entrecruzando a lo largo de la canción: el estupendo estribillo soul de Lance Skiiwalker es barrido por una base marcial y primitiva, con un bajo muy saturado y una percusión caótica, hasta que al final reaparece en una versión aún más exuberante para despedir el tema con una nota deliciosa. Y qué decir de “oHio”: la cantidad de cambios de ritmo a lo largo de este corte llega a resultar mareante, pero en todo momento los excelentes flows de Q mantienen unida la canción. Además, la carismática aparición hacia el final del gran Freddie Gibbs está entre las mejores colaboraciones del álbum.
Aunque, ojo, también hay muy buenos temas que se encuadran puramente en uno u otro estilo
Aunque, ojo, también hay muy buenos temas que se encuadran puramente en uno u otro estilo. El single “Yeern 101” destaca entre los cortes más ruidosos, gracias a la lenta construcción de su base, a la que acompaña el impecable flow de ScHoolboy en una escalada fantástica. Por otro lado, “Blueslides” tiene el instrumental de jazz más puro y es realmente precioso, aparte de que el californiano se luce en el micro, reflexionando sobre su trayectoria con un flow relajado pero firme. Al mismo tiempo, es cierto que hay bastantes temas que no terminan de deslumbrar: están bien, pero les falta algo para terminar de enamorar, ya sean unos flows más imaginativos (“Cooties”), unos instrumentales algo mejor desarrollados (“Lost Times”, donde el productor The Alchemist recuerda a su trabajo con Freddie Gibbs de hace unos años, pero con un acabado menos pulido) o una mejor mezcla (“Nunu”). Además, después de la décima canción, “Foux” (que es una pasada, con ese breakbeat electrónico que viene y va e intenta reventar la canción a cada nueva aparición), el disco baja de nivel de forma clara, aunque no drástica. Ninguna de las canciones más brillantes está en esa segunda mitad y por tanto el sabor de boca que deja es menos satisfactorio.
De todas formas, el defecto más claro del álbum es que incluye dos canciones francamente pobres
De todas formas, el defecto más claro del álbum es que incluye dos canciones francamente pobres. “Movie” tiene una base de trap facilón y se termina antes de llegar a los dos minutos, sin llegar a aportar nada interesante; la base de “Back n Love” es demasiado simple y repetitiva, lo que unido a los flows medio sonámbulos de Q y Devin Malik acaba aburriendo a lo largo de sus casi cuatro minutos. Solo con eliminar esos dos temas, Blue Lips mejoraría notablemente. Aun así, debo decir que ese carácter algo anárquico del álbum y ese pequeño bajón en la segunda mitad lo alejan demasiado de la excelencia como para arreglarlo todo solo con meter tijera. Quizás esto haya contribuido a que sus resultados comerciales sean algo más pobres: se ha quedado en el puesto 13 de la lista Billboard en su primera semana. Sea como fuere, se trata de un muy buen disco de rap, con muchos atractivos y muy diversos, y que demuestra a las claras el talento de ScHoolboy Q. A quien le guste el género no debería dejarlo pasar.